Locutora de radio

Kamil Ahmed

photo_camera kamil02-2

El futuro personal y profesional de Kamil Ahmed (Somalia, 1999) depende del Gobierno de Kenia, que ha anunciado el cierre, en junio de 2022, de los campos de refugiados de Kakuma y Dadaab, donde viven cerca de 420.000 personas, principalmente somalíes.

Dadaab es uno de los campos más antiguos del continente, y durante mucho tiempo ha sido el más grande del mundo. Convertido ahora en objeto de discusión, mientras el presidente Uhuru Kenyatta se obstina en cumplir con su promesa de cerrar sus puertas, sus habitantes comienzan a barajar las opciones de volver a Somalia o ser reubicados en algún país limítrofe.

Entre los miles de personas que se enfrentan a ese dilema se encuentra Ahmed, que llegó allí con su madre en 2008, después de que su padre fuera asesinado en Mogadiscio. “Perdí a mi padre, me tuve que ir de mi pueblo, de mi escuela”, recuerda la joven, quien añade que, no obstante, fue capaz de encontrar “paz y esperanza en Dadaab, y enseguida me matriculé en la escuela”.

Con nueve años, lo que Kamil escuchaba en la frecuencia modulada de los pequeños aparatos de radio que acompañaban a infinidad de familias en Dadaab no era más que una banda sonora extraña y ajena para una niña. Aquel hilo de palabras era Star FM ­Radio Gargaar, la emisora de radio del campo.

Los días comenzaron a acercar a aquella niña al mundo de las ondas. Cuando ­Ahmed terminó Primaria se matriculó “en un programa para jóvenes de un año de duración ofrecido por el Consejo Noruego para Refugiados. Allí aprendí las nociones básicas del periodismo”. Y poco después comenzó su vínculo con Radio Gargaar, que en somalí significa “ayuda”. Los programas de la emisora, en los que predomina la información de servicio, hacen justicia al nombre bajo el que emiten cada día. Un contenedor, en el que un día puede que llegara ayuda humanitaria a Dadaab, se ha convertido en el poco glamuroso pero efectivo estudio desde el que Ahmed se dirige a un público que, en la actualidad, supera los 200.000 oyentes potenciales.

La joven somalí ha sido durante mucho tiempo la única mujer en Radio Gargaar, algo que no ha sido bien asumido por parte de los habitantes del campo, que entienden que está quitando el trabajo a un hombre y que debería dejar la radio y casarse. Sobre esto, la locutora somalí ha dicho: “Estoy orgullosa de mi trabajo, por el que mucha gente me respeta. Pero hay otras personas a las que no les gusta lo que hago. Me presionan mucho, pero cuando me insisten en que me case yo me río y no les doy importancia”.

Su voz, junto a la del resto de compañeros de la emisora, se antoja fundamental en los próximos meses, en los que se juega el futuro de Dadaab y, sobre todo, de los miles de personas que viven allí. “El cierre inminente del campo –ha dicho– ha afectado a todo, nuestros comercios, nuestro sustento…. La radio es importante para estar atentos a las cambiantes decisiones políticas del Gobierno de Kenia”. Ella, sin embargo, parece tenerlo claro. Intuye, o desea, un futuro en Somalia. Quiere estudiar y ejercer el periodismo en su tierra, a pesar de los peligros que corren los colegas en el país. “Sé lo peligroso que es para alguien como yo, pero quiero regresar. Mi madre nunca me permitiría poner en riesgo mi vida, así que tengo que esperar en este campo, que parece una cárcel”. El futuro será Somalia. El presente, de momento, se llama Star FM Radio Gargaar.


Ilustración: Tina Ramos Ekongo
 

Plus dans Société