Argelia-Francia: el conflicto que no acaba

Paco Soto

Pie de foto: El primer ministro francés, Manuel Valls, y el presidente argelino, Abdelaziz Bouteflika, en su último encuentro oficial

Argelia estuvo bajo dominio colonial de Francia de 1830 a 1962. La colonización francesa fue brutal y cruel. También fue sanguinaria la lucha de liberación nacional. El Ejército y la Policía de la metrópoli colonial cometieron barbaridades contra los independentistas argelinos, practicaron la tortura, la represión masiva y el asesinato político. Pero el Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino no se quedó corto en violencia indiscriminada y apostó por el terrorismo en muchas ocasiones. El FLN tampoco tuvo en cuenta la pluralidad ideológica e identitaria de la sociedad argelina, marginó y reprimió a sectores independentistas críticos con sus ideas y prácticas políticas, y tras llegar al poder implantó un régimen autoritario y de partido único y un sistema económico copiado del modelo soviético, ineficaz, burocrático y corrupto. Francia abandonó la colonia con dolor y frustración, y tuvo que enfrentarse a la violenta oposición de la extrema derecha civil y militar, que tuvo como principal apoyo al grupo terrorista Organización del Ejército Secreto (OAS). En los años sesenta y setenta del siglo pasado decenas de miles de argelinos emigraron a Francia. Hoy en día, más de un millón de argelinos viven en la antigua potencia colonial. 54 años después de la independencia de Argelia, las relaciones con Francia siguen siendo tormentosas. El tiempo no ha curado todas las heridas.

Viaje de Valls

Los actuales dirigentes franceses, sobre todo el presidente François Hollande, han hecho esfuerzos por superar el pasado traumático que une a Francia con Argelia. Francia es la potencia hegemónica en el Magreb, sobre todo en sus tres principales países, Argelia, Marruecos y Túnez, aunque en negocios e influencia tenga que pelear con otros países europeos como España e Italia y con las ricas petromonarquías del Golfo. El viaje oficial que realizó recientemente Manual Valls a Argelia tuvo como objetivo superar problemas y desencuentros y mejorar las relaciones diplomáticas con el estado magrebí. Los intercambios económicos, la situación política internacional y africana, el terrorismo yihadista y la seguridad y el conflicto del Sáhara Occidental fueron las principales cuestiones que abordó la delegación ministerial francesa capitaneada por Valls con sus interlocutores argelinos. Unos días antes de esta visita, el embajador francés en Argel fue interrogado por las autoridades argelinas sobre una foto del presidente Bouteflika publicada por el diario Le Monde para ilustrar un artículo sobre un caso de corrupción que implica a una persona cercana al jede del Estado del país magrebí. Este hecho no gustó nada al Ejecutivo galo, pero Valls tuvo que hacer de tripas corazón y disimular su enfado durante su viaje argelino.

Una foto polémica

Eso sí, el impetuoso inquilino del Palacio de Matignon, antes de viajar a Argelia, evocó en un tweet que preguntaría a las autoridades argelinas por qué motivos no concedieron visados a dos periodistas franceses que tenían que cubrir la visita ministerial. Valls cumplió con su palabra, pero para apaciguar los ánimos aseguró en el tweet que “la relación franco-argelina es fuerte, histórica y estratégica”. Según diversas fuentes, el propio Bouteflika no se tomó muy bien la osadía del premier galo, y la reunión que mantuvo con él fue puramente protocolaria. La foto oficial de dicho encuentro resuma frialdad y hasta cierta hostilidad: Valls esboza una sonrisa forzada y Bouteflika, debilitado por su enfermedad, pone cara de circunstancia ante su interlocutor. En este caso, como dice el proverbio chino, una imagen vale más que cien palabras. El director de Gabinete de la Presidencia de la República argelina, Ahmed Ouyahia, calificó la foto de “maniobra preparada por País” para desprestigiar al dirigente argelino; y la Unión General de Trabajadores Argelinos (UGTA) y la gran patronal (FCE), dos entidades cercanas al poder, denunciaron las “manipulaciones difamatorias” del Gobierno galo contra “la institución presidencial”. Abundando en la misma línea, el diario oficialista El Moudjahid acusó “al poder socialista” de llevar a cabo una “agresión” y de tener una “actitud belicosa” contra Bouteflika.

Conflicto del Sáhara

El conflicto del Sáhara Occidental es uno de los principales desacuerdos entre Argelia y Francia en material de política internacional. Francia apoya explícitamente a Marruecos, que considera que la antigua colonia española es parte integrante de su territorio nacional, y aprueba la solución autonómica bajo soberanía del reino alauí. En cambio, Argelia apoya las tesis independentistas del Frente Polisario, da cobertura política y material a este movimiento y acoge en Tinduf (Sáhara argelino) a miles de refugiados saharauis. Argelia y Marruecos llevan más de 40 años peleando por el Sáhara Occidental., y este conflicto retrasa la construcción política y económica del Magreb. Francia, por motivos económicos, políticos y geoestratégicos no puede dejar de apoyar a Marruecos en su reivindicación saharaui, pero tampoco quiere enemistarse con Argelia, rico productor de hidrocarburos y país en desarrollo que necesita de las inversiones galas, además de pieza clave en la lucha contra el terrorismo yihadista en la vasta región del Magreb-Sahel. El jefe de la diplomacia argelina, Ramtane Lamamra, reconoció públicamente que el conflicto saharaui “es uno de los principales desacuerdos entre Argelia y Francia”. Argel considera que la posición francesa es “inadmisible” y considera que Francia tiene que ser “equidistante” en el conflicto. Argelia no lo es, pero la diplomacia de este país no lo reconoce. París intenta mantener un difícil e incómodo equilibrio entre sus socios argelinos y marroquíes, aunque siempre acabe decantándose por Rabat.

