¿Necesitábamos la llegada de Trump?

F. Javier Blasco, Coronel en la Reserva

Titular un trabajo como lo acabo de hacer y desarrollarlo en un cierto tono positivo, precisamente en un momento en el que una inmensa mayoría de los españoles en particular y del resto del mundo en general, con la excepción de muchos estadounidenses, pensamos que el presidente norteamericano Donald Trump es algo así como el diablo de siete colas que nos llevará al desastre universal, es un tanto arriesgado y aquellos que siguen mis trabajos puedan pensar que me ha pasado algo importante en mi cerebro o, simplemente, son cosas de la edad.

Pues bien, intentaré plasmar en estas líneas las cosas que, últimamente, me rondan la cabeza y que poco a poco, aunque todavía es muy pronto para sacar conclusiones definitivas, van tomando forma y, aunque parezca imposible, empiezan a tener sentido. Si bien, debo advertir, que, entre los efectos observados tras su llegada, unos pueden tomarse como positivos, otros no tanto y el resto negativos. Pero, empecemos con ello y descubramos el “misterio”. Además, también debo aclarar que cada efecto impulsado puede ser positivo para unos y, al mismo tiempo, negativo para otros.

En primer lugar y, como no podía ser de otra forma, veamos los efectos de Trump sobre los estadounidenses. Una población, que con altos y bajos y con bastantes diferencias sociales, culturales y económicas, según sea su origen, educación, trabajo y lugar de residencia; vive muy acostumbrada a seguir a pies juntillas las directrices de sus dirigentes y cree y ama su patria, así como su destino. Saben que su clase política está creada y formada para dirigirles y que, generalmente, cuentan con equipos de cierta solvencia y preparación que les avala y ayuda como tales. Por lo tanto, normalmente, no les cuestionan salvo que por, circunstancias muy extraordinarias, aquellos saquen mucho los pies del tiesto.

Es un país muy extenso, altamente poblado, formado por aluvión de todas las razas y culturas del mundo, con muchos adelantos tecnológicos, innumerables recursos e importantes capacidades económicas y militares; aunque, con grandes y graves deficiencias sociales y de infraestructuras. Un país al que desde hace muchos años se le ha enseñado, y lo tienen a gala, que son el “master caution” [1] del mundo ya que, al saltar dicha alarma, inmediatamente aparecen allí donde se les necesita y no les importa empeñarse por costear cualquier tipo de conflicto.

Un país en el que, en numerosas familias, casi todas sus generaciones, han combatido y tienen víctimas en guerras fuera del mismo por luchar contra la injusticia y tratar de imponer normas democráticas. Fenómeno este que les hace sentirse grandes e importantes - los mayores de todo el mundo- pero que últimamente ven que sus dirigentes han ido retrocediendo y mostrado ciertas señas de debilidad ante diversos tipos de amenazas por lo que “su película” o visón de Patria se ha ido deteriorando paulatinamente.

Al mismo tiempo, las diferencias sociales, las deficiencias en infraestructuras, los efectos de algunos “inadecuados” acuerdos y usos comerciales firmados por ellos, el creciente ninguneo al que se le somete en ciertos foros internacionales y el “atrevimiento” de foráneos a poner en tela de juicio su seguridad les hace sentirse más pequeños y mucho menos importantes.

En esta situación de retroceso y retraimiento y sin hacer frente y de verdad a aquellos que ahora, a base de crecer y crecer, les tratan de tú a tú, les atacan en su territorio o les invaden de inmigrantes aparece Trump, prometiéndoles cual Mesías, que él y ellos van a hacer “América grande de nuevo”.

En esta nueva tesitura, es fácil entender que todos aquellos millones de ciudadanos que estaban necesitados de moral y faltos de un Líder que les haga recuperar su grandeza, hayan vuelto a despertar sus ilusiones individuales y colectivas y, como suele suceder en los casos en que alguien te promete ser el más grande, le sigas a pies juntillas y con los ojos cerrados, sin tomar en consideración lo que pueda ocurrir frente a ellos ni a sus espaldas.

El mundo globalizado ha venido arrastrando a los poderosos a acercarse a las posturas comunes, generalmente aportadas por los más pequeños y los más necesitados. Así vemos, por ejemplo, que, aunque no faltos de razón por los proponentes, las previsibles consecuencias del cambio climático exigen reestructuraciones importantes en nuestros usos y costumbres y sobre todo en la industria; cosa que no es fácil de aprobar por “los grandes” por ser ellos los que más polucionan en razón de su tremenda y poco modernizada industria. Los cambios importantes en este tema son de muy graves consecuencias para el que los debe adoptar y no todos quedan contentos por contribuir a algo dudoso, aparentemente lejano y poco tangible.

