Los parámetros del 2020 auguran un final de año con dificultades

Después de la tempestad… tampoco vendrá la calma

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En esta recta final del año 2020, la comunidad internacional está pendiente de cómo se despejen dos incógnitas: la evolución de la crisis sanitaria y económica que supone la pandemia COVID-19 y el resultado de las inminentes elecciones norteamericanas. Este análisis pretende identificar los parámetros con los que han de gestionar el día después los principales actores internacionales.

Cuando comenzaron a llegarnos las noticias de que una nueva afección respiratoria, causada, al parecer, por un virus surgido en un mercado de Wuhan, China, el mundo estaba atento a otras cuestiones entonces más preocupantes. El año 2020 comenzaba con la muerte del general iraní Soleimani, víctima del ataque de un dron estadounidense a la salida del aeropuerto de Bagdad. Esta acción no era sino un paso más en la escalada que venían manteniendo Irán y los Estados Unidos sobre territorio iraquí y en aguas del golfo Pérsico. La buena noticia, para compensar, vino unos días más tarde, en ese mismo mes de enero, con la firma por chinos y norteamericanos de lo que se denominó primera fase del acuerdo comercial entre ambos gigantes, acuerdo que debería poner fin a la ya larga, y perjudicial para ambas partes, guerra comercial. Todo esto, y mucho más, quedó bruscamente eclipsado ante la virulencia de una pandemia para la que no estábamos ni preparados ni mentalizados. La enfermedad puso sobre la mesa, en pocas semanas, la certidumbre de que sus consecuencias serían gravísimas, tanto las sanitarias como las derivadas del impacto económico que supondrá la interrupción, casi simultánea y global, de la actividad industrial y comercial. La única certidumbre porque, a partir de aquí, se multiplican las incógnitas.

Inicialmente, conscientes de que un problema global necesitaría de soluciones globales, se pensó que la comunidad internacional dejaría de lado, aunque fuera temporalmente, sus muchas disputas, para afrontar de manera coordinada las graves y complejas medidas que será necesario adoptar: intercambio leal de información sobre la evolución de la pandemia, búsqueda de una vacuna eficaz, cooperación económica, levantamiento de trabas al comercio e incluso, por qué no, congelación de disputas geopolíticas. Nada más lejos de la realidad. Como ejemplo más significativo, las relaciones entre las dos grandes potencias del siglo XXI, los Estados Unidos y China, se han tensionado enormemente. Las acusaciones mutuas sobre el origen del virus SARS-CoV-2 rozan lo esperpéntico, el acuerdo comercial antes citado está congelado y los incidentes militares en aguas de los mares de China Oriental y Meridional se repiten con preocupante frecuencia.

Ahora, cuando este intenso año 2020 camina hacia su final, la incertidumbre permanece. Las noticias sobre la evolución de la COVID-19 en todo el mundo distan de ser positivas por lo que las perspectivas de recuperación económica siguen la misma senda pesimista. Pero no solo de la superación de las repercusiones de la pandemia está pendiente la comunidad internacional. En pocas semanas se celebrarán elecciones presidenciales en los Estados Unidos, lo que ha desatado una cierta ansiedad en torno a la disyuntiva, que se presupone decisiva, sobre si habrá una alternativa a la actual Administración del presidente Trump o si, por el contrario, éste repetirá mandato. Intentaremos, en este análisis, identificar los dilemas a los que se enfrentan los principales actores del panorama global en función de cómo se despejen ambas incógnitas: la superación de la crisis económico-sanitaria y las elecciones norteamericanas.

Quo vadis, Estados Unidos?

Además de la propia sociedad estadounidense, todo el mundo está pendiente de los resultados de las inminentes elecciones presidenciales, pues éstos nos afectan, de una u otra manera, a todos los habitantes del planeta. Numerosas decisiones, a lo largo y ancho del globo, están pendientes de saber quién ocupará el despacho oval los próximos cuatro años. Sea quien sea el ganador tendrá que afrontar una difícil situación, tanto de puertas adentro como más allá de sus fronteras. Que se mantenga el actual presidente, Donald Trump, no querrá decir necesariamente que todo va a seguir igual. Sin la perspectiva de la reelección, que tanto ha pesado en su primer mandato, podría sorprendernos con alguna decisión inesperada. Pero, en líneas generales, un segundo mandato será tan disruptivo como el primero. Si el vencedor es el candidato demócrata, Joe Biden, quienes esperan un giro radical en la postura de los Estados Unidos en todos y cada uno de los frentes abiertos, dentro o fuera, sufrirán una cierta decepción, pues su margen de maniobra no es absoluto. Cambiarían las formas, sin duda, pero el nuevo presidente estará obligado, cómo no, a defender los intereses de su país en todos los sentidos: económicos, comerciales, tecnológicos, diplomáticos, militares…

