AUKUS, trasfondo de un tratado

joe biden eeuu

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El anuncio del acuerdo alcanzado por EE. UU., Reino Unido y Australia, conocido como AUKUS, ha supuesto una sorpresa y la constatación del giro del centro de gravedad geoestratégico hacia la región Asia-Pacífico. La base del acuerdo la conforma la fabricación de una flota de entre 8 y 12 submarinos de propulsión nuclear para la Royal Australian Navy. Sin embargo, la entrada en servicio de estos no será antes de finales de esta década, y un proyecto de tal envergadura no está exento de problemas. El documento analiza las motivaciones de sus firmantes, el impacto en la pugna entre EE. UU. y China. Repasa el Concepto Operativo Integrado (IOpC), diseñado por Reino Unido, así como las posibles consecuencias tanto para los firmantes como para otras organizaciones supranacionales.

Introducción

El anuncio por parte de EE. UU., Reino Unido y Australia de la firma del acuerdo conocido como AUKUS ha supuesto una sorpresa y es un acontecimiento de mayor importancia de la que aparenta. Ello le hace merecedor de un estudio más en profundidad. 

¿Qué implicaciones tiene este acuerdo? Para poder centrar el asunto identificaremos a los principales afectados además de los firmantes: China, y Francia. Cada uno de ellos por diferentes motivos. Pero también son objeto de las consecuencias de dicha alianza entidades supranacionales como la OTAN y la Unión Europea. 

Esta nueva alianza materializa con hechos y definitivamente, ese cambio del centro de gravedad geopolítico del que durante tanto tiempo se ha estado hablando. El centro de los mapas ya no es ocupado por la vieja Europa y el Mediterráneo. El foco central se ha trasladado a la región Asia-Pacífico. 

El principal oponente de la que hasta el momento es la primera potencia mundial ya no es Rusia. Ahora es China quien disputa ese título a EE. UU. Y no solo en el plano militar, sino en el económico, que es a la postre el fundamental y el que marca los movimientos políticos, sociales y militares. Y ese es precisamente el talón de Aquiles que poco a poco ha ido socavando la posición de Rusia. Su potencia y proyección económica no se acerca ni de lejos a la del gigante asiático. Aunque esto no quiere decir que su papel se torne irrelevante. En el entorno eurasiático, Rusia tiene mucho que decir, y es ahí donde se encuentra su posición natural. Tal vez no como la superpotencia a la que aspiraba en tiempos de la Unión Soviética, pero sí como elemento protagonista y referente en toda la región. Eso dejando por el momento de lado el Ártico, pues ahí sí que el papel de Rusia es protagonista y lo que allí suceda afectará indudablemente y de forma principal al escenario que ahora nos ocupa. 

En la región Asia-Pacífico, además de los importantes aspectos económicos ligados a las principales rutas marítimas que la recorren y a la presencia de importantes yacimientos petrolíferos y de gas aun sin explotar, confluyen otra serie de intereses geopolíticos: diversas reclamaciones territoriales sobre un conjunto de islas que crean una interesante amalgama de intereses cruzados entre China, Japón y Corea no siempre en la dirección que inicialmente cabría imaginar. 

También se dan situaciones como la «oficialmente» inconclusa guerra entre las dos Coreas y la permanente amenaza de un régimen como el de Pyongyang. Y, como colofón, el contencioso por Taiwán, que podría considerarse por diversos motivos como el más que probable epicentro del futuro devenir de los acontecimientos. 

Esta es a grandes rasgos la foto fija de los principales elementos que convierten a la región en un punto clave. Pero profundizando más en cada uno de ellos descubrimos como sus ramificaciones van más allá y como una desestabilización de la zona tendría consecuencias inmediatas a nivel mundial.

