Las elecciones del 3 de noviembre le dieron el triunfo al candidato demócrata, Joe Biden, aunque no con la contundencia que señalaban los sondeos, lo que pone de manifiesto el peso específico del «trumpismo» en el país.

Victoria pírrica de Joe Biden en Estados Unidos

photo_camera IEEE - Victoria pírrica de Joe Biden en EE. UU. Algunas consideraciones

Además, el Partido Demócrata mantiene su hegemonía en la Cámara de Representantes, aunque ha retrocedido en escaños, pero por ahora no ha logrado arrebatarle el Senado al Partido Republicano, a la espera de que se celebre una segunda vuelta en el estado de Georgia.

Introducción

Después de cuatro días de incertidumbre y una serie de denuncias de fraude por parte del presidente Trump, las elecciones celebradas en los Estados Unidos el pasado 3 de noviembre otorgaron finalmente la victoria al candidato por el Partido Demócrata, Joseph Robinette Biden Jr., por una estrecha mayoría en algunos estados determinantes para ganar o perder la contienda. Más que en la elección de Joe Biden, la convocatoria se convirtió en un plebiscito a favor o en contra de la controvertida figura del líder del Partido Republicano, Donald Trump, y fomentó el deseo tanto de sus partidarios como de sus detractores de emitir su juicio en las urnas. Esta circunstancia motivó un sensible incremento en la participación electoral que alcanzó el 66,5 % frente al 60 % de 2016 y ha derribado el mito de que ese crecimiento solo favorece a los demócratas.

La afluencia masiva ha convertido a Biden en el candidato más votado de la historia con 77 186 119 votos populares (50,8 %), evitando que Trump revalide su mandato, pero al mismo tiempo ha convertido a Trump en el candidato republicano que mayor respaldo electoral ha conseguido en la historia, con más de 72 075 194 de votos populares (47,5 %), logrando así batir su propio récord de 2016.

Estas elecciones han dejado, además, otro tipo de sorpresas como cambios en el voto de determinados segmentos poblacionales, así como en la geografía electoral, dando al traste con ciertos mitos del pasado sobre la votación algunos swing states o «estados pendulares» como Ohio o Florida, en los que tradicionalmente todo candidato debía ganar para obtener la presidencia, dado el particular  mecanismo electoral de  EE. UU. de elección indirecta del presidente a través de un colegio electoral.

Pero, sobre todo, lo que estas elecciones han reflejado con mayor claridad es la división existente en el país entre dos realidades hoy en día casi irreconciliables. Un electorado muy proclive al Partido Demócrata, de carácter más urbano y cosmopolita y residente en California, Nueva York y en los estados adyacentes de ambas costas, con los tres estados del cinturón industrial o Rust Belt —Pensilvania, Michigan y Wisconsin— en posición arbitral, frente al otro bloque electoral integrado por los habitantes del sector rural y de los estados de la «América profunda» y del sur del país que los demócratas pretendían arrebatar a los republicanos, particularmente Florida y Texas, y en los que Trump ha logrado una holgada victoria.
 
Muchos estadounidenses se han inclinado por la opción demócrata encabezada por un candidato como Biden, tal vez anhelando «una presidencia con una relajante música de fondo de jazz, después de la música heavy metal sin parar de los años de Trump»1 , pero si hay algo que han demostrado estas elecciones es que las de 2016 no fueron un accidente sino una realidad que evidencia que el «trumpismo» cuenta con muchos seguidores, lo que el presidente electo deberá tener muy presente a la hora de desarrollar su mandato. Pero veamos con más detenimiento todas las lecciones que nos han traído estos comicios.


La carrera por la presidencia

Hasta marzo de 2020, se daba prácticamente por segura la reelección de Trump, en base al buen estado de salud de la economía estadounidense y a las favorables tasas de empleo. Trump tenía razón: los índices bursátiles estaban en máximos históricos, había bajado los impuestos, relocalizó empresas y, sobre todo, se habían creado 6,6 millones de puestos de trabajo durante su presidencia, llegando prácticamente al pleno empleo.

Pero la llegada de la COVID-19 que, a día de hoy, ya se ha cobrado más de 234 000 muertos, dio al traste con los planes del presidente quien, en lugar de advertir sobre la gravedad de la amenaza, buscó una y otra vez minimizarla, contradijo a expertos y sugirió soluciones sin base científica.

Las alarmas sobre el cambio de expectativas en los comicios de 2020 comenzaron a sonar a raíz de, o al menos coincidiendo con, la publicación de un informe del think- tank Oxford Economics2, en el mes de mayo, que auguraba que el escenario de recesión postpandemia supondría una amplia derrota de Trump en las elecciones presidenciales de noviembre, dando por sentado que la economía estadounidense no se habría recuperado del impacto del coronavirus para entonces.