En el ámbito interno, el coloso norteamericano es uno de los países que peor está gestionando la crisis sanitaria. Los efectos perniciosos de las restricciones a la actividad económica, tomadas para contener la expansión de la pandemia, requerirán de la próxima Administración la adopción de costosas medidas de apoyo a los sectores más afectados. En este sentido, el margen de actuación por la vía fiscal es escaso después de las agresivas reducciones decretadas por Trump a lo largo de su mandato, por lo que no quedará más remedio que recurrir a la chequera, con el consiguiente perjuicio para las finanzas estatales. Ante esta perspectiva se entiende que la ciudadanía siga viendo con escepticismo los ingentes gastos ocasionados por la extensa presencia militar lejos del territorio nacional mientras, como acaban de comprobar, el sistema sanitario del país necesita una profunda revisión. La otra gran preocupación en el seno de la sociedad americana es la que se deriva de su fuerte polarización fruto, entre otras causas, de la manera en que desde las más altas esferas del poder se emiten mensajes tan simples en su contenido como contundentes en su formulación1. La muerte de un ciudadano a manos de la Policía, grabada y reproducida repetidamente en las redes sociales, no fue sino la gota que colmó un vaso ya rebosante.

De puertas afuera, el enfrentamiento con China absorbe todas las fuerzas de la actual Administración, y lo seguirá haciendo en el futuro, sea cual sea el resultado de las elecciones. El próximo presidente tal vez tenga que valorar si la actual deriva en esta guerra comercial y tecnológica es positiva para el país y si puede llevar a un buen fin, pues son numerosas las voces que señalan los perjuicios de tales decisiones para los propios ciudadanos estadounidenses2. Muy relacionado con esto, estaremos todos muy atentos a ver por dónde discurrirá la actitud norteamericana ante los mecanismos de gobernanza multilateral: los acuerdos comerciales, climáticos, de control de arsenales nucleares, de apoyo a agencias del ámbito de las Naciones Unidas…

Está pendiente la evolución del veto a la tecnología 5G china, así como la llegada de empresas de este país a los Estados Unidos, no solo Huawei o ZTE. En los mares de China Meridional y Oriental se están repitiendo, con preocupante frecuencia, los encuentros entre efectivos militares de ambos países que, en un momento dado, podrían derivar en una escalada no deseada por ninguno de los dos protagonistas. Taiwán se perfila como el punto de mayor fricción en un futuro no necesariamente lejano, cuya evolución se está viendo sustancialmente afectada por los acontecimientos en Hong Kong. Corea del Norte seguirá siendo un problema de imposible solución sin la aquiescencia de China.

Otro aspecto que requerirá toda la atención tras las elecciones será el de los lazos de los Estados Unidos con sus, hasta ahora, tradicionales aliados, no sólo europeos. Estos últimos esperan que se despeje la incertidumbre sobre el futuro de la Alianza Atlántica y que se reconduzcan las relaciones comerciales, en las que la Unión Europea está siendo objeto de múltiples aranceles por parte norteamericana. Algo parecido sucede con los países del Pacífico, como Japón o Corea del Sur, presas también de las dudas sobre la fiabilidad del apoyo estadounidense. Otros, como Vietnam, ven con temor la amenazante presencia china en sus proximidades. En Oriente Medio y el Golfo, las incógnitas rondarán en torno a la evolución de los conflictos activos: Siria, Yemen, la tensión persistente con Irán, la situación en Irak y las relaciones de Israel con el resto de actores regionales y con los palestinos. La intensa actividad de Turquía en el Mediterráneo, con el incremento de incidentes con otros miembros de la OTAN y de la UE, y los desencuentros con los aliados por sus acuerdos con Rusia serán también, con toda seguridad, materia de preocupación para la nueva Administración.

