El poder del terrorismo

F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva

Por desgracia llevamos mucho tiempo sufriendo directamente los zarpazos de este fenómeno en el mundo y concretamente en Europa y creo que ya tenemos la suficiente experiencia para poder hablar de las consecuencias que dichos movimientos y sus actos delictivos tienen en las personas y más aún en la sociedad que las ampara.

El terrorismo aparece como una manifestación violenta o herramienta empleada por determinados movimientos que pueden tener diversos y variopintos orígenes ya que apuntan a intereses políticos, separatismos, crimen organizado, otras razones económicas e incluso pueden ser de corte religioso como últimamente se vienen protagonizando en diversos países del mundo.

Es un fenómeno transversal y global ya que no tiene fronteras, se da en todos los continentes y se recurre al mismo por todas las razas, muchas de las ideas políticas extremistas y en gran parte de las ramas o tendencias religiosas.

Se produce como consecuencia o derivación torticera de aquellos que no pueden alcanzar sus objetivos por medios pacíficos y democráticos y cuyo fin último es golpear al adversario buscando hacerle daño atacando a las personas, instituciones o símbolos más importantes que representan los valores y la fortaleza del atacado (Punto Decisivo).

A lo largo de la historia podemos comprobar que una gran parte de actos terroristas han causado no solo pequeños o graves daños materiales en las personas y edificios objetivos de los mismos, sino que su repercusión ha sido mucho más grave y amplia.

Así, debido a actos terroristas, entre muchos otros ejemplos y consecuencias, podemos decir que han producido grandes conflictos internacionales como la Primera Guerra Mundial tras el asesinato en Sarajevo del heredero del trono austro-húngaro, el archiduque Francisco Fernando el 28 de junio de 2014; se han cambiado las políticas y derivas de grandes y pequeñas naciones mediante el asesinato  de sus máximos dirigentes como los de cuatro presidentes en EEUU (Abraham Lincoln, James Garfield, William McKinley y John F. Kennedy); ocasionado profundos relanzamientos en los sentimientos nacionales como tras el ataque y destrucción de las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, que llevaron a una lucha sin cuartel contra Al Qaeda en Afganistán y otros confines o que han generado bruscos cambios políticos en países cuya trayectoria no estaba encaminada a los mismos como tras el atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid.

Solo con estos ejemplos podemos afirmar que el poder del terrorismo es muy importante por la gravedad de sus repercusiones y, por tanto, deben tenerse muy en cuenta los posibles efectos que un acto de este tipo, aparentemente simple, pueden tener en la vida de las personas o en la estabilidad política de las naciones e incluso del mundo. Así, estos nunca deben menospreciarse y tenerse muy presentes en las previsiones y predicciones de inteligencia del país o alianza correspondiente donde se dé o pueda darse un acto de este tipo.

Llevamos muchos meses sufriendo actos de terrorismo en Occidente y casi todos ellos proceden de las filas yihadistas obedeciendo las órdenes e ideas de sus dirigentes. En diversos lugares de Europa y en países fronterizos o muy cercanos como Turquía, Rusia, Egipto entre otros, se suceden actos de terrorismo de diversa entidad y resultados, que al ser tan transversales pueden llevarnos a no tener claro cuáles son las verdaderas intenciones de estos.

Los medios empelados varían y difieren en cuanto a la cuantía del personal implicado, grado de sofisticación, armamento empleado, objetivos, fechas y personas a los que van dirigidos. A la vista de todo lo anterior, podríamos pensar que son indiscriminados e inconexos ya que, de momento, se han realizado contra objetivos diversos en Francia, Bélgica, Grecia, Alemania, Turquía, Túnez y Egipto, amén de otros muchos actos violentos en los países y zonas en conflicto como Iraq, Siria, Libia, Pakistán, Afganistán y en otros muchos lugares de África o de la Península Arábiga por no citarlos a todos ellos.

Pero, a mi entender; si no todos ellos, la mayoría pretenden dos cosas; disuadir a los países que de forma directa o indirecta les combaten; pero fundamentalmente tratar de desestabilizar sus respectivos gobiernos con la esperanza de que los subsiguientes cambios políticos introducidos en estos propicien la llegada de formaciones políticas “diferentes” a las actuales que deriven en giros radicales en las políticas y herramientas que les combaten en varios frentes y por diversos medios o les sean favorables a sus intereses.

De todos los mencionados anteriormente, quisiera centrarme en Francia y Alemania. Países estos que, sobre todo tras el bombazo del Brexit, tratan de impulsar unas políticas europeas comunes en lo referente a la lucha contra esta lacra. Aunque sus políticas nacionales han sido diversas y muy distantes en lo que respecta a la implicación directa en la acción operativa contra el yihadismo; uno, Francia, es el país europeo que más se ha inmiscuido en la lucha directa y el otro; Alemania, se ha significado por su interés en paliar en parte los efectos de su actuación propiciando la absorción de más de un millón de refugiados e impulsando políticas similares y compartidas sobre el resto de los países de la Unión para que les acompañen en dicha tarea.

El yihadismo busca crear el caos, vive por y para la propaganda de sus actos por entender que estos animarán a otros muchos seguidores externos. Seguidores, que les hacen mucha falta para completar no solo los cuadros de combatientes, sino para la obtención de expertos en materias que les son necesarias para el buen funcionamiento de un pretendido Estado en guerra que, a la vez, quiere mostrarse como tal administrando territorios, recursos y personas. Personas que les ayuden en métodos y tecnologías que posiblemente se encuentran algo lejos de su alcance y que sirvan de ejemplo y acicate a otros afines de su entorno más o menos culturizado.

