Opinión

Diez años de dirigencia de Kim Jong Un (2011-2021): claves para la supervivencia y consolidación del régimen

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Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace

En diciembre de 2021 se cumplió el décimo aniversario del Gobierno de Kim Jong Un en Corea del Norte. El nuevo líder asumió el poder tras la muerte de su padre, Kim Jong Il. Se previeron escenarios que incluían un golpe militar o el colapso del régimen en el caso de una lucha de poder entre las élites. Muchos observadores extranjeros creían que se iniciarían reformas liberales y Corea del Norte se abriría al exterior. Una década después, ha quedado claro que solo eran especulaciones.

A pesar de las múltiples vicisitudes, Kim Jong Un logró consolidarse en el poder y establecer un liderazgo fuerte. Los observadores ya no hablan de inestabilidad o colapso del régimen. La imagen internacional de Kim Jong Un ha pasado de ser la de un líder sin experiencia pero fuerte a la de un líder hábil. También ha introducido cambios en el sistema político, ha intentado reformar la economía y ha mejorado el estatus internacional de Corea del Norte al completar la «fuerza nuclear estatal».

La evolución de la estrategia de gobierno de Kim Jong Un se puede estructurar en tres fases. Durante la primera fase, que se prolongó hasta 2017, el énfasis se situó en la consolidación del poder y la línea byungjin: avance nuclear y económico simultáneo. Después de lograr la autoridad absoluta y completar la fuerza nuclear estatal en 2017, desvió su atención al desarrollo económico. El periodo 2018-2019 también sirvió para la apertura diplomática del país, en un esfuerzo por estabilizar el entorno exterior mejorando las relaciones con EE. UU., Corea del Sur y China. Esta fase fue testigo de un impulso diplomático sin precedentes, incluidas las cumbres históricas que se celebraron entre Kim Jong Un y Donald Trump. La narrativa en favor de la ideología de la autosuficiencia y el centralismo estatal impulsada en el 8.º Congreso del Partido del Trabajo de Corea en enero de 2021 parece constituir el inicio de una nueva fase del régimen actual. El regreso a un estricto control social e ideológico es indicativo del esfuerzo de Kim Jong Un por endurecer el régimen y disuadir cualquier posible inestabilidad interna fruto de la incertidumbre económica.

Introducción

El 17 de diciembre de 2011 falleció Kim Jong Il, segundo jefe de Estado1 de la República Popular Democrática de Corea (RPDC, coloquialmente conocida como «Corea del Norte»). Había asumido el poder tras el deceso de su padre, Kim Il Sung, «padre fundador» de la República y líder progresivamente indiscutible del país desde cuando menos 1948 —año en que se proclamó oficialmente la RPDC (septiembre, 1948)—, cuyo poder se consolidó tras la guerra de Corea (1950-1953) y en especial en la década de 1970.

Con ese traspaso sucesorio, la RPDC, cuya existencia se prolonga desde 1948 hasta la fecha actual —en 2022 se cumplirá su 74.º aniversario—, ha tenido al frente del Estado, del partido único2 y del Ejército a tres miembros de la familia Kim: Kim Il Sung, que hemos denominado «padre fundador» del nuevo Estado surgido de la división de Corea tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1948-1994), su hijo Kim Jong Il (1994-2011) y su nieto —e hijo del anterior— Kim Jong Un (desde finales de 2011 hasta el momento presente)3.

El proceso de asunción de los diferentes niveles del poder en la RDPC por parte de Kim Jong Un aconteció entre diciembre de 2011 y mediados del 20124, pues secuencialmente asumió los máximos cargos en el Ejército, el Partido y el Estado, si bien se había proclamado «líder supremo» (ryongdoja) del país desde el fallecimiento de su padre5. En ese momento, diciembre de 2011, muchas eran las voces que reiteraban, una vez más, el futuro incierto de la República norcoreana: desde el colapso a corto o medio plazo, la incapacidad del nuevo dirigente para hacer frente a la etapa de gobierno y la inevitable reunificación con Corea del Sur (oficialmente, República de Corea). Lo cierto, sin embargo, es que en el periodo 2012-2022 ha acontecido una profunda reorganización de las élites dirigentes, tanto en el Estado y el Partido como en el Ejército. Asimismo, estas tres esferas institucionales de gran peso se han transformado para adaptarse a las nuevas realidades del régimen sin que ello haya producido altibajos conocidos, con la salvedad —la más destacada, aunque no la única, especialmente en el Ejército— de la ejecución del general político Jang Song Thaek en diciembre de 2013, posiblemente por un intento de golpe de Estado o golpe de palacio protagonizado por este dirigente, tío de Kim Jong Un, y el grupo que lo rodeaba6.

A nuestro juicio y visto con la suficiente perspectiva, hay elementos cruciales que han permitido no ya solo la supervivencia del nuevo líder mediante un traspaso de poder generacional, sino también su consolidación como dirigente, más allá de determinados mantras comunes a menudo alejados del conocimiento directo de la compleja realidad interna norcoreana. Esta consolidación también supone la del propio régimen y, en último extremo, la continuidad de la RPDC, sin que parezca que nada amenace su supervivencia como Estado independiente. Hemos calificado de «mantra» la reiteración de muchos análisis que desde 1990 han previsto como indiscutible que Corea del Norte colapsaría y se reunificaría con Corea del Sur, hipótesis que siempre hemos discutido y de cuyo cumplimiento hasta el momento no hay atisbo alguno7.

Posiblemente muchos de los análisis se han efectuado sin pisar el terreno o desde una perspectiva occidental y alejada de las reglas del juego y la idiosincrasia de Corea del Norte y de Asia del Este en general, lo que conlleva resultados fallidos. Ilustra esta situación un clásico de la literatura política sobre el país, a propósito de su siempre anunciado y nunca concretado colapso, obra del profesor Bruce Cummings, quien señaló en 2007: «Estados Unidos ha sido mal servido por quienes se consideran expertos en Corea del Norte», cuando en realidad «conoce a tu enemigo es el sine qua non de la guerra y la diplomacia efectivas»8.

Los elementos del periodo 1948-1994 dieron pie a una supervivencia específica del régimen de Kim Jong Il, mientras que los del presente han servido para que sobreviva y se consolide el nuevo régimen de Kim Jong Un en base a elementos del pasado, pero también nuevos, propios de la realidad interna e internacional de la segunda década del siglo XXI, que encara el inicio de su tercera década con nuevos referentes, especialmente en el plano internacional. A propósito de esta realidad, el propio Kim Jong Un ha expresado la idea de que «no hay presente sin pasado, ni futuro sin presente»9, en una línea continuadora imprescindible para entender la resiliencia del Estado norcoreano.Hemos agrupado en once ideas básicas los elementos que a nuestro entender permiten comprender las razones del título de este documento que publicamos en el IEEE. Serían posibles algunas más, y también plantear algunas debilidades que pueden ensombrecer esta consolidación —como la situación económica o la pandemia causada por la COVID- 19, desbocada a partir de mayo de 2022—10 y que supondrían el contrapeso a las fortalezas que señalaremos. No obstante, lo cierto es que en la perspectiva 2011/2012- 2022, creemos que esas ideas son los ejes fundamentales que ayudan a comprender que el destino del régimen de Kim Jong Un se aleja de procesos como los acontecidos en el último 2021 en Myanmar —golpe de Estado contra el proceso de transición democrática— o Afganistán —colapso del Estado y sustitución por una dictadura islámica—, de las inestabilidades recurrentes en África u otros continentes11 o incluso de acontecimientos como el de Ucrania (2022), objeto de una invasión por parte de Rusia. Todo ello cuando, precisamente, durante 2016-2017 la mayoría de las apuestas se situaba a favor de un enfrentamiento militar entre Corea del Norte y EE. UU., que no solo no ha sucedido, sino que no parece tener visos de ser hoy por hoy un riesgo a corto o medio plazo.

La uniformidad interna de Corea del Norte

Corea del Norte tanto como Corea del Sur son países cuya población asume una etnicidad casi única, aunque mucho más acentuada en el primer caso. Todos los ciudadanos son coreanos, la presencia de ciudadanos de otros orígenes es muy residual y generalmente estos se encuentran en situación de trabajo provisional y con apenas contacto diario con los norcoreanos. En el trato cotidiano la población se identifica siempre como «coreana» y nunca como «norcoreana» y se refiere a su propio país como Corea o si acaso como la RPDC, pero nunca como Corea del Norte.

El idioma es único: el dialecto de Pionyang del coreano, que no ha seguido la evolución del coreano hablado en el Sur. No existe la presencia de ninguno otro idioma, ni siquiera en un porcentaje pequeño —como antaño sucedió con el japonés o el chino en su versión de Yanbian, territorio de China con statu quo jurídico propio como prefectura de etnia coreana—12, susceptible de ser tenido en cuenta entre los habitantes de la zona fronteriza.