Habrá que completar la retirada de Afganistán y, si es posible, ayudar a articular un futuro mínimamente aceptable para ese país después de dos décadas de intervención internacional con un resultado, por cierto, tan poco lucido. En África la huella de los Estados Unidos no parece estar a la altura de la persistente penetración china, y también rusa. Por último, ya en el continente americano, Venezuela destaca como el mayor foco de inestabilidad en la vecindad regional y, al igual que en África, la ambición extractiva de materias primas por parte de China plantea un reto difícil de ignorar por el coloso del Norte.

No obstante, a pesar de todo lo mencionado, el gran dilema de la que es todavía la primera potencia mundial es el de decidir si profundiza en su reciente unilateralismo o si decide recuperar el liderazgo perdido… aunque no el mismo tipo de liderazgo. Frente al inevitable surgimiento de un modelo ideológico alternativo, cuya existencia ya no se puede negar ni cuyos valores se pueden aceptar, no al menos en su totalidad, los Estados Unidos pueden ser, si quieren, el promotor de una nueva forma de liderazgo, un liderazgo compartido con los otros actores internacionales que defienden el mismo modelo democrático liberal, como Europa, Canadá, Australia o las democracias asiáticas. Unas declaraciones recientes del Secretario de Estado, Mike Pompeo, apuntan la posibilidad, esbozada al principio de este análisis, de que un segundo mandato de Trump podría llegar a sorprendernos: «maybe it’s time for a new grouping of like-minded nations, a new alliance of democracies»3. La inminente caducidad del acuerdo de control de armamento nuclear New Start y las consiguientes negociaciones con Rusia para su renovación serán una primera, inminente piedra de toque para ver por dónde transitará la próxima Administración norteamericana, la lidere quien la lidere, en asuntos de gobernanza global.

Quo vadis, China?

Es habitual escuchar opiniones expertas en el sentido de que China es, se mire por donde se mire, la gran vencedora en esta crisis desatada por la COVID-19, especialmente en su vertiente económica y comercial. Tal vez sea algo más acertado decir que el país será de los menos perjudicados, las cifras macroeconómicas así lo avalan, pero la gran potencia exportadora mundial no podrá esquivar las consecuencias de una recesión que golpeará brutalmente a la totalidad de sus clientes. Disminuirá la capacidad adquisitiva de los consumidores occidentales y, por lo tanto, se reducirán las compras de productos made in China. Las autoridades de Pekín ya habían decidido, muy acertadamente, impulsar un cambio de modelo económico que incentive el consumo interno, paliando de este modo la inevitable merma de los ingresos de divisas, pero esto es algo que no se consigue de un día para otro.

Comenzando, de nuevo, con la mirada puesta en el interior, el Partido Comunista pondrá todo su empeño en que la población china no perciba un retroceso en el nivel de vida alcanzado; en ello radica la legitimidad del propio Partido y de sus dirigentes. A esta prioridad se añaden algunas otras preocupaciones que el Gobierno no va a ignorar, desde luego. La evolución de las protestas en Hong Kong tiene influencia directa en la «provincia rebelde», Taiwán, cuyos ciudadanos no necesitan imaginar cómo sería su futuro tras una hipotética integración en la República Popular, les basta con mirar cómo se desarrollan los acontecimientos en la antigua colonia británica. La situación de la población uigur, musulmana, en Xinjiang puede derivar en inestabilidad, protestas e, incluso, en una radicalización que llegue a concretarse en la ejecución de acciones terroristas en una región clave, entre otras cosas, por ser lugar de paso y puerta de salida de la rama terrestre de la Nueva Ruta de la Seda hacia Paquistán y la península Arábiga. En el Tíbet, además del tradicional rechazo local a la dominación china, se da la circunstancia de que nacen los principales ríos de Asia, proveedores del agua que un país de 1.400 millones de habitantes necesita imperiosamente, por lo que también aquí, la estabilidad y el control de la meseta tibetana son vitales.