El tratado AUKUS

La primera consecuencia de esta nueva alianza es duda la pérdida de confianza entre los que hasta ahora eran socios. Australia había confiado a la industria francesa la fabricación de sus nuevos submarinos de propulsión convencional, con el consiguiente beneficio económico y de prestigio. Y precisamente el AUKUS se basa inicialmente en la decisión de Australia de modificar el proyecto y hacerse con submarinos de propulsión nuclear. De forma inesperada, sin que los servicios de inteligencia galos se percataran de nada, Australia ha roto el acuerdo con Francia y va a recibir el apoyo de EE. UU. y de Reino Unido para desarrollar de sus propios SSN. 

Este proyecto base del acuerdo (y que con toda seguridad se irá ampliando a otras esferas)1, no está exento de otro tipo de polémicas y dificultades. 

Al acuerdo no le han faltado críticas, las cuales, desde el punto de vista militar, se centran en cuatro aspectos2

  • La entrada en servicio de los submarinos será una realidad a largo plazo, por lo que de momento pierden su capacidad disuasoria. 
  • Por capacidad industrial y económica, una fuerza submarina de propulsión nuclear australiana deberá tener una entidad muy limitada. 
  • Las características de los SSN los hacen poco adecuados para operar en las aguas litorales y poco profundas de la primera cadena de archipiélagos de la costa oriental del continente asiático. Para enmarcar éstas geográficamente hay que 
  • decir que se compone principalmente por las islas Kuriles, el archipiélago japonés, las islas Ryukyu, Taiwán (Formosa), el norte de Filipinas y Borneo. 
  • La aparición de nuevas tecnologías, tales como los vehículos submarinos autónomos (UUV) convertirá a los SSN en elementos obsoletos y costosos. 

Australia, además de tener un claro enfrentamiento comercial con China (recordemos que el país asiático suspendió en mayo de forma indefinida su mecanismo de Diálogo Económico Estratégico con Australia), ve con recelo el rápido incremento de las sus capacidades militares, especialmente las navales. Y frente a ello necesita poseer activos que le permitan ejercer una disuasión creíble. Evidentemente esto es algo que no puede lograr por sí misma, y de ahí su interés por este acuerdo con los que por otro lado son sus aliados lógicos y naturales. Poseer su propia flota de submarinos nucleares es una baza muy importante para lograr esa disuasión, y nadie con más experiencia en este campo (en el bloque occidental), que EE. UU. y Reino Unido. 

Pero lograr esa capacidad no es tarea fácil. No se trata simple y llanamente de construir los buques. Un proyecto de este calado no estará exento de problemas e incertidumbres. La primera de ellas es qué tipo de plataforma será la elegida. Tanto EE. UU. como Reino Unido operan las suyas propias, y en el caso de EE. UU. están en proceso de entrada en servicio de las nuevas unidades de la clase Virginia. 

Tal vez la solución que se adopte sea un modelo en cierto modo mixto basado en la plataforma norteamericana. Desarrollar un modelo nuevo sería enormemente costoso y dilataría en exceso la entrada en servicio. Y todo ello sin tener en cuenta el tiempo necesario para adiestrar a las tripulaciones y para desarrollar una doctrina de empleo propia. 

No obstante, parece ser que la decisión tomará como base el modelo de Washington, ya que el verdadero interés de Reino Unido en esta alianza está puesto en otro aspecto de esta. 

Un claro indicador del nivel de tensión que se vive en la zona, y que explican el movimiento de Australia, son los datos de adquisición de material bélico3: en 2019 Australia se convirtió en el segundo mayor importador de armas solo superado por Arabia Saudí. Esto fue debido en gran parte a la adquisición de material de procedencia norteamericana: aviones de combate F35, EA-18G Growler (aparato específico para guerra electrónica), E-7A (aviones de alerta temprana y mando y control), transportes C27J y helicópteros MH-60R Seahawk. 

El coste base de adquisición de un SSN de ataque de la clase Virginia (EE. UU.), o Astute (Reino Unido), ronda los 250 000 millones de dólares por unidad. Y a ello habría que añadir el coste de adaptar las instalaciones de Adelaida para configurar los submarinos y su mantenimiento, lo cual supondrá varios cientos de millones adicionales durante todo el ciclo de vida útil de las naves. 

