Los refugiados viven una durísima realidad

Un año de espera y vulnerabilidad para las personas de Lesbos desde el “No Más Morias” europeo

photo_camera REUTERS/ALKIS KONSTANTINIDIS - Campamento improvisado para refugiados y migrantes junto al campo de Moria, en la isla de Lesbos (Grecia)

Un centro temporal a medio construir. Duchas a las que, si quieres agua, la llevas en tinas. Círculos interminables de rechazos de solicitudes de asilo. Niños tratados como adultos sin posibilidad de ir al colegio. Y el revivir constante de los traumas pasados y presentes.

Esta es la realidad que viven desde hace un año los refugiados y solicitantes de asilo del centro de recepción de migrantes de Mavrovouni, en la isla griega de Lesbos. Un año desde que la Unión Europea reacciono tras los fuegos que acabaron con el campo de refugiados más grande de Europa, Moria; se declaró el eslogan “No Más Morias” y se urgía un inicio fresco en la política migratoria europea. 

A escasos kilómetros de la costa turca, Lesbos es una de las islas más grandes en Grecia, conocida por su famosa bebida alcohólica ouzo, similar al anís o al raki turco. Sin embargo, también es recordada como la isla que llego a acoger a hasta 20.000 migrantes en el campo de Moria. Es importante recordar que el año pasado, cuando Moria estaba en su máxima ocupación, la isla de Lesbos contaba con una población de poco más de 100.000 habitantes.

Ubicado en una antigua zona de tiro militar abandonada frente al mar Egeo, el centro de recepción de solicitantes de asilo Mavrovouni se caracteriza por el suelo lleno de polvo y piedras que dificultan la movilidad -especialmente para las personas que se desplazan en silla de ruedas en el campo-, un incremento notable de presencia policial si lo comparamos con Moria, y la temporalidad de su existencia. Es concretamente este ultimo punto el que lo condiciona todo. Mavrovouni se creó como una respuesta de emergencia a los fuegos del 8 y 9 de septiembre del año pasado, una respuesta a la precariedad de las personas que allí habitaban y que se vieron en la calle de un día para otro. ¨Yo pasé 10 días durmiendo en la calle con lo puesto, sin saber que iba a ser de mí¨, afirma un solicitante de asilo congoleño que vivió en Moria hasta los incendios. Es por esta temporalidad que el centro todavía esta en construcción. ¿Por qué se va a invertir grandes sumas de dinero, horas de trabajo y logística si es temporal? La solución aparente es sencilla: si las personas que fueron acogidas en situación de emergencia van a ser trasladadas a otros centros en la isla, en Grecia o entre los países europeos; no debería invertirse financiación publica. La Unión Europea destinó en noviembre 5 millones de euros para financiar mejoras de electricidad, agua y gestión de aguas residuales, de este centro; reservando 121 millones para la construcción de tres centros de recepción y acogida en las islas de Samos, Kos y Leros. La realidad, sin embargo, es otra. 

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¨Quienes viven en los centros de recepción de Lesbos lo denominan hogar no por unos días ni meses, sino durante años¨, declara la parlamentaria del Partido Popular europeo, Maria Walsh, quien visitó el campo el día que se conmemora un año desde los fuegos de Moria. Concluye afirmando: ¨Yo no aguantaría viviendo ahí más de un día¨. 

La falta de dignidad y de respeto por los Derechos Humanos es la campaña que la organización estadounidense con programas implementados en Lesbos, International Rescue Committee, (IRC) ha lanzado en los últimos días: las duras condiciones de vida en Mavrovouni desde hace un año ponen en peligro la salud física y mental de las casi 4.000 personas refugiados y solicitantes de asilo que viven ahí.


Vivir en un limbo

Durante el ultimo año, mujeres, niñas, niños, familias y jóvenes viven en un limbo, esperando a aquello que parece que nunca llegará: respuestas y soluciones. 

El centro de Mavrovouni es un espacio abierto que, por su ubicación, se inundó a finales del año pasado, llegando el agua hasta las rodillas, dejando durante horas a personas sosteniendo en brazos sus más preciadas pertenencias, permaneciendo de pie dentro de sus tiendas completamente inundada. Y las lluvias no son el único inconveniente externo, sino que el mes pasado Grecia sufrió una ola de calor de más de 40 grados de temperaturas y fuertes incendios que hicieron dificultaron notablemente la estancia en este centro sin zonas con arboledas ni sombras. 

Mavrovouni es el centro donde los baños no tienen pestillo, son mixtos a pesar de las quejas de las mujeres, están alejados de las tiendas y containers donde residen las personas, y foco de violencias que no llegan a reportarse a la Policía, que pernocta de puerta para fuera, según denuncian organizaciones que trabajan sobre el terreno. ¨Yo me salvé a mí misma y a mi salud mental en Moria gracias a todas las actividades que podía hacer allí: me levantaba e iba a correr, después iba a clase de yoga o de manicura, y después ayudaba como voluntaria. Ahora en Mavrovouni no hay actividades, no hay nada que puedas hacer más que sentarte y esperar¨, critica una joven subsahariana desde el centro. 