Más allá de sus fronteras los problemas no son menores. No solo los Estados Unidos, con Trump ahora o con Biden llegado el caso, se oponen a la expansión, sin reciprocidad por parte china, de empresas y tecnologías procedentes del gigante asiático. Alemania y otros países de la Unión Europea han endurecido las condiciones para admitir la presencia creciente de China. La necesidad detectada tras la crisis sanitaria de acortar y diversificar las cadenas de producción y distribución ha llevado a las autoridades europeas a poner sus ojos en África, con el valor añadido de contribuir así al desarrollo de este continente, con evidentes beneficios para la Unión en términos, entre otros, de alivio de la presión migratoria. Japón, por su parte, anunció ayudas para que las empresas niponas radicadas en suelo chino repatrien, al menos, parte de su producción4.

Una relación no exhaustiva de otros focos de tensión, además de los ya citados, que habrán de ser gestionados con, o contra, la próxima Administración en Washington son la muy candente situación en los mares de China Oriental (fundamentalmente por las disputas territoriales con Japón) y Meridional (con Vietnam y Filipinas, principalmente), así como las incursiones en esos mares, que China considera propios, de formaciones aeronavales norteamericanas que, con las tropas estacionadas en Japón y en Corea del Sur, y con la clara sintonía entre los Estados Unidos y la India, producen en China una sensación de cerco inadmisible. Por lo que respecta al otro gigante del continente, la India, los incidentes entre fuerzas militares de uno y otro son constantes, el último de ellos, en este mes de junio, con el resultado de un número indeterminado de muertos, a pesar de que ninguno de los contendientes portaba armas de fuego5. Mención especial merece el caso de Taiwán, como también se ha mencionado, pues no faltan las alusiones en documentos y declaraciones oficiales chinas a completar la integridad territorial de la República Popular, sin descartar ningún procedimiento para conseguirlo6.

Más allá de este entorno geográfico próximo, China seguirá incrementando lazos de colaboración que le permitan asegurar el suministro de materias primas y bienes de todo tipo (hidrocarburos, minerales, alimentos…), consolidar mercados para sus exportaciones y contrarrestar el cerco al que se siente sometida. Por ello continuará intensificando sus relaciones con África y con Iberoamérica. También en el Océano Índico, cerrando acuerdos con Myanmar, Sri Lanka, Pakistán o Irán, entre otros. La asociación privilegiada con Rusia se mantendrá en tanto en cuanto sea beneficiosa, y de momento lo es, para ambos.

Quo vadis, Rusia?

Otra de las escasas certezas de que disponemos es la de que el futuro de Rusia seguirá en las mismas manos que en las dos últimas décadas. Así lo confirma la reciente reforma legislativa7 para garantizar la permanencia del presidente Putin, con este cargo o con otro a definir en el futuro, al timón del país. Muchas son las carencias a las que se enfrenta el antiguo imperio de los zares: una demografía exigua y menguante para el país más extenso del mundo; la fuerte dependencia de los ingresos derivados de la venta de hidrocarburos; la necesidad de modernizar unas estructuras, públicas y privadas, heredadas de épocas anteriores, y el no disponer de un tejido industrial y tecnológico a la altura de otros actores relevantes excepto, eso sí, en lo tocante a la industria de armamento. La indiscutible habilidad del líder ruso para sobreponerse a estas limitaciones y, a pesar de ello, sacar el máximo partido de las fortalezas, que las hay, proporcionan a su gestión unos réditos indiscutibles. Réditos que se comprenden mejor si tenemos en cuenta que Rusia es miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas; que es primera potencia nuclear, a la par con los Estados Unidos y a gran distancia del resto, y que se asienta sobre un auténtico mar de petróleo y gas natural.

Partiendo de estas fortalezas, Rusia se ha erigido en el árbitro de la guerra en Siria y en la voz que tiene la última palabra en Oriente Medio; está llevando a cabo una agresiva política en el Mediterráneo, como pone de manifiesto su influencia en el conflicto de Libia; prosigue una creciente presencia en África y, en menor medida, en Iberoamérica; se está posicionando muy inteligentemente en el Ártico, ante las perspectivas que abre el deshielo progresivo en ese océano, y mantiene la asociación estratégica con China a la que ya nos hemos referido. Es en sus relaciones con Occidente, muy particularmente con Europa, dónde se manifiestan unas tensiones recurrentes, a pesar de los considerables lazos comerciales que unen a ambos vecinos. Si en 2014 fue Ucrania el punto de fricción, Bielorrusia lo es en estos momentos.