Y hay que añadir un problema adicional: tanto EE. UU. como Reino Unido mantienen bajo estrictas medidas de seguridad la tecnología que emplean en sus propulsores nucleares, por lo que no es nada probable que se comparta la misma de tal modo que Australia logre la independencia tecnológica en dicho campo, lo cual le mantendrá en una situación de dependencia absoluta para el mantenimiento de estos estratégicos activos durante toda su vida operativa. 

El tema de los plazos merece una mención aparte4. Con esta ya son tres las ocasiones en las que Australia ha elegido a un socio exterior para producir sus propios submarinos. El desarrollo y construcción de los actualmente en servicio de la clase Collins no estuvo exento de problemas, y es de esperar que a pesar de que el nuevo acuerdo signifique el mayor y más complejo desafío tecnológico para Australia hasta la fecha, y que su puesta en marcha va a estar plagada de problemas de todo tipo, las lecciones aprendidas entonces se tengan en cuenta. 

El tiempo necesario para la construcción y puesta en servicio de un sumergible de la clase Virginia para EE. UU. es de tres años, teniendo en cuenta su ya dilatada experiencia. Es por ello por lo que, en el caso de Australia, situándonos en el escenario más optimista, los plazos serán ligeramente superiores. Incluso en el caso de que todas las negociaciones preliminares se desarrollen sin escollos y que la adaptación industrial necesaria se produzca sin problemas, la primera de las unidades no estará lista antes de finales de esta década o principio de la siguiente. Esto quiere decir que Australia deberá continuar operando los submarinos de la clase Collins, cuya baja ya estaba programada, por más tiempo del previsto, lo exigirá una inversión nada desdeñable para prolongar su vida operativa5

No obstante, y retomando la primera de las críticas al acuerdo mencionada anteriormente, existe una posibilidad plausible: la cesión por parte de la US Navy de forma temporal de alguna de sus unidades a la Australian Royal Navy. Con ello se adelantaría la transición de operar aparatos convencionales a nucleares, se cubriría el lapso que tardarían las nuevas unidades en entrar en servicio y, lo que es más importante: ayudaría a EE. UU. a mantener la superioridad bajo el agua en la región durante un periodo en el que sus unidades se van a ver reducidas en un número significativo debido a la baja de los de la clase Los Angeles. 

Actualmente, la principal preocupación de la Armada del Ejército Popular de China se centra en las aguas más próximas a sus costas. Es cierto que están en un momento de profunda evolución, pero este aún no ha finalizado y EE. UU., que en tiempo de paz mantiene el 60 % de su fuerza de submarinos en la región, para mantener su actual superioridad en otras circunstancias necesitaría de ayuda, la cual, llegado el caso, podría venir de la mano de los submarinos convencionales de Japón. La actual ventaja cuantitativa y cualitativa por parte de EE. UU., unida a las hasta el momento deficientes capacidades antisubmarinas de China, hacen que el Pekín opere en el dominio subacuático en condiciones desfavorables, algo de lo que son plenamente conscientes sus analistas. 

Pero el panorama a medio plazo, con el relevo de los sumergibles norteamericanos, se muestra preocupante. Las previsiones marcan un horizonte temporal entre 2040 y 2041 para completar el proceso, y durante ese plazo se calcula que en el periodo más crítico EE. UU. solo dispondrá de 41 submarinos. Y todo ello sucederá cuando los requerimientos y las necesidades de la US Navy para ofrecer un contrapeso creíble a la creciente amenaza que significan China y Rusia se calculan en una fuerza de al menos 66 submarinos de ataque. Es decir, se estará un tercio por debajo de la capacidad deseable justo en el momento en que ésta sea más necesaria. 