A la publicación del think tank británico, le siguieron las fuertes protestas raciales de la primavera pasada por la muerte del afroamericano George Floyd mientras estaba bajo custodia policial. Ese suceso dio lugar a importantes manifestaciones a instancias de Black Lives Matter, que movilizó la acción popular en torno al problema de la discriminación de la minoría negra, y a disturbios de otros grupos y segmentos de la población.

Trump intentó apaciguar las protestas resucitando el lema de «ley y orden» de Richard Nixon en la campaña de 1968, pero este se volvió en su contra. De hecho, «el punto más álgido de los prolegómenos de esta confrontación se vivió a finales de agosto, cuando en medio de acusaciones y señalamientos mutuos en torno a una posible actuación de las Fuerzas Armadas en el proceso electoral, el jefe del Estado Mayor, Mark Milley, tuvo que intervenir para sacar a la institución militar de la diatriba y declararla "apolítica"»3.

Desde entonces y hasta la celebración de las elecciones, las encuestas le fueron otorgando invariablemente una amplia ventaja al líder demócrata que oscilaba entre 6 y 12 puntos, dependiendo del sondeo. Incluso se hablaba de un «tsunami azul» que reportaría una amplia victoria al Partido Demócrata, no solo en la presidencia de la nación, sino también en la Cámara de Representantes y en el Senado.

La realidad, sin embargo, se ha impuesto nuevamente y eso que como consecuencia del destacado fallo demoscópico que tuvo lugar en 2016, cuando salvo alguna excepción todas las encuestas pronosticaban un claro triunfo de la candidata demócrata Hillary Clinton, los sondeos no se atrevían a dar por sentada la derrota de Trump en 2020. Aun así y a pesar de la derrota de Trump, se han vuelto a equivocar en el sentido de que infravaloraron el fuerte apoyo que ha demostrado tener el magnate inmobiliario.

Los resultados electorales

Ya los comicios de 2016 pusieron de manifiesto la división que se había producido en EE. UU. entre el mundo rural y el urbano que se inició en los años 90. En esa época, el entonces presidente Bill Clinton refundó el Partido Demócrata, convirtiéndolo en un movimiento cosmopolita y a favor de la globalización. Las ciudades se tornaron en un gran caladero de votos para los progresistas, porque mucha gente había huido del campo atraída por el boom del sector servicios. En cambio, los trabajadores rurales que se quedaron en sus lugares de origen, anteriormente seguidores del partido progresista, se sintieron abandonados y poco a poco fueron encontrando refugio en los republicanos, culminado su mudanza electoral en 20164 .

En 2020, Trump ha perdido parte del electorado blanco, sobre todo universitario, que en esta ocasión se ha inclinado hacia la candidatura de Biden. Pero a cambio, el líder republicano no solo ha mantenido su popularidad de hierro, de alrededor del 40 %, sino que además ha ensanchado su base electoral captando votos de las minorías, en especial la hispana y la afroamericana, tradicionalmente un caladero de votos del Partido Demócrata.
Aunque el cómputo final podría modificarse como consecuencia del recuento de algunos estados como es el caso de Georgia y puede que algún otro si llegara a prosperar alguna de las múltiples denuncias de fraude formuladas por Trump, los resultados conocidos, hasta la fecha, otorgan una clara ventaja a Joe Biden con 290 votos electorales. Por su parte, Donald Trump está de momento en 232 votos electorales, una vez sumados los 3 de Alaska que estaba pendiente del cierre del escrutinio y los 15 de Carolina del Norte.

Por estados, cabe destacar el retorno del Rust Belt, cuna de las industrias manufactureras de glorioso pasado e incierto futuro, a manos demócratas. Los republicanos fueron minoría en esta zona durante seis elecciones presidenciales consecutivas hasta que, en 2016, llegó Trump. El líder republicano prometió entonces recuperar los empleos perdidos durante décadas de fuga de industrias y compañías hacia otros países con mano de obra más barata, lo que fue decisivo para atraer a un electorado que se sentía olvidado por un país que cambió los General Motors y US Steel por los Apple y Amazon. En esta convocatoria, sin embargo, estos estados le han devuelto su confianza al Partido Demócrata.

Los republicanos también han perdido Arizona, uno de sus feudos tradicionales. Se trata además de un estado que ha experimentado una variación demográfica. Muchos de los migrantes mexicanos que llegaron a Estados Unidos hace años y se instalaron en Arizona ya tienen derecho al voto, o lo tienen sus descendientes y aquí el perfil del votante hispano es eminentemente progresista. Se trata de trabajadores que han sido víctimas de xenofobia en el pasado y, en la actualidad, han sufrido estragos como consecuencia del SARS-CoV-2.

