La llegada de los talibanes al poder pone sobre la mesa un nuevo mapa de alianzas que puede complicar más aún las relaciones en Oriente Medio

Un nuevo horizonte geopolítico tras la llegada de los talibanes

photo_camera AP/ALEXANDER ZEMLIANICHENKO - El presidente ruso Vladimir Putin, en el centro a la derecha, y el presidente chino Xi Jinping, en el centro a la izquierda, entran en una sala para las conversaciones en el Kremlin en Moscú, el 5 de junio de 2019

Desde que los talibanes comenzaron a ganar terreno en Afganistán se sabía que, en el caso de alcanzar el poder, la situación geopolítica de toda la región iba a cambiar por completo, y ha así ha sido.

Oriente Medio suma un nuevo quebradero de cabeza a la meleé geopolítica que lleva años haciendo de la región una de las más inestables – si no la que más – de todo el mundo. La llegada de los talibanes al poder, como no podía ser de otra forma, abre un amplio abanico de posibilidades para muchos países, a la vez que provoca preocupantes consecuencias para prácticamente todo el mundo. Desde acuerdos con China o Rusia hasta la acogida de refugiados por parte de la Unión Europea. Son muchos los frentes abiertos tras la llegada de los talibanes, y prácticamente todos los que quedan por cerrarse.

Ya desde el primer momento en el que la toma de Kabul se convirtió en una realidad, dos superpotencias se posicionaron de manera favorable hacia el próximo reconocimiento del nuevo Gobierno talibán. Moscú y Pekín dejaban claras sus posturas en un momento en el que Occidente estaba más preocupado, lógicamente, por la evacuación de todo el personal de las embajadas, traductores y demás trabajadores diplomáticos. Por eso, China no tardó en mostrar su total apoyo a los talibanes e incluso ofreció su ayuda para llevar a cabo la reconstrucción del país.

wan xi-minitro-exteriores-china-presidente

Eso sí, los chinos no quieren invertir en un país en constante lucha – no parecen estar centrando sus esfuerzos en el sitio adecuado, si esa es su prioridad – por lo que mantendrán su apoyo a los talibanes siempre y cuando sus inversiones estén aseguradas y el país no se convierta en una base para terroristas de toda la región. A Pekín le preocupa especialmente que el país asiático se convierta en un refugio para los uigures más radicales, etnia con la que está fuertemente enfrentado. Hace años, miembros del Movimiento Islámico Turkestán Oriental (ETIM) organizaron y planearon algunos de los peores atentados que ha sufrido el gigante asiático. Y son precisamente ellos los que supondrían una importante amenaza para los intereses chinos de conseguir refugiarse en el corredor de Wakhan.

Por arriesgado que pueda parecer, los talibanes son la mejor oportunidad para los chinos de mantener sus inversiones. El auge del extremismo en la región, sobre todo en países como Pakistán, donde muchos sectores han celebrado la victoria talibán, es lo que más preocupa al presidente chino, Xi Jinping. Ya a finales del pasado mes de julio, el Ejecutivo chino recibió en Tiajin a una delegación talibán liderada por Abdul Ghani Baradar. La victoria de los extremistas era un escenario cada vez más verosímil, por lo que el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, pidió protección y seguridad para sus inversiones y ciudadanos en el país, lo que ahora le ha supuesto una enorme ventaja respecto al resto de países.

talibanes-afganistan

China será fundamental para el futuro de la región, pero no será el único pilar en el que base su fuerza. Ya apuntaba Pascal Boniface, fundador y director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS, por sus siglas en francés), que “Pakistán es el gran ganador, puesto que es el sponsor de los talibanes”. Es más, el primer ministro pakistaní, Imran Jan, celebraba la toma de Kabul por parte de los talibanes diciendo que “los afganos han roto los grilletes de la esclavitud”. No hay que olvidar que el propio Jan fue una de las figuras fundamentales en la mediación de Pakistán para facilitar las conversaciones de paz entre los talibanes y la Administración Trump, que concluyeron en el pasado 2020 con el acuerdo de retirada de las tropas extranjeras en Afganistán.

presidente-pakistan-khan

El papel de Pakistán en los asuntos que rodean al terrorismo siempre ha sido doble. Por un lado, era un estrecho aliado de Estados Unidos en la lucha global contra los terroristas, pero al mismo tiempo, ellos mismos se encargaban de ocultar en su territorio a Osama Bin Laden, quien fuera líder de Al Qaeda y autor intelectual de los atentados del 11-S. Como también ha sido doble su forma de enfrentarse a los talibanes. Dentro de sus fronteras combatía a la rama pakistaní de los talibanes –Tehreek-e-Taliban Pakistan, que habían cometido atentados en el país–, mientras ayudaba y mostraba su apoyo a los talibanes afganos.