En este sentido, comparado con los otros tres Estados «neocomunistas» de la zona —China, Vietnam y Laos—, Corea es el único que no tiene ningún problema de minorías étnicas o lingüísticas, ni una diversidad cultural, ni tampoco debe hacer frente a situaciones de nacionalismo o regionalismo13. De hecho, las Constituciones de los tres Estados citados hacen referencia a esa pluralidad, mientras que en la RPDC no hay ninguna mención a esa circunstancia —salvo en el primer texto constitucional, el de 1948—, por inexistente. Por lo demás, no se constatan matrimonios entre norcoreanos y ciudadanos extranjeros, por lo que tampoco existe una población extranjera que, por reducida que sea, conviva con los norcoreanos y, por supuesto, tampoco hay ciudadanos de segunda generación, hijos de matrimonios mixtos.

Ello supone para la RPDC una fortaleza evidente, que la aleja no solo de China, Vietnam y Laos, sino también de Estados que tienen dificultades cada día mayores para gestionar su pluralidad interna, como Myanmar o Afganistán, dos países que durante 2021 han sufrido fuertes seísmos políticos y/o militares, o la propia China. Por ello, para el Estado norcoreano no hay un problema interno, lo que impide la disidencia en este sentido y permite una monolitismo cultural, lingüístico, étnico e incluso histórico que evita cualquier inestabilidad, tan habitual en otros países de Asia.

En este sentido, Kim Jong Un no ha debido hacer frente a ningún riesgo interno, lo que supone —a nuestro entender— una fortaleza para la estabilidad del régimen, al no existir ningún contrapoder surgido de la pluralidad étnica en el interior del país o ni siquiera de la presencia de una sola etnia, aunque sea minoritaria, contrapuesta a la coreana.

Corea del Norte como Estado «no fallido»

Las teorías sobre el concepto del «Estado fallido» han sido ampliamente estudiadas en las últimas décadas, escogiéndose siempre como ejemplo países como Somalia y, en muchos ámbitos, Afganistán, Irak u otras naciones donde quiebran elementos fundamentales para el propio concepto de Estado. Una de las opiniones más generalizadas es que Corea del Norte conforma un Estado fallido y su único futuro es — o será— el colapso, afirmación que se repite cíclicamente desde la década de 1990.

La ausencia de un Gobierno que controle todo el territorio —Somalia—, la incapacidad para el funcionamiento regular de las instituciones y la existencia de territorios con una autonomía o independencia de facto donde el poder central no puede intervenir —Somalia, Mali o Afganistán antes del colapso de agosto de 2021, entre otros— son algunos de los elementos caracterizadores de los Estados fallidos. También se ha indicado que un Estado colapsa cuando el Gobierno central o las instituciones no son capaces de proporcionar a sus ciudadanos unos niveles mínimos de seguridad personal y colectiva, educación, sanidad y una sociedad civil estructurada14, definición más amplia que, de aceptarse, abarcaría a un número muy grande de Estados en el mundo.

A tal respecto, esas circunstancias no se han dado en Corea del Norte en ningún momento de la historia desde 1948, con la salvedad del periodo 1994-1998 —o quizá hasta mediados de la primera década del siglo XXI—, en que aconteció una gran hambruna en el país, que puso contra las cuerdas su control. No obstante, restaurada una cierta normalidad a partir de 1998-2000, el Estado norcoreano no puede considerarse a inicios del 2022 un Estado fallido, pese a que tenga graves dificultades económicas —su auténtico talón de Aquiles—, no necesariamente superiores a las de otros Estados asiáticos o africanos, y sin que a fecha de hoy se pueda predecir cómo repercutirá en su devenir el estallido de la pandemia de la COVID-19, aparentemente controlada hasta mayo de 2022.

En este sentido, para comprender la resiliencia de la RPDC durante el periodo 2011- 2021, y ya parte de 2022, deben tenerse en cuenta los siguientes elementos:

a)    El Gobierno central mantiene un absoluto control sobre todo el territorio nacional, sin que existan zonas o territorios fuera de él o con lazos diluidos, como sucedería con el Kurdistán en Irak. Es un territorio sin zonas fuera del control central de Pionyang.

b)    Los tres elementos clave de la RPDC —Estado centralizado, Partido y Fuerzas Armadas— alcanzan a todos los ámbitos territoriales, pero también personales, colectivos y profesionales. En este sentido, no hay espacios «grises» en esa penetración de las tres patas del régimen, de tal manera que no solo se interrelacionan en cualquier actuación, sino que también alcanzan a todo el territorio.

c)    La seguridad interior en el país es absoluta y solo se encuentra debilitada por algunos problemas de delincuencia menor, en especial durante la última década. Las fuerzas de seguridad —policía, militares, servicios de inteligencia— han controlado hasta el momento cualquier circunstancia y disidencia, sin que se tenga conocimiento de una oposición interna, ni siquiera menor. A diferencia de Myanmar —con una líder opositora, Aung San Suu Kyi, pese a sus oscilaciones como opositora y miembro del Gobierno, y actualmente detenida por la Junta Militar— u otros países con líderes reconocibles, en Corea del Norte o en el exterior no existe una figura similar que sea portavoz de una oposición solvente con un discurso de futuro o alguna opción. Una cuestión distinta es la existencia de refugiados o ciudadanos que han huido por la frontera china, en una gran mayoría por razones económicas. Muchos de ellos residen en Corea del Sur, pero sin que se articulen opciones de cambio.

d)    El Estado suministra, aunque con dificultades, los elementos de subsistencia fundamentales para la ciudadanía —como un sistema de alimentación centralizada, sanidad y educación—. No obstante, el propio régimen reconoce que en el ámbito económico es donde mayores riesgos existen, y estos se han acentuado en el periodo de la pandemia de la COVID-19: la RPDC permanece cerrada al mundo desde mediados de enero de 2020 y desde mayo de 2022 se ha producido un posible descontrol.

El «contrato social» entre el Estado y la ciudadanía que se quebró en la hambruna de la década de 199015 parece haberse rehabilitado parcialmente. Sin embargo, se evidencia la realidad de una economía informal privada, que posiblemente cubre un porcentaje elevado de compras y ventas, que permite equilibrar las referidas dificultades16, y también la gran diferencia entre las condiciones de vida existentes en el campo y las ciudades, especialmente en Pionyang.

El funcionamiento regular de las instituciones estatales. De la «informalidad» de Kim Jong Il a la «formalidad» de Kim Jong Un

A diferencia de otros muchos Estados, incluso de democracias liberales poco consolidadas y con un funcionamiento institucional débil, en la etapa de Kim Jong Un el régimen norcoreano ha ido progresivamente formalizando sus instituciones, tanto las propiamente estatales —Jefatura del Estado, Parlamento, Gobierno central, etcétera— como el Partido del Trabajo de Corea —la fuerza dirigente única, según la propia Constitución— y las Fuerzas Armadas (Ejército Popular de Corea)17. Este es un dato a menudo poco estudiado, pero que —a nuestro juicio— resulta imprescindible para comprender la supervivencia de la RPDC, aún más a la vista de lo acontecido en Afganistán en agosto de 2021.

Mientras que en la etapa de Kim Jong Il fue especialmente el Ejército el que dio apoyo al régimen y al Gobierno —con un importante apartamiento del Partido y un funcionamiento «informal» de muchas instituciones—, durante el periodo de Kim Jong Un, el núcleo del poder se ha residenciado en la cúpula del Estado y en el Partido del Trabajo. En esta línea, el régimen ha querido fortalecer el sentido del Estado en su definición amplia —Administración, Partido y Fuerzas Armadas— como garantía de estabilidad ante las diferentes vicisitudes que pudieran acontecer. No sorprende así que, por vez primera, en el 8.o Congreso de enero de 2021 Kim Jong Un se refiriera a un «Estado constitucional socialista» y al fortalecimiento de la Administración, sugiriendo el símil de Vietnam y China, pero sin citar ejemplos comparativos.

El modelo norcoreano está plenamente alejado de regímenes disgregados, como fueron los de Gadafi (Libia) o Pol Pot (Camboya), que se caracterizaron por la disolución de las instituciones en su funcionamiento regular. Pese a las muchas dificultades, durante el periodo 1948-2022 no ha habido ningún golpe de Estado en Corea del Norte, cuando menos que pueda citarse de forma contrastada —aunque sí ha habido numerosas disidencias internas, que finalizaron con purgas del bando perdedor—. Sin embargo, sí pueden haber acontecido intentonas al inicio del periodo de Kim Jong Un, muy posiblemente durante el año 2013 y a manos del general Jang Song Thaek18.

La estabilidad interna lo aleja también del periodo maoísta de la Revolución Cultural —observada como mucho recelo por Kim Il Sung— y de la disolución interna del periodo La estabilidad interna lo aleja también del periodo maoísta de la Revolución Cultural —observada como mucho recelo por Kim Il Sung— y de la disolución interna del periodo estalinista, en el que todo y todos estaban en cuestión. Y, por supuesto, la RPDC ha sido y es la antítesis de lo que supuso la citada Kampuchea Democrática (Camboya): un régimen autogenocida que llevó al colapso directo y que cayó en manos de otro Estado comunista pero bien engrasado, Vietnam, en la invasión de 1979. Todo ello no impide pensar que en el periodo de Kim Il Sung acontecieron luchas internas entre grupos — pues están atestiguadas e incluso reconocidas oficialmente— y, a buen seguro, sucedieron también en 2011-2021, ya que forman parte de la lógica de esta tipología de regímenes, sin válvulas de escape a las tensiones en la dirigencia.