Y ese es el lapso que podrían cubrir de forma parcial pero satisfactoria, las entre ocho y doce unidades estimadas para el proyecto de la Royal Australian Navy, pues el periodo previsto de entrega de estos coincidiría con ese momento crítico, permitiendo a la nueva alianza mitigar esa falta de capacidades6

Dentro de un contexto más general, la ruptura del acuerdo alcanzado con Francia para decidirse por la tecnología norteamericana no debería sorprender. Paralelamente al anuncio del AUKUS, y dentro del marco de las conversaciones ministeriales periódicas entre Australia y EE. UU. se significó la intención de aumentar la presencia rotatoria de aviones de combate, buques de guerra norteamericanos y unidades del US Army en territorio australiano. Ambas partes además coinciden en la intención de aumentar el papel de Australia en el mantenimiento de los buques de la US Navy, así como de incrementar la cantidad de material y munición que EE. UU. mantiene preposicionado en suelo australiano7

Por último, el Gobierno de Canberra ha manifestado su intención de dar prioridad a la adquisición de misiles de largo alcance, principalmente misiles antibuque e hipersónicos. 

Si tomamos además como referencia el esfuerzo que está poniendo China en el desarrollo de su fuerza naval, toma relevancia el hecho de que el teatro de operaciones de un posible conflicto en la zona estará determinado principalmente por el dominio marítimo. Es el control del mar del sur de China y de las rutas marítimas de la región Asia-Pacífico lo que está en juego, así como las disputas territoriales sobre diversos archipiélagos de posición estratégica, incluyendo problema enquistado de Taiwán, cuyo trasfondo no es solo territorial o nacionalista, sino económico. 

Los números de China son apabullantes, y este es otro de los motivos que ha llevado a EE. UU. a buscar este acuerdo. La flota china dispone de aproximadamente 350 unidades entre barcos y submarinos. Del total, unos 150 son buques de combate y 60 submarinos. De entre estos últimos, diez son de propulsión nuclear (seis de ataque y cuatro equipados con misiles balísticos con capacidad nuclear). Estos activos son un componente fundamental en el sistema arbolado por China para denegar el uso del dominio marítimo. La Armada del Ejército Popular sustenta este en un ataque a los Grupos de Combate liderados por los portaaviones en el mar de Filipinas, y simultáneamente a los buques de apoyo encargados del sostenimiento de sus fuerzas en Asia. 

El control de puntos críticos en la primera cadena de islas por parte de los submarinos australianos podría contribuir de una manera muy eficaz, no solo a impedir la salida de la flota de Pekín, sino a ejercer una presión a relativa poca distancia de sus costas a modo de bloqueo económico. Para muchos analistas, como reacción a una ofensiva china, esta sería una respuesta mucho más efectiva en relación con su coste. 

Incluso en las poco profundas aguas litorales del estrecho de Formosa, zona que no es la más apta para que operen en ella submarinos nucleares, estos pueden ejercer una labor fundamental en su papel clave para evitar el control del dominio marítimo por la flota china. En este contexto, los misiles de crucero antibuque se revelan como un componente crítico de la capacidad contra naves en superficie de los submarinos y EE. UU. y Rusia están a la cabeza en los avances para el empleo de sus sumergibles como plataformas de lanzamiento de sus nuevos desarrollos de misiles hipersónicos. 

Si, en el caso de Australia, sus nuevos submarinos fueran equipados con el módulo necesario para el lanzamiento de estos misiles, obtendrían la capacidad de batir objetivos de alto valor, tales como los buques de asalto anfibio de la Armada china desde mucho más allá de la primera cadena de islas. A diferencia de los buques de superficie, que cada vez se muestran más vulnerables, los submarinos no son un blanco fácil para la creciente e impresionante panoplia de misiles antibuque de largo alcance que está desarrollando China, tales como los DF-21D y los DF-17, y es eso lo que los convierte en las herramientas óptimas para operar proyectando los efectos de sus capacidades en las aguas en disputa fuera de su alcance8

Veamos a continuación las razones de Reino Unido para unirse a este acuerdo.

Entre estas no puede perderse de vista la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea. Si bien esta salida no implica ni mucho menos una ruptura de relaciones con sus antiguos socios es un hecho que en cierta medida aísla a los británicos. Comercialmente aumenta exponencialmente las dificultades para todos, y económicamente, a pesar de que este abandono no beneficia a la UE, no cabe duda de que la peor parte afectará, o mejor dicho ya está afectando a Londres. Solo hay que echar un vistazo a los problemas de desabastecimiento de todo tipo, especialmente de combustible, a la falta de trabajadores en diversos sectores y a las complicaciones en el acuerdo sobre fronteras que están siendo noticias durante las últimas semanas. 