Atrás quedan los tiempos en los que ellos dirigían el mundo y sus organizaciones internacionales -como la ONU-; dictaban tratados y acuerdos en los que se les prohibía a los demás todo lo que ellos poseían -como el Tratado de no Proliferación Nuclear, TNP- y sometían a su criterio la vida del resto del mundo, como entre otras cosas: la imposición de la democracia, la lucha contra el comunismo y la caída de las dictaduras que no les fueran afines. Esto, en la cabeza de muchos, es inaceptable y alguien lo tenía que cambiar. Trump aparece de nuevo y se ofrece para tratar que de nuevo EEUU recupere su papel perdido.

Los acuerdos promovidos por EEUU a lo largo y ancho del mundo, sobre todo, los más conflictivos o de sometimiento a las reglas, sus reglas; están para ser cumplidos por el oprimido y, si esto no sucede así, la lista de represalias y restricciones podía ser muy larga y dolorosa. Últimamente, algunos de estos acuerdos estrella –como el acuerdo sobre el programa nuclear de Irán- no se cumplen a rajatabla y no se hace nada para corregirlo por lo que es necesario que las aguas vuelvan a su cauce. Trump, les promete arreglar las valentonadas e incumplimientos ajenos recuperando su papel de árbitro mundial.

La lucha contra el autodenominado Estado Islámico lleva muchos, demasiados años sin grandes y definitivos resultados. Todos sabemos que esto es una realidad porque la estrategia adoptada desde un principio por Obama -por la que solo fuerzas locales o regionales pusieran sus botas sobre el terreno- no iba a ser resolutiva por su falta de adiestramiento, disciplina y moral de combate. Trump promete acabar de una vez por todas con este defecto y lacra e incluso, acabar con el terrorismo en el mundo y poner cierto orden en Oriente Medio, un verdadero avispero en ebullición ¿Hay acaso una promesa más deseada por nadie?

La recuperación de los valores sociales, morales y religiosos en el mundo es una realidad que no necesita de mucha explicación por mi parte. Los noticiarios y prensa de todo tipo están llenos de titulares sobre corrupciones, malas prácticas políticas, atentados, masacres, violaciones, asesinatos, ataques de violencia de género, secuestros, narcotráfico a gran escala, abusos sobre niños, pornografía infantil, quema de templos, persecuciones, desatención y extorsión sobre el creciente número de refugiados y desplazados por causa de las guerras o las hambrunas y de un largo etc. igualmente repugnante. Trump aparece de nuevo como el adalid que recuperará la moral y la disciplina amparándose, fundamentalmente, en los valores y obligaciones que dimanan de la religión.

Rusia, China y en cierto modo Corea del Norte vienen campando por doquier, invadiendo o creando artificialmente nuevos territorios o amenazan la paz mundial y tratan de imponer sus normas de relaciones políticas, económicas, militares e institucionales. Alguien de cierto peso debería poner coto o fin a estos expansionismos compulsivos y Trump, aún sin desvelar sus cartas ni a que juego va a jugar, promete un cambio en dichas situaciones. Todos permanecemos expectantes y algunos ya apuntan a que va a ser de forma amigable. Esperemos que esto sea cierto y no nos veamos envueltos en un nuevo conflicto mundial. 

La OTAN, una organización de defensa que nació y creció tras la segunda guerra mundial al amparo de EEUU con el objetivo de frenar la expansión y amenaza del comunismo encabezado por la antigua URSS, ha ido viendo como sus estructuras, objetivos y misiones han tenido que evolucionar y adaptarse tímidamente a los cambios de las circunstancias y sobre todo, tras la desmembración de la propia URSS. Pero, en dicho club, la mayoría de los socios, no pagaban sus cuotas, aunque gozaban de todos sus beneficios. Esperábamos y sabíamos que el Tío Sam, estaba en la dirección y en la administración de la misma y, que, con tal de mantenerla a flote, estaba dispuesto poner un altísimo porcentaje de las más que necesarias aportaciones económicas, material diverso y recursos humanos.

Esta situación hacía de la Alianza un pesado y arcaico organismo que no funcionaba adecuadamente porque, fundamentalmente, su sistema de toma de decisiones lo es por unanimidad, lo que retrasaba o impedía que se alcanzaran muchas de ellas o estas fueran tardías y muy descafeinadas. Ahora Trump nos ha enseñado los dientes; si quieres voz, voto y veto aporta lo que debes aportar; así que muchos socios ya están empezando hacer cuentas de cuanto les va costar seguir perteneciendo al deseado y prestigioso club en el que las copas nos salían gratis porque las pagaban siempre otros.

