La Torre Iberdrola de Bilbao acoge la última exposición de la fotógrafa vasca, espacio donde también presentó un libro sobre su obra de la Colección PhotoBolsillo

Victoria Iglesias: “Me gusta fotografiar a las personas mayores, tienen un bagaje en la mirada muy especial”

Queda lejos aquel tiempo en que Victoria Iglesias entró en la revista Panorama. Estudiaba Periodismo y no se había planteado ser fotógrafa. La casualidad fue el inicio de lo que sería su carrera. La luz se convirtió en parte de su vida, esos colores que anuncian el atardecer o los que marcan los días nublados. Exigente, sensible, luchadora, inconformista, buscadora… Como freelance, sus fotos han sido publicadas en los principales medios de comunicación y sellos editoriales. Su lista de retratos es muy larga, desde Camarón a Noah Gordon pasando por Carmen Martín Gaite, Joaquín Sabina, John Kennedy o Michael Jackson. Retratos que se suman a sus trabajos más sociales, aunque afirma que se siente en deuda con ella misma porque debería dedicar más tiempo a dar visibilidad a estos temas. Es consciente de que ha alcanzado muchos retos, pero nos cuenta que el camino no ha sido fácil y que ha llorado en más de una ocasión al terminar alguna sesión. Entre sus debilidades, los ancianos, en cuya mirada encuentra un bagaje muy especial y la serenidad.

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Acaba de inaugurar su última exposición en la Torre Iberdrola de Bilbao.

Tras la publicación del libro “Victoria Iglesias-PhotoBolsillo” surgió la posibilidad de realizar una exposición en la Torre Iberdrola de Bilbao. Ha quedado muy bonita, se exhiben 5 grandes fotografías en paneles de gran tamaño y también se ha colocado una caja gigante con luz en la que se muestran unas 24 fotografías.  Las imágenes van acompañadas de texto. Vino mucha gente querida a la inauguración y presentación del libro. Estoy muy contenta.

Exposición que se titula “Retratos con luz”. ¿Qué es la luz para un fotógrafo?

La luz es todo. Hay luz incluso en la oscuridad. Mira si es importante que si pones un trípode en un sitio oscuro a una velocidad muy lenta puedes conseguir una visión que normalmente no tenemos.  La luz perfila los contornos de la foto, da profundidad, crea ambiente, se hacen dramatismos, ensoñación… La luz lo tiene todo. Una idea con mala luz no funciona.

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¿Cuál es la luz del día que más le gusta para trabajar?

En el exterior, si no voy a añadir flas, prefiero la luz justo cuando empieza a atardecer con sus colores maravillosas. Cuando yo empecé utilizaba flases en la calle, me buscaba la vida, conseguía alargaderas, una locura.  También me gusta la luz de los días nublados, los tonos grises del cielo, las nubes que son increíbles visualmente hablando y no las valoramos. Las nubes crean un mundo de fantasía, verlas desde el avión es impresionante, también esa nube que de golpe tapa al sol…

Nos vamos a su origen, ¿recuerda en qué momento tiene una cámara en las manos y decide ser fotógrafa?

Recuerdo la primera vez que tuve una cámara en las manos, pero entonces ni siquiera me imaginaba que sería fotógrafa. Tendría 7 u 8 años, era la cámara familiar, con su carrete. Hacíamos fotos de verano, de las excursiones. El momento mágico era cuando lo llevabas a revelar y al recogerlas intentabas recordar cuándo o dónde las habías hecho.  En Basauri, mi vecino era fotógrafo, Cruz, y mi padre le compró una cámara. Mi ilusión era salir en las fotos, no hacerlas.

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Entonces, ¿cuándo decide que será su profesión?

La verdad es que fue casualidad. Estudiaba Periodismo y encontré trabajo en la revista Panorama, pero el puesto era de coordinadora de fotografía. Yo les comenté que no tenía ni idea, pero me contrataron. La redacción estaba en la sexta planta y el archivo en la primera, me pasaba el día subiendo y bajando fotos, me encargaba de limpiar el sobrante, meterlo en carpetas, seleccionarlas… Ahí empecé a aprender. Mi primer trabajo periodístico fue en El Escorial, una entrevista al Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. Mi primera foto publicada, una del puente de Londres. En la revista valoraban más la parte gráfica que la escrita, de hecho, a veces, si no había una buena foto no se sacaba la información.