Y es que, como se indicaba al inicio, la clave fundamental va mucho más allá de lazos ideológicos. La hoja de ruta pakistaní sigue unos pasos dictados por sus intereses geopolíticos. Gabriel Reyes, director de proyectos del Centro Internacional de Toledo para la Paz (CITPax) e investigador del Cidob experto en la región, asegura que uno de los objetivos que ha tenido siempre Islamabad con sus intromisiones en tierras afganas es la de tener un potente aliado en su conflicto con India: “Afganistán le da a Pakistán profundidad estratégica frente a su conflicto con India”, decía en unas declaraciones a La Vanguardia.

baradar-lider-taliban

El propio Reyes cree que “sus principales intereses (de China) pasan por Pakistán, donde han invertido masivamente en el marco de su proyecto de las nuevas rutas de la seda (Belt and Road Initiative)”. Aunque no se debe olvidar la inmensa riqueza de la que goza Afganistán y de la que, como cabe esperar, China quiere sacar buen provecho. Los recursos mineros que alberga el país afgano es otro de los argumentos que tienen los chinos para jugar un papel importante en todo este conflicto. Hierro, cobre, cromo, zinc, plomo o mármol, así como piedras preciosas y materiales clave para la tecnología, como el litio o el cobalto, son algunos de los más preciados recursos que guarda el suelo de Afganistán.

China no es el único país que anda ojo avizor ante los posibles acontecimientos que se den en Kabul. Vladimir Puntin es otro de los personajes a los que más atención se ha de prestar – como en casi cualquier zona de conflicto en el mundo –.  Moscú parece encontrarse más cómodo con la presencia de los talibanes en el poder que con Ghani. Al menos así lo expresó el embajador ruso en Afganistán, Dmitry Zhirnov, quien reflejó el interés de Rusia en sellar lazos con los históricos aliados de Al Qaeda. Zhirnov catalogó como “bueno, positivo y práctico” el enfoque adoptado por los talibanes en las primeras horas desde la ocupación de la capital. Siguiendo esta línea, el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso anunció que mantendrá en funcionamiento su embajada en Kabul, como también lo hará el chino.

putin-rusia

Las aspiraciones del presidente ruso en Afganistán pasan por mantener a raya las amenazas fronterizas. La razón fundamental que explica la colaboración del Kremlin con los talibanes en la última década, a pesar de haber catalogado a los rebeldes como “organización terrorista” hace ya casi 20 años (en el 2003). Los planes de Rusia pasan por reducir al mínimo la capacidad de Estados Unidos en Asia Central y marcar su agenda. Es decir, un capítulo más en la batalla geopolítica que llevan años librando Rusia y China contra los americanos y que, como se está viendo, además de estar lejos de tener su fin, se extiende a cualquier rincón del Globo.

No obstante, hay que tener también en cuenta a los países vecinos. Uno de los más importantes – a la par que peligroso – es Irán. Los más de 900 kilómetros de frontera que comparten con Afganistán suponen un importante riesgo y más aún teniendo en cuenta que Irán es mayoritariamente chiíta, mientras que los talibanes son sunitas – por complicar más la situación, si cabe –. De todas formas, las relaciones entre la República Islámica y los talibanes no están del todo claras. A pesar de las grandes diferencias que les separan, Teherán ha admitido acoger delegaciones de los radicales suníes en el pasado. El sentimiento antioccidental parece unirles y, en una situación tan delicada, Irán tratará de defender sus intereses en el país a toda costa.

aeropuerto-kabul-afganistan

Ebrahim Raisí, nuevo presidente de Irán, afirmaba que “la derrota y la retirada de Estados Unidos en Afganistán deberían ser una oportunidad para recuperar la vida, la seguridad y la paz en Afganistán”. Sin mostrar un firme apoyo a los talibanes, comienza a mostrar sus cartas y a evidenciar que el acercamiento a los extremistas es una posibilidad, aun existiendo diferencias abismales entre ambos. No supone ninguna sorpresa, pero la lucha contra Occidente seguirá siendo una prioridad.

