Afganistán: ¿qué pasará ahora?

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Hace dos meses que Afganistán está bajo dominio talibán. Durante este tiempo, el Emirato Islámico de Afganistán (nombre oficial del país para los talibanes), está experimentando una creciente crisis humanitaria que, si no se atenúa pronto muy probablemente causará una hambruna y crisis de refugiados a las puertas del invierno. También está viviendo una crisis terrorista: ISIS-K -la rama afgana del Estado Islámico- está dispuesta a debilitar a los talibanes. Prueba de ello son los tres brutales atentados suicidas que ocurrieron este mes contra mezquitas en Kabul (3 de octubre), Kunduz (8 de octubre) y Kandahar (15 de octubre). Estos tres ataques demuestran que el país no es tan seguro como decían los talibanes, algo que muy probablemente provocará olas de refugiados que crearán tensión dentro de los países colindantes (especialmente Pakistán e Irán) y con certeza abrirá un nuevo capítulo en las ya tensas relaciones entre la UE y los estados fronterizos con Afganistán, pues es muy probable que Bruselas le pida a estos países que acojan a los refugiados, algo que será mal recibido por estos estados, no muy prósperos económicamente y donde los refugiados afganos son objeto de conflictos sociales.

La sombra de una posible crisis humanitaria y la inseguridad causada por ISIS-K nos hace preguntar qué movimientos ha hecho la comunidad internacional. Aquí hay un gran dilema: cómo conseguir que la ayuda humanitaria llegue al país sin por ello dar legitimidad a los talibanes, los cuales hasta hace poco eran un grupo terrorista. Basándonos en este dilema podemos identificar dos campos: el occidental, con EE. UU., la UE y la ONU, los cuales quieren hacer llegar ayuda humanitaria, pero a la vez bloquean reservas financieras a los talibanes, y el bloque de los países fronterizos: Rusia, China, Pakistán e Irán. Si bien para Occidente este grupo es el de los chicos malos -pues siempre cuestionan las acciones de Occidente-, en el caso afgano sus interacciones con los talibanes están justificadas, pues con total certeza serían los primeros países en sufrir los efectos del colapso del gobierno talibán, no sólo la amenaza terrorista sino también el tráfico de drogas, pues Afganistán es el productor mundial de opio, del cual se extrae la heroína.1

Las acciones del bloque occidental reflejan la contradicción de dar ayuda humanitaria sin por ello reconocer a los talibanes. La UE, Estados Unidos y Gran Bretaña han mantenido contactos con los talibanes, mientras que Bruselas y el G-20 han prometido invertir en el país, siendo prueba de ello la decisión del G-20 de invertir 1.300 millones en el país, de los cuales 1.000 provienen de la UE y 300 de EE. UU.2  Si bien esta acción a primera vista parece indicar la disposición de este bloque por aliviar una crisis humanitaria que muy probablemente le afectará, especialmente a Europa, nos encontramos con acciones que seguramente contribuirán a empeorar la situación. Me refiero a la decisión del Tesoro norteamericano de negar a los talibanes el acceso a 9.000 millones de dólares de reservas del banco central afgano, a pesar de las demandas de los talibanes para tal fin.3  Es muy probable que tal decisión no sólo complique la solución a la previsible tragedia humanitaria que se cernirá sobre el país este invierno, sino que también aumente la frustración talibán a negociar, pues es bien conocido por ambas partes que condicionar la ayuda humanitaria al respeto de los derechos humanos es una quimera, ya que los talibanes -aunque no tan violentos como cuando llegaron al poder por primera vez en 1996- no están respetando los derechos de las mujeres y minorías. Tal frustración conducirá muy probablemente a que busquen socios más “tolerantes” con su forma de gobernar el país, especialmente aquellos para los que la promoción de la democracia y los derechos humanos no son una prioridad política.

Es en este aspecto donde entra en acción el segundo bloque -el de los países limítrofes y con intereses en la región- formado por Rusia, Pakistán, Irán y China. A primera vista, la característica que une a estos países es su crítica a la política exterior de Occidente, especialmente su promoción de la democracia y los derechos humanos y lo más importante su cercanía con Afganistán pues Pakistán, Irán y China limitan con Kabul, mientras que las repúblicas centroasiáticas -aliadas de Moscú-actúan como muro de contención para Rusia. Es la cercanía con Kabul lo que probablemente explique por qué estos países mantienen sus embajadas en Kabul a pesar de no reconocer al Emirato Islámico de Afganistán. Pero además los intereses de ciertos países, especialmente China y Pakistán -ambos aliados y muy probablemente claves en el futuro afgano- son un reflejo de las más que probables realidades geopolíticas en juego en la región.