¿Escribir o fotografiar?

Hago las dos cosas, escribo y hago fotografías. Me gusta mucho escribir. Siempre me decían que tenía que elegir y yo respondía que no. Ahora, si me preguntan que qué soy, yo digo que fotógrafa.

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Lleva muchos años como freelance. ¿Libertad o una nómina?

He tenido contratos y sé lo que es cobrar cada mes y tener pagas extras. Cuando empecé a trabajar por mi cuenta descubrí esa libertad, tener tu tiempo, para viajar, para hacer lo que quieras, pero también es muy duro y con los años llega un momento en que es importante la estabilidad. Quizá si mañana me ofrecieran un trabajo fijo lo cogería, porque podría invertir en nuevos equipos, pero siempre y cuando tuviera ese tiempo para seguir haciendo mis fotos, si no, no. 

Una de sus facetas principales es el retrato, ¿qué es lo que más le llama la atención en una persona?

La mayor parte de los retratos que he hecho han sido por encargo. Cuando elijo yo, mi punto débil son las personas mayores. Quiero fotografiar ancianos, ando buscando ese camino últimamente, quizá por las vivencias con mi padre hasta que murió de COVID-19 al principio de la pandemia. Mi madre, mi hermana y yo hicimos un largo recorrido de acompañamiento en sus últimos años, tenía demencia. Fue una etapa dura. Me adentré en el mundo de las residencias. Siento un gran cariño por los ancianos, y ahora es lo que me gustaría retratar: ancianos en situaciones vulnerables.

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Podría ser su siguiente proyecto…

Sí, necesito ver si tengo tiempo suficiente, además no es fácil, es un tema muy delicado que hay que tratarlo con mucho cuidado. En general, me gusta fotografiar a las personas mayores, tienen un bagaje en la mirada muy especial, transmiten; también la serenidad, que da mucha presencia al retrato. Los ancianos o ancianas conocidos o anónimos son muy interesantes, como Salud, una mujer que conocí en 2016.

Berlanga, Michael Jackson, Saura, Penélope Cruz, Antonio Gala, Lou Reed… ¿Qué personaje ha resultado más fácil y quién más difícil?

De entrada, yo siempre me lo pongo difícil, porque busco y ese camino es tortuoso. Parte del éxito o fracaso de mi trabajo depende de la otra persona, no está solamente en mis manos. Mis retratos se hacen fuera del estudio, no tengo un esquema de luz estudiado para el personaje que viene. El resultado es más personal, pero más arriesgado. Yo soy currante de calle. A veces, he llorado después de las sesiones, porque ha sido muy complicado, con tensión. Tú buscas una cosa y la persona a la que estás retratando otra.  Por ejemplo, con Antonio Gala fue muy difícil, su secretario me decía que no me preocupara que si actuaba así era porque le había caído bien. Con Montserrat Caballé también lo pasé mal. Venía enfadada porque pensaba que el reportaje era solo con ella y en el último momento se enteró de que era con más gente. Al final, la convencí para que posara delante de las ruinas quemadas del Liceo y quedó muy bien, pero fue tremendo. Tras aquella sesión, recuerdo que acabé llorando.

¿Y su relación con Camarón?

Maravillosa. Mi recuerdo con Camarón se va alimentando. Fue la portada de Panorama en dos números, al final tuve su exclusiva poco antes de morir. Estuvimos en la Clínica Mayo en Rochester, nos acogió muy bien, también su mujer, La Chispa, su sobrina… Fue un trabajo muy interesante y la foto más famosa, que no se publica al principio, la descubro con el paso del tiempo. Mi recuerdo se va alimentando porque sus fotos me han ido acompañando toda la vida. Lo conocí en 1991, en Venta de Vargas, donde esperábamos por otro cantaor.  Ese día, estuvimos más de once horas hasta que conseguimos la foto. Apareció entonces Camarón, también le pudimos hacer una entrevista y fotos. La famosa foto con el mechero es de después. Hablábamos, jugábamos a las cartas, incluso una vez le compré un helado… Me encantaría creer que nos está viendo. Yo más no lo puedo mencionar.

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También destaca su fotografía social, ¿dónde se siente mejor?