No es objeto de este breve análisis profundizar en las razones por las que Rusia, que en los años 90 quería coprotagonizar con Occidente el diseño de un nuevo marco de las relaciones internacionales tras el final de la Guerra Fría, haya pasado a cuestionar frontalmente el orden liberal, como el propio presidente Putin declaró hace unos meses, días antes de la cumbre del G-20 en Osaka de verano de 20198. Pero es así. La anexión de la península de Crimea rompió puentes con Europa que serán difíciles de reconstruir, y lo mismo cabe decir de las numerosas acusaciones de injerencia ilegítima en asuntos internos de países europeos9. Para buscar una salida a esta situación, que a nadie beneficia, será importante ver qué actitud toma el próximo presidente de los Estados Unidos.

Muchos otros actores tienen algo que decir en este panorama post COVID-19 y post elecciones norteamericanas, la India, tal vez, el más relevante. Sus disputas de vecindad con China y con Pakistán la están acercando claramente a los Estados Unidos, hecho en el que juega a favor la buena sintonía entre ambos presidentes, y potencian la colaboración con Japón y Australia, los otros vértices del «diamante» que trata de contener a China en el Pacífico. En esta misma región no debemos obviar el papel del resto de países asiáticos ribereños que, a veces parecemos olvidarlo, han gestionado muy acertadamente la crisis sanitaria y que, desde un punto de vista geopolítico, quieren evitar caer en la perversa disyuntiva de tener que elegir entre China y los Estados Unidos.

Con frecuencia se repite en numerosos foros la frase de que África es el continente del futuro, y es verdad. Su evolución demográfica es impresionante; en apenas tres décadas acogerá una cuarta parte de la población mundial, unos 2.500 millones de personas. Es erróneo analizar el continente como si solamente hubiera una África, igual y homogénea de norte a sur. Hay datos de esperanza en algunos países, y motivos para el pesimismo en otros tantos. Tampoco América es, al sur del Río Grande, una entidad mínimamente cohesionada. La pandemia está, además, golpeando muy duramente unas sociedades y unas economías muy poco integradas y en mínimas condiciones de sobreponerse a la crisis inevitable.

Quo vadis, Europa?

En esa lucha de gigantes en la que están enzarzados los Estados Unidos y China, a Europa le resta un difícil papel a medio camino entre el de espectador concernido y el de volver a ser, como antaño, el campo de la batalla librada por los dos grandes. No en términos bélicos esta vez, pero sí comerciales y tecnológicos. Todos los Estados miembros han sufrido el duro impacto de la pandemia. La recuperación, por ceñirnos a las repercusiones económicas, requerirá afrontar unos gastos hasta ahora nunca imaginados y que, afortunadamente y tras duras negociaciones, parecen asumidos por todos los socios. Pero esta nota positiva, de cooperación y consenso, no puede hacernos olvidar que los problemas de cohesión interna permanecen ahí, como lo estaban ya antes de la actual crisis. A la indiscutible trascendencia del BREXIT, haya o no haya acuerdo de salida ordenada, se añaden las discrepancias en lo que respecta a la penetración china en algunos países de la Unión10. Desencuentros también en cuanto a la relación trasatlántica, a una postura común frente a la asertividad de Rusia, a la profundización en temas de Defensa… Lejos está también Europa de hablar con una sola voz en la muy cercana, y por ello muy preocupante, guerra de Libia, así como ante las iniciativas de Turquía en este conflicto y en aguas del Mediterráneo Oriental, en confrontación directa con los intereses de algunos Estados miembros de la Unión. Por último, para los países del Sur de Europa es la región del Magreb/Sahel la que requiere más atención, mientras que para los del Este y los bálticos lo es Rusia.

No son fáciles las negociaciones entre Bruselas y Moscú. Y cada vez que las aguas parecen calmarse, surgen nuevas trabas a la normalización del diálogo entre dos vecinos condenados a convivir y a entenderse. Ahí están el caso reciente de Bielorrusia o el presunto envenenamiento del líder opositor Alexéi Navalni11.