Aunque en las etapas de Kim Il Sung y Kim Jong Il progresivamente la figura central del máximo dirigente oscureció la actividad de las instituciones, durante el régimen de Kim Jong Un se han efectuado cinco reformas constitucionales: en 2012, 2013, 2016 y en dos ocasiones en 2019, todas ellas orientadas en exclusiva o en gran medida a formalizar e interrelacionar las instituciones del Estado, sus competencias y su lugar en la estructura del poder y a fortalecer la posición central del máximo dirigente, que ha asumido gradualmente un perfil presidencialista, a diferencia de su padre Kim Jong Il, quien, pese a ser también el ryongdoja, ostentaba el cargo institucional de presidente de la Comisión de Defensa Nacional.

Este dato revela la importancia que el régimen ha dado al formalismo jurídico, al menos a nivel constitucional, en lo que se refiere específicamente a la estructuración de las instituciones del Estado y también a la reubicación del papel del Ejército —reformas del 2019—, que se ha situado como una institución importante, pero al servicio de los intereses del Estado y del Partido y bajo la absoluta dirigencia formal de Kim Jong Un y de su equipo —especialmente del núcleo localizado en la Comisión de Asuntos Estatales y en algunos otros órganos del Partido—, como luego tendremos ocasión de analizar.

En este sentido, se destacan tres niveles de instituciones formales y dos más también formales pero de segundo orden, que han engrasado progresivamente el concepto de
«Estado» durante el periodo 2011-2021:

a)    En primer término, las instituciones que ostentan un elevado contenido político — Comisión de Asuntos Estatales, sucesora de la Comisión de Defensa Nacional, presidida por Kim Jong Un—, pero especialmente la propia figura de presidente de la Comisión de Asuntos Estatales, que no es un primus interpares de la Comisión, sino que asume un perfil propio como órgano reconocido, lo que supone la equivalencia con un presidente de república.

b)    Las instituciones cuyo papel es fundamentalmente ejecutivo-administrativo
—Consejo de Ministros, con una función casi en exclusiva dedicada a la economía—, en donde la rotación de primeros ministros y ministros es constante, quizá por ser la economía el talón de Aquiles de la RPDC.

c)    Las instituciones que pueden calificarse de rubber stamp en la terminología propia de la doctrina anglosajona —«sello de goma» y, en sentido figurado, «aprobación automática»—, esto es, simplemente convalidadoras de decisiones previas, sin capacidad real decisoria, como la Asamblea Popular Suprema (Parlamento). Este órgano parlamentario por excelencia está bajo un control total del Partido y del máximo liderazgo del Estado.

No puede olvidarse, en este sentido, que un Parlamento inánime en un momento de crisis puede suponer un factor de riesgo si el equilibrio de poderes se desestabiliza, como sucedió en la URSS y la RDA, donde los Parlamentos certificaron el final del régimen y del Estado mismo, quizá la única competencia que ejercieron de forma auténtica en toda su historia.

Esto último ha supuesto que el funcionamiento regular y controlado de la Asamblea haya sido un elemento fundamental durante este periodo, habiéndose celebrado cada cinco años elecciones parlamentarias en un ritual que ad extra supone que el modelo norcoreano aparente una normalidad institucional homologable en muchos elementos a su vecina la República Popular China o a Vietnam. No obstante, este apenas se ha quebrado desde 1948, lo que supone que los tres líderes de la RPDC han mantenido esta formalidad institucional parlamentaria como un elemento importante, pues posiblemente en la Asamblea se concentran los referentes políticos de mayor a menor nivel que son dirigentes locales, provinciales y estatales19.

En todas las elecciones parlamentarias desde 1948 hasta 2019 han participado como candidatos todos los cargos más altos del país, civiles y militares, incluidos Kim Il Sung y Kim Jong Il. En las elecciones del periodo de Kim Jong Un (2014 y 2019), el nuevo dirigente fue candidato en 2014, pero no en 2019, en una estrategia de cambio que supuso que la máxima dirigencia del país ya no pasara por un candidato electo como diputado, sino que se basara en el linaje familiar, con origen en el «padre fundador» del Estado norcoreano.

En segundo término, debemos referirnos a un grupo de instituciones de más bajo perfil, pero también constitucionalmente reconocidas. Se trata de los órganos judiciales y la fiscalía y la Administración local. Es importante señalar que, pese a sus funciones, están subordinados a la política del máximo liderazgo político y al Partido. No existen, por tanto, un «poder judicial» y una «autonomía local» dignos de tal nombre en el sentido propio de una democracia liberal, se escoran más hacia el modelo chino.

Son órganos con la finalidad de controlar y sancionar, si es preciso, el incumplimiento de las normas impuestas en un primer supuesto —jueces, tribunales y fiscalía— y de gestionar los municipios y regiones, como en cualquier otro Estado, pero sin un perfil propio que pudiera permitir la gestación de un contrapoder en el futuro. Esta última crítica ha supuesto una fortaleza para el régimen, por cuanto las decisiones tomadas en Pionyang alcanzan en su cumplimiento a todo el territorio y a los diferentes estratos del funcionamiento administrativo, en un entramado de poderes cuya conformación ya se inició con Kim Il Sung, especialmente con la segunda Constitución de la RPDC, la de 1972.

En todo caso, sea cual sea el grupo en que cada una de las instituciones se inserte, el régimen de Kim Jong Un ha sido meticuloso y muy formalista a la hora de definirlas —en especial la figura presidencial del máximo líder— y, aún más, vigorizó su funcionamiento a partir de 2012, incluso cuando se trata de instituciones puramente formales, para lograr una finalidad no oculta: crear un Estado fuerte con instituciones bien estructuradas que puedan implementar las políticas de la máxima cúpula y del Partido y que eviten ser contrapeso a los auténticos poderes del país, lo que Kim Jong Un identificó en el 8.º Congreso del Partido del Trabajo como un «Estado de leyes» y un
«Estado constitucional socialista» (enero, 2021).

A nuestro juicio, dos de estas instituciones han tenido un especial tratamiento durante las cinco reformas constitucionales del periodo 2012-2019: la Presidencia o máxima dirigencia del Estado, que recae en Kim Jong Un, y la Comisión de Asuntos Estatales.

Kim Jong Un heredó en 2011 una Comisión de Defensa Nacional instituida a imagen de su padre y para unas circunstancias históricas concretas con un presidente al frente. En las reformas llevadas a cabo entre 2012 y 2016, su carácter militar y defensivo fue desapareciendo. De tal forma, en la reforma de 2016 se sustituyó por la Comisión de Asuntos Estatales, institución con un perfil propio y un presidente al frente, encarnado en la persona de Kim Jong Un, que también es una institución propia y no un miembro primus inter pares integrado en su estructura. Ahora bien, tras el 8.º Congreso del Partido del Trabajo parece que se inicia una nueva lógica orientada a fortalecer más la versión presidencial del líder que su presidencia de la Comisión. En este sentido, Kim Jong Un fue entre 2012 y 2016 «primer presidente de la Comisión de Defensa Nacional» y entre 2016, con un carácter marcadamente civil, «presidente de la Comisión de Asuntos Estatales»20.

Los miembros de la Comisión se insertan, en parte, en la más alta zona de la toma de decisiones, pero esta no puede definirse como la más alta cúpula del país per se, pues sus mismos integrantes asumen niveles distintos y no existe paridad entre ellos.

No obstante, su presidente —que coincide con la figura del «líder», aunque se trate institucionalmente de dos figuras diferenciadas—, Kim Jong Un, de facto hasta 2019 y de iure desde esa fecha es el jefe de Estado, pese a que su auténtica auctoritas procede de su condición de sucesor de Kim Il Sung y Kim Jong Il y a que ostente el cargo no escrito pero real de «líder». Esto es, Kim Jong Un aúna la figura institucional del jefe de Estado y también la de líder o ryongdoja incontestable, como aconteció con su padre y su abuelo.

Este papel de Kim Jong Un como núcleo del sistema se plasmó de manera casi sorprendente en la constitucionalización de su nombre en 2019 —con la quinta reforma constitucional de su etapa de gobierno—, no tanto como presidente, sino como líder del 

Partido. En este sentido, la Constitución fija que las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental defender al Comité Central del Partido y a su máximo dirigente, Kim Jong Un. Por tanto, el círculo se cerró en ese 2019 al instituirse un entramado formal completo que situaba a Kim Jong Un como jefe del Estado y del Partido. Siendo también comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, estas asumen la defensa del país, pero especialmente la protección del propio Partido del Trabajo y de su máximo dirigente, con
«nombre y apellidos»21.