Estoy en deuda con esa parte de mi vida, creo que debería dedicarle más tiempo. Nosotros estamos en la parte cómoda de la vida y, aun así, nos quejamos. Cuando viajas por países que han pasado por conflictos, guerras, que tienen hambre, pobreza, enfermedad… es cuando te das cuenta de que somos unos privilegiados. Tengo una deuda conmigo misma que no debo olvidar. Ya no tengo tantas posibilidades de viajar, pero en nuestro entorno se pueden hacer muchas cosas. En Madrid, hice un reportaje sobre los desheredados de la Iglesia de San Antón con el padre Ángel, pasé varios días con ellos, fue increíble el trabajo realizado, cómo se desmanteló una iglesia para que pudieran dormir. Hay tanta gente que no tiene nada…

Volvemos al inicio de su carrera, la fotografía, como todo, ha evolucionado. ¿Cómo ha vivido el paso de lo analógico a lo digital?

Reconozco que es muy cómodo trabajar con lo digital, pero se pierde parte de lo artesanal, como el revelado. En los encargos, lo digital te da mucha tranquilidad, sabes lo que has hecho sobre la marcha, pero recorta la imaginación. Trabajas más deprisa, la luz se atrapa mejor, antes era todo más lento. Es como cocinar un cocido a fuego lento en una hoguera o rápido en un microondas. El mundo digital viene acompañado de las redes sociales, igual si cuando empecé hubieran existido habría sido más fácil darme a conocer. Llevo ya muchos años trabajando como fotógrafa y, a veces, tengo la sensación de estar comenzando continuamente. Instagram es un gran escaparate.

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Cuando empezó no había tantas fotógrafas. La manchega Cristina García Rodero fue la primera española en formar parte de la Agencia Magnum, actualmente hay tres. ¿Ha encontrado muchos obstáculos por ser mujer?

A veces, sí, cuando empecé casi todos los fotógrafos eran hombres. ¿Cuántas quisieron serlo y no pudieron? La excusa era que los cámaras pesaban muchos. Yo decidí acoplar ruedas a una maleta, entonces no existían. Yo no conduzco. Mi padre me dijo lo que te ahorras en el coche y gasolina lo inviertes en taxis… y así fue. Tenía claro lo que quería hacer.

¿Y ha tenido miedo al viajar sola?

Sí, porque he vivido momentos críticos en mi vida, situaciones complicadas, por ejemplo, en Túnez, Chiapas, Colombia, en la India, donde hice un reportaje sobre la lepra… Llevas equipos muy caros y reconozco que yo me distancio mucho; sin querer me alejo para buscar mi foto. Soy como los ratoncillos del Flautista de Hamelin, oigo música y voy tras ella. Con la cámara te olvidas del miedo. 

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¿Qué siente al mirar sus fotos con el paso del tiempo?

Cuando pierdes la ilusión, es muy difícil ponerte delante de una cámara, tienes que rescatar esos momentos para que no te de igual el movimiento de la vida. Para mí, en la fotografía el presente no existe, por mucho que lo queramos atrapar, la foto hecha es pasado, siempre.

¿Y no tiene algo de futuro?

Me gusta reflexionar sobre este tema. Al pintor Antonio López lo fotografié por primera vez en 1991 y la última en 2021, y en ese tiempo, tres veces más. Si lo analizo, observo cierta caducidad en su apariencia física, pero también en la fotografía, ahí está el pasado. Por otro lado, una fotografía cuando la miro despacio la voy llenando de cosas, las mías y las de la persona fotografiada; vuelven las frustraciones, las ilusiones, las penas, las alegrías… En cierto modo, la actualizas. Camarón a través de esas fotos está más vivo. Esa dualidad es muy importante en la vida. Somos pasado y también futuro.

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¿Una fotografía o un sueño aún por cumplir?

Tengo un sueño general: que se termine de consolidar lo que tengo alrededor como fotógrafa. Llegar hasta donde he llegado me ha costado mucho trabajo, y a veces, tengo la sensación de que conquisto muchas cosas, pero luego se olvida o no cuenta. Consigo metas, pero quizá necesito tener ese reconocimiento como la fotógrafa decente y honrada con mi trabajo que soy. Mi sueño es poder vivir de mi trabajo. 

Acabamos. Por favor, coja la cámara, mire, y vaya al futuro. ¿Cómo se ve?

Me veo con las manos llenas de arrugas y temblorosas recordando y mirando mis propias fotos. Veo también a mi sobrina, que es una defensora de los derechos humanos, junto a mi hijo, los dos viajando y yo buscándolos con mi cámara para fotografiarlos. 

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