Por todo lo anterior, se multiplican las llamadas a profundizar en lo que se ha venido a denominar Autonomía Estratégica de la Unión12. Autonomía que no ha de manifestarse solamente en su vertiente de Seguridad y Defensa, sino también en lo cultural, en ciencia e investigación, en tecnología y, por supuesto, en comercio y en sus relaciones internacionales en general. El poder blando, por sí solo, ya no es suficiente. Europa seguirá apostando por el multilateralismo, pero al mismo tiempo, aunque sea un tanto contradictorio, tiene que aspirar al estatus de gran potencia, como afirmó recientemente el ex ministro alemán Joska Fisher13. La Comisión Europea de la presidenta von der Leyen quiere ser una comisión geopolítica14. El alto representante Borrell ha patentado una original forma de expresar que la Unión debe buscar su propio camino entre China y los Estados Unidos: la doctrina Sinatra (on my way)15. Suena bien, pero no será fácil. Para ello se requiere una unanimidad interna de la que se está lejos, pero es que tampoco los actores externos nos lo van a facilitar. Empezando por el, hasta hace poco, indiscutible y tradicional aliado norteamericano.

Para finalizar…

Son muchas las razones por las que podemos afirmar que nos encontramos inmersos en un mundo de incertidumbres. Estamos lejos de poder evaluar con claridad las consecuencias de la pandemia, aunque bien sabemos que serán muy graves. Los ojos del mundo están puestos en las elecciones estadounidenses con una mezcla de ansiedad e impaciencia. Ya nadie duda de que el orden internacional liberal, según valores occidentales, está siendo cuestionado desde dentro y desde fuera, que se nos escapa de entre los dedos sin saber qué nuevo modelo de gobernanza global nos espera a la vuelta de la esquina16. Mucho dependerá del camino que sigan, o mejor sería decir que impongan, las principales potencias; no solo los Estados Unidos y China, pero ellas dos sobre todo. El pesimismo crece a la vista de la radicalización, acentuada durante la pandemia, de las relaciones internacionales.

La intensidad de la escalada debería llevar a unos y a otros a entender que lo más práctico, por no decir lo más inteligente, sería buscar un cambio de rumbo. Hay ámbitos de interés común, como las políticas medioambientales, la lucha contra el terrorismo o el control de los arsenales nucleares, en los que es imprescindible buscar puntos de encuentro, de cooperación. La pandemia, paradójicamente, brinda la posibilidad de unir esfuerzos en la búsqueda de una vacuna de forma coordinada o al consenso sobre cómo superar la crisis económica mundial. Y en aquellos otros campos en los que los intereses divergen, tratar de abordarlos antes desde la competición sujeta a normas por todos aceptadas que desde la confrontación, evitando las posturas maximalistas. No es realista tratar de impedir la pujanza china, ya inevitable; tampoco hay que aceptar las reglas del juego injustas. La globalización, tan denostada a veces, nos da una salida viable: en un mundo tan interconectado, tan interdependiente, todos los actores tienen mucho que ganar, y mucho que perder. El mundo post COVID-19 no será una Arcadia feliz, pero tampoco es deseable un patio de vecinos eternamente mal avenidos.

Por otra parte, tampoco debemos pensar que un hipotético relevo en la presidencia norteamericana supondría la inmediata desaparición de las disputas geopolíticas en curso. Los Estados Unidos no van a recuperar el papel de sheriff global, ni lo pretenden; su prioridad inmediata radica en la situación interna, pero tampoco se pueden sustraer a su papel de primera gran potencia occidental. En un mundo multipolar, la comunidad de las democracias reunidas por los valores compartidos estaría en mejores condiciones de afrontar el reto que plantean las potencias que objetan la propuesta democrática liberal. Pero, al igual que le ocurre a la Unión Europea en su dilema entre fomentar el multilateralismo y, al mismo tiempo, potenciar su carácter geopolítico, esta necesaria cooperación entre democracias en la defensa de sus legítimos intereses no puede reproducir el viejo esquema, felizmente superado, de choque frontal entre bloques. Joska Fisher, de nuevo, señala el camino: «The West will have to find a way to live with China as it actually is. That means finding a path between kowtowing and confrontation, with Western values and interests serving as the guide»17. Defensa pues, que no imposición, de los valores occidentales como referencia, y negociación en todo lo demás.