Ello conduce a una conclusión que, a nuestro juicio, es de gran importancia: siendo Kim Jong Un a la vez líder o ryongdoja por linaje de sangre, jefe del Estado, jefe del Partido y comandante en jefe del Ejército y encomendar a este último la defensa a «ultranza» del Comité Central y su dirigente, cualquier decisión o intentona de alguna persona o grupo —quizá lo que aconteció con Jang Song Thaek en 2013— supondría un enfrentamiento directo con el propio Ejército, si las instituciones no quiebran. Todo ello ha obligado al régimen a establecer un entramado de control absoluto sobre este último a través de organismos ajenos al mismo, como la Comisión Militar Central del Partido, presidida por Kim Jong Un, que ostenta las competencias de nombrar y cesar a generales, promover ascensos y tomar decisiones de todo tipo en el ámbito militar e imponerlas a las Fuerzas Armadas.

El modelo personalista del régimen norcoreano: el papel central de Kim Jong Un

Vinculado al anterior apartado, es evidente que debemos referirnos al esquema personalista del régimen, que se basa en un modelo de hiperliderazgo formal e incluso material, encarnado en la figura de Kim Jong Un.

Corea del Norte ha asumido un modelo familista desde el inicio mismo de la RPDC que vincula el mantenimiento de la élite familiar gobernante con la propia supervivencia del régimen. Gira en torno a la figura carismática del líder correspondiente en cada momento histórico —y en ocasiones de algunos otros miembros de la familia— en base al denominado «linaje del Paektu»22: referente geográfico donde la historia norcoreana ubica el inicio de la guerrilla de Kim Il Sung en 1922 contra la ocupación japonesa, que finalizó en 1945. No obstante, este familismo, aunque hunde sus raíces en la tradición asiática y su existencia se constata en multitud de países —India, Pakistán, Tailandia, Taiwán, Indonesia, la propia Corea del Sur o la República Popular China—, se conforma con un perfil propio: supera a la familia misma para ser la pieza clave del funcionamiento del modelo antes de Kim Jong Un, pero también durante su mandato, sin que parezca que haya una quiebra en esta línea política.

La historia norcoreana de 1945 a 2022 no puede comprenderse sin ubicar correctamente las figuras de Kim Il Sung (1945-1994), Kim Jong Il (1994-2011) y Kim Jong Un, así como las de otros familiares que han tenido en determinados momentos históricos un papel más o menos influyente —como Kim Jong Suk, esposa de Kim Il Sung y considerada la
«madre de Corea»—. Este elemento familiar ha instituido el núcleo del régimen en torno a un cambio generacional pactado y programado, que ha resultado vital para la primera década de Kim Jong Un, al ser el continuador del «linaje del Paektu»23. Por ello, cualquier intento de aproximación a la historia de Corea del Norte requiere un buen conocimiento biográfico de Kim Il Sung y Kim Jong Il: hay un vínculo absoluto entre sus periodos de gobierno y la historia del país24.

El régimen, sin embargo, reposa sobre la figura indiscutible e indiscutida de Kim Il Sung, fallecido en 1994, pero que consta como «padre fundador» del Estado, el Partido y el Ejército, el único calificado como suryong —esto es, «líder supremo» en la expresión coreana— y, hasta la reforma constitucional de 2016, calificado como «presidente eterno».

También líderes, tanto su hijo como su nieto asumen el término de ryongdoja para diferenciarse del abuelo, inicio de la etapa actual. Hubo que esperar a la muerte del ryongdoja Kim Jong Il en 2011 para que unos años después fuera elevado a un nivel similar —aunque no igual en todos los supuestos— al de su padre Kim Il Sung: en el preámbulo de la Constitución ambos se incorporaron como «líderes eternos», lo que dio pie a la «saga o linaje del Paektu», que continúa en la figura de Kim Jong Un, nuevo ryongdoja.

Este liderazgo supremo o carácter de figura superior a un primus interpares ha otorgado una enorme virtualidad al liderazgo de Kim Jong Un, pues es reconocido formalmente por el régimen y la ciudadanía, con lo que atesora un liderazgo en teoría absoluto, aunque no a los mismos niveles que su abuelo y su padre. Quizá lo haga para adaptarse a la realidad del siglo XXI, con unos paradigmas distintos a la Corea comunista de la etapa de la Guerra fría y el periodo Posterior, y una posible dirigencia más colegiada25.

El modelo norcoreano es inescindible de la figura del «líder supremo», suryong o ryongdoja, y cada etapa ha tenido sus singularidades. Estas pueden desglosarse en tres modelos continuadores desde la proclamación de la RPDC en base a los tres dirigentes mencionados, pues sus dinámicas de poder y la forma en que se han creado e interrelacionado las instituciones han sido diferentes, incluso dentro de cada periodo. Sin embargo, mantienen un hilo conductor básico, pese a las contingencias históricas acontecidas entre 1948 y 2022. A nuestro entender, podemos referirnos a un régimen norcoreano subdividido en tres subregímenes, según quién fuese o sea su máximo dirigente.
Este «líder supremo» asume per se un carácter incontestable y sus decisiones, instrucciones o pensamiento son corpus político y jurídico de primer nivel, que comprende normas de carácter incluso supraconstitucional26.

Con independencia de que el «líder supremo» siempre haya ostentado desde 1948 un determinado cargo institucional fijado en la Constitución formalmente, la auctoritas real del mismo se deriva de su consideración de suryong o ryongdoja, más que del cargo para el que fue nombrado y que se revalida cada cinco años, coincidiendo con las elecciones a la Asamblea Popular Suprema. Aunque son un ritual formalista, las elecciones jamás han sido soslayadas desde 1948 y se han reiterado con escrupulosidad desde 2012 con Kim Jong Un —en concreto, en 2014 y 2019—.

Los setenta y cuatro años de existencia de la RPDC han conformado un modelo singular y único27. Si bien guarda similitudes con algunos periodos históricos en otros países — la URSS con Stalin o China con Mao Zedong—, la RPDC ha mantenido esta figura del hiperliderazgo único e indiscutible a lo largo de toda su historia: ha llegado a la tercera década del siglo XXI sin atisbo de crítica al pasado ni de cuestionamiento de tal opción en el presente o el futuro, pero con dudas sobre cómo se desarrollará el liderazgo único en la década 2021-2031, al aparecer en escena algunos miembros de la familia significativos, como la hermana de Kim Jong Un, Kim Yo Jong, o la hipotética descendencia masculina futura, que, a buen seguro, es el objetivo de la cúpula dirigente28.

La figura de cada uno de los tres «líderes supremos» es, por consiguiente, una pieza fundamental del esquema de poderes en Corea del Norte: el vértice absoluto que impide cualquier división de poderes o apariencia formal de dirección colegiada —aunque, al ser un Estado complejo, por lógica pueda desprenderse que sean diversos los dirigentes que se sitúan en la cúpula, vistos los modelos comparados—, en especial durante la actual etapa de Kim Jong Un, al mantenerse una cúpula entre cinco y diez miembros que ostentan un significado poder.
Pese a este carácter personalista basado en el linaje familiar, Corea del Norte no ha instituido una «monarquía» donde la familia gobernante extiende su poder como en otras dictaduras basadas en el familismo. Este familismo no es comparable a las lógicas de la familia Marcos o Aquino (Filipinas), Park (Corea del Sur), Gandhi (India) o Nehru (Pakistán), por citar algunas de las más conocidas, aunque haya muchas otras en todo este ámbito geográfico; no es equiparable, pero bebe de fuentes parecidas, en la cultura y la historia.

A nuestro entender, la definición de la RPDC como una «monarquía roja» es un reduccionismo y no comprende gran parte de la filosofía de muchas culturas asiáticas, dado que este familismo no es visto con rechazo, sino al contrario en Corea y en muchos Estados con raíces confucionistas o budistas de Asia del Este, el Sudeste Asiático y otras zonas adyacentes. Este modelo transmite seguridad en la continuidad del Estado, como también de las personas implicadas, e irradia a otros miembros de las estructuras de poder29.

De hecho, una de las conclusiones es que el poder se ha transmitido a una persona concreta del «linaje del Paektu» y, si bien aparecen familiares que en algún momento han ostentado algún poder o mucho, es tangencial. Lo significativo es que el traspaso generacional abarca a la familia presidencial, pero también a las restantes familias del régimen que hunden sus raíces en el origen de la República. De tal manera, es posible describir un «linaje del Paektu» en sentido familiar estricto y un «linaje» del grupo guerrillero que acompañó a Kim Il Sung en la década de 1940 y 1950, y que luego se ha mantenido en el poder generación tras generación.

En consecuencia, en torno al dirigente máximo coexiste una élite gobernante de larga experiencia personal, política, militar y social que estructura una fortaleza, que sin duda no se da en otros Estados considerados fallidos. Este elemento se ninguneó al inicio del periodo de Kim Jong Un, se le otorgó un carácter subalterno e incluso grotesco. Sin embargo, a nuestro entender, ha servido no solo para su supervivencia, sino para consolidar el sistema, ya que es socialmente aceptado por la ciudadanía —que lo reproduce en cascada, incluso entre las clases sociales más humildes—, y da garantías internas en la transmisión del poder —pacíficamente ad extra, sin perjuicio de las luchas de palacio que puedan existir en el interior-—. Este último siempre fue el auténtico talón de Aquiles de los regímenes comunistas30 y solo Corea del Norte logró sus objetivos de transmisión familiar, y parcialmente, durante un cierto tiempo, Cuba, con el traspaso de poder de Fidel a Raúl Castro, aunque luego su transmisión no ha sido familista.

