Opinión

Ceuta y Melilla: derechos de las personas o de los territorios

photo_camera Ceuta

Principios hasta ahora sacrosantos pueden estar a expensas de nuevas consideraciones. Un escritor español, Sergio del Molino, en uno de sus últimos libros, ilustra las excepciones territoriales, o islotes españoles y viceversa, de España en Francia, Portugal y Marruecos y con un no vecino, Reino Unido. Y lejos de ver en estas excepciones fracasos históricos, frustraciones territoriales porque algo no quedó completo y realizado, y así no llegó a su culminación natural, lo ve como excepciones que hacen más variado, pintoresco, imprevisto el mundo.

El mundo no ha de ser necesariamente geométrico, cerrado, homogéneo, monista. La diversidad, pluralidad, multiculturalismo, respeto de las minorías son valores que tienen ahora mayor vigencia y proyección y que pueden llegar a contradecir la importancia de la centralidad y el protagonismo del Estado como dueño absoluto del conjunto del espacio territorial concebido como un “continuum”. La historia a veces tiene la última palabra.

La expansión territorial homogeneizadora frente a la pervivencia de núcleos de excepción

El tiempo siempre consolida derechos y da firmeza a su adquisición. Es un principio jurídico fundamental el de los derechos adquiridos, que confiere seguridad jurídica. Allal al-Fassi, el fundador del Partido Istiqlal y líder de la emancipación de Marruecos con el rey Mohammed V, defendió contra viento y marea la reintegración territorial de Marruecos de una sola vez y no fraccionadamente como finalmente se produjo. Primero el protectorado francés, después el español, Tánger, franja de Tarfaya, Sidi Ifni y el Sáhara. Ocurre que esas reintegraciones o retrocesión de territorios que salieron de su control o plena soberanía, durante el mismo siglo XX se recuperaron. Comparten otra condición, ninguno de ellos tuvo un componente poblacional alógeno importante sino muy minoritario y reciente. Ninguno pues hubiera precisado de referéndum en las condiciones que fueran. La excepción es el Sáhara Occidental por circunstancias histórica acumuladas en muy pocos años.

Son por tanto esos territorios producto del colonialismo. Sin embargo, Ceuta y Melilla son muy anteriores al nacimiento del colonialismo. No así las islas Chafarinas que se insertan plenamente en el devenir colonial, España se adelanta a Francia en su conquista en el siglo XIX, que la ONU ignoró.

La vigencia del derecho de autodeterminación según épocas y continentes 

Al derecho de autodeterminación le limita otro derecho, no menor, que es el de la integridad territorial. El derecho de autodeterminación fue de origen e incumbencia europea y lo promueve el presidente norteamericano Thomas Woodrow Wilson tras el final de la I Guerra Mundial, y es teorizado por Stalin, los austromarxistas Bauer, Adler y otros, e incorporado a la naciente constitución de la URSS. Derecho que cobra nueva vida con el proceso de desmembramiento de la antigua Yugoslavia y la Unión Soviética, dominadas por las particiones de hecho, gracias a la euforia etnicista del momento, negociadas o reconocidas por terceros.

Naciones Unidas solo ha regulado salidas de países colonizados de las metrópolis, estableciendo el procedimiento para los problemas o pervivencias coloniales no resueltos. El Capítulo XI de la Carta de las Naciones Unidas incorpora una «Declaración sobre los territorios no autónomos». Desde 1946 la Asamblea General ha mantenido una lista de territorios no autónomos que ha ido variando desde entonces, en la actualidad la lista es de 17. Es muy importante conocer cuáles son esos 17 territorios para poder calibrar la importancia y operatividad a efectos de la finalidad de la lista: alcanzar la independencia.

Son estos: Sáhara Occidental, Anguila, Bermudas, Islas Vírgenes Británicas, Islas Caimán, Islas Malvinas, Montserrat, Santa Elena, Islas Turcas y Caicos, Islas Vírgenes Americanas, Samoa Americana, Polinesia Francesa, Guam, Nueva Caledonia, Islas Pitcairn, Tokelau, Gibraltar.

La población va de 567.000 del Sáhara (datos de la época) seguida de 267.918 de Polinesia Francesa a 48 de Pitcairn, estamos hablando de ciudades medias y aldeas. ¿Cómo pueden figurar como territorios pendientes de descolonización?
¿Qué pudo pasar para que esas entidades minúsculas difícilmente autogestionables pasaran a ser candidatas a naciones soberanas y, lo que es más asombroso, permanezcan aún bajo esa condición y en esa espera? Podía muy bien ser tildado de anacrónico y extemporáneo si no fuera por lo absurdo y descabellado que resulta.

Ceuta y Melilla no integraron la lista colonial, pero en un futuro, dada una eventual crisis de soberanía, la idea de autodeterminación y voluntad de la población actuarían como una suerte de jurisprudencia de Naciones Unidas o de Derecho Internacional.

El nacimiento de Naciones Unidas al final de la II Guerra Mundial es también el de las nuevas naciones emancipadas o a emancipar. Recogidas en un texto de sesgo y ribetes cuasi sagrados, no solo se va a hacer justicia a hechos, casos, conflictos y necesidades, sino que se van a escribir grandes principios y a proclamar una voluntad supra histórica, con referencia de justicia universal, absolutamente desgajada y sin ninguna interferencia de la realidad del devenir histórico, como la propia lista de los 17 se encarga de demostrar.

