El Asia marítima y el equilibrio de poder en flujo

asia-pacifico

Cada vez es más evidente que el orden internacional tiende hacia la inestabilidad, si bien hace ya más de una década estaba claro que el mundo se movía hacia un cambio de época desde el entorno de la post-Guerra Fría, cuando los EE. UU. era la única superpotencia global. Los acontecimientos de los últimos años: la pandemia de la COVID-19, la materialización del brexit, la evidente fragmentación y desindustrialización de las sociedades occidentales, el fiasco de EE. UU. y sus aliados en Afganistán, la resurgencia de Rusia y el aparentemente inexorable ascenso de China, no hacen sino apuntar a un punto de inflexión en la curva del poder internacional, anticipo de un nuevo y por ahora inédito, orden mundial que ya no es y no será en el futuro unipolar. Un cambio geopolítico cuyo motor principal no es otro que el renacimiento de China como superpotencia global y su ya indisimulada disputa con los EE. UU. por la primacía en el Extremo Oriente. Una competición que cada vez más se plantea en términos marítimos, que ya se extiende a toda la mitad sudeste del Rimland de Spikman y que tiene un potencial de alcance global.

Tendencias del equilibrio de poder en el Asia marítima

Este trabajo trata de realizar un análisis de la transformación acelerada que se está dando en el equilibrio de poder en el Extremo Oriente con acceso de China a la categoría de superpotencia mundial, algo innegable y que tiene como consecuencia inevitable una competición abierta con los EE. UU. en la esfera marítima. Una pugna que es particularmente evidente en la mitad Sudeste del Rimland de Spikman1, ver figura 1, pero que de ningún modo está limitada a ella. Los acontecimientos de los últimos años vienen a confirmar la tendencia hacia la desestabilización del sistema de equilibrios en Extremo Oriente, cuyo elemento principal desde el fin de la Segunda Guerra Mundial se era la presencia de los EE. UU. como off-shore balancer2 . Un sistema de equilibrios que se enmarcaba en un conjunto de instituciones internacionales, como ONU, que amortiguaban la competición entre estados. Sin embargo, una tendencia a la pérdida de relevancia de esas instituciones, percibidas por algunos como el instrumento de un sistema impuesto por Occidente y la aplicación cruda del principio de interés nacional en la política exterior por naciones muy poderosas, están resultando en una transformación radical del marco geopolítico global, que se antoja, cuando menos, como peligrosa.atalayar_ieee

Un contexto en el que hechos como la materialización del brexit, la pandemia de la COVID-19, la desindustrialización y división interna de las sociedades occidentales, comenzando por la propia sociedad norteamericana, el renacimiento geopolítico y militar de Rusia, la intervención turca en los conflictos en el Levante y Mediterráneo Oriental y el fiasco americano y de sus aliados en Afganistán y, en menor medida, en Oriente Medio, anuncian el final de los equilibrios mantenidos desde el final de la Guerra Fría en muchas regiones del globo. Sin embargo, el hecho definitorio del cambio global tiene que ver fundamentalmente con China, con su ascenso a la categoría de superpotencia global y la potencial sustitución del poder hegemónico americano en Asia por un orden de corte imperial chino, lo que se anticipa repleto de semillas de posibles conflictos. Un ascenso para el que Pekín utiliza todas las herramientas de poder de las que dispone, eso sí y por el momento, sin recurrir al uso abierto de la fuerza. Evitando la confrontación directa con las naciones de su entorno y con los EE. UU., todavía la potencia hegemónica en el Asia marítima, pero con su prestigio afectado por el resultado de sus campañas asiáticas. China ha desarrollado de modo sostenido a lo largo de los últimos 25 años capacidades militares, aeronavales y de misiles, que le permitirían desafiar el poder militar norteamericano en el Asia marítima.

El asombroso crecimiento y modernización en las pasadas décadas de las Fuerzas Armadas chinas, particularmente de la Marina del Ejército Popular de Liberación (MEPL) y la falta de una respuesta significativa de los EE. UU., con el refuerzo en paralelo de sus medios navales en la región, ya suscita dudas sobre la capacidad de Washington para sostener en el futuro su preponderancia militar, piedra angular de su prestigio y poder, en el Extremo Oriente3.ieee