Pekín está interesada en los recursos naturales de Afganistán, especialmente cobre y litio -minerales claves en la tecnología actual- sin explotar y en la posibilidad de hacer de Afganistán un componente más de su Ruta de la Seda. Es muy probable que los talibanes también estén interesados en estos minerales como una fuente de ingresos con la que consolidarse como estado y estaría también interesado en las posibilidades comerciales de la Ruta de la Seda en una región con una fuerte cultura de intercambio de bienes. Como resultado, no nos extrañe que a corto plazo (seis meses/ un año) China se convierta en el primer gran país en reconocer a los talibanes, probablemente a través de un acuerdo basado en un intercambio entre comercio y seguridad.4

En el caso de Islamabad, sus vínculos históricos, culturales y étnicos, su amplia frontera con Afganistán, el temor a que Kabul caiga en la esfera de influencia de Nueva Delhi -enemigo número uno de Islamabad-  y el gran número de refugiados afganos en su territorio explicarán con total certeza que Pakistán reconozca una vez más al Emirato Islámico de Afganistán a corto plazo.5 Tales cálculos dependerán de los desafíos antes mencionados, pero es muy probable que, si tal reconocimiento no llegase -lo cual puede suceder en una región donde un atentado o cualquier gesto diplomático de cualquiera de los actores puede agriar al otro- que la influencia de Islamabad en el futuro de Afganistán siga estando presente a través de sus poderosos y controvertidos servicios secretos (ISI) y su rol como santuario desde la guerra Soviético-afgana. Ambos factores dan a Pakistán la oportunidad de ser un actor relevante en el terreno, algo que Irán, Rusia y China han tenido en cuenta, pues los cuatro países se han reunido para discutir sobre el futuro de Kabul y cómo coordinar su diplomacia con los talibanes.6

En conclusión, con una crisis humanitaria acercándose a las puertas del invierno y la inseguridad aumentando debido al ISIS-K, Afganistán se enfrenta dos meses después de la llegada al poder de los talibanes a un escenario sombrío que muy probablemente resulte en una crisis de refugiados no deseada tanto por los países limítrofes como por Europa. Ante tal escenario se vislumbran dos campos opuestos en el terreno diplomático: Occidente, con EE. UU a la cabeza, enfrentada al dilema de dar ayuda humanitaria sin con ello legitimar a los talibanes dando como resultado mensajes contradictorios como el del G-20 de dar 1.300 millones en ayuda humanitaria y luego la decisión del Tesoro estadounidense en negar a los talibanes acceso a las reservas del banco central de Afganistán. Tal contradicción muy probablemente empeorará la situación humanitaria en Kabul y probablemente desanimen a los talibanes a seguir negociando con Occidente, pues es bien sabido que exigir el respeto de los derechos humanos a cambio de ayuda humanitaria no son del agrado de los talibanes, que no los están respetando.

Rusia, Irán China y Pakistán conforman el segundo bloque, limítrofes con Afganistán y con intereses comerciales, minerales y políticos en Afganistán. En este cuarteto destacan los intereses de China y Pakistán, aliados ambos, pero con intereses más realistas que los occidentales. Para Pekín, Afganistán es una fuente de reservas naturales y rutas comerciales por explotar, mientras que su interés en prevenir que un Afganistán inestable se convierta en un santuario para radicales islamistas que influyan en la minoría uigur- limítrofe con Kabul, hace muy probable que China reconozca a Afganistán de aquí a un año. En el caso de Pakistán, sus vínculos culturales y étnicos, su extensa frontera, los refugiados afganos en su territorio, su temor a que la India -su máximo rival- influya en los talibanes y su papel de santuario de grupos terroristas desde 1979 le otorgan una voz en el futuro de Afganistán, algo que los países limítrofes han tenido en cuenta, invitando a Pakistán a sus reuniones sobre qué hacer con el Emirato Islámico de Afganistán.

Tendremos que ver qué ocurre en los próximos meses para saber qué bloque ha sabido jugar bien sus cartas y cómo reaccionan al más que probable inestable Emirato Islámico de Afganistán. 

Referencias:

1 La adición a la heroína es un mal que no sólo afecta a Occidente sino también a los países limítrofes.

2 El G-20 aprueba una inversión de 1.300 millones en Afganistán que coordinará la ONU, El País, octubre 2021, https://elpais.com/internacional/2021-10-12/el-g-20-aprueba-una-inversion-de-1300-millones-en-afganistan-que-coordinara-la-onu.html

3 EE. UU. niega a los talibanes acceso a las reservas de Afganistán, El País, octubre 2021, https://lectura.kioskoymas.com/article/281612423597271

4 China también está interesada en que los Talibanes controlen a los islamistas chinos del Movimiento Islámico del Turquestán Oriental que podrían aprovecharse de un Afganistán débil para infiltrarse en Sinkiang, región limítrofe con Kabul donde se encuentra la minoría uigur, reprimida por Pekín.

5 Pakistán, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí fueron los únicos países que reconocieron a los Talibanes en 1996.

6 Iran to host multilateral conference on Afghanistán on October 27, Al Jazeera, octubre 2021, https://www.aljazeera.com/news/2021/10/18/tehran-to-host-multilateral-conference-on-afghanistan
 

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