De hecho, hasta la llegada de la COVID-19, Arizona había estado experimentando uno de los periodos de mayor bonanza económica de su historia, con un boom en varias industrias que posibilitó la creación de miles de puestos de trabajo. Pero, en marzo, comenzaron los cierres debido a la pandemia y, con ello, la crisis económica, de manera que el principal argumento de Trump de cara a su reelección se desmoronó como un castillo de naipes.

Trump, en cambio, si ha logrado retener las importantes plazas de Florida con sus 29 votos electorales, donde el voto hispano es mucho más tradicional y ligado al Partido Republicano, y Texas, un estado especialmente codiciado que aporta 38 votos electorales. Los demócratas fantaseaban con conquistar este baluarte republicano, en base a lo favorables que les eran los sondeos y al cambio demográfico, real pero muy lento, que se está produciendo en Texas.

La realidad, sin embargo, nuevamente se ha impuesto, ya que Trump ganó Texas con una diferencia de 6 puntos y 647 282 votos. A esta victoria indiscutible podría haber contribuido la referencia que hizo Joe Biden en el segundo debate presidencial en el que manifestó que si llegara a la Casa Blanca trabajaría para eliminar gradualmente el petróleo, empezando por eliminar los subsidios a esta industria y buscaría fortalecer las energías renovables, lo que no fue muy bien visto en estados petroleros como Texas o Pensilvania, que tiene una importante industria de fracking.
 
 

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Los republicanos lograron, asimismo, revalidar algunas gobernaciones, mantener de momento la mayoría en el Senado y mejorar sus resultados en la Cámara de Representantes.

A través de estos comicios, el Senado, de mayoría republicana en los últimos 6 años, renovaba 35 de sus 100 escaños. Los demócratas estimaban que podrían conseguir 10 escaños, más que suficiente para anular la actual mayoría conservadora de 53 contra 47, pero de momento solo han conseguido sumar 1 asiento. En 2020, el GOP5 ha conseguido 50 escaños y el Partido Demócrata 48, a la espera de que se conozcan los resultados de Georgia. Debido a la ley de este último estado, si ningún candidato alcanza el 50 % de respaldo, los dos más votados deben enfrentarse en una elección especial.

Esta circunstancia se ha dado en las dos carreras senatoriales de este Estado y la casualidad ha querido que tengan el poder de determinar quién controlará el Senado. Si ganaran los republicanos en la elección especial que tendrá lugar el 5 de enero, conservarían la mayoría en la Cámara Alta; pero si perdieran, los demócratas se la podrían arrebatar dado que Kamala Harris tendría el voto de calidad en función de su cargo de vicepresidenta6 .

Por lo que a la Cámara de Representantes se refiere, cuya mayoría está en 218 escaños, el Partido Demócrata ha ganado 218 diputados, pero ha retrocedido 5 respecto a los resultados de las elecciones de mitad de mandato celebradas en 2018. El Partido Republicano ha obtenido 201, ganando 6 respecto a 2018.

El voto de las minorías

Finalmente, otro de los mitos que ha derribado el reciente resultado electoral ha sido el relativo al voto de las principales minorías —por orden de importancia la hispana, la afroamericana y la musulmana—, que se daba por sentado que era un monopolio del Partido Demócrata. Máxime a la luz de algunas de las políticas que Trump ha desarrollado a lo largo de su mandato. En especial, la eclosión del movimiento Black Lives Matter, el controvertido coqueteo del líder republicano con los grupos de supremacistas blancos, así como la construcción del muro fronterizo con México y la separación de las familias en la frontera en el caso de los inmigrantes latinos. Una política dura que los detractores del presidente pensaron que alejaría a los latinos tradicionalmente conservadores del Partido Republicano y los llevaría hacia los demócratas, más amistosos con los inmigrantes.

Aun así, Trump ha recibido la confianza de un creciente número de afroamericano, logrando un 12 % del voto negro (18 % entre los hombres, 6 % entre las mujeres), el mayor porcentaje para un republicano desde 1996, así como un tercio del voto musulmán, pese a sus políticas para vetar la inmigración desde países de mayoría musulmana.

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Por lo que se refiere al voto de los hispanos, la primera minoría del país, este ha subido del 28 % de 2016 al 32 % en la actualidad, un incremento que se ha dado en varios estados y a lo largo de las diferentes comunidades latinas: desde cubanos a mexicanos, lo que supone la prueba palpable de que los latinos no son en absoluto un bloque unitario que solo se guía por las políticas migratorias como muchos políticos piensan, al tiempo que indica que un desconocimiento profundo de este colectivo y los problemas que le aquejan.

De hecho, estudios del Pew Research Center destacan que el tema que más preocupa a los hispanos es, por orden de importancia, la economía (80 %), seguido de la atención médica (76 %) y la gestión de la COVID-19 (72 %), ocupando la inmigración el quinto lugar, por detrás de la mejora del sistema educativo. Además de seguir el mito del sueño americano, a un amplio sector de los latinos también les influye la religión y los valores y en ese sentido se identifican más con la defensa de la familia tradicional y del derecho a la vida que postula Trump.
 