Por ello, como contrapeso, Reino Unido necesita aumentar sus relaciones y cooperación con sus socios naturales, así como en su área de influencia. 

Desde su punto de vista, se identifican tres motivos principales para integrarse en el AUKUS, aunque lo más adecuado para adentrarse en este campo sería comenzar aclarando que es el Concepto Operativo Integrado (IOpC, por sus siglas en inglés)9

En un entorno caracterizado por un permanente enfrentamiento en los umbrales de lo que podría considerarse un conflicto bélico y con un complejo entramado de relaciones que combina la rivalidad en el ámbito de los intereses geopolíticos con la interdependencia económica, el IOpC introduce dos líneas de actuación para proteger los propios intereses: aumentar las relaciones e interactuaciones con los socios o aliados y limitar la acción de los posibles rivales enfrentándolos de un modo limitado sin llegar a las acciones hostiles abiertas. 

El IOpC redunda en la importancia de situar la actuación militar dentro de los límites de un proyecto nacional mucho más amplio y como una parte más de este. 

El AUKUS encaja a la perfección en este nuevo marco, pues aun cuando no significa un empleo directo de las fuerzas de Reino Unido para confrontar a la potencia asiática, la cual es considerada en su revisión estratégica integral como un competidor sistémico y no como una amenaza (calificativo que sí adjudica a Rusia), esta alianza puede sin embargo restringir la libertad de acción de China. 

Es una manera de aplicar una estrategia más duradera y con mayor impacto de la que supone la presencia transitoria de fuerzas en la región como la efectuada no hace mucho por parte del portaaviones HMS Queen Elizabeth junto con su grupo naval de combate. Región en la que por otro lado las fuerzas de Reino Unido tienen poca capacidad de proyectar un poder significativo. 

El marco que supone el AUKUS muestra cómo Gran Bretaña puede limitar o reducir la capacidad de acción de sus rivales sin necesidad de llegar al enfrentamiento directo incluso en zonas donde dispone de potencia militar limitada. 

Es una política de economía de fuerzas, muy adecuada en una época donde se enfrentan amenazas globales con presupuestos exiguos y en la que la faceta de defensa sirve a los intereses de la nación cooperando con actores regionales más que como elemento de confrontación con los rivales. 

Para el Reino Unido, el acuerdo es visto como una oportunidad para demostrar el acierto del IOpC mediante el estímulo que supondrá para su industria el acceso y mejora de los conocimientos básicos que empujen el desarrollo de sus propios submarinos en un futuro. 

A pesar de que su papel exacto en la construcción de los buques australianos aún no ha sido definido, se da por sentado que la principal contribución tecnológica será los reactores nucleares desarrollados por Rolls Royce10 y que actualmente equipan a los aparatos de la clase Astute y Vanguard. También se considera probable la incorporación de los sistemas de propulsión silenciosa usados en la clase Astute. Así mismo algunos indicadores parecen señalar que los buques no serán construidos totalmente en Australia, definiéndose alguna forma de coproducción. 

A todo ello hay que añadir que el proyecto, al requerir la integración de sistemas propios en una plataforma nueva, con toda la complejidad que ello conlleva, puede servir de base para experimentar, permitiendo de ese modo a la Royal Navy comenzar a trabajar, aprovechando los conocimientos adquiridos, en sus propios futuros submarinos. 

Como colofón, el AUKUS, en relación con el IOpC, refuerza el planteamiento de limitar la capacidad de acción de los rivales mediante la cooperación con los aliados. 