Puede que esta postura y exigencia arregle muchas de las deficientes cosas y nos obligue a reorganizar, reducir o adaptarla a puntuales exigencias e incluso, se lleve al traste a una fundamental e imprescindible Organización en materia de defensa que, a fuer de ser sincero, no hemos sabido cuidar. Pero desde luego y en cualquier caso, algo importante se moverá en su seno; cosa que le hace mucha falta.

Si nos asomamos a repercusiones que afectan principalmente al mundo exterior a EEUU vemos, que también las empieza a haber y, algunas de determinada importancia. Para empezar, podemos decir que los populismos habían recobrado un auge importante en la política, principalmente, en los continentes americano y europeo. Pero, dichos movimientos políticos y sociales de raíces en los dos espectros –izquierdas y derechas- parecían haber tocado techo en la mayoría de los países donde venían floreciendo en los últimos años. Muchos de los procesos electorales recientes o las actuaciones y logros de estos grupos allí donde consiguieron alcanzar responsabilidades de gobierno, así lo expresaban. De pronto, aparece Trump; un fruto y ejemplo del más duro populismo, quien, a pesar de toda encuesta, previsión o análisis maduro, triunfa y obtiene, nada más y nada menos, que la presidencia de EEUU ¿Puede haber acicate mayor; si allí donde nunca habían florecido ha sido posible, ¿por qué no lo puede ser en otros sitios?

De hecho, ya ha sido posible e incluso en un país tenido por muy serio y tradicional. Reino Unido siguiendo teorías falsas y tremendamente populistas ha llevado a buen puerto su Brexit. Ayer mismo, la Cámara de los Comunes aprobó por una amplísima mayoría el resultado de aquel referéndum, del que todos pensábamos que nunca saldría en los términos planteados. No creo que los Lores lo tumben y así, dentro de dos años más o menos, Europa perderá definitivamente a uno de sus principales socios y ya veremos que supone esto para el resto y para ellos mismos. Nada bueno, me imagino.

Uno de los buques insignia de Trump ha sido su expresión de odio hacia la UE al considerarnos una Organización abusiva, caduca, desproporcionada y con poco futuro o perspectiva; hasta augura que nuestro querido o denostado Euro, según se mire, tiene los días contados. Nos ningunea y pretende cortar de raíz todo privilegio comercial con nosotros. No sé si lo hace por convencimiento personal, al hilo de lo de la OTAN, como resultado de su alto sentido aislacionista o es fruto de ciertos problemas que él tuvo cuando quiso abrir un campo de golf en Escocia. Pero lo hace y su boca y tuits no dejan de ponernos como hoja de perejil.

Ante esta postura ¿Qué tipo de reacciones caben? Pues, solo dos, ignóralo y odiarlo –la primera de nuestras reacciones- o tomarlo en consideración, despertarnos de nuestro largo letargo e inoperancia en muchos aspectos, buscar una posición de rechazo conjunto y unirnos de verdad para crecer a pesar de sus acciones y amenazas y hacer valer nuestro pomposo título de UNIÓN EUROPEA; cosa que según parece, por ahí pueden o deben venir los tiros

Yo en esto, aconsejaría un determinado grado de mesura y prudencia, porque en política y diplomacia, cuando uno se precipita y mete la pata a base de medidas duras y grandes exabruptos, luego le cuesta mucho sacarla del hoyo en el que quedó aquella.

En definitiva, sobre estos temas, pienso que su postura hacia nosotros junto a la consumación del Brexit pueden servir de acicate para redefinir que debe ser la Unión, cuál será su composición, políticas, misiones, grado de compromisos y para crear medidas más restrictivas y de verdadera cooperación entre los miembros que sobrevivan a todos estos avatares.

Su política aislacionista puede originar, como de hecho ya lo hemos visto, que el ejemplo cunda a más países y que salgan a luz todas aquellas semi ocultas y farisaicas políticas aplicadas por otros en temas similares. Generalmente, se ha sido muy condescendiente con países que cerraron sus fronteras a los refugiados, montaron o mejoraron sus barreras o muros fronterizos, impiden el libre comercio y regulan y aplican políticas racistas y xenófobas. No pasa nada, allá ellos; nosotros a lo nuestro, algunos ni siquiera lo supimos o no quisimos verlo; hasta que de pronto, aparece el malvado Trump y aplica alguna de las medidas anteriores o todas ellas. Entonces, sí que es importante; ahora la cosa parece nueva y, sobre todo, es muy grave.

