Xinjiang: los campos de reeducación y la represión contra los Uigur en China

Maixa Rote

Pie de foto: Una mujer uigur descansa cerca de una jaula que protege a policías paramilitares chinos fuertemente armados que están de guardia en Urumqi, en la región noroccidental china de Xinjiang. Photo: AP Photo/Ng Han Guan

Xinjiang, una de las cinco regiones de la República Popular China, ha sido desde hace años -y siglos- el “niño rebelde” del país asiático. Y como todo niño rebelde, ninguna de sus actuaciones es vista con transigencia por parte de los poderes de Beijing. Los musulmanes locales continúan siendo así el foco de la represión islamista que encabeza el Estado y ello se ha materializado con la creación de “campos de reeducación” para uigures. 

La etnia uigur, minoritaria entre las 55 existentes, constituye aproximadamente el 9% de la población china y desde hace unos años es objeto de un gran número de debates que giran en torno al fenómeno separatista. Así, para combatir el secesionismo uigur que, según las autoridades, amenaza la unidad del país, se han lanzado a impulsar lo que denominan “transformación a través de la educación”, con la construcción de estos lugares de reinserción para los musulmanes uigures. 

Sin embargo, esta práctica se ha comparado a nivel internacional con los campos de concentración del estilo soviético del “gulag”; y el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial manifestó su preocupación respecto a ello en agosto del año pasado. Se cree que la cifra de los afectados puede haber llegado al millón e incluso haberlo sobrepasado.

Mientras unos hablan del terror contenido en los campos, China describía las instalaciones como “instituciones correctivas moderadas” en la reunión de Ginebra del año pasado, según el The New York Times.

Pie de foto: Este es uno de los campos de internamiento en la región de Xinjiang, donde, según algunas estimaciones, 1 millón de musulmanes son detenidos, obligados a renunciar a su idioma y su religión y están sujetos a adoctrinamiento político. Ahora, el gobierno chino también está obligando a algunos detenidos a trabajar en las industrias manufactureras y alimentarias. AP Photo/Ng Han Guan

Lo que está ocurriendo con los uigures en Xinjiang

El pueblo uigur ha sufrido la represión china desde hace mucho tiempo, pero no ha sido hasta 2014, bajo la orden del jefe del Partido Comunista, Xi Jinping, cuando se reforzaron los intentos por convertir a estos musulmanes en simpatizantes del partido. 

En esta línea, el año pasado los medios de comunicación estatales publicaron unos informes en los que Jinping justificaba las acciones emprendidas en un intento por refrenar las amenazas: “en la actualidad, Xinjiang aún se encuentra en un período activo de actividades terroristas violentas, un período intenso de lucha anti-separatista y un período de tratamiento de intervención”, dice el comunicado.

Ampliación de las fuerzas policiales, vigilancia a través de cámaras en los hogares y en las calles… son algunas de las prácticas que se pretende llevar a cabo a finales de marzo y que se han tildado de abusivas. El gobierno central rechaza toda acusación existente asegurando que se trata de una medida de seguridad ante las conspiraciones por alcanzar un estado independiente. Sin embargo, la creación de los “campos de reeducación” y la vida en ellos va más allá: se trata de un sistema de internamiento que no se veía desde los tiempos de Mao Tse-Tung.

Mientras que las autoridades de Xinjiang mantienen que se trata de centros de ingreso voluntario, varios uigures han contado a Reuters que son encerrados en celdas masificadas y que hay algunos de ellos que recurren al suicidio. 

El adoctrinamiento paralelo a los ideales del Partido Comunista Chino es el núcleo que orquesta este movimiento de represión, según manifiestan algunos de los antiguos reclusos de los campos. Igualmente, sufrieron interrogatorios a base de torturas e incluso se ha llegado a la obtención de ADN de los miembros de la comunidad uigur para facilitar las posibles detenciones. 

“Estuve en prisión desde 2005 hasta 2007 en China por escribir un artículo sobre la cultura uigur”, le dice a Atalayar Tahir Imin, actual investigador de Uighur Agency. “La recolección de ADN sucedió en 2016”.

Las causas de la situación en Xinjiang

Ya desde el temprano año de 1758, la invasión de la dinastía Qing asentó el poder chino y su dominio en esta zona al noroeste del país, según cuenta Nicolás de Pedro en “El conflicto de Xinjiang: La minoría uigur y la política de Pekín”.