Conclusiones

En definitiva, se puede decir que la estrategia del «todos contra Trump» que se diseñó desde el comando de Joe Biden terminó solidificando el liderazgo del candidato republicano7, sin que se haya producido la esperada «marea azul» de los demócratas, sino que la igualdad ha sido la tónica general en la mayoría de los estados clave.

Más allá del recuento de votos, lo que deja este 3 de noviembre es la evidencia de un país polarizado tras el paso de Trump por la presidencia, un presidente imprevisto y ajeno a los engranajes de lo que él mismo define como la «ciénaga» de Washington, que ha sido capaz de articular el voto tradicional republicano, adulto y blanco, y el de la clase trabajadora que votaba a los demócratas, pero que fue encantada por el discurso nacionalista del líder republicano.

No se trata de una inmensa brecha entre una ciudadanía liberal y una minoría de extrema derecha con tirón, estrategias astutas y mucha publicidad, sino que estamos ante un nuevo sujeto político contrario a la globalización, a los dogmas liberales y al establishment que gobierna desde Washington; un exempresario que ha hecho mucho ruido, ha revitalizado el republicanismo; un fenómeno electoral que todavía no sabemos muy bien que hará cuando deje la Casa Blanca pero con el que la nación estadounidense tendrá que convivir muy probablemente durante tiempo.

Los seguidores del todavía presidente ven en él a una persona ejecutiva y con capacidad de liderazgo, que sabe dirigir, que no se somete a las reglas y que, ante todo, actúa8. Trump atrae simpatías entre las clases medias en descenso y los perdedores de la globalización, en general, muy en la línea de los postulados de Alexander Dugin9, en el sentido de que ahora el eje político dominante no es el de la izquierda y derecha, sino el que coloca en un lado al orden liberal reinante y al otro a quienes quieren recuperar la identidad, la soberanía y la prosperidad económica para sus países. Un modelo iliberal que también comparten los hermanos Kaczynski en Polonia o Victor Orban en Hungría y que puede extenderse a otros países de Europa central y meridional, tales como Eslovaquia, Croacia o Rumania y cobrar fuerza a nivel internacional.

María Luisa Pastor Gómez
Consejera Técnica Analista del IEEE


Bibliografía y notas a pie de página:

1 - BRYANT, Nick. “Elecciones en Estados Unidos: cómo el coronavirus desmoronó la estrategia electoral de Trump y fortaleció a Biden al tapar sus debilidades”, BBC News, 6 agosto 2020. Disponible en: https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53646348

2 - OXFORD ECONOMICS. “Trump perderá las elecciones de 2020 por la economía, según un modelo matemático”, El Confidencial, 21 mayo 2020. Disponible en: https://www.elconfidencial.com/mundo/2020- 05-21/trump-perdera-elecciones-2020-estados-unidos_2604696/

3 - LÓPEZ, Ociel Alí. “Por qué el trumpismo llegará hasta el final en las elecciones de EE.UU.”, RT, 5 noviembre 2020. Disponible en: https://actualidad.rt.com/opinion/ociel-ali-lopez/372420-trumpismo- nuevo-sujeto-politico-eeuu

4 - BARRO, Argemino. “Sala 2: las 'élites costeras' de Estados Unidos no son un burdo invento de Trump “, El Confidencial, 20 octubre 2020. Disponible en: https://blogs.elconfidencial.com/mundo/la-sala-2/2020- 10-20/estados-unidos-trump-invento-sala- 2_2796772/?utm_source=email&utm_medium=email&utm_campaign=usa

5 - Grand Old Party, sobrenombre del Partido Republicano.

6 - “Los demócratas también se atascan en su 'asalto' por el control del Senado”, El Confidencial, 5 noviembre 2020. Disponible en: https://www.elconfidencial.com/mundo/2020-11-05/los-democratas- tambien-se-atascan-en-su-asalto-por-el-control-del-senado_2819140/.

7 - LÓPEZ, Ociel Alí, art. cit.

8 - HERNANDEZ, Esteban. “Habrá más Brexit": por qué se niega que Trump y Johnson han cambiado el mundo”, El Confidencial, diciembre de 2019. Disponible en: https://blogs.elconfidencial.com/espana/postpolitica/2019-12-14/brexit-trump-johnson-corbyn-liberalismo- progresismo-derechas_2377132/

9 - HERNANDEZ, E. “El final de la 'hipótesis Dugin' y las lecciones que nos está enseñando Italia”, El Confidencial, 11 noviembre 2020. Disponible en: https://blogs.elconfidencial.com/espana/postpolitica/2019-08-11/salvini-dugin-trump-globalizacion-ue- alemania_2172487/

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