No ha sido solo el asombroso crecimiento de la Marina del Ejército Popular de Liberación (MEPL) durante los pasados 20 años, ver tabla 1, sino la capacidad de desplegar hacia y sobre la mar una fuerza conjunta, que incluye elementos de la Fuerza Aérea (FAEPL) y de la Fuerza de Misiles (FMEPL), antiguo Segundo Cuerpo de Artillería, con el objetivo estratégico de obtener la superioridad aeronaval en la periferia marítima de China, impidiendo el acceso de potenciales rivales al territorio chino. Sin embargo, una vez alcanzada una sustancial y creíble capacidad militar en su periferia inmediata y disponiendo de los recursos necesarios, abre nuevas expectativas para China y el paso siguiente, que no sería otro que la expansión de su poder aeronaval más allá de las «cadenas de islas», resulta una poderosa tentación para Pekín, de hecho, es algo que ya está en marcha. Además, la adversa intervención norteamericana en Oriente Medio y Asia Central durante los pasados 20 años, consumió ingentes recursos y atención estratégica, brindando al régimen chino la oportunidad de incrementar sus capacidades sin despertar demasiado el interés de su mayor rival. Así, China ahora cuenta con medios y plataformas para aventurarse más allá de las «cadenas de islas» que la encorsetan estratégicamente y para plantear un desafío global del poder naval americano, tanto en las aguas del Pacífico Occidental y como al oeste de Malaca, lo que no es sino el resultado de un decidido empeño en transformarse en una potencia marítima.

El inevitable acceso de China a la condición de potencia marítima

China históricamente ha sido siempre una potencia terrestre, contenida por mares periféricos al este, desiertos áridos y junglas al oeste y sudoeste y la inmensidad de las estepas asiáticas pobladas por tribus guerreras hacia el norte. El mantenimiento de la seguridad de sus enormes fronteras terrestres, que requería enormes recursos, evitó que históricamente dispusiese de una marina de guerra poderosa, que pudiera apoyar y sostener una expansión marítima. China, rodeada de pueblos guerreros que veían en la opulencia y cultura china un botín a conquistar, ha tenido que defender sus fronteras de los ataques de los asaltos de sucesivas hordas y no siempre con éxito, las invasiones de los mongoles en el siglo XIII, dinastía Yuan y de los Manchús en el XVII, dinastía Qing, son buena prueba de ello. Sin embargo, China finalmente ha terminado asimilando a los pueblos invasores, «sinificandolos». Caso aparte es la llegada de los europeos a China a partir de finales del siglo XVIII y la posterior imposición de los llamados tratados desiguales, que establecían concesiones a las naciones marítimas europeas muy desfavorables para el país. Algo que fue posible por su entonces debilidad tecnológica y militar y que dieron lugar al conocido como «siglo de la humillación». Una historia a la que China sigue respondiendo con extrema contrariedad ante cualquier interferencia de potencias extranjeras en el país y en la que se encuentran las raíces de la actual política de Pekín de convertirse en una potencia naval para controlar su periferia marítima y así evitar potenciales intervenciones extranjeras desde la mar.

Un repaso rápido de los elementos constitutivos del poder naval de Mahan hace evidente que la expansión naval de China de las últimas décadas era y es inevitable. Así tenemos que, China dispone de un comercio exterior próspero, es la mayor economía exportadora del mundo y la segunda en volumen, ver figura 2; una enorme marina mercante, en 2020 los astilleros chinos construyeron buques por 23 257 200 toneladas y ese año la flota mercante abanderada en China alcanzó los 98 242 000 de toneladas4; una potente marina de guerra, que en número de unidades ya habría superado a la Marina de los EE. UU., aunque no en tonelaje5; una serie de bases marítimas, ya dispone de su primera base en el extranjero en Yibuti, en uso desde 2017 y el llamado «Collar de perlas» en el Índico, puertos comerciales que, sin ser bases navales dedicadas, cumplirían esa función en caso necesario, y; territorios de ultramar que proporcionen las materias primas necesarias para la industria, la expansión económica china en África y Sudamérica no sería sino una forma de colonialismo económico aplicada al siglo XXI. A nadie puede extrañar que el modelo descrito por Mahan de la expansión marítima de la Gran Bretaña del siglo XIX tenga gran similaridad con la actual expansión marítima de China, aunque con las evidentes diferencias resultado del contexto del siglo XXI6.ieee

