Opinión

Cuando el realismo de Draghi choca con el populismo de Salvini

photo_camera Mario Draghi

Tras un verano bastante plácido en conjunto, el inicio del curso político ha traído la primera confrontación abierta entre el primer ministro Draghi y el segundo partido más importante de la “maggioranza” que sostiene al actual Ejecutivo, que no es otra que la Lega de Matteo Salvini. Y es que cuando el actual Ejecutivo ha llevado al Parlamento la aprobación del llamado “green-pass” con el que deben acceder todos los ciudadanos a los diferentes establecimientos (restaurantes, cines, etc.), se ha encontrado con que el partido de Salvini ha votado “no” y por ello no ha pasado el primer trámite, que era el de la Cámara Baja. En relación con ello, parece evidente que se trata de una decisión de última hora del siempre polémico político lombardo, ya que unos días antes había retirado todas las enmiendas presentadas en contra del citado “green-pass”, para al final votar “sí” a las presentadas por la que es en este momento su auténtica rival, la romana Meloni, líder de Hermanos de Italia.

Lo que se pone de manifiesto es que el realismo que marca la gestión de un hombre como Draghi, riguroso al máximo en el cumplimiento de la estabilidad de las cuentas públicas, colisiona, y de qué manera, con el populismo que caracteriza desde hace años el liderazgo de Salvini al frente del histórico partido fundado por Umberto Bossi. Draghi considera necesario tanto la vacunación obligatoria para todos sus conciudadanos como la puesta en marcha del “green-pass”, ya que estima fundamental reactivar el consumo interno con el objetivo de recuperar lo antes posible el PIB perdido a lo largo del año 2020. Y no quiere arriesgarse a lo que sucedió hace once meses, cuando el número de contagios aumentó de manera exponencial tras un verano bastante controlado: la ingente cantidad de positivos por coronavirus que se fue dando a lo largo del mes de octubre pasado obligó a un rápido “lockdown” que en parte acabaría conllevando la caída del anterior Gobierno.

Ciertamente, no es este el primer desencuentro entre Draghi y Salvini: el segundo ya ha intentado antes la destitución tanto del titular de Sanidad (Speranza) como de Interior (Lamorghese), pero en ambos se ha encontrado con un rotundo “no” del primero. Por otra parte, Salvini sabe que la “renta de ciudadanía”, aprobada con los votos de su partido durante el llamado “Gobierno del cambio” (junio de 2018-septiembre de 2019), tiene las horas contadas, y él ya va dejando caer que va a dar su apoyo a lo que decida el “premier” sencillamente porque dicha “renta de ciudadanía”, en palabras del líder de la Lega, “no funciona”. Pero la “renta de ciudadanía”, a fin de cuentas, no era una iniciativa suya, sino del Movimiento Cinco Estrellas, que él tuvo que aceptar para acabar conformando una coalición que le convirtió en viceprimer ministro y titular de Interior. En cambio, la vacunación obligatoria y el “green-pass” tiene sublevados a muchos de sus votantes, y ello ha llevado a Salvini a plantarse, infringiendo a Draghi su primera derrota parlamentaria.

En todo caso, Salvini debe andarse con pies de plomo en el cuestionamiento de las políticas de Draghi, toda vez que el Movimiento Cinco Estrellas, al estar transformándose en partido de centroizquierda y ecologista que además se está hermanando con el Partido Democrático (PD), sigue siendo la formación con mayor número de senadores: tiene casi la mitad de los que necesita el actual gobierno para poder seguir legislando. Si a ello sumamos parte del centroderecha más otros partidos como la Italia Viva de Renzi, Draghi podría acabar sacando de la “maggioranza” a la Lega y, a pesar de ello, disponer de los suficientes votos para seguir adelante. Eso sí, Draghi debería tener entonces mucho cuidado con liquidar definitivamente la “renta de ciudadanía”, ya que entonces también perdería el apoyo de Cinque Stelle: sin los “pentastellinos” ni la Lega, no habría suficiente número de parlamentarios para mantener en pie su gobierno, y todo ello con año y medio de legislatura aún por medio antes de que se convoquen nuevas elecciones generales.