El último de los recelos al proyecto se basa en la idea de que la rápida evolución de los UUV dejará obsoletos a los nuevos submarinos antes de lo previsto. Esto no es algo que pueda descartarse por completo, pero tiene su contrapeso: cualquier flota de estos nuevos aparatos deberá contar con buques nodriza que puedan operar a una distancia de seguridad suficiente como plataforma de lanzamiento y de mando y control. Para esa labor, los SSN, por sus características de autonomía, discreción y espacio son la opción más adecuada. Cualquier plataforma que ejerza este rol debe ser lo suficientemente grande como para albergar a los UUV y tener la necesaria modularidad para incorporar todos los sistemas de mando y control necesarios: los propios de la plataforma y los de los UUV. 

Esta evolución es una realidad que no solo estamos observando en el dominio marítimo, sino también en el terrestre y el aéreo, pero no es probable que tales desarrollos anulen la necesidad de poseer SSN aun en el caso de que evolucione su principal función.

Circunstancias colaterales

La base justificativa del tratado se sustenta en la necesidad de los firmantes de afianzar su posición frente a una China cada vez más beligerante, como lo demuestra las últimas incursiones aéreas en la llamada zona de identificación aérea de Taiwán, con un número de aparatos y una frecuencia inusuales hasta ahora. O los recientes ejercicios militares cuyo supuesto base era un asalto anfibio sobre una costa hostil. No obstante, existen otros motivos. 

Desde el brexit, la posición de Gran Bretaña con respecto a los que fueran sus socios europeos no ha sido precisamente cómoda, y no solo sufre las consecuencias inevitables de su salida de la UE, sino que en ciertos aspectos su situación es de cierto aislamiento o soledad. Si bien es una realidad que el brexit está causando perjuicios a ambos protagonistas, no hay lugar a dudas de que la peor parte la está sufriendo Reino Unido. Y esta situación afecta a las relaciones en todos sus ámbitos. Reino Unido necesita suplir el respaldo que le ofrecía la UE en los planos económico, político e internacional. No es que Reino Unido no sea por sí solo un actor lo suficientemente relevante en el concierto internacional, pero por muy potente que se sea, no se puede caminar solo. Y los aliados naturales de Reino Unido son los miembros de la Commonwealth y EE. UU. 

Tampoco se puede dejar de lado alguno de los problemas internos que afectan a Reino Unido y que podrían haber empujado a Londres a dar este paso. Las aspiraciones independentistas de Escocia siguen latentes en gran parte de su sociedad, y no sería descartable que en el medio plazo estas volvieran a resurgir. Y el modo de proceder de los movimientos independentistas es la constancia: no importa cuantas votaciones o propuestas hayan perdido. Siempre lo volverán a intentar. 

En el caso de Reino Unido, esta hipotética situación, crearía un problema muy serio a la Royal Navy: la base naval de Clyde, en Escocia, es la que acoge a los SSN británicos. Esto implica que ante una posible independencia el Reino Unido perdería unas instalaciones críticas para su defensa. 

Ante tal situación solo quedarían dos opciones: negociar un contrato de arrendamiento con la nueva nación escocesa, algo poco probable no ya por el clima de tensión y desconfianza que llevaría aparejada esta separación, sino porque desde el punto de vista meramente estratégico no tendría ningún sentido. La otra seria trasladar temporalmente los sumergibles a alguna base aliada fuera del país. Y para ello qué mejor opción que el territorio de otro miembro de la Commonwealth con el que además se está trabajando en el desarrollo de su propia flota de SSN. En este caso, Reino Unido aportaría sus conocimientos y experiencia a la hora de diseñar y adaptar las instalaciones necesarias para este tipo de buques recibiendo como contraprestación el uso de éstas hasta que se decidiera donde reubicarlos.

Consecuencias

Para analizar las consecuencias no solo se ha de tener en cuenta el impacto del propio tratado. Su mero anuncio se ha realizado en un momento especialmente delicado para la comunidad internacional y sus intervenciones y para la OTAN en particular. Y ese factor de oportunidad es muy de tener en cuenta. 