Por otra parte, examinando las principales características que afectan al poder naval, definidas también por Mahan, encontramos en China elementos favorables y desfavorables: La situación geográfica de China, con un litoral abierto a mares contenidos por sucesivas cadenas de islas controladas por potenciales oponentes, resulta muy complicada, todas sus derrotas marítimas atraviesan aguas bajo el control de potenciales competidores; la configuración física del país es de lo más variado, yendo desde regiones desérticas en el norte, a junglas tropicales en el suroeste, pasando por la gran meseta tibetana, existe una gran concentración de urbes industriales densamente pobladas en el este, mientras que el oeste sigue concentrando a la población china más pobre; la extensión territorial de China es inmensa, en comparación con las naciones de Europa, la tercera nación más extensa del mundo con 9,6 millones de km2, lo que de por sí le otorga una gran profundidad estratégica; su población gigantesca, 1423 millones de habitantes en 2021, que con el enorme crecimiento de las posibilidades de acceso a la educación le proporcionan un grandísimo brain-power, un poder esencial en un mundo altamente tecnológico; respecto al carácter de sus habitantes, desde tiempo inmemorial el chino ha sido un pueblo comercial, aunque apenas ha utilizado la mar como una vía de expansión política, excepcionalmente habrían sido las ocasionales incursiones oceánicas del mitificado Zen He7, aunque ahora no es posible negar a China el carácter de nación marítima; finalmente, la clase de gobierno, China siempre ha estado sometida a regímenes autoritarios, hoy en día sigue bajo la dictadura del Partido Comunista, aunque desde Deng Xiaopin con una economía fundamentalmente capitalista, así el régimen se asemejaría cada vez más al finado sistema imperial, con un «emperador rojo», el secretario general del Partido Comunista Chino (PCCh)8, que concentra un enorme poder, lo que no está exento de potenciales riesgos.

La competición por la primacía en Asia

Mientras China consolidaba su transformación en un gigante económico en los primeros años del siglo, los EE. UU. se enzarzaban en conflictos sin fin en el Oriente Medio y Afganistán. Una situación que proporcionó a China y también a otros competidores de la superpotencia norteamericana, una excelente oportunidad para, sin mucho alboroto y con tranquilidad, desarrollar capacidades tecnológicas, industriales y militares que impulsaron un cambio sustancial en el poder relativo de China frente a los EE. UU., entonces indiscutida potencia hegemónica en la periferia de Asia. No es sino hasta ya entrada la segunda década de este siglo, cuando los EE. UU. comienzan a reaccionar al crecimiento del poder e influencia de China alrededor de Asia Marítima, desde el golfo de Adén hasta el mar Amarillo. En otoño de 2011, la Administración Obama emitió una serie de anuncios que indicaban la voluntad de los Estados Unidos de intensificar su papel en Asia Pacífico, particularmente en la parte sur de la región9. Sin embargo, la realidad es que los compromisos militares americanos en Oriente Medio y Afganistán durante las dos décadas pasadas y los ingentes recursos que los EE. UU. necesitaron dedicarles, dificultaron el necesario incremento de su poder aeronaval global y particularmente en la periferia del este de Asia, para así abordar la expansión marítima de China eficazmente, ver en la tabla 2 la evolución del número de buques en servicio en la Marina norteamericana. A ello se une además que la postura militar norteamericana en la región aparentemente ha evolucionado muy poco a pesar del incremento de las capacidades navales chinas, pues ante las nuevas circunstancias continúa manteniendo un despliegue muy similar al de la post Guerra Fría. A ello habría que añadir los bandazos de la Administración Trump respecto a China10 y, sobre todo, hacia los aliados americanos en la región, conspicuamente el abandono del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, conocido en inglés como Trans-Pacific Parnership (TPP), en enero de 2017.

Por su parte la transformación de China en una potencia militar moderna tiene su punto de partida en 1996, cuando a raíz de la crisis de los misiles en el estrecho de Formosa y el subsiguiente despliegue en esas aguas de dos grupos de combate de portaviones de la Marina norteamericana, se hizo claramente patente la incapacidad de la República Popular China (RPC) para responder militarmente ante una intervención de los EE. UU. en su periferia. China, desde hace 25 años, ha impulsado una profunda transformación de sus capacidades militares y de los conceptos para su empleo, lo que hoy en día ha convertido al país en una gran potencia militar, además de económica, con medios muy modernos en todos y cada uno de los ambientes de guerra y con una visión precisa de como intentaría emplearlos llegado el caso. Precisamente una parte principal del esfuerzo chino se ha dedicado a la obtención de una marina capaz, la MEPL que, a través de la evolución de los conceptos para su empleo y un exponencial crecimiento en su fuerza, ya la mayor del mundo en número de buques11, una marina que proporciona a China oportunidades impensables hace poco. Es ahora precisamente, que China posee unas capacidades antiintervención de misiles, submarina y aérea que le permitirían conseguir el control, al menos negativo, de sus mares periféricos y cuando además cuenta con una gran flota de buques modernos de todas clases y medios de proyección, cuando Pekín puede plantearse dar un paso más y disputar a su principal competidor estratégico, los EE. UU., la primacía naval más allá de las cadenas de islas, en el Pacífico y alrededor del sur de Asia.ieee

