Cuestión de confianza

Joe Biden

Las últimas elecciones estadounidenses tuvieron en vilo al mundo entero durante una semana que pareció alargarse en el tiempo. Cuando finalmente se anunció la victoria de Joe Biden, el candidato demócrata, Europa emitió un suspiro de alivio. Tras cuatro años marcados por la desconfianza de Bruselas hacia Washington, por fin llegaba el momento de reconstruir una relación que Trump tanto había dañado. Los primeros discursos del presidente estadounidense dieron pie a la esperanza. Hablaban de apostar por el multilateralismo y la cooperación internacional, de revertir las tendencias de su predecesor. Europa por fin podía volver a confiar en su aliado transatlántico. Hasta que se anunció el AUKUS.

La alianza militar entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos, bautizada como AUKUS, tiene como objetivo incrementar la cooperación trilateral en materia de seguridad y defensa en el área del Indo-Pacífico. Según este acuerdo, se reforzarán las capacidades militares de Australia para poder hacer frente al creciente poder de China. El primer paso, según anunciaba el secretario de Estado de EEUU, Antony Blinken, será dotar a Australia de ocho submarinos de propulsión nuclear.

La noticia cayó en Francia como un jarro de agua fría. El AUKUS ponía fin al acuerdo multimillonario, pactado en 2016, por el cual Francia habría de construir una serie de submarinos para Australia. Macron, que apenas se enteró de la noticia unas horas antes de que esta se hiciese pública, no tardó en anunciar la retirada de los embajadores franceses en Estados Unidos y Australia, un gesto que muchos calificaron de exagerado. La crisis diplomática, sin embargo, no fue provocada por la pérdida económica que supone la cancelación del acuerdo. Fue una cuestión de confianza.

En los días sucesivos, el Gobierno francés no dejó de repetir una y otra vez que esa no es manera de tratar a un aliado, y no le falta razón. En el ámbito concreto de la seguridad y la defensa, Francia y Estados Unidos tienen una estrecha relación de cooperación bajo el seno de la OTAN. Sin embargo, esta ha dejado de ser tan sólida, en especial desde que Macron dijera de la organización transatlántica que sufre de “coma cerebral”. El presidente francés es también, junto a la canciller alemana Merkel, quien más ha abogado por la creación de unas Fuerzas Armadas europeas que tengan como objetivo lograr la independencia de la UE de Estados Unidos.

Lejos de apostar por el diálogo y la cooperación con Europa, y contrariamente a lo que se esperaba, el Gobierno de Biden ha optado, una vez más, por priorizar el interés y beneficio propio a la construcción de un sistema multilateral sólido. No es de extrañar pues que altos cargos como el Alto Representante de la UE, Josep Borrell, o la presidenta de la Comisión, Úrsula von der Leyen, estén presionando también por lograr la autonomía estratégica de la Unión, que en materia de Defensa pasa por la creación de un Ejército propio. Este proyecto tan debatido en Europa no tenía como objetivo minar a la OTAN, más bien todo lo contrario. Se pretendía con ello lograr una relación de igualdad entre Europa y Estados Unidos, un proceso que el AUKUS ha puesto en riesgo. La confianza que Biden logró inspirar en sus socios europeos en sus primeros meses de Gobierno parece haberse evaporado.

El enfriamiento de las relaciones con Francia no son la única consecuencia del AUKUS. Alejándonos de la perspectiva occidentalista, la noticia de la alianza militar supone una afrenta para el gigante asiático. Biden, quien 48 horas antes de anunciar el acuerdo había sostenido una conversación telefónica con el presidente chino, Xi Jinping, también optó por no mencionar sus planes, contribuyendo así al enrarecimiento de las relaciones. La intención de Estados Unidos de afianzar su presencia en el Indo-Pacífico para limitar el expansionismo chino conlleva una escalada de las tensiones con Pekín. Un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino aseguró que el acuerdo trilateral “amenaza con dañar gravemente la paz regional… e intensificar la carrera armamentística”.

Este es uno de los grandes problemas. El AUKUS no va a alterar el equilibrio de poder entre las potencias mundiales. Los submarinos australianos tardarán al menos una década en estar operativos, mientras que China ya tiene previsto tener una flota similar para 2030. El ‘statu quo’ internacional, por lo tanto, no parece que vaya a cambiar, aunque su estabilidad está en juego con la creciente polarización. La retórica que están adoptando Estados Unidos y China, el desplante de Biden a Francia y por ende a la UE, la carrera armamentística y el aumento de las tensiones tiene una consecuencia evidente, y extremadamente peligrosa: la pérdida de confianza en el multilateralismo.

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