El elemento histórico como configurador del liderazgo del entramado institucional de la República

Aunque la historia es un elemento clave para comprender cualquier sistema político y, por supuesto, ubicar adecuadamente su estructura institucional y fortaleza como Estado, en el supuesto de Corea del Norte este elemento se evidencia de manera excepcional. La RPDC es el resultado de la historia del siglo XX y del periodo que ya abarca el XXI.

La RPDC nació tras un periodo de ocupación japonesa (1910-1945) que legitimó el nuevo régimen —y sigue haciéndolo, por el recuerdo permanente por parte de las autoridades—
, dado el carácter genocida de muchos elementos de tal ocupación y el posterior conflicto durante la Segunda Guerra Mundial.

A Kim Il Sung se le atribuye en la historiografía norcoreana la liberación del país, más allá de la realidad histórica de esa circunstancia o los claroscuros existentes. Los análisis históricos acreditan que la ocupación de Corea por parte de Japón fue una de las más crueles en Asia-Pacífico, con muchos elementos de genocidio y crímenes contra la humanidad, como la prostitución obligada de cientos de miles de mujeres coreanas, las mal llamadas «mujeres de confort». Este hecho, indiscutible, ha sido sin duda una fuente de legitimación que alcanza hasta nuestros días.

Con posterioridad, un Kim Il Sung aún en construcción como líder hizo frente a la guerra de Corea, un conflicto que se alargó entre 1950 y 1953. Los resultados de desastre y devastación para Corea del Norte pudieron dar pie al colapso de la RPDC, que, pese a ello, sobrevivió, gracias en gran parte a la URSS y China, pero también a la resiliencia del pueblo coreano, muy a menudo olvidado como factor clave31.

La guerra de 1950-1953 supuso la primera gran guerra internacional tras el fin de la Segunda Guerra Mundial y el itinerario de Kim Il Sung coincide históricamente con el inicio (1945) y el fin de la Guerra Fría (1985-1990), que pudo ver en vida, a diferencia de Mao Zedong, fallecido en 1976. El traspaso de poder a la segunda generación se produjo en un contexto histórico imposible de obviar: Kim Jong Il asumió el liderazgo en 1994, tras el fin de la URSS y del bloque europeo del Este y los inmensos cambios que inició Deng Xiaoping, aunque con un proceso de «aprendizaje» muy dilatado, iniciado en 1974 —y quizá unos años antes—.

Sin la existencia de este contexto y, en concreto, de la guerra contra Japón, la guerra de Corea y fin del sistema comunista europeo, el régimen de Kim Il Sung posiblemente no hubiera superado las cuatro décadas y, mucho menos, habría transmitido a su hijo la dirigencia del país, caso único entre los modelos comunistas. Estas tres circunstancias, más que reducir la supervivencia, supusieron una importante galvanización interna y la consolidación del régimen.

Por lo demás, la etapa de Kim Jong Il es inescindible del contexto de la Posguerra Fría, el fin de la URSS y los cambios en China, lo que comporta que toda la estructura institucional del periodo de Kim Jong Il se sustentase en la supervivencia y la adaptación del régimen a esta finalidad mediante la complementación de dos conceptos ideológicos: el puramente político, la idea Juche, una versión autóctona del socialismo norcoreano, y el militar, transitorio pero importante en aquel momento, la política Songun de priorización de los asuntos militares.
Ambos periodos, el de Kim Il Sung y el de Kim Jong Il, estuvieron marcados por acontecimientos internacionales e internos de gran magnitud. Sin duda, en el primer supuesto fue la guerra de Corea y, en el segundo, la gran hambruna del periodo 1994- 1998/2000, coetánea al fin del sistema soviético. Estos hechos históricos pudieron haber supuesto el fin del régimen norcoreano, que, sin embargo, sobrevivió. En todo caso, las instituciones públicas del Estado se adaptaron en cada situación a las necesidades y, aún más, se configuraron en la primera década del siglo XXI para realizar la apuesta más singular del modelo: traspasar el poder a la tercera generación de la familia Kim a finales de 2011, a la persona de Kim Jong Un.

El régimen de Kim Jong Un, desde 2012 hasta la actualidad, no ha debido hacer frente a hechos históricos tan confrontativos ni críticos, aunque a 2022 mantenemos una duda razonable sobre el estallido y descontrol de la pandemia de la COVID-19. Asimismo, ha lidiado con un órdago militar bajo dos presidencias norteamericanas (Obama y Trump) y el inicio de una tercera en enero de 2021 (Joseph Biden) y con una Corea del Sur con una capacidad económica in crescendo que, a nuestro entender, impide una reunificación igualitaria. También ha adaptado en cinco ocasiones la Constitución formal a las necesidades del nuevo liderazgo, pasando de un modelo militarista —la política Songun— a un modelo más político, de fortalecimiento del Partido y del Estado.

Tras el 7.o Congreso del Partido de 2016, se celebró el 8.º Congreso en enero de 2021 con la finalidad fundamental de orientar la economía, una vez lograda la garantía militar nuclear —según el discurso oficial—, otro de los ejes básicos que han marcado el periodo de Kim Jong Un. En este sentido, hay un indudable hilo conductor de carácter histórico que une las respectivas figuras de Kim Il Sung, Kim Jong Il y Kim Jong Un y que informa todo el sistema norcoreano. De tal forma, no puede localizarse un modelo comunista pasado o presente que se aproxime al de la RPDC.

De la legitimación militar del pasado al programa nuclear del presente

En relación con las anteriores conclusiones, el linaje familiar de Kim Il Sung y sus sucesores y de la cúpula del Estado norcoreano se basa en una legitimación configurada por dos hechos históricos muy específicos: la ocupación japonesa entre 1910 y 1945 y su inserción en la Segunda Guerra Mundial, tras lo cual la República se proclamó en 1948, después de la división de la Península en 1945 y la guerra entre Coreas de 1950- 1953. Por ello, no era descartable al inicio del 2012 que Kim Jong Un buscara su propia base de legitimación militar. Y ha sido precisamente el arma nuclear el pilar fundamental de la misma, hasta el punto de ser recogida en el preámbulo de la reforma constitucional del 2013: «Pese al desmoronamiento del bloque socialista y la perversa ofensiva de la alianza imperialista para asfixiar la RPDC […], convertir a nuestra patria en una invencible potencia político-ideológica, nuclear y militar»32.

Pese a la importancia histórica de la guerra intercoreana, desde el punto de vista legitimador, la raíz del discurso se basa en la guerra contra los japoneses. Este discurso fue constante y sigue presente en el régimen actual. De tal manera, Kim Jong Un se proclama heredero del «linaje del Paektu», que inició su abuelo en la presunta lucha contra el Japón ocupante.
Ello lleva a menudo a conclusiones erróneas, como que el Ejército es la institución real y fundamental que dirige el país, fruto de la posición que alcanzó en la etapa Songun de
«priorización de los asuntos militares».

Se trata de un discurso político y académico superado a nuestro juicio, posiblemente incluso antes de la muerte de Kim Jong Il. La legitimación militar no supone en el régimen de Kim Jong Un, e incluso no suponía en el periodo de Kim Jong Il, que el Ejército gobierne o que gobernara en el pasado. Por el contrario, esta legitimación constituye la auctoritas de los máximos dirigentes —ni Kim Jong Il33 ni Kim Jong Un han combatido nunca ni han sido testigos de una guerra—, en base a un linaje de sangre derivado del pasado familiar y del papel que el padre y madre o abuelo y abuela tuvieron en la lucha contra Japón o en la década de 1950.

Esta legitimación impregna a muchos altos cargos del régimen actual y permite comprender la supervivencia de algunas personas y su mantenimiento en el poder. Por citar un ejemplo, el vicepresidente de la Comisión de Asuntos Estatales y presidente del Parlamento, Choe Ryong Hae, es hijo de uno de los militares más próximos a Kim Il Sung en las décadas de 1950 a 1970, el general Choe Hyon, y se señala —dato no contrastable— que su hijo forma matrimonio con Kim Yo Jong, la hermana de Kim Jong Un.

Sin embargo, existe otra legitimación paralela a la familiar y la del grupo amplio del Paektu, que se derivaría de nuevos paradigmas, como el ascensor social de la universidad, que permite la progresión de la élite a puestos más elevados, la militancia en el Partido o la inserción en la carrera militar.