Pie de foto: El presidente francés, François Hollande, y su homólogo argelino, Abdelaziz Bouteflika, recorren las calles de Argel

Aliado preferente

El exembajador de Argelia en España, Abdelaziz Rahabi, acusó a Francia de seguir anclada en el pasado colonial en un asunto como la crisis saharaui y de sacrificar sus intereses globales en el Magreb en aras del apoyo a Marruecos. Aunque no lo reconozca abiertamente, la diplomacia gala sabe que el Sáhara Occidental es un escollo para las buenas relaciones con Argelia. Mientras, el poderoso lobby marroquí en Francia, formado por empresarios, políticos de todas las tendencias, periodistas e intelectuales, presiona al Gobierno de Valls para que no varíe su acción exterior en el Magreb y siga considerando a Marruecos como su aliado preferente en la región. En el seno del actual Ejecutivo hay tres ministros de origen marroquí que reman en esta dirección: Najat Vallaud-Belkacem, Audrey Azoulay y Myriam El Khomri. En una primera etapa de su mandato, el presidente Hollande se rodeó de dos consejeros de origen argelino, Kader Arif y Faouzi Lamdaoui, lo que no gustó nada y preocupó a Rabat, pero ambos responsables tuvieron que dimitir por prácticas corruptas.

Otros desacuerdos

Además del Sáhara Occidental, Argel y París mantienen otros desacuerdos importantes. Las autoridades argelinas no vieron con buenos ojos la creación del denominado G5 Sahel, que agrupa a Mauritania, Níger, Malí, Burkina Faso y Chad. Esta iniciativa de concertación y coordinación en la lucha contra el terrorismo yihadista fue planteada en febrero de 2014 en Nuakchot (Mauritania), y está dirigida por Francia. Los dirigentes argelinos no ven con buenos ojos la iniciativa, porque no quieren perder protagonismo político y diplomático en la región, y temen que Marruecos se una al G5 Sahel en calidad de observador. Argelia, que ya fundó en el desierto argelino con otros países africanos un comité de estados mayores conjunto que se dedica a combatir el yihadismo y el crimen organizado, el CEMOC, en 2010, no entiende la necesidad del G5 Sahel. El Palacio de Matignon asegura que no hay crisis entre Francia y Argelia, pero nadie se lo cree. La amistad entre los dos países es frágil y la tensión, permanente. Respecto a Argelia, François Hollande empezó bien su mandato, al reconocer oficialmente algunos crímenes de estado cometidos por Francia contra los independentistas argelinos, pero no supo o no pudo seguir por la senda del entendimiento. Argelia tampoco se lo puso fácil.

Pie de foto: Un grupo de islamistas quema una bandera francesa en una manifestación en Argelia

Muchos intereses en juego

Hay demasiados intereses en juego y muchas cuentas con el pasado no se han saldado. La relación entre los dos países es de amor y odio desde hace décadas; el conflicto no empezó con la llegada de Bouteflika al poder, en 1999. Ha habido momentos buenos, como la firma de un tratado de amistad durante la presidencia de Jacques Chirac, y otros muy tensos en tiempos más recientes como, por ejemplo, cuando la Asamblea francesa (Parlamento) votó una ley sobre la naturaleza positiva de la colonización gala. El terrorismo de grupos salafistas argelinos como el GIA en territorio francés también ha envenenado las relaciones entre París y Argel. Nicolas Sarkozy no consiguió, o simplemente no quiso, mejorar los vínculos entre los dos países y Hollande ha hecho lo que ha podido, o lo que le han dejado hacer los grupos de presión, pero al menos ha tenido la valentía de reconocer que en Argelia la colonización francesa fue “brutal”. También mejoró la coordinación en materia antiterrorista y abrió las puertas de la sanidad francesa a un envejecido –tiene 79 años- y enfermo Bouteflika. Asimismo, potentes multinacionales francesas, como Renault en Orán, se han instalado en Argelia, y las relaciones comerciales bilaterales son excelentes.

Reorganización diplomática

En opinión del analista político marroquí Mustafá Sehimi, “en una primera etapa, Hollande se acercó a Argelia, pero Francia no quiere perder su hegemonía en Marruecos y hará todo lo posible por conservarla. Pienso que la diplomacia francesa se ha reorganizado en el Magreb acercándose a Argelia, que es un gran mercado económico donde muchas cosas están por hacer y un país más importante que Marruecos. François Hollande quiso reformar la política que llevaron a cabo Nicolas Sarkozy y Jacques Chirac en el Magreb, que benefició claramente a Marruecos”. Sehimi explica “que François Hollande, sentimentalmente, se siente más cercano de Argelia que de Marruecos. Hollande hizo sus prácticas de la Escuela Nacional de la Administración (ENA) en la embajada de Francia en Argel, a finales de los años setenta. Argelia tiene un peso económico, político y geoestratégico en el Magreb más importante que Marruecos. Francia quiere que Argelia sea un elemento decisivo en la lucha contra el terrorismo en Malí y en amplias zonas del Sahel, y sabe que los dirigentes argelinos desempeñan un papel de intermediarios muy importante entre Europa y varios estados africanos. La existencia de una importante comunidad de origen argelino en Francia, más de un millón de personas, tiene un peso importante en las decisiones políticas que tome Hollande. Además, el presidente francés ha hecho esfuerzos a favor de reparar el daño causado por Francia a los argelinos durante la Guerra de la Independencia”.

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