El primer ministro de Reino Unido presentó su hoja de ruta para evitar una salida abrupta de la Unión Europea

El plan de Boris Johnson: “Dos fronteras para cuatro años”

photo_camera AFP/BEN STANSALL - El primer ministro británico, Boris Johnson, pronuncia su discurso principal ante los delegados el último día de la conferencia anual del Partido Conservador en el complejo de la convención de Manchester, el 2 de octubre de 2019

Reino Unido saldrá de la Unión Europea (UE) sin acuerdo con los dirigentes comunitarios el próximo 31 de octubre si no hay una solución de última hora que cambie el rumbo, y parece que Boris Johnson está determinado a protagonizar este viraje. El primer ministro británico ha presentado en las últimas horas su nuevo plan para evitar la marcha abrupta de los británicos de las instituciones europeas.

La propuesta ha venido a llamarse Dos fronteras para cuatro años’ y versa, sobre todo, respecto al espinoso tema de la ‘salvaguarda irlandesa’. A través de esta base, Johnson trata de convencer a los rectores comunitarios para que renegocien el acuerdo al que ya llegaron con la anterior ‘premier’ británica, Theresa May, el cual fue tumbado en hasta tres ocasiones por la mayoría de los diputados de la Cámara de los Comunes, generando una situación que provocó la propia renuncia de May y el acceso al poder de Johnson como su sucesor al frente del Partido Conservador y de la Jefatura del Gobierno británico. 

La propuesta de Johnson incluye una salida al principal escollo encontrado para consensuar un acuerdo sobre el Brexit, el relativo a la frontera entre Irlanda del Norte (parte del territorio británico) y la República de Irlanda (país independiente integrado en la UE). 

El pacto inicial al que llegó Theresa May con los dirigentes europeos contemplaba un mecanismo, la ‘salvaguarda irlandesa’, para evitar la instalación de una frontera física entre las dos Irlandas, lo cual fue rechazado por el Parlamento de Westminster. Parte importante del propio sector conservador se oponía a este acuerdo de May al considerar inaceptable el hecho de tener que negociar con la UE los términos de la circulación de bienes y personas en el territorio irlandés, considerando esta injerencia externa como una pérdida de soberanía británica sobre territorio propio. El asunto también era complicado ya que podría desestabilizar un estatus alcanzado entre las dos Irlandas tras el proceso de paz alcanzado en 1998, que puso fin a los ataques terroristas en el Ulster (Irlanda del Norte).

La Comisión Europea ha venido negándose últimamente a volver a negociar lo ya rubricado en el acuerdo previo con May, pero sí anunció por lo menos que todo lo que propusiese Johnson se analizaría “objetivamente”. Se ha venido rumoreando que los responsables comunitarios sí verían con buenos ojos una nueva propuesta que evitase una frontera física dura entre las dos irlandas de cara a la circulación de bienes y personas, que preservase la cooperación entre el norte y el sur y que protegiese el Mercado Único y el lugar de Irlanda en el mismo. 

Por otro lado, Leo Varadkar, primer ministro de la República de Irlanda, dijo ante su Parlamento que todo lo que estaba escuchando sobre la iniciativa de Johnson “no es muy motivador y no es la base para un acuerdo”.

El primer ministro británico, Boris Johnson (izquierda), se reúne con el primer ministro irlandés, Leo Varadkar, en los edificios gubernamentales de Dublín, el lunes 9 de septiembre de 2019

El plan inicial de May incluía un periodo de transición por el cual Reino Unido abandonaría la UE el 31 de octubre, pero manteniendo un plazo transitorio hasta el 31 de diciembre de 2020, a partir del cual se consumaría el divorcio definitivo entre ambas partes. Lo que significaría que los británicos abandonarían los organismos europeos y la Unión Aduanera. 

El nuevo plan de Johnson recibe su nombre de Dos fronteras para cuatro años porque contempla una doble frontera, una marítima con el resto de Reino Unido y una segunda territorial entre las dos Irlandas, con una revisión cada cuatro años del sistema establecido.

Irlanda del Norte quedaría fuera de la UE a partir del 1 de enero de 2021, aunque mantendría las regulaciones aduaneras del mercado único comunitario hasta 2025. 

Respecto a la “doble frontera”, la primera sería la marítima entre Irlanda y el resto de Reino Unido. Así, separados por el mar irlandés, los productos que entrasen en Irlanda del Norte se acogerían a los estándares de la UE.

Mientras, la segunda frontera comprendería la territorial con la República de Irlanda. Al ser este país miembro de la UE, no sería necesario un control de los intercambios comerciales entre ambas naciones. La proposición de Johnson contemplaría el que no haya controles en la frontera de Irlanda del Norte “bajo ninguna circunstancia” y también que “todos los procesos aduaneros entre Reino Unido y Europa sean manejados en una base descentralizada, con los trámites gestionados de manera electrónica”; esto último supondría la existencia de un control tecnológico. 

Mapa de Irlanda del Norte y la frontera con la República de Irlanda

Una vez finalizado el primer período de cuatro años, y si los términos de Johnson son aceptados por la Asamblea de Irlanda del Norte durante el año de transición, este organismo podría decidir si se acoge a las reglas de Reino Unido, que para entonces podría haber renovado su relación comercial con Bruselas con negociaciones posteriores, o si de lo contrario se mantiene con las regulaciones del Mercado Único que facilitan su relación con el Estado irlandés del sur, adscrito a la UE. 