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¨Dentro del campo no podemos cocinar, no descansamos porque siempre hay que estar alerta, puedes salir de tu tienda, pero ¿a dónde vas? No tenemos nada que hacer, ni a ningún lugar a donde ir¨, comenta desanimado un joven de Togo, a quien se le rechazó su primera solicitud de asilo por no haber intérpretes en su lengua materna, impidiendo que pudiera contar su historia y presentar su caso de protección. 

A esta situación generalizada se le suma la decisión ministerial dictada por el Ministerio griego por el que declara que Turquía es un país seguro para las personas solicitantes de asilo de cinco países tales como Afganistán, Siria, o Somalia. Esto se traduce en que una persona afgana que llega a Grecia y presenta una solicitud de protección internacional, no será concedida, independientemente de que los talibanes les persigan o no, será rechazada y deberá regresar a Turquía -país por el que generalmente se accede a Lesbos-, para que se externalice la gestión migratoria y esta persona sea traslada a cualquier país europeo, ayudando así a descongestionar primeros países receptores como España, Italia y Grecia. Es importante mencionar que más del 60% de las personas en Mavrovouni son afganas, por lo que esta resolución esta en el punto de mira para las organizaciones que apoyan a los migrantes en Lesbos.


Revivir los traumas

Una de las críticas fundamentales tanto de la parlamentaria europea como de la organización International Rescue Committee es el daño que estas condiciones de vida están provocando en las personas que viven en Mavrovouni. Sus informes indican que, desde hace un año, desde el fuego en Moria, casi el 100% de las personas con las que trabajan sufren depresión, estrés y ansiedad ininterrumpida, y temen que, si estas personas no se tratan urgentemente, podrían pasar de síntomas a traumas permanentes.

Son diferentes los factores que explican este empeoramiento de la salud mental de los habitantes de Mavrovouni. Primero, la presencia constante del mar para personas que han puestos su vida en riesgo en embarcaciones poco seguras para llegar a territorio europeo. ¨La presencia del mar para estas personas es la visualización constante de un trauma, de una experiencia dolorosa que se relaciona con decepciones, frustraciones y por desgracia hasta muertes¨, declara la psicóloga del programa de salud mental de IRC, Olga Moutesidou.

A esto se le añaden las restricciones sanitarias derivadas de la COVID-19, además de la falta de transparencia sobre los procesos administrativos griegos. ¨Hay personas que pasan el día en su tienda, sin salir, por si acaso alguien va a darle presencialmente información relevante sobre su caso y pierde la oportunidad¨, valora la trabajadora social Eleni Tezapsidou, del programa Refugee Info, que trabaja como puente entre la Administración griega y los solicitantes de asilo promoviendo el empoderamiento de las personas a través del acceso a la información. 

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A pesar de las difíciles condiciones de vida, de la promesa europea de la Comisaria de Migraciones, Ylva Johansson, de “No Mas Morias”, y del programa de reubicación de personas vulnerables a través de un mecanismo de solidaridad europea; muchas personas en Lesbos siguen luchando para buscarse la vida en Europa. En el centro de integración social de IRC, diariamente se imparten clases de ingles, griego e informática. ¨La evolución de las tendencias nos ha sorprendido bastante: así como en 2016, los migrantes querían aprender inglés o alemán, ahora tenemos lista de espera para los cursos de griego¨, comenta la educadora social Irini Spyrelli. ¨Esto significa que ahora los refugiados y solicitantes de asilo de Lesbos ven su futuro en Grecia, y que están dispuestos a aprender este idioma si eso les abre puertas para encontrar un apartamento en el que vivir o tener trabajo¨, concluye.

¨Yo hui de mi país por persecuciones políticas. Fui secuestrado y encarcelado, y ahora sufro de epilepsia. Pero yo nunca me he considerado una persona vulnerable ni quiero que nadie me tenga pena¨, comparte un solicitante de asilo congoleño. ¨Desde que estoy en Lesbos, he estudiado programación y empresariales, y sueño con poder salir de aquí, alcanzar los Estados Unidos para crear mi propia empresa y poder regresar a mi país para ser participe de un cambio político, económico y social¨.

Entre las dificultades del centro de recepción de Mavrovouni, dos mujeres afganas charlan entre ellas en su jardín. La entrada a su container está llena de flores y plantas, uno de los únicos puntos verdes del campo. ¨Todas estas personas son capaces de todo, han sobrevivido a las peores experiencias, y siguen haciéndolo en Lesbos. Solamente necesitan una oportunidad para crearse una vida mejor e integrarse en la sociedad¨, declaran desde IRC, organización que reclama a la Unión Europea y al Gobierno griego que ofrezca unas condiciones dignas y humanas para las casi 4.000 personas que todavía viven en Mavrovouni.

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