Opinión

Afganistán: un año bajo los talibanes

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Este mes se cumple un año de un hecho aciago, la llegada al poder de los talibanes a Afganistán. Si bien no es la primera vez que detentan el poder –dominaron el país entre 1996 y 2001- sí es la más simbólica ya que puso fin a veinte años de intervención internacional para derrotarlos. Tales esfuerzos se difuminaron en una semana, el tiempo que tardaron los talibanes en ocupar todo el país en una ofensiva donde se hicieron con todas las capitales provinciales, culminando con la entrada en Kabul el 15 de agosto. Lo que siguió fue una caótica retirada por parte de la comunidad internacional de aquellos afganos que o habían trabajado para los extranjeros o que no deseaban vivir bajo el régimen talibán. Un año después aún queda gente, como se vio la semana pasada en España con la llegada de 294 afganos y sus familias, las cuales habían colaborado con las fuerzas españolas.

Al cumplirse un año de esta fecha nos preguntamos cuál es la situación del país. ¿Se ha restablecido la ley y el orden? ¿Cómo están las mujeres? ¿Ha mejorado la situación económica y humanitaria?

Todas estas preguntas tienen una respuesta: la situación no ha mejorado, sino empeorado bajo los talibanes. 

Aunque ya no haya una guerra en el país, la amenaza terrorista sigue presente a través del Estado Islámico del Gran Jorasán, el cual, irónicamente, atenta contra los talibanes, quienes durante muchos años sembraron el mismo pánico que ellos sufren ahora. La rama afgana del Estado Islámico ha desplegado una gran habilidad a la hora de variar sus tácticas terroristas, pasando de lanzar ataques suicidas para causar el máximo daño contra civiles el mes de octubre, a lanzar atentados suicidas contra individuos, como se vio este mes con la muerte por un suicida que llevaba escondido los explosivos en una pierna ortopédica del jeque Rahimullah Haqqani y el atentado esta semana en una mezquita de Kabul. La presencia del Estado Islámico unida a los infructuosos intentos de los talibanes por eliminarlos levanta serias dudas sobre la estabilidad de Afganistán, especialmente el temor a que el Estado Islámico tome el control del país a medio y largo plazo. Tal escenario sería con total seguridad un peligro para una región donde conviven varios grupos terroristas como los Talibanes Paquistaníes (TTP). 

Los derechos de las mujeres han retrocedido. Aunque los talibanes prometieron a principios de su mandato no ser tan duros con las mujeres como la última vez que llegaron al poder, han demostrado lo contrario. Las mujeres han de cubrirse con el burka, han de viajar acompañadas por un escolta masculino, y, a pesar de prometer lo contrario, han cerrado el paso a la educación de las mujeres. Tales medidas han dado como resultado el aumento de la venta de niñas para el matrimonio, una práctica común en el país que muy probablemente continuará debido al empeoramiento de la economía afgana, ya que la venta de niñas para el matrimonio es para muchas familias una forma de ganar dinero. Esta práctica y la negativa de los talibanes de garantizar los derechos de las mujeres contribuyen a su aislamiento de la comunidad internacional, impidiendo así que el país consiga el dinero y la ayuda humanitaria que necesita para mejorar la vida de sus ciudadanos. 

La ayuda humanitaria y económica ha sido paralizada. Los 9.000 millones de dólares de las reservas en el extranjero del Banco Central de Afganistán aún no han sido dadas. Su entrega está condicionada al reconocimiento por parte de la comunidad internacional del Gobierno talibán, algo bastante improbable, pues los talibanes no son de fiar a la hora de regir el país. Sin embargo, tal rechazo empeora la situación humanitaria de un país que dependía en gran medida de la ayuda internacional para su subsistencia. Además, este año dos desastres naturales complican la situación: una de las peores sequías de los últimos años pone en riesgo la alimentación de casi 20 millones de afganos y en junio un terremoto de 4,5 grados afectó al este del país, una zona de remota. A fecha de hoy no sabemos si ha llegado ayuda humanitaria a la zona afectada, aunque es bastante probable que no, agravando una situación humanitaria ya de por si frágil. 

Finalmente, la muerte del líder de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri el mes pasado por un dron estadounidense en Kabul, levanta interrogantes sobre la posibilidad de que los grupos terroristas estén usando Afganistán como santuario, algo que los talibanes prometieron no hacer cuando firmaron el acuerdo de Doha en el 2020. Tales dudas con total certeza agraven el aislamiento internacional del país, empeorando con ello la situación humanitaria. Más ataques con drones por parte de Estados Unidos contra personalidades de Al-Qaeda en suelo afgano no harían sino poner bajo cuestión la fiabilidad de los talibanes a la hora de honrar sus compromisos, algo que de momento está en duda. El dilema se complica por el hecho de que la comunidad internacional no intervendrá para impedir que Al-Qaeda se refuerce en Afganistán, con la posibilidad de que el país se convierta otra vez en un santuario de grupos terroristas. 

Un año después de la llegada de los talibanes al poder, la situación en el país ha empeorado. La amenaza terrorista persiste a través del Estado Islámico del Gran Jorasán que a través de atentados contra personalidades e instituciones siembra el terror en el país. Los derechos de las mujeres han retrocedido, con un aumento de la venta forzada de menores para matrimonios concertados. Esto contribuye a aislar más al país, el cual necesita urgentemente las reservas del Banco Central afgano para reconducir su economía, sobre todo este año, pues el país sufre una sequía y los efectos de un terremoto. Por último, la muerte del líder de Al-Qaeda en Kabul despierta dudas sobre la capacidad de los talibanes de honrar sus compromisos, ya que prometieron hacer de Afganistán un país libre de grupos terroristas. Si se descubren más personalidades de Al-Qaeda en el país, es bastante probable que se recrudezca el aislamiento internacional, empeorando la situación humanitaria, complicando el desembolso de ayuda humanitaria.