Melilla
Los principios cincelados en mármol no encuentran asiento

Nos resulta muy difícil encontrar en los 17 territorios no autónomos, interés por el designio que para ellos ha previsto la ONU, que no parece recoger la gratitud y oportunidad de sus tutelados. Uno de ellos, Nueva Caledonia, recientemente no agradeció sus desvelos, prefiriendo seguir anclada a Francia.

Gibraltar hizo lo mismo en 2002, quieren seguir siendo británicos. Los malvinenses no se arriesgarían a dejar de ser británicos y así todos, menos el Sáhara, donde parece ya seguro que tampoco resulta pertinente el derecho de autodeterminación como fue concebido inicialmente, que ni siquiera podría ser cumplido como estaba previsto frente a España.

Los territorios no autónomos son en realidad poblaciones no autónomas

Si bien los sujetos de derecho internacional son los territorios, y así se llama a los 17 territorios no autónomos, quien ejerce esos derechos son sus habitantes, el ciudadano es el titular -quien ejerce- del derecho.

Naciones Unidas no ha previsto otra solución que no pase por los habitantes. En el caso del Sáhara se ha visto que las alegrías anticolonialistas de hace medio siglo fueron producto del clamor anticolonial de aquella época. Se trataba de revertir un problema, dar la vuelta a la situación colonial e inaugurar una nueva fase histórica con la participación de los países que habían accedido a su descolonización: los países ya emancipados.

Ocurre que la ONU pierde de vista la historicidad o los marcos históricos para los que prevé y regula procedimientos, así como la evolución de patrones políticos, culturales, ideológicos, psicológicos o morales. Nada de esto regula la ONU, que disciplina la praxis de los aspirantes a Estados como deber ser. No el pulso fluctuante de sociedades y ciudadanos.

No se puede desconocer el desfase entre la letra muerta de las resoluciones de la ONU y la realidad cambiante e incluso la mutación absoluta de vastos clamores generales que creía interpretar y, de hecho, interpretó el organismo internacional.

Hubo un momento en el siglo pasado en el cual Reino Unido, al comprobar que el valor estratégico militar del Peñón de Gibraltar había decaído ostensiblemente en relación con su elevado mantenimiento y respecto a las ventajas que proporcionaba, tuvo la idea de negociar su devolución o un nuevo modelo de dominio. El patriotismo españolista, exaltado por el Gobierno de Franco con el cierre de la frontera, no solo eliminó la posibilidad que parecía auspiciar Gran Bretaña, sino que indispuso a la población gibraltareña para siempre con España. Titulares de la decisión final de su futuro.

Ceuta y Melilla

Ceuta y Melilla tienen un componente poblacional cada vez mayor de origen marroquí que son también españoles. Españoles que no forman parte de la cultura hegemónica del país, de raigambre cristiana y europea. Realmente son una minoría, pero que está dejando, si no lo ha dejado ya, de serlo en esas ciudades. Incluso ostentan altos cargos de representación institucional. Gran parte de las tropas de élite españolas, establecidas en esas ciudades lo componen militares de origen marroquí.

Ser una minoría siempre es duro, si encima socialmente se estaba en una fase menos desarrollada que la mayoritaria es aún peor, por tanto, la idea de agravio y discriminación es real y por fuerza así han de sentirse, pero quizá convivan con otros sentimientos, ya que estos no tienen por qué estar siempre en una sola dirección, sino que pueden ser ambivalentes.

Es muy posible que aun desde una posición de inferioridad, que las igualdades formales y legales no hacen desaparecer, se sientan también españoles. Y que sepan que el pasaporte español es un pasaporte europeo y que el idioma español es uno de los más hablados del mundo. Que junto a las desventajas comprueben que las ventajas no son para dejarlas pasar, al fin de cuentas. España también es su país, como lo es para los que han llegado mucho más tarde que ellos y que carecían de vínculos anteriores con España.

Que la población mayoritaria de esas dos ciudades vaya a ser, si no lo es ya, de cultura musulmana y origen marroquí, no asegura nada sobre el futuro, pero es importante porque ellos serían los que decidieran el futuro de esas plazas de soberanía española. Para el caso que hubiera debates o controversias sobre su estatus quo (o soberanía).

No parece, que, si se diera oportunidad a la población de esas ciudades, la población de origen musulmán, cada vez más lejano ese origen, decidiera dejar de ser española, porque de cualquier forma de cómo lo vivan también lo son. Pero es que también hay (o habrá) quizá un millón de marroquíes nacionalizados españoles, con menos arraigo y vínculo que ellos. Las soluciones podrían ir por la doble nacionalidad, más que por la soberanía compartida. Sin excluir del todo que la población de origen europeo también pudiera beneficiarse de los dos pasaportes, para reforzar la idea de comunidad entre las dos poblaciones.

La doble nacionalidad gravita en las personas, en la idea de titularidad personal originaria, más de acuerdo con el mundo actual, mientras la soberanía compartida alude a los Estados como fuentes constitutivas de derecho. Es la distinción entre la cualidad personal y la territorial-estatal que mantenemos.