En el 2022 la cuarta generación descendiente de los guerrilleros de las décadas de 1940 y 1950 guarda escasa relación con los lugares comunes que unieron a los miembros del poder en Corea del Norte en los periodos de Kim Il Sung y Kim Jong Il. Así pues, el discurso del actual régimen, sin olvidar ese paradigma militar, ha buscado otro nuevo: aglutinar a las nuevas generaciones en torno al concepto político denominado kimilsungismo-kimjongilismo, que aúna los elementos ideológicos de los periodos de Kim Il Sung y Kim Jong Il con la voluntad de construir un «Estado fuerte y poderoso» y «constitucional socialista», tal como declaró Kim Jong Un en su discurso ante el 8.º Congreso del Partido del Trabajo (enero de 2021). Este modelo de constitucionalismo socialista, sin alcanzar los niveles de China y Vietnam, parece marcar el rumbo a seguir para el periodo 2021-2030. Sin embargo, a 2022 todavía no se entrevé la luz de esta opción, quizá porque la RPDC está haciendo frente a un peligro no previsto hace una década: la pandemia de la COVID-19, de resultados insospechados.

Junto a este concepto, durante 2021 y 2022 el término «socialista» ha sido ampliamente usado, así como también han vuelto a escena el «comunismo», el desarrollo del arma nuclear, el fortalecimiento de la ciencia y la técnica y la legitimidad que da tratar de «tú a tú» con las grandes potencias mundiales: un éxito legitimador de Kim Jong Un, con sus encuentros en 2018 y 2019 con presidentes diversos, en especial con Donald Trump y Moon Jae-in, además de con Xi Jinping y Vladímir Putin, como el mismo Joseph Biden ha reconocido34. Este proceso de legitimación histórica ha favorecido claramente a Kim Jong Un con un dato importante: los líderes occidentales citados —incluido el surcoreano— ya no ostentan el poder y sí los de China y Rusia.

Así pues, Kim Il Sung y su etapa se legitimaron durante la guerra contra Japón y la guerra entre las dos Coreas (1950-1953); Kim Jong Il, que no pudo combatir ni dirigir militarmente por razones de edad, logró su legitimidad —con grandes dificultades— manteniendo el régimen tras su ascenso al máximo liderazgo en el contexto del final de la Guerra Fría, la Ardua Marcha —esto es, en la terminología norcoreana, la gigantesca hambruna acontecida entre 1994 y 1998 y que se prolongó hasta algo más del 2000— y el cambio de paradigma con el hundimiento del bloque socialista a nivel mundial y los cambios en China, lo que supuso que la RPDC perdiera a sus tradicionales aliados europeos y debiera reconfigurar su política exterior y también interior.

Finalmente, Kim Jong Un en apenas diez años ha desarrollado un programa militar nuclear que, más allá de las críticas que puedan producirse, obligó a Donald Trump, Moon Jae-in, Vladímir Putin y Xi Jinping a reunirse y conversar con él en diversas ocasiones entre 2018 y 2019. Así, su rango se elevó al de líder internacional desde un punto de vista interno, pero también como actor internacional, en un grado que no alcanzaron su padre ni su abuelo y que durante el 8º. Congreso del Partido celebrado en 2021 se resaltó permanentemente: se planteó que había logrado un currículo militar al mismo nivel que sus antecesores y el mismo máximo dirigente afirmó que «nunca jamás habrá guerra en el futuro en Corea», gracias a este liderazgo inter pares con los más altos dirigentes de EE. UU., Corea del Sur, Rusia y China.

El Partido del Trabajo de Corea como institución troncal de la estructura del Estado

Desde 1948 el Partido del Trabajo de Corea (PTC) se ha configurado progresivamente como la vertiente política por excelencia del régimen, como en los Estados socialistas europeos y en los países asiáticos actuales de Partido Comunista. De tal manera, en 1972 el partido se institucionalizó como el único que dirigía la actividad de la República en una declaración constitucional mantenida hasta la actualidad: «La RPDC efectúa todas sus actividades bajo la dirección del Partido del Trabajo de Corea»35.

Una de las notas de singularidad del modelo del PTC es que, a diferencia de otras formas colegiadas, se entrelaza con el líder, que en todo momento ha ostentado la máxima dirigencia. De tal forma, hoy se define como «el Partido del Líder», lo que en gran medida se quiso evitar tras la muerte de Stalin en la URSS y los países del Este y dio pie a que los sistemas comunistas cayeran rápidamente con el inicio del proceso impulsado por Mijaíl Gorbachov, ante la falta de un liderazgo carismático indiscutible e indiscutido, cuando no desautorizado, como fue el supuesto de Ceaușescu o Honecker en Rumanía y Alemania Oriental respectivamente.

Durante el periodo de Kim Jong Un el régimen se ha basado en esta función del PTC y no ha puesto en duda esa legitimidad, que impregna el resto de estructuras del Estado: los altos cargos políticos y también los de nivel medio, así como la dirigencia militar, son miembros del Partido y este, a la vez, se inserta a través de órganos específicos en el funcionamiento de las instituciones estatales y en el propio Ejército, como acredita la existencia de una todopoderosa Comisión Militar Central, que no es un órgano militar, sino político del PTC, presidido por Kim Jong Un.

Por lo demás, el PTC ha optado siempre por tener una alta afiliación, enlazada con el hecho de que cualquier ciudadano que no pertenezca al mismo está integrado en alguna de las organizaciones que dependen de él, como la Liga de la Juventud, la Liga de Mujeres, las organizaciones sindicales o las uniones de campesinos. En este sentido, la pertenencia de toda la ciudadanía a algún tipo de organización vinculada al Partido, desde la niñez —Unión de Muchachos— hasta el fallecimiento, supone una fórmula de control del sistema por parte del poder norcoreano, pero también de interrelación de esa ciudadanía con las estructuras del régimen.

Pese a que la trayectoria del PTC ha sido turbulenta —con purgas, luchas internas por el poder y discusiones sobre la forma de sucesión—, a que su historia real está pendiente de escribirse y a que el periodo de Kim Jong Il fue complejo —cedió parte de su poder de decisión al Ejército, pero sin transformar Corea en una dictadura militar al uso, gobernada por una Junta—, la etapa de Kim Jong Un ha supuesto la institucionalización formal del Partido como eje central de la vida política, económica y social de Corea del Norte y el alejamiento de políticas anteriores.
A diferencia de la etapa de Kim Jong Il, el funcionamiento del Partido se ha regularizado y sistematizado, elemento fundamental para comprender el periodo de Kim Jong Un: los diferentes órganos y estamentos progresivamente han normalizado sus actividades y se han secuenciado. Así, el 6.o Congreso del Partido se celebró en 1980 y hasta 2016 y 2021 no tuvieron lugar el 7.o y el 8.o Congreso. Durante los últimos catorce años del régimen de Kim Il Sung no se celebró ningún acto congresual, durante el periodo de Kim Jong Il no hubo ninguno. Sin embargo, la secuencia se normalizó a partir de la llegada al poder de Kim Jong Un.

En este sentido, podemos deducir que las entidades internas fundamentales del PTC son su «secretario general» —hasta enero de 2021 «presidente», cargos ambos siempre desempeñados por Kim Jong Un desde 2012—, el Presídium, el Politburó y el Comité Central, en orden de importancia descendente. Ahora bien, la fluidez de estas entidades las interrelaciona con otras de gran competencia o poder, como la Comisión Militar Central o con departamentos que dependen del Comité Central, encargados de la propagada, la información, la vigilancia y la organización, en un modelo no ajeno a sus homólogos en el derecho comparado de los países comunistas, aunque quizá con mayor compactación y secretismo.

El régimen de Kim Jong Un incorpora todas estas entidades de alta dirección del Partido en el concepto amplio de Comité Central —con la excepción de los congresos y conferencias—. No obstante, existe un concepto reducido que comprende la cúpula máxima dirigente y que desde 2019 constitucionalizó que las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental defender a este Comité y a su dirigente, Kim Jong Un. Estas dos menciones expresas no se habían producido durante toda la historia norcoreana, lo que implica que el ryongdoja Kim Jong Un y el Partido, o más específicamente el Comité Central, son los dos elementos clave del sistema institucional del régimen, espina dorsal del Estado.

Todas las instituciones políticas y administrativas fijadas por la Constitución de 1972 —reformada hasta en nueve ocasiones, cinco de las cuales tuvieron lugar durante el periodo 2012-2019— están penetradas por el Partido y ejecutan las políticas que previamente este decide o que la máxima dirigencia ha establecido. En esta secuencia, el Partido es el segundo eslabón real tras Kim Jong Un y la máxima dirigencia, en la práctica superior a la Constitución formal, ya que todas las leyes, incluso las de reforma constitucional, son adoptadas previamente por el Partido y luego implementadas por el Parlamento, el Consejo de Ministros o las restantes instituciones, incluidas la judicatura y la fiscalía.

Este esquema de fuerte compactación en torno al Partido o sus entes afiliados supone un elemento de gran fortaleza para el régimen y ha sido empleado con habilidad en la etapa de Kim Jong Un. De tal forma, no se conocen a día de hoy disidencias internas explicitadas en público, ni tampoco voces que modulen el discurso oficialista. Esta mensaje único ad extra ha sido fundamental para que Kim Jong Un consolidara su posición y también la continuidad del régimen, por lo que, sin duda, escribir la historia del PTC será fundamental para entender el pasado y fundamentalmente el presente de la Corea del Norte que enfila la tercera década del siglo XXI.