China desde los tiempos de la constitución de la RPC, en 1949, ha experimentado una auténtica revolución en su aproximación al mundo marítimo, transformándose desde una potencia continental, cerrada al mar y con escasísimos medios navales, a su actual condición de potencia marítima, por su enorme comercio, industria naval y numerosa y moderna marina de guerra. La transformación naval China ha seguido un proceso ordenado de menor a mayor capacidad, sustentado en un crecimiento exponencial de los recursos disponibles. Una transformación que también ha transformado la visión geopolítica propia de la nación china, desde una potencia terrestre auto contenida, al de una nación marítima global. Todo ello ha ido acompañado por el desarrollo de sucesivos conceptos de empleo de la fuerza naval, desde una defensa elemental con medios navales de la franja costera, pasando por la «defensa activa»12 en los mares cercanos, una adaptación al ámbito naval de la interpretación maoísta de la guerra defensiva de Clausewitz, impulsada por el fallecido almirante Liu Huaqing13, para finalmente expandir el concepto de defensa activa al Pacífico Occidental, más allá de las cadenas de islas. Sin embargo, llegado el momento actual, con el despliegue de agrupaciones navales chinas en casi todos los mares del globo14, aunque todavía eventual y la disponibilidad de grandes capacidades navales, que continúan creciendo a un ritmo acelerado15, estaríamos ante un posible nuevo y ambicioso concepto de operaciones de la MEPL, todavía por desarrollar plenamente, pero implícito en el continuo crecimiento de sus capacidades de todo tipo.

Consecuencias en el Asia marítima de la expansión de China

La extensión del poder marítimo de China en su periferia inmediata la ha llevado a incontables choques de intereses con sus vecinos de más allá de la mar, en el mar de la China Meridional, desde Vietnam a las Filipinas, pasando por Malasia y Brunéi, en el mar del este de China, fundamentalmente con Japón. En el mar de la China Meridional, Pekín ha ido ocupando accidentes geográficos deshabitados, como Fiery Cross Reef, o el Bajo de Masinloc (Scarborough Shoal), utilizando en principio sus agencias marítimas civiles, con los apoyos de su enorme flota pesquera en el área. Una vez que ha asegurado su posición y al no estar las naciones ribereñas dispuestas a responder con contundencia, los ha fortificado e incluso en algunos establecido auténticas bases militares, ver figura 3. Algo que ha llevado a cabo poco a poco y procurando antagonizar lo justo con las naciones directamente perjudicadas, hasta establecer la soberanía de facto sobre esas islas e islotes mediante la presencia militar permanente en el área, con objeto de establecer un control efectivo del espacio marítimo. Ocupaciones territoriales a las que los EE. UU. se han opuesto diplomáticamente, aunque no es hasta 2015 cuando Washington comenzó a retar a la expansión china sobre el terreno, con las operaciones de «libertad de navegación» en el mar de la China Meridional, en las que buques de guerra norteamericanos y también de otras naciones cruzan por aguas que la RPC considera de su soberanía16. Sin embargo, en el mar del este de China, la reclamación por Pekín de las islas Senkaku/Diaoyu, actualmente bajo soberanía japonesa, ha seguido una línea más abiertas de confrontación, simplemente reclama a Japón la soberanía de las islas y ejerce toda la presión posible, mediante sus agencias estatales marítimas y su flota pesquera, lo que ha dado lugar a importantes incidentes. A ello Japón ha respondido con determinación, mediante la utilización de medios proporcionales a los chinos y manteniendo una determinación creíble sobre su intención de defender su soberanía sobre esas islas, no se puede pasar por alto que el contencioso de las Senkaku/Diaoyu tiene el potencial necesario para ser el iniciador de un conflicto entre China y Japón.ieee

Sin embargo, en el mar del este de China la isla de Taiwán, la antigua Formosa, es indudablemente el principal problema estratégico de la RPC, a 90 millas del continente, intercepta las derrotas marítimas norte-sur y permite bloquear la salida al Pacífico desde algunos de los principales puertos chinos, restringiendo la capacidad de control de China sobre las aguas de su periferia. Además, la integración de la isla en la RPC es el principal objetivo nacional de Pekín, que no ha renunciado a dar una solución militar a la cuestión17. La isla, parte central de la primera cadena de islas, entre las japonesas Ryu Kyu al nordeste y las Filipinas al sudeste, una vez bajo control de Pekín permitiría la salida de la Flota de la MEPL a las aguas abiertas del Pacífico sin tener que atravesar aguas bajo el control de rivales. Además, la independencia de la isla constituye un desafío permanente para la Pekín, que considera a Taiwán un territorio irredento que debe reintegrarse en la RPC, manteniendo que en caso necesario utilizará la fuerza para conseguirlo18. Es precisamente un potencial conflicto por Taiwán la principal amenaza de desestabilización de toda la región, una vez que China concluya que es el poder dominante en Asia, la puerta a una integración forzosa de la antigua Formosa en la RPC estaría abierta. El nuevo poder de China, incluido el militar, abre nuevas oportunidades y con ello la tentación de usar la fuerza crece19.