Diversos medios británicos han publicado que dicha libertad de Irlanda del Norte para decidir ayudaría a Johnson a conseguir en el Parlamento británico el apoyo del euroescéptico Partido Unionista Democrático de Irlanda (DUP, por sus siglas en inglés), con el que gobiernan los conservadores y que había venido votando en contra del plan para el Brexit de May.

El planteamiento del líder ‘tory’ se resume en que pretende sacar a todo Reino Unido de la unión aduanera, pero dejando la provincia británica de Irlanda del Norte alineada con el Mercado Único (aunque solamente en materia de agricultura, alimentación y productos manufacturados), al menos hasta 2025, cuando se volvería a revisar la situación existente, año en el que la Asamblea de Belfast podría elegir si sigue adscrita a la regulación europea o si asume la normativa de todo el Reino Unido, en un momento en el que, según las mejores previsiones de los euroescépticos, la Administración británica podría contar con suculentos acuerdos comerciales con los dirigentes comunitarios después de las negociaciones pertinentes. La fórmula de “Dos fronteras, cuatro años” significaría en la práctica que el Ulster seguiría en el Mercado Único, pero no dentro de la unión aduanera. O sea, que aceptaría las regulaciones de la UE, pero aplicaría a importaciones y exportaciones las mismas tarifas que Londres, lo cual haría inevitable algún tipo de controles fronterizos.

En el marco de esta vorágine, Boris Johnson manifestó en el último cónclave del Partido Conservador celebrado en Manchester que los británicos quieren a Europa, pero exigió la revisión de la relación entre Reino Unidos y la UE. “Somos europeos, amamos Europa”, remarcó el primer ministro británico, quien también opuso que “después de 45 años de dramáticos cambios constitucionales, tenemos que establecer una nueva relación con la UE”. 

Consecuencias aplicadas a lo cotidiano

La salida de Reino Unido de la UE pone en peligro los empleos, el modo de vida cotidiano y la paz en la frontera irlandesa. Precisamente, los ciudadanos de ambas irlandas son los menos escuchados en el debate público del Brexit y, sin embargo, son los más afectados por cómo va afectará en la práctica la salida británica de las instituciones comunitarias. 

Entre los irlandeses hay de todo, católicos, protestantes, unionistas, separatistas y partidarios y no partidarios del Brexit. Pero a todos les afectará por igual en la práctica la marcha británica de la UE. Muchos irlandeses se sienten, en este sentido, ignorados o no tenidos en cuenta, al estar fuera del gran debate político que se ha generado en las últimas fechas. 

En general, dentro del seno de la sociedad norirlandesa se denuncia una falta de interés por parte de la esfera política de Londres y Dublín sobre todo lo que atañe a Belfast.

"La gente más afectada por el Brexit es la de la frontera, pero no nos explican nada sobre el tema", ha comentado por su parte Brian Johnston, dueño de una tienda de suministros agrícolas.

Frontera dura entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda el viernes 27 de septiembre de 2019

La incertidumbre sobre el Brexit está generando temores relacionados con asuntos como los precios de la vivienda o la forma de ganarse la vida. "Tratamos de vender nuestra casa el año pasado, pero nadie la quería por la frontera", ha explicado Leanne Thompson, agricultora con tierras y propiedades en la zona. "Los interesados decían que les gustaría comprar, pero que no querían arriesgarse a vivir en la frontera", ha añadido.

La forma de la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte realiza una curva en forma de herradura que hace que determinadas localidades limítrofes formen parte de un país o de una provincia británica en función de unos escasos metros. Hay puntos en los que transitar por una calle y hacer un giro u otro determina si estás en un país u otro, lo cual se vería muy afectado por la inclusión de restricciones fronterizas entre ambos territorios en el caso de una salida abrupta de Reino Unido de la UE. Y es que existen hasta 400 puntos de cruce entre las dos irlandas, que delimitarían unas normas u otras en función de si se está en territorio comunitario o extracomunitario.

Además, hasta 30.000 personas cruzan diariamente desde una irlanda a otra sin solución de continuidad para ejercer su trabajo, y la imposición de algún tipo de traba burocrática o de controles en carretera incomodarían bastante el libre paso de una zona a otra del que disfrutaban. 

El tráfico pasa por un cartel de la frontera de Brexit en la carretera de Dublín Co Armagh, entre Newry, en Irlanda del Norte, y Dundalk, en la República de Irlanda

También, el Brexit representa una amenaza importante para los productores de leche de la frontera, como Leanne Thompson, quien no tiene mucha fe en los políticos. "Faltan menos de 40 días para el Brexit y todavía no sabemos nada, nadie nos ha dicho nada", según ha comentado en declaraciones al medio The Guardian. "Si no pudiéramos recolectar la leche a diario, o si hubiera un arancel, tendríamos que cerrar", ha explicado.

El importante negocio lácteo se ha concentrado tanto que gran parte de la producción lechera se encuentra al sur de la frontera. El Brexit ha puesto al borde del acantilado a los agricultores del norte, aunque sea cuestión de metros o de pocos kilómetros. Ahora les pagan 24 céntimos por litro, pero un arancel de la UE por importaciones a la República de Irlanda añadiría 21 céntimos al coste, haciéndoles imposible competir.

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