Las Fuerzas Armadas: institución al servicio del liderazgo, del Partido y del Estado

Si bien la etapa de Kim Jong Il y la política Songun supusieron la priorización de los asuntos militares, nuestra conclusión es que Corea de Norte no se militarizó al modo de una dictadura militar, sino que el Ejército fue la herramienta para la supervivencia del Estado, así como también de la élite —incluida la militar— y del régimen mismo en un contexto internacional de naufragio del socialismo europeo y de reformas en China y Vietnam.

En este sentido, posiblemente el papel fundamental del Ejército Popular de Corea fue impedir una caída del sistema, pero también evitó situaciones sangrientas descontroladas, como las que acontecieron en China con la crisis de Tiananmén en 1989. Ello podría suponer que la política Songun, analizada en perspectiva, fuera una opción inteligente ante una crisis interna brutal —la hambruna de 1994-1998/2000 fue literalmente dantesca—, el corte de la ayuda económica que provenía de Europa del Este y la URSS y el inicio de unos cambios en China, que, al acelerarse, fueron vistos y siguen viéndose de manera refractaria por Pionyang, como también ha sucedido con la reforma de la Doi Moi en Vietnam. Ante un evidente sentimiento de soledad, el recurso a las Fuerzas Armadas como institución clave debe entenderse como la actuación frente a un Partido por aquel entonces muy debilitado y un contexto donde el contrato social entre el Estado y la ciudadanía se había roto. Posiblemente no deba extrañarnos que de nuevo se haya encargado al Ejército un importante papel de vigilancia y contención de la situación ante el descontrol de la pandemia de la COVID-19 a partir de mayo de 2022.

En nuestra opinión, si bien se quiso construir un perfil político de la doctrina Songun —elevándola incluso de rango con el concepto de socialismo Juche—, lo cierto es que su periodo álgido se produjo durante la etapa de inestabilidad de la década de 1990. Ya a finales del mandato de Kim Jong Il, el Ejército inició la cesión de su papel fundamental y, durante el periodo de Kim Jong Un, el Songun ha ido progresivamente desapareciendo del discurso público —en especial, a partir del 7.º Congreso del PTC (2016), que de alguna manera oficializó su superación—, hasta el punto de que el Ejército se ha instituido más que nunca como el «Ejército del Líder» y el «Ejército del Partido». El Ejército orientado a defender la RPDC y el Songun no aparece, ni siquiera como concepto político, desde 2019 —también se suprimió su referencia de la Constitución— , lo que se confirmó durante todas las sesiones del 8.º Congreso de 2021, en los actos del Partido posteriores —ya fueran del Comité Central o de la Comisión Militar Central— o en los discursos de Kim Jong Un pronunciados durante 2021 y 2022.

A nuestro entender, si durante el periodo de Kim Jong Il las Fuerzas Armadas fueron el elemento clave para la supervivencia del Estado, durante la etapa de Kim Jong Un han pasado a un segundo plano —aunque sea muy relevante— por no ser necesarias, con independencia de que la opción de la nuclearización tenga un componente militar y también político.

El Ejército es, así, una institución básica del régimen, pero su función es fundamentalmente militar y de implementación de las medidas adoptadas por el máximo liderazgo y la cúpula del Partido. Tales Fuerzas Armadas están absolutamente controladas y penetradas por el Partido, que hunde sus raíces en todos y cada uno de los estamentos militares en cascada, hasta los niveles más inferiores. En este sentido, resulta fundamental el órgano del Partido denominado Comisión Militar Central.

De los discursos, debates y conclusiones del 8.º Congreso del PTC se desprende con claridad que su finalidad es la defensa del Estado ante las amenazas exteriores y, si acaso, la defensa interior en situaciones específicas, que no se clarifican de manera expresa, pero se han constatado en los últimos años: la participación en misiones de reconstrucción tras tragedias naturales, la lucha contra la COVID-19 —evidenciada incluso antes de mayo de 2022— o la construcción de viviendas, entre otras acciones que tienen una finalidad más económica, sanitaria y social que militar.

Según nuestras conclusiones36, el Partido ha tomado el control absoluto del Ejército y este ya no marca las políticas, salvo las de defensa no estratégicas, pues las que sí lo son —como el desarrollo del arma nuclear, la más fundamental— conforman una decisión de Kim Jong Un y del Partido. Aún más, si asumimos que el programa militar nuclear ha llegado a un punto de no retorno37 y que no existe ningún atisbo de desnuclearización militar, sino más bien al contrario —como ilustran los lanzamientos de cohetes llevados a cabo en marzo de 2022—, se afianza la idea de que, sin este «seguro de vida», los riesgos futuros de la RPDC se acrecentarían en gran medida.

Llegada la tercera década del siglo XXI, podemos dar por finalizada la política Songun y, tras la reforma constitucional del 2019, se puede colegir que el Ejército, una extensísima y poderosa institución, no incorpora elementos —o los incorpora muy difícilmente— que le permitan oponerse a las decisiones marcadas por el líder y el Partido, dos instituciones externas, así como por algunas instituciones específicas del Estado, como la Comisión de Asuntos Estatales, de la cual dependen los ministerios militares, la policía y los servicios de inteligencia. Su gran fortaleza como estructura y la gran capilaridad territorial, también inserta en las instituciones y unida a su interrelación con los otros poderes del Estado, han supuesto que los riesgos que han ido surgiendo durante el periodo 2012-2022 se hayan podido controlar, en una labor de retroalimentación entre todas las partes que conforman el poder en la RPDC.

La evolución ideológica del régimen como elemento de supervivencia y consolidación

La RPDC nació en 1948 formalmente como un régimen comunista marxista-leninista, pero en las décadas de 1960 y 1970 se formalizó una concepción autóctona: la idea Juche, considerada una forma original del comunismo, propia de Corea, según la Constitución de 1972. Progresivamente tal definición fue diluyéndose, hasta pasar a ser una idea autóctona en su descripción final. En este sentido, hay consenso en definirla como una concepción coreana de la política que defiende la «independencia política» (자주, jaju), la autosuficiencia económica (자립, jarip) y la autodeterminación militar (자위, jawi).

La idea Juche, atribuida en su sistematización a Kim Jong Il, especialmente a partir de su obra Sobre la idea Juche (1982)38, llegó al inicio del régimen de Kim Jong Un unida a la política Songun, pero desde 2012 ha confluido progresivamente en un nuevo concepto: el kimilsungismo-kimjongilismo, una denominación que recuerda al marxismo-leninismo. Esta ideología, que supone la superposición de conceptos políticos del pasado con otros del presente —Juche, Songun, byungjin, predominio de la economía sobre la defensa en la segunda etapa del byungjin, liderazgo único y monolítico, etcétera—, es la política oficial que desde 2019 fija el artículo 3 de la Constitución como directriz de obligado seguimiento para toda la ciudadanía39: «La RPDC toma el kimilsungismo-kimjongilismo como única directriz en la construcción y las actividades del Estado».

Por consiguiente, durante los sucesivos periodos de Kim Il Sung, Kim Jong Il y Kim Jong Un se ha ido moldeando el concepto ideológico predominante con la finalidad de que todo el régimen y sus instituciones se alineen con las necesidades del momento. Llegado el siglo XXI, y sin ausencia de críticas al pasado, el régimen ha oficializado el kimilsungismo-kimjongilismo a todos los niveles para fijar una ideología única, que construye un modelo aparentemente monolítico y sometido a un liderazgo también único.

Todas las instituciones norcoreanas, tanto las estatales como el Partido y el Ejército, han adaptado su discurso a la secuencia evolutiva ideológica del régimen y, a buen seguro, seguirán haciéndolo en el futuro, por cuanto desde 1948 la RPDC ha dado a la ideología un papel fundamental, pero la ha adecuado en cada momento a las necesidades de pervivencia y desarrollo del Estado. Ello diferencia a la RPDC de otros Estados de la zona, en donde la carga ideológica aparece diluida, resulta muy formal —China, Vietnam— o no existe apenas —Myanmar o las autocracias de Asia Central—. Por consiguiente, al ser la ideología del Estado única y no caber desviaciones o interpretaciones paralelas, el control político y social ha permitido la estabilidad, aunque sea por ausencia de debate.

Por ello, valoramos40 que el 8.º Congreso del PTC de 2021 ha supuesto una baja intensidad de la ideología, escasas referencias a conceptos políticos y una presencia más ambigua del concepto de «socialismo a la coreana», lo que quizá vaticina un Partido y un Estado mucho menos ideologizados y más pragmáticos para así sobrevivir y adaptarse con mayor facilidad.