Pero el avance hacia la estabilidad estuvo plagado de grandes dificultades de resistencia ante el poder imperial, así como por la expansión de grandes potencias como la rusa y la británica en Asia central y meridional. 

De este modo, a través de las múltiples rebeliones que se sucedieron podemos intuir los primeros indicios de estoicismo uigur que vuelven en la actualidad. Aun así, no podemos hablar del nacionalismo uigur como lo conocemos hoy en día hasta las manifestaciones en el contexto de la repoblación de la zona norte del siglo XIX.

Más tarde, en el periodo comprendido entre 1911 y 1949, la región de Xinjiang, ya reconocida por decreto como provincia, atravesó uno de sus más oscuros momentos con el enfrentamiento entre musulmanes y chinos (nacionalistas y comunistas). Fue uno de los acontecimientos más sangrientos de la historia de este territorio, marcado, al mismo tiempo, por el intento de la Unión Soviética por consolidar el control sobre el Turkestán Occidental. 

Pero también a partir de 1949, con la victoria de la guerra civil en manos del Partido Comunista Chino, los uigures sufrieron la represión de las autoridades. Se puso fin a la declaración unilateral de independencia de la República del Turkestán Oriental, lo que llevó a ingentes cantidades de esta comunidad a exiliarse. Igualmente, durante la Gran Revolución Cultural, los uigures que permanecieron sufrieron las consecuencias de confraternizar con este nacionalismo. 

En la actualidad, el deseo de independencia se apaga a través del funcionamiento de los campos. 

Pie de foto: Imagen de un informe publicado el año pasado por Amnistía Internacional sobre la "represión masiva" de 1 millón musulmanes minoritarios en la región occidental de Xinjiang de China. AFP/AF

Violación de los derechos humanos

Las Naciones Unidas ya han puesto en marcha su actividad y la jefa de Derechos Humanos, Michelle Bachelet, manifestó el 6 de marzo su intención de acceder a la región china para analizar la situación. Pese a la negativa por parte del gobierno de recibir visitas indeseadas, la ONU no puede apartar la mirada del gran número de desapariciones y retenciones que se han sucedido. 

Sarah Brooks, del Servicio Internacional para los Derechos Humanos, mantuvo el mismo día, durante el Consejo de los Derechos Humanos en Ginebra, que esta “supresión brutal” de las libertades fundamentales “exige una mayor respuesta”.

En el lado contrario, Dai Demao, diplomático chino, negó las acusaciones y aseveró que “no hay un campo de internamiento, no hay un campo de concentración, tan solo hay centros de formación profesional”. 

Pie de foto: Convoy de personal de seguridad y vehículos blindados en una muestra de fuerza a través del centro de Kashgar en la región de Xinjiang de China occidental. China ha detenido a casi 13.000 personas que describe como terroristas. AP Photo/Ng Han Guan

Los movimientos sociales al respecto

No sólo la ONU manifiesta su turbación frente al uso masivo que se está dando a estos campos de reeducación, sino que han surgido algunos movimientos sociales que buscan despertar conciencias e informar sobre esta realidad. 

Hace un año, el 15 de marzo de 2018, tuvieron lugar una serie de manifestaciones en distintas ciudades del mundo, en las que cientos de uigures denunciaban a través de esta acción el tratamiento que da la comunidad china a esta etnia minoritaria. Ciudades de Estados Unidos, Bélgica, Alemania, Noruega, Turquía, Suecia, Reino Unido, Países Bajos, Australia, Canadá, Francia, Finlandia y Japón, salieron a las calles para defender los derechos humanos. 

Los eventos estuvieron organizados por One Voice, One Step Initiative, una serie de mujeres uigures que tanto en Estados Unidos como en Europa pretenden unificar a las miembros de esta diáspora para mejorar la situación existente. “Freedom for Uyghurs” o “Uyghur Rights are Human Rights” eran algunos de los mensajes que rezaban sus pancartas.

De igual modo, el pasado 14 de marzo de este año, este mismo organismo de mujeres organizó una exposición fotográfica temática en el Club Nacional de Prensa, en Washington DC: los campos de concentración están de vuelta. 

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