Los muros de la ciudad antigua, conocida por su arquitectura tradicional y sus callejuelas que serpentean hacia arriba o abajo, son como un bazar al aire libre para cientos de turistas

Chefchaouen, la “perla azul” de Marruecos que un día fue blanca

photo_camera AP/MOSA’AB ELSHAMY - Medina de Chefchaouen, una pintoresca ciudad conocida por sus casas y callejones pintados de azul, en el norte de Marruecos

La ciudad marroquí de Chefchaouen, convertida en uno de los símbolos turísticos de Marruecos, ha sido testigo en los últimos años de un curioso cambio en el color del exterior de sus casas, que han dejado de ser blancas para teñirse de un azul cada vez más oscuro, una imagen con la que no todos sus habitantes parecen estar de acuerdo.

Incluso vista desde lejos, esta ciudad de la parte oeste de la cordillera del Rif, ya sorprende por el azul, color que predomina en los muros exteriores y en las azoteas de las casas, y esta tonalidad va ganando terreno una vez dentro de sus calles, adornadas con productos de artesanía y perfumadas por el olor a té con hierbabuena y a "besara", gachas de habas típicas de la zona. Tampoco falta el olor al hachís, reclamo que tradicionalmente ha atraído a muchos turistas de la onda hippie. Los muros de la ciudad antigua, conocida por su arquitectura tradicional y sus callejuelas que serpentean hacia arriba o abajo, son como un bazar al aire libre para cientos de turistas que pasean por sus calles empedradas mientras regatean por babuchas de cuero, chilabas, bolsos, sombreros de paja, alfombras y adornos de madera fabricados por los artesanos locales.

Mohamed Saad Alami, quien fue alcalde de Chefchaouen durante 20 años, explicó a Efe que el criterio estético de los vecinos de la ciudad empezó a cambiar a finales de los años 90 por razones comerciales, ya que antes los colores que caracterizaban esta población eran el blanco y el azul muy suave con que los vecinos enjabelgaban sus casas.

Tradicionalmente, la parte exterior de las casas en Chefchaouen se pintaba de blanco, pero la parte inferior de la pared, hasta una altura de dos metros, siempre se pintaba de un azul muy claro, color que se conoce localmente como “nila”, palabra tal vez emparentada con el “añil”. Este color era resultado de la mezcla de unas gotas de tinte azul con la cal, y la parte inferior pintada de esta tonalidad era “al waqfa” (la altura del ser humano cuando está de pie), llamada así porque era el espacio que alcanzaba a pintar la mujer, responsable de esta tarea, y que era la suma de su altura y de la extensión alcanzada por su brazo.

“Algunos bazares que vendían artesanía a los turistas se empeñaron en pintar sus fachadas de azul en tonalidades oscuras para distinguirse de las demás tiendas y llamar la atención de los visitantes de la ciudad. Así empezó todo este cambio”, precisó Alami. Al ver que esa idea funcionó, el resto de las tiendas optó por los mismos colores, que a continuación fueron adoptados por las viviendas particulares. “A algunos les gustó la idea y a otros, no. Para mí este cambio no tiene sentido y daña la estética de la ciudad: habría sido mejor mantener un estilo auténtico y unificado”, subrayó Alami.

Debido a que la ciudad, rodeada por un paisaje de verde vegetación y arroyos, se encuentra en una zona remota, su único potencial económico es el turismo y la artesanía, y todos los esfuerzos se pusieron en el desarrollo de esos dos sectores.

Una mujer camina a lo largo de un pequeño callejón en la ciudad marroquí noroccidental de Chefchaouen, en las montañas del Rif
El azul llama a los turistas

Nabil Chlieh, concejal del Ayuntamiento de Chefchaouen, explicó a Efe que, efectivamente, el Pacto de Urbanismo, aprobado por el Consejo Municipal en 2006, estipula que los colores estándar de las paredes de la localidad son el blanco y el azul claro, además del color tierra del adobe en el caso de los edificios antiguos. Sin embargo, Chlieh añade que la tendencia hacia el color azul oscuro ha ido yendo a más hasta que en 2010 el Ayuntamiento adoptó esos cambios y bautizó a Chefchaouen con el nombre de “Perla Azul” como marca distintiva para la promoción turística de la ciudad.