Y es precisamente el país iraní quien se encuentra, además, en una situación delicada en otro importante aspecto de este conflicto como es la crisis de los refugiados. Algo que comparte con su vecino – y enemigo – turco. Los liderados por Recep Tayyip Erdogan son los otros protagonistas en esta batalla de ajedrez que se está librando sobre un tablero repleto de peones afganos que luchan por huir del infierno talibán. Cabe recordar que ambos países cuentan ya con una gran cantidad de refugiados – 3,6 millones en el caso de Turquía y algo menos de 3,5 en Irán –. Además, la tensión podría aumentar enormemente entre la población turca e iraní, que ya han manifestado en reiteradas ocasiones su hartazgo ante la incesante llegada de refugiados.

erdogan-turquia

Erdogan fue muy claro en cuanto el asunto de los refugiados se puso sobre la mesa: “Turquía no tiene el deber, la responsabilidad o la obligación de ser el almacén de refugiados de Europa”. Hasta 400.000 afganos se han visto obligados a desplazarse en lo que llevamos de 2021, según datos aportados por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), tan solo una parte ha conseguido hacerlo fuera del país. En las últimas semanas, decenas de refugiados afganos han llegado hasta territorio turco a través de la frontera con Irán, aunque Turquía “no tiene ninguna obligación de ser un refugio seguro” para ellos, según las propias palabras del presidente otomano.

Adicionalmente, existen dos países que, de momento, mantienen cierta cautela en este escenario de crisis. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos son dos actores clave en todo lo que ocurre en la región cercana al Golfo Pérsico. Es cierto que ambos establecieron lazos con el régimen talibán entre 1996 y 2001, pero también lo es que los dos le retiraron su apoyo tras los atentados del 11-S en Estados Unidos y la negativa de los talibanes de entregar a Osama bin Laden a su país natal. Precisamente por ello, la bienvenida del regreso de los talibanes por grupos armados presentes en el golfo, como Al Qaeda en la Península Arábiga, o por facciones palestinas y otros considerados “enemigos”, como el libanés chií Hizbulá, ha puesto sobre aviso a Arabia Saudí y EAU, que buscan ser un referente para el mundo musulmán.

kabul-aeropuerto-refugiados-afganistan

“Los portavoces saudíes condicionan su relación (con los talibanes) a que Afganistán no hospede a grupos que empleen las armas para promover el cambio, basándose en una interpretación extremista de textos islámicos que hacen de los territorios saudíes y de los civiles objetivos legítimos”, decía a Efe el analista político saudí Ali Bawazeer. Lo que es, a fin de cuentas, la misma preocupación que tienen en China debido, en su caso, a las inversiones en tierras afganas que tienen intención de proteger a toda costa. Por su parte, EAU acogió al presidente afgano, Ashraf Ghani, y está participando en el proceso de evacuación de extranjeros y afganos de la capital afgana, en coordinación con Estados Unidos, y tiene intención de hospedar hasta 5.000 personas que más tarde serán trasladadas a terceros países.

Ahora la clave será de qué forma comienza a establecer contactos el nuevo Gobierno talibán que, al menos hasta el momento, no ha sido reconocido por Washington o la Unión Europea. Lo fundamental en cualquiera de los casos, sería no agitar demasiado una situación ya de por sí compleja. De lo contrario, los que deberían ser sus mayores apoyos – Rusia y China – podrían percibir una inestabilidad que no interesa a nadie y que pondría patas arribas el plan económico diseñado desde Pekín. La partida en territorio afgano parece no haber hecho más que empezar, y las piezas más importantes ya han mostrado de forma clara sus intenciones. Ahora será el turno de los propios talibanes y sus países fronterizos de actuar con cautela ante la atenta mirada de los gigantes continentales. 
 

Más en Reportajes