Opinion

Las razones del repunte en la popularidad de Trump

photo_camera El presidente de Estados Unidos, Donald Trump

Los estudios de análisis político en Estados Unidos escrutan en estos días el incremento que está teniendo el índice de popularidad del presidente del país, que ha remontado posiciones en el grado de aprobación de los ciudadanos sobre su gestión coincidiendo con su forma de tratar la pandemia por coronavirus. “The way Trump is handling his job as president”, los constantes sondeos que se publican diariamente reflejan una subida de la aceptación de la figura presidencial en relación con la pandemia, aunque mantienen aún reticencias en la aprobación general de su figura. 

El instituto Gallup situaba recientemente el grado de satisfacción de los norteamericanos con las decisiones sobre el virus en un 49%, un espaldarazo al trabajo del presidente. Estos trackings se realizan cada tres o cuatro días en Estados Unidos. Y en lo que llevamos de mandato del empresario-presidente, nunca ha alcanzado el 50% de popularidad, y raras veces ha llegado al índice que ha logrado en el último, aunque no es nuevo para él. 

Polling Report ha publicado un estudio por el que diferencia la aprobación del mandato general respecto de la aprobación de la gestión del cerrojazo por el coronavirus. Por la pandemia, Trump logra el 51% de apoyo frente al 45% de rechazo. La economía es otro factor en el que Trump está fuerte, los favorables a su gestión en este aspecto llegan casi al 60%. Pero no consigue iguales cifras de asentimiento en la valoración general del mandato, donde entran otras claves políticas: aquí Trump se queda en el 48 frente al 46%, aunque subiendo. 

Quinnipiac y Monmouth, otorgan al jefe de la Casa Blanca índices de aprobación por encima del 45%, algo que no había logrado desde su llegada al poder. El portal Politico rebaja esa cifra a 42 puntos porcentuales frente a 52 de desaprobación.  

Si bien estos números indican una recuperación de su imagen gracias a la batalla contra el avance del COVID-19, no son suficientes para que Trump recupere el favoritismo en las encuestas con elección de voto de cara a noviembre, en las que Joe Biden aventaja en nueve puntos al que con toda probabilidad será su rival republicano. Pero en su cuartel general cantan victoria porque ven indicios muy alentadores: en el sondeo de Gallup, el 73% de los estadounidenses aprueba el plan de estímulos económicos del gobierno federal, el riego con cientos de miles de millones de dólares en el sistema privado con ayudas directas en billetes contantes y sonantes para las familias y los autónomos. Y esa encuesta refleja igualmente que muchos demócratas apoyan estos días la gestión del presidente, lo cual refuerza la conocida tendencia de que el americano se abraza al poder cuando hay un ataque contra su seguridad e integridad. 

Trump es uno de los presidentes norteamericanos que ha despertado mayor rechazo en su propio país desde hace un siglo. La sociedad está dividida en dos en torno a su figura política, una polarización que se plasmó en los resultados de las presidenciales de noviembre de 2016 con la victoria en votos para Hillary Clinton, y en representantes en el colegio electoral para el empresario nacido en el barrio de Jamaica Hills en Queens, Nueva York. Hasta ahora ningún acontecimiento le había permitido poner a su favor el eterno movimiento de la opinión pública de su país. Pero lo está logrando como antes ocurrió con sus antecesores republicanos. La popularidad de George Bush padre se disparó hasta el 90% cuando lideró la coalición internacional que liberó a Kuwait de la invasión de Sadam Hussein en la primera Guerra del Golfo en 1991. La de su hijo, el presidente George W. Bush, alcanzó el 80% tras los atentados del 11 de septiembre. Esos datos demuestran el rearme de la confianza de los pueblos en torno a sus líderes cuando llegan amenazas desconocidas, externas y extremas. Pero tienen sus excepciones relacionadas con la casuística peculiar de la lucha contra el coronavirus, y con la desconfianza que están provocando en sus países determinados dirigentes, por acción o por omisión. 

Al ese otro lado de la balanza están los mandatarios cuya popularidad baja, porque se muestran escépticos ante esta crisis o porque están errando gravemente en sus decisiones para mitigar sus efectos. La Tabla de Valoración de líderes mundiales que elabora en España Compolitica.com sitúa a Vladimir Putin como el mandatario mejor valorado por sus compatriotas en las últimas semanas con casi un 70% de popularidad. Pero en la misma tabla, el segundo mejor calificado que es Andrés Manuel Lopez Obrador, el presidente mexicano, baja nueve puntos en el sondeo de Grupo Reforma respecto al ranking anterior. Es uno de los dirigentes, junto a Bolsonaro y los nórdicos europeos, que se han resistido a paralizar sus países totalmente por el impacto sanitario del virus.

Tampoco en países como España se está cumpliendo esa regla norteamericana. La popularidad de los líderes no se construye buscando a quién imputar culpas en momentos de crisis, para no asumirlas en carne propia. Esa estrategia del presidente del Gobierno de España tiene su reflejo negativo en las encuestas que se están publicando estos días de confinamiento de la ciudadanía. Según ha publicado esta semana el diario ABC en un estudio demoscópico de GAD-3, Pedro Sánchez no transmite confianza a casi el 60% de los españoles, y dos tercios piensan que el gobierno que preside oculta información a la opinión pública. Éste último ítem se completa con la abrumadora opinión de los encuestados, casi el 85 por ciento, que rechazan el control de la información y la censura en las comparecencias del ejecutivo. Un segundo instituto de sondeos, NC Report, que no preguntaba sobre la figura del presidente, sí que situaba casi en el 80% el malestar de los españoles por unas medidas que llegan demasiado tarde, y el suspenso al gobierno era evidente.