Indudablemente una intervención militar de la RPC en Taiwán requeriría una fuerza militar abrumadora y muy posiblemente estaría precedida por acciones de presión de todo tipo, para forzar a que la isla declarase su independencia, obteniendo así el PCCh el argumento legal para intervenir. Precisamente la capacidad militar de China en la región es hoy en día sin duda la mayor de todas las naciones de Asia, dispone de las FF. AA. más numerosas del mundo y además muy modernas. En el aspecto naval, determinante en una intervención en Taiwán su flota sigue creciendo a un paso impresionante, entre 2015 y 2021 su ritmo de entrada en servicio de unidades triplicó al de la Marina norteamericana20, que potencialmente sería su mayor adversario. Los EE. UU., desde que el Congreso en 1979 aprobase la Taiwan Relations Act, mantienen un compromiso tácito de intervenir en defensa de la isla, en caso de un intento de modificar su estatus unilateralmente. Una intervención militar de la RPC en Taiwán necesitaría en primer lugar asegurar la libertad de acción de las FF. AA. chinas frente a los EE. UU. y sus aliados, China lleva años desarrollando capacidades antiintervención para ello, bajo el concepto maoísta de «defensa activa» y que trata de desgastar sucesivamente las fuerzas navales de sus contrarios, hasta que resulte inasumible intervenir contra China. Sin embargo y además de ello, China también debe asegurar no quedar bloqueada por sus potenciales adversarios, ya que toda su periferia marítima está contenida por penínsulas e islas bajo el control de sus potenciales oponentes, Japón y las naciones de a las que ha estado atropellando en el mar del sur de la China.

Elementos coadyuvantes del equilibrio de poder en el Extremo Oriente

Como se ha visto la enorme expansión marítima de China, en capacidades y medios de todo tipo, destacando los navales, está transformando el equilibrio en la región a paso rápido y si no fuera por determinados elementos adicionales que suportan el poder de los EE. UU. en el Asia marítima, posiblemente estaríamos ya ante una China como potencia hegemónica en el Este de Asia. El primero de esos elementos no es otro que el sistema de alianzas que sostiene la presencia norteamericana en Asia y sobre todo la existente con Japón, que además de ser la tercera economía del globo, cuenta con una extensa marina mercante y la tercera fuerza naval del mundo. Igualmente, las Filipinas, aunque con un peso militar insignificante y que mantuvo fuertes discrepancias con la pasada administración Trump sobre China, todavía mantiene un tratado de defensa con Washington, aunque su principal activo es la posibilidad del uso de su territorio por las FF. AA. norteamericanas. Australia por su parte con una excelente y moderna marina, proporcionaría profundidad estratégica en un potencial conflicto con China. Además, Vietnam y Malasia, aunque no son aliados formales de los EE. UU., son las naciones, junto con Filipinas, que han sido principalmente perjudicadas por la apropiación china de aguas y accidentes naturales en el mar de la China Meridional. Mientras, Singapur alberga una base con presencia de unidades de la Marina norteamericana, la base naval de Changi. Taiwán, hoy en día el punto más volátil y peligroso en el equilibrio geopolítico del Extremo Oriente, depende para su seguridad de las garantías que le proporcionan los EE. UU., las cuales solo valdrán mientras sean creíbles, tanto por la determinación de ejecutarlas, como por la disponibilidad de capacidades para llevarlas a término. Todo ello sin olvidar la convergencia estratégica de la India y los EE. UU. en el Índico, un problema para la expansión naval china en ese océano.