Habrá que ver de qué manera asimila el presidente del Consejo de Ministros la rebelde actitud de Salvini, que seguramente mucho tenga que ver con la cercanía de las elecciones “administrativas” (4 de octubre). Draghi es hombre con mucha cintura y mano izquierda, pero también es persona muy decidida y acostumbrada a no perder el tiempo con debates estériles. Tiene a su favor que la economía va lanzada: el 2,7% de PIB que ha ganado en el segundo trimestre del año, cifra ya confirmada, no sólo es un muy buen dato, sino que, entre las principales economías europeas, le coloca solo por debajo de España, que ha sumado una décima más, aunque debemos recordar que perdió 2 puntos más que la vecina Italia en el año 2020, con lo que tiene mucho más margen de crecimiento. 

Ahora toca ver qué sucede con la llamada “Ley Cartabia” o reforma de la Justicia: salió adelante antes del verano en la Cámara Baja, pero ahora debe ser aprobada por el Senado, donde los votos del partido de Salvini resultan muy importantes toda vez que a Cinque Stelle nada gusta esta ley, ya que tumba por completa la impulsada en su momento por el anterior ministro de Justicia, el siciliano Alfonso Bonafede, destacado miembro de Cinque Stelle. La Lega ya votó a favor en la Cámara Baja, con lo que es de suponer que hará lo mismo en la Cámara Alta. Pero es igualmente cierto que esta reforma tampoco afecta al populismo de Salvini, centrado en otras cuestiones más sensibles como es el caso, por ejemplo, de la inmigración irregular.

Lo que resulta evidente es que Salvini cimentó el crecimiento de su partido no sólo en el populismo sino también en el ultranacionalismo, y ahora quien gobierna es un Draghi tan realista como europeísta. A medida que la economía vaya hacia adelante, podemos encontrarnos con que un país con un voto fuertemente polarizado en las elecciones de marzo de 2018 (los dos partidos más radicales en sus planteamientos, que no eran otros que la Lega y Cinco Estrellas, sumaron entre ambos en torno al 50% de los votos) vaya redirigiendo sus preferencia hacia los partidos situados en zona más templada y que fueron precisamente los más vapuleados en los últimos comicios generales: el caso más claro es el PD por aquel entonces liderado por Matteo Renzi, que, a pesar de ser el segundo más votado, entró en una fase de fuerte crisis interna aun no resuelta aún, incluyendo dos escisiones, como han sido Italia Viva y Azione. 

Todo indica que acabará habiendo “tratativa” entre Draghi y Salvini, pero también que Draghi no piensa tragar “quina” con las decisiones del líder de la Lega. No debe olvidarse que el actual primer ministro, figura del máximo prestigio internacional, aceptó ser presidente del Consejo de Ministros sobre la base de disponer de un amplio apoyo parlamentario, y por ello no piensa negociar punto por punto todo aquello a lo que se ha comprometido a hacer. Claro que Salvini, también cuando quiere, puede ser flexible: no olvidemos que, tras numerosos tiras y aflojas con la Unión Europea a cuenta de los Presupuestos Generales del Estado para el año 2019, acabó aceptando que el objetivo de déficit se quedara en el 2.04 cuando había dicho por activa y por pasiva que no se movería del 2,4 inicial. Clave será, en ese sentido, lo que suceda con el Movimiento Cinco Estrellas: si logra entrar en una fase de estabilidad que no ha conocido desde el verano de 2018, entonces puede ser Salvini el que comience a estar en dificultades. Pero lo cierto es que Salvini ha tardado solo medio año en confrontar con la actual “maggioranza” y con el Gobierno Draghi. ¿Será el primero de nuevos e importantes enfrentamientos entre ambos? El tiempo lo dirá.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro Historia de la Italia republicana, 1946-2021 (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).