Pero en tanto los deseos de un mundo más amable se materializan, todo parece indicar que después de esta tempestad tampoco vendrá la calma, todavía.

Francisco José Dacoba Cerviño*
General de Brigada. ET Director del IEEE

1- “Trump, en problemas, profundiza más la provocación racial”. Ely Stokols, Los Angeles Times. https://www.latimes.com/espanol/politica/articulo/2020-07-03/trump-promete-anular-las-reglas-de- vivienda-justa
“El incendio racial crece en Estados Unidos”. Pablo Pardo, El Mundo. https://www.elmundo.es/internacional/2020/05/29/5ed16332fc6c837a4b8b45b4.html?intcmp=MNOT2380 1&s_kw=3
2- “Trump: los ganadores y perdedores de las políticas económicas del presidente de Estados Unidos”. Luis Fajardo. BBC Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-46073079
3- David Brunnstrom, Daphne Psaledakis. Reuters. https://www.reuters.com/article/us-usa-china- pompeo/pompeo-urges-more-assertive-approach-to-frankenstein-china-idUSKCN24O310
4- Zigor Aldama. El Correo. https://www.elcorreo.com/economia/empresas/2200-millones-para-empresas- japonesas-vuelvan-de-china-20200413211732-ntrc.html
5- “Al menos 20 soldados muertos tras choque entre India y China”. Deutsche Welle. Mundo. https://www.dw.com/es/al-menos-20-soldados-muertos-tras-choque-entre-india-y-china/a- 53836504#:~:text=Al%20menos%20veinte%20soldados%20indios,martes%20(16.06.2020).
6- “Nuestro Ejército derrotará resueltamente a cualquiera que intente separar a Taiwán de China y defenderá la unidad nacional a toda costa” https://www.dsn.gob.es/gl/actualidad/sala-prensa/libro-blanco- rep%C3%BAblica-popular-china-sobre-defensa-nacional-nueva-era-2019
7- “Referéndum en Rusia: resultados parciales dan abrumadora victoria a Putin y podrá buscar gobernar hasta 2036”. BBC News. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-53259006
8- Lionel Barber and Henry Foy in Moscow, and Alex Barker in Osaka. Financial Times. https://www.ft.com/content/670039ec-98f3-11e9-9573-ee5cbb98ed36
9- Europa Press. https://www.europapress.es/internacional/noticia-reino-unido-acusa-rusia-planear-serie- ciberataques-contra-varios-paises-20190523023545.html
10- China ha firmado acuerdos comerciales con 17 países europeos, dando lugar a la denominación de “iniciativa 17+1”: PARRA PÉREZ, Águeda. La Ruta de la Seda Digital: la gran globalización china.
Documento de Opinión IEEE 38/2020. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_opinion/2020/DIEEEO38_2020AGUPAR_sedadigital.pdf
11- Ana Carbajosa. El País. https://elpais.com/internacional/2020-08-24/los-analisis-clinicos-alemanes- apuntan-a-un-envenenamiento-de-navalni.html
12- Javier de Carlos Izquierdo. La nueva Estrategia de Seguridad Europea. 2016. Documento Marco IEEE 16/2016. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_marco/2016/DIEEEM16- 016_EstrategiaSeguridad_DeCarlos.pdf
13- Joschka Fisher. What kind of great power can Europe become? https://www.neweurope.eu/article/what-kind-of-great-power-can-europe-become/
14- European Commission. https://ec.europa.eu/ireland/news/von-der-leyen-commission-union-strives- more_en
15- Josep Borrell. Política Exterior. https://www.politicaexterior.com/producto/la-doctrina-sinatra/
16- PARDO DE SANTAYANA, José. La revolución de Heráclito, todo fluye y nada permanece en el orden mundial multipolar. Documento de Análisis IEEE 05/2020. http://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2020/DIEEEA05_2020JOSPAR_multipolar.pdf
17- Joschka Fisher. The End of Western Opportunism. https://www.project-syndicate.org/commentary/us- china-conflict-values-must-trump-economic-interests-by-joschka-fischer-2020-08

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