Otro de los elementos que sostienen el equilibrio en la región, es decir la todavía primacía norteamericana alrededor de Asia, es la ya tratada geografía de la región, China para conseguir el control de sus accesos marítimos necesita imperativamente romper el doble cerco al que la someten las dos cadenas de islas y que, hoy por hoy, resulta en manos de potenciales oponentes. Ello exigiría unos recursos y capacidades muy superiores a las que necesita para ejercer el control de las aguas en su periferia marítima. En caso de un conflicto, una China bloqueada dentro de las cadenas de islas, entre los estrechos de Tsushima y Malaca, estaría condenada a la ruina, aislada de sus fuentes de materias primas y excluida del comercio marítimo mundial. De ahí la imperante necesidad de dotarse de capacidades para actuar en la mar y sobre la mar que resulten abrumadoras para sus potenciales contrarios, capacidades que estaría en vías de obtener, los misiles antibuque DF-26 y el crecimiento del número de sus grandes unidades navales de combate, submarinas y de superficie son buena prueba de ello. Precisamente el caso de Taiwán es el mejor ejemplo de esa necesidad de una fuerza abrumadora, ya que si China elige la opción militar necesitaría movilizar una enorme fuerza anfibia, naval y aérea, lo que indudablemente no pasaría desapercibido para sus potenciales adversarios, imposibilitando una acción por sorpresa. De fallar en un potencial intento de invasión por sorpresa, la RPC difícilmente podría llevar a cabo un segundo intento, o prolongar el asalto, sin muy posiblemente provocar hostilidades generalizadas en la región. Igualmente, la presencia de tropas y bases norteamericanas en las cadenas de islas, desde Guam, territorio soberano americano, al archipiélago japonés y Singapur y las fuerzas navales norteamericanas desplegadas en la región, con el portaviones USS Ronald Reagan basado en Yokosuka, Japón, continúan constituyendo un elemento equilibrador principal de la expansión de China hacia las aguas del Indico y Pacífico. Un equilibrio que al Oeste de Malaca refuerza la presencia naval de La India, con una marina muy significativa, aunque muy lejos de la MEPL en capacidades

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Finalmente, por el momento se echa de menos un elemento más para equilibrar la expansión de China en el Asía marítima, un concepto operativo combinado fundamentalmente entre los EE. UU. y Japón, ambas naciones están unidas por un tratado de seguridad21, para facilitar en caso necesario la consecución del control negativo de los mares que rodean china, una respuesta al concepto antiintervención chino. Ello requeriría el despliegue en las cadenas de islas de misiles crucero y balísticos IRBM antibuque22, el empleo de submarinos y de aviación, suplementado con sistemas de vigilancia satélite y redes de vigilancia con medios no tripulados, aéreos, de superficie y submarinos, para así contrapesar el incremento de capacidades militares chinas en las aguas interiores a las cadenas de islas. Sin embargo, eso es algo que se antoja por el momento complicado, así cuando los EE. UU. manifestaron en 2020, después de su salida el año anterior del Tratado INF, la posibilidad de desplegar misiles en las cadenas de islas, inmediatamente se alzaron opiniones en contra, Australia y Filipinas negaron que los misiles se pudieran desplegar en su territorio y en Japón, el gobernador de Okinawa rápidamente se opuso a la instalación de misiles americanos en su isla23. Por el momento, las fuerzas norteamericanas y japonesas siguen enfrentándose a la creciente capacidad militar china, actuando cada cual como mejor le parece, con lo que se estaría perdiendo la ocasión de establecer un importante elemento equilibrador del crecimiento del poder chino en la región. En este punto no se pueden olvidar los efectos negativos que tuvo la política de América Primero del presidente Trump en la confianza hacia los EE. UU. de sus aliados asiáticos, desde la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés), hasta la exigencia de pagos a Japón y otras naciones por el despliegue en sus territorios de tropas norteamericanas24, lo que indudablemente contribuyó a erosionar la solidez de la alianza con los EE. UU. y a impulsar a esas naciones a actuar por su cuenta.