Los yihadistas necesitan constantemente varias cosas: dinero (en marcha empleando diversas fuentes para conseguirlo) para suplir sus gastos militares y administrativos; hombres jóvenes muy diestros y dispuestas para combatir en situaciones difíciles; personas formadas en el manejo y desarrollo de diversas tecnologías como el eficaz empleo y la seguridad de las redes sociales y los ataques cibernéticos, obtención de armamento sofisticado o de destrucción masiva, administración, sanidad, educación, propaganda e inteligencia; mujeres jóvenes para satisfacer sexualmente a los anteriores y/o emplearlas en determinado tipo de combates y atentados; líderes religiosos conversos y convencidos en su causa con capacidad de alimentar sus inquietudes en tierras lejanas para producir nuevos adeptos o seguidores y niños como forma de garantizar su futuro mediante el adoctrinamiento temprano o para ser empleados en situaciones en las que, al igual que las mujeres, levanten menos sospechas.

Todo este maremágnum de necesidades físicas y materiales no se obtiene de la nada, no aparece de la noche a la mañana; por lo que si les llega ya incubado y adoctrinado desde fuera de sus límites físicos, mucha de la tarea está ya realizada. Pero, para captar todo lo necesario, se necesita mucha y muy buena propaganda, tener personal de su entera confianza en países occidentales que trabaje en su beneficio y que la atmosfera política y social de aquellos que le son menos favorables sea mucho más benigna (menos dura) o crear en estos una situación insostenible de persecución y xenofobia hacia los refugiados que propicie que estos cambien de orientación y se integren en sus propias filas como reacción a los malos tratos o desprecios recibidos.

Esto, por desgracia, no es un objetivo limitado a los mencionados países en Europa; de momento, el resto, salvo Reino Unido, somos meros peones de brega, bastante insignificantes, sin capacidad resolutiva y con muy pocos medios y deseos de “malgastarlos” en luchar contra ellos. Tenemos poca población flotante e irregular en nuestros territorios salvo Italia, que se afana por deshacerse de ellos de forma rápida y discreta y que no cuenta con un gobierno fuerte al que se deba atacar por sus acciones contrarias al yihadismo y sus teorías. Nadie queda fuera de su foco, pero habrá que estudiar el orden de prioridad establecido por los yihadistas.

De esta casi norma general se exceptúa Bélgica, país mucho más insignificante que otros, pero que tiene en su contra el hecho de que su capital, Bruselas aloja el centro neurálgico y político de la Unión Europea y la OTAN. Crear una sensación de inseguridad en ambos lugares paradigmáticos y ver a sus representantes sometidos al miedo, encerrados en sus sedes durante varias horas, fue uno de los actos propagandísticos de mayor envergadura alcanzado por los yihadistas.

Puede que Reino Unido haya hecho un balance más profundo de los pros y los contras de este fenómeno y no solo se haya movido hacia el Brexit por razones puramente económicas y demográficas, sino en un acto de cobardía tras darse cuenta del peligro al que se podría enfrentar de seguir destacando entre los líderes de la Unión que luchan contra ellos.

EEUU viene defendiendo su participación en el conflicto con una intervención de media o baja intensidad desde el principio del tema por razones político-pacifistas de su aún Presidente, por sentirse culpables del origen del problema tras el fracaso de su intervención en Iraq, por ahorrar costes morales y materiales o por no convertirse en el foco de las iras de los yihadistas lo que podría costarles un nuevo e importante atentado en su territorio. Situación esta, que les llevaría a un incremento de los populismos nacionalistas de proporciones inimaginables.

A pesar de ser el país occidental que más medios y hombres está empleando en combatirles por diversos frentes y que los nuevos yihadistas, de momento, han respetado su territorio, ni lo uno ni lo otro, ni ambos en conjunción, ha sido capaces de que se haya producido el efecto Trump ¿Qué hubiera pasado en caso contrario?

Rusia, Turquía e Irán, aparentemente, están poniendo medios directos en la lucha contra esta corriente, pero realmente, todos ellos no están plenamente identificados y focalizados en combatirles directamente. Sus agendas ocultas van dirigidas hacia otros derroteros y en realidad, combaten más contra diversas facciones que luchan en dos frentes; poniendo en dificultades a los yihadistas sobre el terreno y al mismo tiempo, molestan o ponen en peligro a los primeros o sus aliados. Por ello, su hostigamiento por parte de estos favorece a los yihadistas al disminuir el número de frentes en los que empeñarse. Por otro lado, la mayor parte de los últimos actos terroristas en Turquía no tienen un sello yihadista, sino son el resultado y respuesta a las acciones de este país contra los kurdos en general y el PKK en concreto.

Fue un error el derribo del avión de pasajeros ruso sobre suelo egipcio; la respuesta militar rusa les causó diversos problemas a los yihadistas y estos han aprendido la lección, han entendido la realidad de la agenda rusa y en consecuencia, han dejado de hostigarles con modos y medios terroristas sobre Rusia o sus intereses.

En conclusión, se puede afirmar que el terrorismo tiene un gran poder y unas garras muy amplias, pueden hasta cambiar la marcha y el rumbo de mundo. Los analistas de inteligencia y seguridad de todo el mundo deben centrarse en descubrir y desbaratar sus acciones con medidas y controles preventivos y acciones coercitivas de todo tipo. Pero, más nos vale empezar a estudiar las verdaderas razones que mueven a estos terroristas y así poder identificar quien será su próximo objetivo. Objetivo; que sin duda, será consecuencia de la importancia del daño actual o potencial que dicho país realice contra sus intereses o por ser fuente y caldo de cultivo de un mayor número de seguidores tras crear o impulsar en él determinados cambios en las actuales estructuras y tendencias políticas del mismo.

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