Yo no defiendo ni creo en ningún tipo de muro, pero creo que sería mejor analizar las causas que le llevan al que lo aplica y ver qué es lo que se hace al otro lado del mismo para evitar que cualquiera se construya. En Europa somos muy buenos especialistas en muros, los hay de todo tipo, muchos se están o quieren levantarse en estos tiempos, incluso en España, y hasta uno de ellos, se erigió no para que no entraran las personas en su territorio, sino para que no salieran. Menos mal, que hace ya algunos años conseguimos derribarlo.

Por último, nos encontramos con la teoría del desprecio y el miedo. Si uno, con fuerza, se enfada con todos -hoy se ha sumado Australia- para romper los lazos que, en su opinión, le debilitan y comprometen en exceso; al final, puede ser que esto se traduzca en absoluto respeto, y eso, es lo que Trump busca.

Putin, el zorro plateado, ha conseguido muchos éxitos con esta postura y pienso que es muy significativo su extraño silencio en todas las hazañas y demostraciones. de Trump.  Pero, humildemente, me permito recordarle, que los espacios vacíos siempre hay alguien que tiende a ocuparlos y puede, que esta teoría es la que pretendan aplicar tanto Rusia como China en sus respectivas áreas de control e influencia. Recuperar el espacio y el tiempo perdidos es una de las tareas más difíciles de la vida. 

Mis reflexiones me llevan a pensar que en esta ocasión no hemos sabido analizar bien la situación. Hoy en día existen dos problemas muy graves para la sociedad por falta de un apropiado análisis y raciocinio; la “infoxicación” que consiste en llenarnos la cabeza de falsas o amañadas noticias y falacias aprovechando el valor y eficacia del ocultismo en las incontrolables redes sociales, la multitud de basura que se produce en los demasiados periódicos digitales de baja estofa o calidad y en la lucha por la inmediatez y de lo que se llama el “trending topic” que lleva, incluso a medios solventes, a introducir graves gazapos e incluso mentiras en sus contenidos al no poder analizarlos debidamente.

El otro grave problema consiste en lo que modernamente conoce como el “fast thinking” que se produce cuando las muchas noticias coinciden o se suceden de forma muy rápida, por lo que no tenemos tiempo suficiente para asimilarlas y analizarlas adecuadamente. Antes de llegar a unas buenas conclusiones, debemos fijarnos en nuevas noticias; así las viejas solo podemos resaltarlas en titulares de mayor o menor grado y forzosamente pasamos al siguiente capítulo sin haberles prestado la atención debida. Algunos se aprovechan de estos dos fenómenos para que sus trapicheos o maldades pasen desapercibidas o, al menos, no se les de la importancia que verdaderamente tienen.

En esta situación concurren ambos factores; hay mucha infoxicación y Trump es tan rápido al producir noticias, dictar nuevas medidas o adoptar decisones (fast thinking) que no nos da tiempo para analizarlas debidamente y, mucho menos, priorizarlas. Tanto es así, que hoy en todas las portadas nacionales, salvo honrosas excepciones, ocupa más espacio y fuertes titulares el nombramiento del nuevo Juez del Tribunal Superior de EEUU por Trump, que dos hechos mucho más trascendentales para nosotros los europeos y españoles, al menos desde mi punto de vista y perspectiva; el Brexit y la alocada e ilegal carrera de los independentistas en Cataluña.

Llevo años practicando y enseñando los valores de lo que se conoce como el Pensamiento Crítico; cada vez estoy más convencido de que esta herramienta, muy desconocida en España, y la aplicación de su método y procedimientos es algo que verdaderamente nos puede ayudar a no ser víctimas de estos fenómenos y evitar dejarnos arrastrar por las corrientes y turbulencias informativas bien o malintencionadas.

En resumen, no sé si Donald Trump será capaz de llevar a cabo todas sus promesas, es pronto para ello, aunque creo como muy posible que no consiga alcanzar muchas de ellas. Pero, al menos, sus políticas, actitudes, declaraciones, formas y maneras han servido de acicate para cambiar o despertar adormiladas posturas de muchos y, al mismo tiempo, de espejo donde mirarse aquellos que no las tenían todas consigo. Revolver todo el mundo al unísono es muy arriesgado, pero, no obstante, ínsito en que saber analizar bien las cosas es muy sano porque, de lo contrario, tendremos muchas probabilidades de quedarnos anclados allí donde otros quieren que nos quedemos.

[1] Master caution, es una expresión aeronáutica que se le da una luz de aviso general (de color y audio) que se enciende y suena cuando cualquiera de los parámetros de medición de las constantes de los motores y sistemas auxiliares de navegación del avión o helicóptero, no funcionan dentro de los límites establecidos por el constructor. Te da aviso de ello y obliga a tomar las medidas anticipadas y oportunas para solventar la incidencia o decidir abortar la maniobra en curso antes de llegar a situaciones límite.

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