Las perspectivas del cambio

Sobre la transformación de los equilibrios en el este de Asia se ha escrito mucho y se han hecho y hacen a diario los más variados vaticinios, algunos, escasísimos, resultarán acertados y mientras que otros muchos errarán, de ahí que la debamos contentarnos con el conocimiento del presente, del que solo podemos hacer una proyección hacia el futuro a través de la historia pasada. El futuro de la competición por el dominio del Asia marítima, como todos los futuros, es incierto y ello es en parte consecuencia de que al final todos los procesos en el ámbito de la política internacional están determinados por decisiones humanas, muchas veces desacertadas e incluso desatinadas, el caso que nos ocupa no va a ser distinto. Tampoco remontándose a la historia y en este caso muy antigua, se adivinan grandes diferencia entre las tensiones en el Extremo Oriente y lo acontecido 2500 años atrás entre Atenas y Esparta y que tan apropiadamente describe Tucídides en su historia de las guerras del Peloponeso. Una potencia continental surge en el este de Asia con ambiciones globales y se encuentra frente a la gran potencia establecida de carácter fundamentalmente marítimo, que bloquea su expansión más allá de su periferia. El potencial conflicto, al que ahora se ha puesto de moda llamarle la «trampa de Tucídides», aparentemente resultaría inevitable, aunque los elementos de miedo, prestigio e interés de la relación entre ambas partes, derivados de la propia condición humana siempre van a modular el alcance y el carácter del eventual conflicto. Sobre todo, cuando los principales rivales de ese conflicto por suceder, China y los EE. UU., disponen de armas nucleares, una característica que ignoran muchos de los análisis sobre la cuestión y que este tampoco toca, no hay que olvidar que su existencia disuadió a las dos grandes potencias de la post Guerra Mundial de iniciar guerras abiertas entre ambos. En el caso de China y los EE. UU. y en principio, la existencia de armas nucleares debería resultar en un intento de las dos partes por no antagonizar más allá de las líneas que marcan sus intereses vitales, manteniendo un cierto equilibrio variable que evite el enfrentamiento abierto entre los dos posibles oponentes. Aunque de cualquier forma parece inevitable que China seguirá creciendo militarmente y especialmente en el ámbito naval, mientras que para los EE. UU. todavía no es evidente una determinación para reforzar su despliegue naval en el Este de Asia, para así mantener una clara superioridad aeronaval frente al crecimiento de las capacidades militares chinas. Una situación que de extenderse y agravarse pudiera resultar en un desequilibrio tal que China se viese tentada a tomar iniciativas militares, particularmente en Taiwán o Senkaku/Diaoyu, con el riesgo de incendiar toda la periferia marítima de Asia, desde el mar Amarillo hasta el mar Rojo. Particularmente si el muy reciente fiasco americano en Afganistán impulsa a China, u otros actores internacionales, a infravalorar la determinación y capacidad de respuesta norteamericana ante una crisis en el Extremo Oriente.

No se debe pasar por alto que una razón principal para la retirada norteamericana de Afganistán es precisamente la imprescindible liberación recursos y atención estratégica para hacer frente a la expansión de China en su periferia, una retirada que tampoco sería de extrañar que se extendiese a otras regiones del globo. No se puede olvidar que nuevas capacidades abren nuevas oportunidades y para aprovecharlas siempre es necesario asumir riesgos desconocidos, algo que en el dominio de la guerra resulta muy peligroso.

Alejandro MacKinlay
Capitán de Navío (Reserva)

Referencias:

1 Nicholas Spykman (1893-1943) profesor y geopolítico estadounidense. Propuso la teoría del Rimland, contraponiendo, o mejor complementando la teoría de la Tierra Corazón (Heartland) de Mackinder. Para Spykman el Rimland, las áreas costeras y litorales de Eurásia, es donde se encuentra la clave para el control de la Isla Global (World Island), no en la Tierra Corazón de Makinder.

2 El off-shore balancer es un concepto surgido del comportamiento de una gran potencia marítima, originariamente la Gran Bretaña, que por medio de su apoyo a potencias regionales trata de impedir la aparición de potencias hegemónicas potencialmente hostiles. El gran off-shore balancer de nuestra época, los EE. UU., actúa fundamentalmente desde posiciones extracontinentales y concentrando sus capacidades en la mar en tres regiones clave del mundo: Europa, el golfo Pérsico y el Indo-Pacífico.

3 AUER, James E. y LIM, Robyn. “The Maritime Basis of American Security in East Asia”, Naval War College Review, vol. 54, no. 1, 2001, pp. 39-58. JSTOR. Disponible en: www.jstor.org/stable/26391125 (consultado 12/08/2021)

4    Datos    según:    UNCTADSTAT.    Disponible        en: https://unctadstat.unctad.org/CountryProfile/MaritimeProfile/en-GB/156/index.html    (consultado 21/08/20219.

5 El conjunto de buques de la MEPL habría alcanzado en 2020 un desplazamiento total de 2,6 millones de toneladas, frente a los más de 4 millones de toneladas de la Marina norteamericana.

6 BROOK, Timothy. The Great State, HarperCollins, New York, 2020, pp. 282-286.

7 Zheng He fue un eunuco de la corte imperial Ming, que en el siglo XV realizó siete expediciones al mando de una gran flota comercial, durante las cuales atravesó el Índico, llegando a visitar el África Oriental. Los viajes de Zheng han sido incorporados a la historia naval china, como referencia principal de una mítica tradición naval. YOSHIHARA, Toshi y HOLMES, James R. “Red Star over the Pacific”, Naval Institute Press Annapolis, 2010, pp. 161-168.

8 En marzo de 2018, la Asamblea Popular Nacional de China, enmendó la Constitución para eliminar el límite de dos términos de X años para el puesto de presidente de la RPC, mandato que recae en el secretario general del PCCh, lo que permite a Xi Jinping y sus eventuales sucesores perpetuarse en el poder.

