Tangerina: memoria y ficción de una ciudad

 Antonio Gallego Roca 
Pie de foto: El autor, Javier Valenzuela, durante la presentación de su novela en el Instituto Cervantes de Tánger
"Aquel que no supiese soñar su vida debía venir a Tánger..." (Chukri)
Tangerina es una mandarina jugosa de la zona del norte de Marruecos (Larache). El pasado 11 de junio se presentó en la sede del Instituto Cervantes de Tánger la novela de ese nombre, primera entrega de una trilogía cítrica - como la llama el autor, el periodista granadino Javier Valenzuela – inspirada en algunas vivencias reales mezcladas con una fértil imaginación. Estuvo arropado en este acto por el director del Instituto Cervantes Enrique Beamud,  el cónsul español Alberto Reig y un nutrido grupo de amigos e interesados marroquíes y españoles.
 
Valenzuela, con su obra “Tangerina”, logra recrear la vida de ese Tánger soñado por muchos de los amantes nostálgicos de un tiempo que se añora incluso sin haber sido vivido directamente. Sepúlveda, su protagonista, es un hombre del Tánger actual que investiga su pasado, y nos traslada a vivir con él esa búsqueda, dibujando una cartografía emocional de esta ciudad otrora internacional que no ha perdido cierto cosmopolitismo, como comprobamos en sus agitadas calles.
 
Cafetines, comercios, bares de copas, figuras como la de Chukri, los Bowles, y personajes como el de la sensual Olvido - otra de las protagonistas de la novela -, captan nuestra atención y producen en aquel que conoce Tánger una familiaridad que, de manera anecdótica, ha llevado a alguno de sus lectores a indagar sobre la realidad y ficción de los lugares mencionados por el autor, encontrándose muchas veces con la desaparición de los sitios o su inexistencia. Esta búsqueda convierte así a estos lectores en protagonistas activos de la novela, siendo “Tangerina”, como decía el semiólogo Umberto Eco, una obra abierta que establece un diálogo entre la memoria y la imaginación. 
 
Personalmente, descubrí en su voraz lectura, la magia de la banda sonora que emerge a través de sus páginas. El relato sorprende por su estructura, llena de esta música pero también de olores, amores, idas y venidas en el tiempo, así como un final inesperado que no decepciona el vertiginoso ritmo con que se lee esta novela, que no es sólo una más de la literatura ambientada en Tánger. Esta, a pesar de ser ligera – uno de los presentadores comentaba graciosamente que se podía leer en un puente aéreo -  no peca de simpleza.
 
Una novela recomendable, mejor aún si se disfruta desde las vistas del Hafa café, o sentado en los aromáticos jardines del hotel Minzah.
 

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