Francia parecía estar convencida de que las opciones de Australia estaban cerradas una vez se firmó el acuerdo. Sin embargo, Canberra comenzó en 2020 a explorar otras opciones11. Conociendo la forma de actuar de Francia y la merecida fama de la efectividad de sus unidades de inteligencia económica, el que el resultado de toda la operación haya sido una sorpresa también para ellos no deja de ser desconcertante. 

Algunos analistas explican la actitud de Australia como fruto de su malestar por la forma de proceder política y comercialmente de Francia12. Y por ello no se planteó buscar una alternativa francesa cuando se decidió optar por naves de propulsión nuclear. Por el contrario, directamente se iniciaron contactos discretos tanto con EE. UU. como Reino Unido. Ahora se ha conocido que las conversaciones se prolongaron por espacio de casi un año a espaldas de Francia sin que sus servicios de inteligencia se percataran de ello. 

La reacción de Francia al acuerdo fue inicialmente furibunda. Y aunque parece que las aguas han vuelto a la calma, la herida que ha dejado el AUKUS en las relaciones de Francia con Reino Unido y EE. UU. sigue abierta y tarde o temprano volverá a sangrar. 

Las relaciones de Gran Bretaña con el resto de la UE después de su salida son un asunto delicado que tampoco pasa por sus mejores momentos, y menos aun cuando por parte británica se pretende renegociar parte de lo ya firmado. Si en otras circunstancias Francia hubiera podido mostrarse algo más transigente con el fin de suavizar la siempre firme postura alemana, no parece que ese vaya a ser el escenario después de calificar como «traición» lo sucedido13.

Por otro lado, la OTAN tampoco está atravesando por un periodo dulce y el panorama geopolítico actual parece haber descolocado en cierto modo a la Alianza. 

Su principal socio ya no tiene su foco principal puesto en Europa. A efectos formales puede parecer que sí, pero salvo en áreas geográficas puntuales y por motivos muy específicos desde EE. UU. ya no se percibe a Rusia como una amenaza. El cambio de perspectiva es tal que algunos países fronterizos se han llegado a sentir en cierto modo desamparados. Del mismo modo, EE. UU. se está replegando progresivamente de Próximo Oriente y cada vez su presencia e intervenciones en esa región son menores, hasta tal punto que ya comienza a plantearse una retirada total de Irak. 

El terrorismo yihadista es una amenaza global, pero una amenaza que salvo con los atentados del 11S no ha golpeado suelo americano, se está desplazando de Oriente Próximo a la zona de África Occidental y el Sahel, constituyendo una amenaza principalmente para Europa. Para esa Europa cuya Unión ha decidido abandonar el Reino Unido. 

Y precisamente cuando la Alianza se encuentra en sus horas más bajas es cuando surgen más dudas sobre su eficacia o su efectividad. Tras el desastroso cierre de la misión en Afganistán con el coste que ello va a suponer para su credibilidad, dos de sus principales miembros se alían en un nuevo pacto para confrontar a la que consideran la verdadera amenaza a la hegemonía de EE. UU., afrentando además a otro de los socios clave y que a su vez es quien está llevando el peso de las operaciones de lucha contra el terrorismo en el Sahel. 

Probablemente ninguno de sus enemigos habría soñado un golpe mejor para socavar los cimientos y los fundamentos de mutua confianza que sustentan a la OTAN. 

Las consecuencias del AUKUS aún no se han podido manifestar en su totalidad, pero van mucho más allá de lo que inicialmente pueda pensarse. Abre algunas incógnitas sobre el sentido que tomarán a medio plazo las relaciones bilaterales y con terceros países entre los que hasta ahora han sido socios incondicionales, sino las internas de la propia organización. 

Y no puede olvidarse lo complicado del camino tomado por EE. UU., Reino Unido y Australia. Una alianza de estas características y un proyecto como la construcción de una nueva flota de SSN no está exenta de problemas, retrasos, sobrecostes... por no mencionar una duda que planea sobre todo el asunto: ¿necesitaba realmente Australia mostrar una reticencia tan acentuada hacia China? ¿Era China una amenaza real para los intereses australianos?, o planteado de otra forma, ¿era necesario recurrir al AUKUS y hacerse con un elemento tan decisorio como una flota de submarinos nucleares para enfrentar las fricciones entre China y Australia? Porque tal vez dando ese paso Australia se ha puesto en el punto de mira del gigante asiático de un modo en el que hasta ahora no estaba. 