Agregó que esa nueva política oficial atrajo a más turistas, chinos sobre todo, y a fotógrafos y documentalistas importantes que se convirtieron en embajadores de la ciudad organizando exhibiciones y proyecciones por todo el mundo.

En las calles de la ciudad antigua hay más visitantes asiáticos que en cualquier otra ciudad marroquí por lo que las autoridades locales intensificaron sus campañas para centrarse en el turismo chino y japonés. El pasado mes de febrero, la ciudad de Chefchaouen, visitada en 2018 por más de 30.000 turistas chinos, engalanó sus calles con 1.500 faroles rojos para celebrar la fiesta de la primavera china, una de las cuatro festividades milenarias más importantes de ese país asiático, un detalle impensable en otras ciudades marroquíes.

Algunos turistas chinos fueron consultados por Efe sobre su interés por esta localidad. Un joven, en vacaciones de fin de año, dijo: “Estudio en una universidad española, estoy aquí porque me gusta Chefchaouen por su color azul, algo que no tenemos en China”. De hecho, Chefchaouen tiene un convenio de hermandad desde 1987 con la ciudad china de Kunmíng, capital de la provincia de Yunnan, en el sur del país, lo que despertó el interés de los habitantes de esa urbe (casi 3 millones de personas) por visitar la ciudad marroquí, según contó Alami a Efe.

Un pequeño callejón en la ciudad marroquí noroccidental de Chefchaouen, en las montañas del Rif
Proteger el estilo andalusí sin resistirse a la evolución

A Chefchaouen la han llamado también “la pequeña Granada”, en referencia a las características urbanísticas andalusíes de la localidad que la asemejan a los llamados "pueblos blancos" de la vecina Andalucía (sur de España).

El origen del azul es andalusí, según Chlieh, ya que fueron los moriscos quienes construyeron Chefchaouen hace 400 años, y de hecho el barrio más antiguo de la población se llama “Rif al Andalus” (los aledaños de Al Ándalus) en alusión al origen de sus primeros habitantes. “Somos los protectores de esa identidad andalusí, pero no nos oponemos a su evolución”, precisó el concejal.

A principios de cada primavera, el Ayuntamiento de Chefchaouen organiza en los últimos años una campaña de voluntariado para pintar las paredes de la ciudad en la que participan sus habitantes y también turistas que vienen exclusivamente para el evento. El azul se extendió fuera de la ciudad, y paseando por las rutas rurales que llevan a las colinas cercanas se puede distinguir ese color en algunas casas de campesinos e incluso en tumbas dentro de los cementerios.

Según los responsables locales, las calles de la ciudad antigua de Chefchaouen, cuyo pavimento a veces también está pintado de azul, han conseguido clasificarse entre las diez más bellas del mundo después de su participación este mes en un concurso organizado por la web internacional “Expresso”. Hace tres meses, la revista británica Wanderlust incluyó a Chefchaouen entre las doce ciudades más bellas del mundo gracias a sus fachadas azules y sus pintorescas callejas.

Una mujer camina por la Medina de la ciudad marroquí noroccidental de Chefchouen, en la región norte del Rif
Una revolución según parámetros antropológicos

El antropólogo estadounidense Edward T. Hall ha estudiado este fenómeno en su obra clásica “El lenguaje silencioso” (1959). Según su planteamiento, el cambio de colores de una ciudad, como el caso de Chefchaouen, sería “revolucionario”, porque los niveles “técnicos” de una cultura, como los modelos de urbanización, son los más resistentes al cambio.

Hall pone el ejemplo de una artesana india llamada María, la más famosa en su dominio en Nuevo México, en Estados Unidos, descendiente de una familia que se dedica a la alfarería desde hace más de quince siglos, que siempre trabajaron de la misma manera y usando el mismo color: el rojo. Un día, por error el rojo salió negro, algo “espantoso” para los indios, dice Hall, pero el comerciante que vendía los productos de María en la comunidad blanca se llevó con él dos de esas piezas negras “defectuosas”, en concreto dos fuentes de cocina, que de forma inesperada se vendieron antes de llegar al mercado. Desde entonces, el gremio de María comenzó a fabricar más fuentes de color negro convirtiéndose así en el grupo de alfareros más famoso por sus piezas de ese color, y abandonaron de forma definitiva el rojo. El mismo proceso está en marcha en el Chefchaouen marroquí.
 

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