9 U.S. Congress. Pivot to the Pacific? The Obama Administration’s “Rebalancing” Toward Asia, Congressional Research Service (CRS) Washington, 28/03/2012 (consultado 12/08/2021).

10 GORDON, Philip H. y STEINBERG, James. “Trump’s Flip-Flops on China Are a Danger to National Security", Foreign Policy, 29/07/2020

11 Erickson, ANDREW S. “A Guide to China's Unprecedented Naval Shipbuilding Drive”, The Maritime Executive, 11/02/2021. 

12 NAN, Li. “The Evolution of China's Naval Strategy and Capabilities: From ‘Near Coast’ and ‘Near Seas’ to ‘Far Seas’”, Asian Security, 2009, 5:2, pp. 144-169. Disponible en: https://doi.org/10.1080/14799850902886567 (consultado 10/08/2020).

13 El almirante Liu Huaqing está considerado el padre de la moderna MEPL, consiguiendo que la MEPL se apartase de la idea de ser una fuerza auxiliar del EPL y estableciendo las bases para su trasformación en una fuerza oceánica. El almirante Liu fue comandante de la MEPL desde 1982 a 1988, en 1992 entró a formar parte del Comité Permanente del Politburó y fue nombrado vicepresidente de la Comisión Militar Central, falleció en 2011.

14 FANELL, James E. “China’s Global Navy”, Naval War College Review, Vol. 73 [2020], No. 4, Art.4, U.S. Naval War College Digital Commons, 2020 (consultado 10/08/2021).

15 "How is China Modernizing its Navy?", Center for Strategic & International Studies (CSIS), China Power Team. 17/12/2018, actualizado 25/08/2020

16 La U.S. Navy comenzó en octubre de 2015 a realizar esa clase de operaciones en el mar del sur de la China, con el tránsito del DDG USS Lassen por aguas de las islas Spratly, desde entonces buques de guerra americanos continúan llevando a cabo ese tipo de operaciones, a las que se han unido las Marinas de Japón, Australia, el Reino Unido y Francia

17 STAVRIDIS, James. “Four Ways a China-U.S. War at Sea Could Play Out”, Bloomberg, 25/04/2021. Disponible en: https://www.bloomberg.com/opinion/articles/2021-04-25/u-s-china-sea-war-could-spread- to-japan-australia-india (consultado 07/07/2012).

18 El 14 de marzo de 2005, el Congreso Nacional del Pueblo aprobó la «ley contra la secesión» que establece la base legal para que la RPC emprenda acciones militares para obtener la soberanía sobre Taiwán si esta declara formalmente su independencia.

19 El almirante Phil Davidson, comandante del Mando Indo-Pacífico de los EE. UU., declaró en audiencia ante el Senado en marzo de 2021 que China podría intentar tomar el control de Taiwán a finales de la década presente. SHELBOURNE, Mallory. “Davidson: China Could Try to Take Control of Taiwan In ‘Next Six Years’”, USNI News, 09/03/2021. Disponible en: https://news.usni.org/2021/03/09/davidson-china- could-try-to-take-control-of-taiwan-in-next-six-years (consultado 05/07/2021)

20 En 2016, entraron en servicio en la MEPL 18 barcos y en 2017 otros 14, mientras la Marina norteamericana obtuvo 5 barcos en 2016 y 8 en 2017. Datos según: CSIS China Power Project, How China is modernizing its Navy. Disponible en: https://chinapower.csis.org/china-naval-modernization/ (consultado 27/08/2021).

21 Tratado de Cooperación y Seguridad Mutua entre Japón y los EE. UU., firmado el 08/09/1951 y revisado el 19/01/1960, su artículo V tiene una redacción similar a la del artículo V del Tratado de Washington.

22 NAKAMURA, Ryo. “US considers midrange missile deployment in Asia to counter China”, Nikkei Asia, 15/08/2020. Disponible en: https://asia.nikkei.com/Editor-s-Picks/Interview/US-considers-midrange- missile-deployment-in-Asia-to-counter-China (consultado 12/07/2021)

23 CLOUD, David. “U.S. seeks to house missiles in the Pacific. Some allies don’t want them”, Los Angeles Times, 10/06/2020. Disponible en: https://www.latimes.com/politics/story/2020-06-10/pentagon-to-build- up-missiles-in-western-pacific-to-combat-chinas-expansion (consultado 01/07/2021)

24 NUSSEY, Sam. “Trump asks Japan to hike payments for U.S. troops to $8 billion”, REUTERS, 16/11/2019, disponible en https://www.reuters.com/article/us-japan-usa-idUSKBN1XQ06F (consultado 10/08/2021).

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