La evidencia más clara que se puede obtener por el momento es la reflejada al comienzo de estas páginas: el centro de gravedad geopolítico ha cambiado definitivamente. Europa se enfrenta a un momento de incertidumbre en el que se deben repensar muchas posiciones. Al mismo tiempo, la inestabilidad en la región Asia-Pacífico es mucho mayor de lo que aparenta y está en juego mucho más que la soberanía de unas cuantas islas o del propio Taiwán. 

Lucas F. Martín Serrano, Teniente coronel de Infantería Diplomado en Inteligencia LandCom HQ Izmir, Turquía @LucasMartin1973 

Referencias:

1  GRANT,  Joyce.  “AUKUS  Agreement  brings  together  Australia,  Britain  and  the  US”,  September  2021. Disponible     en:https://teachingkidsnews.com/2021/09/19/aukus-agreement-brings-together-australia-britain-and-the-us/

2 KAUSHAL, Sidhart. “What does the AUKUS deal provide its participants in Strategic Terms?”, The Royal United   Services   Institute   (RUSI),   September   2021. Disponible   en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/what-does-aukus-deal-provide-its  -participants-strategic-terms

3 GILL, Bates. “AUKUS is a big deal, but needs to be put in perspective”, The Royal United Services Institute (RUSI),             September             2021. Disponible             en:             https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/aukus-big-deal-needs-be-put-perspective

4 GILL, Bates. “AUKUS is a big deal, but needs to be put in perspective”, The Royal United Services Institute (RUSI),             September             2021. Disponible             en:             https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/aukus-big-deal-needs-be-put-perspective

5 GILL, Bates. “AUKUS is a big deal, but needs to be put in perspective”, The Royal United Services Institute (RUSI), September 2021. Disponible en: https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/aukus-big-deal-needs-be-put-perspective

6 KAUSHAL, Sidhart. “What does the AUKUS deal provide its participants in Strategic Terms?”, The Royal United Services Institute (RUSI), September 2021. Disponible en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/what-does-aukus-deal-provide-its -participants-strategic-terms

7 GILL, Bates. “AUKUS is a big deal, but needs to be put in perspective”, The Royal United Services Institute (RUSI), September 2021. Di sponible en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/aukus-big-deal-needs-be-put-perspective

8 KAUSHAL, Sidhart. “What does the AUKUS deal provide its participants in Strategic Terms?”, The Royal United   Services   Institute   (RUSI),   September   2021. Disponible   en:   https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/what-does-aukus-deal-provide-its  -participants-strategic-terms

9 KAUSHAL, Sidhart. “What does the AUKUS deal provide its participants in Strategic Terms?”, The Royal United   Services   Institute   (RUSI),   September   2021. Disponible en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/what-does-aukus-deal-provide-its  -participants-strategic-terms

10 KAUSHAL, Sidhart. “What does the AUKUS deal provide its participants in Strategic Terms?”, The Royal United   Services   Institute   (RUSI),   September   2021. Disponible en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/what-does-aukus-deal-provide-its  -participants-strategic-terms

11 TAYLOR, Trevor. “The AUKUS Deal: Self-Reflection required”, The Royal United Services Institute (RUSI), September 2021. Di sponible en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/aukus-deal-self-reflection-required

12 TAYLOR, Trevor. “The AUKUS Deal: Self-Reflection required”, The Royal United Services Institute (RUSI), September 2021. Di sponible en:https://rusi.org/explore-our-research/publications/commentary/aukus-deal-self-reflection-required

13 BLADES, Johnny. “AUKUS pact strikes at heart of Pacific nuclear-free regionalism”,Asia Pacific Report, September  2021. Disponible en:https://asiapacificreport.nz/2021/09/19/aukus-pact-strikes-at-heart-of-pacific-nuclear-free-regionalism/

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