Opinión

Crisis hispano-marroquí: la trama, las marionetas y el espectáculo

photo_camera Burita y González Laya

La tan manipulada frase de “la política exterior es una cuestión de Estado”, ha terminado siendo una obviedad. Nadie la pone en duda, aunque todos los países y gobernantes la interpretan según su conveniencia. En las dictaduras, en los regímenes autocráticos y en las monarquías de derecho divino, el que ostenta el Poder se confunde él mismo con el Estado, asume sus funciones y obra a su guisa. En las democracias, incipientes o avanzadas, las decisiones que atañen a los asuntos extranjeros involucran al Estado, sí, pero a menudo en ellas influyen, cuando no deciden directamente, otras fuerzas políticas, grupos de presión, lobbys financieros o personajes que ostentan el mando y actúan por motivos pueriles o ambiciones de poder. En la actual crisis hispano-marroquí hay un poco de esto por ambas partes, lo que contribuye a aumentar la confusión y los motivos profundos del encarnizamiento verbal al que asistimos.

Por parte española, la algarabía pública oscila entre el patrioterismo y la mano tendida. La ministra titular de la Política exterior, Arancha González Laya, insiste en que es una crisis pasajera, y que los cauces de la comunicación y las explicaciones pertinentes de los   asuntos en juego, en particular el caso Brahim Ghali, han sido hechas y escuchadas. Algo que, de la otra parte del Estrecho, se desmiente; el homólogo ministro marroquí, Nasser Bourita, dice que no, que no se han hablado desde antes de la crisis, y que tal comunicación es inexistente. 

No es la misma actitud la que observamos por parte de la ministra de Defensa, Margarita Robles, quien, aprovechando la crisis, lanza advertencia tras advertencia con aires marciales. “Con España no se juega; no toleraremos el más mínimo chantaje”; o “usaremos todos los medios para mantener la integridad territorial de nuestro país”, que suena a tambores de guerra. Enel ministerio del Interior de Fernando Grande Marlaska, más habituados a los vaivenes fronterizos, se insiste en rebajar el tono crispado y limitarlo a incidentes locales. Tanto el titular de Interior como los responsables policiales y de la Guardia Civil, prefieren mantener los puentes de comunicación con el vecino del sur, aunque no hayan aprobado en absoluto la medida marroquí de abrir las puertas para que miles de inmigrantes, subsaharianos, marroquíes y menores, huyan en avalancha para instalarse en Ceuta y Melilla.

Preocupante es y mucho, el medio silencio del presidente Pedro Sánchez sobre la grave crisis política entre España y Marruecos. Porque si bien es cierto que el jefe del Gobierno reafirma la voluntad española de “zanjar cuanto antes” la crisis, y sigue predicando que España es el mejor socio que tiene Marruecos ante la Unión Europea, los hechos de los que es el primer responsable indican otra cosa: la orden de despliegue militar en Ceuta, su ostentoso viaje a las dos ciudades españolas y su alegato ante la cumbre de la Unión Europea pidiendo ayuda política, han mostrado la falta de un plan de seguridad y defensa coherente y adaptado a la nueva situación geopolítica y estratégica en la región del Mediterráneo occidental. El gobierno español no parece tener ni voz ni voto en la estrategia global en esta región del mundo. No solo mantiene vivos los mismos adversarios geopolíticos de antaño, Francia y Gran Bretaña principalmente, sino que ha conseguido aislarse del despliegue estadounidense, poniendo en riesgo las relaciones con su principal aliado en el campo occidental. “Era el momento adecuado de proponer renovar por diez años la alianza estratégica con Estados Unidos, incluidas las bases, y no de hacer una simple prórroga de un año”, comenta a ATALAYAR un veterano dirigente socialista experto en relaciones internacionales. Los EEUU no ven en España un aliado fiel y seguro. 

Al otro lado del Estrecho, esta crisis política con atisbos de choque de intereses estratégicos, comienza a resultar un tanto confusa. Los asuntos de Estado, la política militar, las cuestiones estratégicas y la política exterior, son privilegio exclusivo del Rey, por tradición y porque así reza la Constitución marroquí refrendada por toda la clase política y las instituciones, y con un apoyo popular masivo. Pero los inputs que recibe el Rey de sus principales asesores acerca de esta crisis, varían en su forma y en su contenido. De ahí que observemos diferentes tonos, contenido y formas en los mensajes que llegan desde Marruecos. El ministro de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, ha escogido la línea dura para arremeter contra el Ejecutivo español, al que acusa poco menos que de complicidad con “los adversarios de Marruecos”, en alusión a Argelia, y de cerrar los ojos ante los crímenes del líder del Frente Polisario Brahim Ghali hospitalizado en Logroño: “es un violador que ha tolerado la esclavitud, la tortura, los crímenes de guerra y los niños soldados, de lo que España está al corriente”.  Detrás de las palabras del responsable de la diplomacia marroquí, se encuentra la batuta del consejero real Fouad Ali el Himma, implacable con el vecino del norte. Su opinión, nadie tiene dudas, posee un peso determinante en las decisiones del rey Mohamed VI. Es su principal consejero, leal y con una trayectoria de casi medio siglo a su lado.

Sin embargo, otros miembros del entorno real, algunos exalumnos con el príncipe Sidi Mohammed del Colegio Real, como el jefe de los servicios secretos Yassine Mansouri, el exembajador en España Fadel Benyaich, el rifeño y otrora historiador del Reino Hassan Aourid, o el consejero para temas de seguridad y terrorismo y director general de la Seguridad Abdellatif Hammouchi , tienen una visión más matizada de la crisis. La actual embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, llamada a consultas desde Rabat en plena crisis, coincide con las palabras del Presidente Sánchez de que lo que está en juego en estos momentos es “el respeto y la confianza”, y aunque mantiene que la actitud española de acoger a Brahim Ghali, por motivos humanitarios según Madrid, “tendrá consecuencias”, se muestra como una voz autorizada a hablar de las relaciones bilaterales por fuera del cauce oficial que representa el ministro Nasser Bourita. La embajadora añade matices con conocimiento de causa, y abre puertas para el restablecimiento del respeto y la confianza. Algo similar a lo expresado por el Director de Asuntos Políticos en el mismo ministerio de Exteriores de Rabat, Fouad Yazough, que plantea al gobierno de Pedro Sánchez que explique a la opinión pública española el cómo y el por qué aceptó la entrada de Brahim Ghali en un hospital público, hecho en el que, según Yazough, están implicados cuatro generales argelinos. 

Según algunas filtraciones difíciles de verificar, pero muy plausibles, el rey Mohamed VI convocó a sus tres principales asesores en relación con el tema de España, en su palacio de Fez, donde pasó el mes de Ramadán. Fouad el Himma, Yassine Mansouri y Abdellatif Hammouchi, expusieron al monarca sus respectivos puntos de vista sobre el alcance de la crisis y los escenarios que se perfilan para salir de la misma. Si algo ha trascendido a la opinión especializada es que mientras El Himma tensa la cuerda, Mansouri y Hammouchi son partidarios de mantener los puentes en sus respectivas áreas, servicios y antiterrorismo. 

La crisis se ha instalado y va a perdurar. La habilidad de los estadistas es no dejarla pudrir, y dejar siempre abiertas algunas vías de comunicación, aunque solo sea para hacerse reproches.