Este aparente giro es importante, posiblemente porque la sociedad norcoreana, muy distinta a la que dejó construida Kim Il Sung al fallecer en 1994, ya no está tan impregnada de ideología, sino de otros valores, acreditables sobre el terreno: una mayor incidencia en la profesionalización de los ciudadanos, una mayor atención a la educación y a la universidad, el surgimiento de una cierta clase empresarial paralela al Estado y el deseo unánime de mejorar las condiciones de vida. En suma, se trata de una sociedad más preocupada por el bienestar económico e incluso por el enriquecimiento personal. Esta lógica es muy similar a lo acontecido en China y Vietnam, donde, sin renunciar a la ideología —formalmente—, se orienta el discurso político a otros valores más propios de un mundo cada vez más globalizado, incluso para la hermética Corea del Norte.

La ausencia de confrontación institucional interna y una coalición de dirigentes con una finalidad compartida

Si bien en los apartados anteriores hemos fijado cuatro ámbitos institucionales esenciales —el ryongdoja, las instituciones contempladas en la Constitución, el PTC y el Ejército— para comprender que el régimen de Kim Jong Un se ha consolidado progresivamente en estos diez primeros años de mandato, nuestra conclusión es que, sin perjuicio de que pueda haber debates y colisiones entre las instituciones citadas, estos no alcanzan un nivel crítico que ponga en riesgo al régimen —quizá con la excepción de diciembre de 2013 y el presunto golpe del general Jang—: hay elementos que las unen inescindiblemente, de los cuales el más fundamental es la supervivencia, auténtico objetivo número uno del modelo norcoreano.

Esto es, la República norcoreana no puede reinventarse porque es un Estado «artificial», como lo es también Corea del Sur. Esta «artificialidad», fruto de la división de 1945, hace que cualquier movimiento no controlado sea susceptible de suponer el fin de la RPDC, ya que la partición de la Península finalizaría de una forma u otra y, como aconteció en el pasado en Alemania, Vietnam o Yemen, surgiría un nuevo Estado en toda Corea.

Al igual que acontecía con los citados Estados, Corea del Norte tiene una contraparte, que es Corea del Sur. Cualquier modificación del régimen, sea cual sea la dirección que tome, afectará a su relación con el Sur y, en último extremo, el colapso supondría la unificación por absorción total y completa y, a buen seguro, la pérdida del statu quo del régimen actual y de los integrantes de su élite política, militar y de la naciente clase empresarial, pero también de la ciudadanía de a pie, como sucedió en el modelo de la reunificación alemana.
El modelo confederal del 1:1 es un desiderátum que no pasa por ninguna hoja de ruta de Seúl y un canto de sirenas de Pionyang, pues no ha existido ninguna mesa de diálogo, antes de Kim Jong Un ni con él, que trate una hipotética unificación mediante alguna fórmula que permitiera al Norte mantener su régimen.

Por ello, aunque pueda haber discrepancias entre las instituciones públicas y entre estas y el Partido y el Ejército, e incluso con determinadas políticas de Kim Jong Un, las diferencias se revelan como menores frente a la necesidad final de que el régimen se mantenga y la República norcoreana se afiance internamente y como actor internacional. Por ello, hay una intersección permanente entre todas las instituciones mencionadas, a la cabeza de las cuales se sitúa formal y/o materialmente Kim Jong Un.

Kim Jong Un pertenece a la tercera generación familiar, pero también acoge a la tercera generación de las élites que ganaron la guerra en 1945 y superaron la posguerra entre 1945 y 1948 y la atroz guerra intercoreana de 1950-1953, importantes elementos de legitimación en el pasado y en la actualidad. Y es el eslabón, junto a su máxima cúpula, con la cuarta generación que irá ocupando puestos cada vez más relevantes en esta tercera década del siglo XXI y, a buen seguro, a partir de 2030.

Dicha generación debe preparar y posicionar a sus «herederos»: la cuarta generación que se otea tras el 8.º Congreso del Partido (2021) y las elecciones a la 15.ª legislatura de la APS (2023), con un Kim Jong Un en su segunda década de régimen, cuyas principales dos o tres figuras, a 2022, posiblemente se jubilarán. Kim Jong Un permanecerá al frente con un nuevo equipo —acompañado de su hermana Kim Yo Jong—: un grupo dirigente cada vez más alejado de la herencia de su padre y, por supuesto, de su abuelo. Si la hoja de ruta se mantiene en esta línea, Kim Jong Un sustituirá la estructura política, gubernamental y militar que heredó de su padre en 2011 por otra nueva, con personas diferentes y adaptadas a la realidad de un contexto interno e internacional absolutamente distinto al que debieron hacer frente su padre y su abuelo.

Nuestra conclusión es que las cuatro esferas institucionales mencionadas están completamente alineadas en su objetivo: mantener la República norcoreana, sostener y fortalecer el régimen, sobrevivir como élite gobernante y evitar cualquier cambio no controlado que pueda suponer la pérdida de ese poder y, en último extremo, una unificación con el Sur con efectos perjudiciales para sus intereses, como aconteció con los políticos, funcionarios y militares de Alemania Oriental tras 1989. La «unificación insensata», parafraseando a Günter Grass a propósito de Alemania, no figura en ninguna hoja de ruta de Pionyang, lo que incluso puede tener un elevado grado de aceptación entre parte de la población: aunque conocedora en parte de la forma de vida de Corea del Sur, tras casi ochenta años de división ha generado su propia idiosincrasia, valores y formas de entender la vida. Es buena prueba de ello la enorme dificultad de adaptación de los norcoreanos desertores que residencian en Corea del Sur, así como también lo es un innegable nacionalismo norcoreano, que ha impregnado a la sociedad tras tantas décadas de división con el Sur.

Un sistema institucional conformado por individuos en permanente estado de interrelación

Nuestra conclusión es que la máxima cúpula del régimen es cambiante: se constituye en torno a un grupo de personas que no supera los diez individuos, pero cuyo statu quo se ha ido modificando con el tiempo y así seguirá en el futuro. En las sucesivas etapas, el «líder» es el único que ha permanecido siempre en su puesto.

Sin embargo, ello no supone que los cambios impliquen defenestraciones, como las purgas violentas del pasado —o no necesariamente, salvo que se crucen las líneas rojas del régimen, como aconteció con Jang Song Thaek—, sino que se basan en un modelo «fluido»: los individuos de la más alta cúpula, así como los de diversos círculos de la élite que rodean al líder y este núcleo central, se integran en ella en base al poder que ostentan en sus respectivos puestos oficiales en el Estado, el Partido o el Ejército. Se conforma así un grupo que oscila entre los dos mil y los tres mil individuos y ronda las cincuenta familias y que, en sentido estricto, constituye la auténtica élite del régimen. Este modelo, por otro lado, se da tanto en los países neocomunistas asiáticos —China, Vietnam, Laos— como en democracias liberales o autocracias del Sudeste Asiático41.

Esta interrelación, lejos de ser confrontativa, es de macrocooperación, esto es, no hay publicidad de la colisión entre las instituciones y, especialmente, entre los individuos. El sistema tiene sus propias fórmulas para resolver el conflicto interno y, a menudo, pasan por el intercambio de puestos, de forma que todas las instituciones públicas de la Constitución están compuestas por funcionarios del Estado, del Partido y del Ejército —Comisión de Asuntos Estatales, Consejo de Ministros, Parlamento, etcétera—, sin agentes o individuos externos o ajenos. La colonización del Estado es absoluta y la disidencia expurgada completamente, sin oposición —conocida— en el interior del país, pero tampoco en el exterior.

Dado que el modelo permite que un general u oficial militar ostente cargos políticos, no hay inconveniente para que todas las instituciones del país estén integradas por individuos cuya base de poder reside en otra institución. Esto no impide la existencia de personalidades cuya única fuente de poder es la institución a la que pertenecen —miembros del Partido o militares de carrera—, pero el análisis de los perfiles de cada uno de ellos revela que son los menos. Para voces autorizadas desde la diplomacia occidental, tal impregnación de militares en el cuerpo civil y en el Partido hace prácticamente imposible una colisión de poderes autónomos, tal como expone el exembajador alemán en Pionyang, Thomas Schäfer42.

La práctica del régimen es intercambiar los puestos, sustituir a los integrantes de las instituciones y diluir cualquier posibilidad de que se conformen grupos o sectores estables que pudieran suponer un peligro para la dirigencia, al entablar lazos individuales entre ellos.

Ejemplo de ello son la constante rotación de los diputados elegidos para el Parlamento (Asamblea Popular Suprema) o el movimiento permanente de ministros en carteras clave, como las Fuerzas Armadas o el propio primer ministro. Además, si los militares pueden insertarse en las instituciones públicas, los funcionarios del Partido pueden integrarse en el Ejército y los funcionarios del Estado pueden incorporarse en las dos anteriores instituciones. O, lo más relevante, se pueden acumular cargos en todos esos organismos, como sucede con la reducida máxima cúpula, en la que destaca Kim Jong Un, pero también lo hacen otros dirigentes, como Choe Ryong Hae o la hermana del primero, Kim Yo Jong.

Hemos expuesto que la auténtica «muy alta» y «alta» élite del país, más allá de su núcleo más elevado, conformado por muy pocas personas —no más de cinco o diez individuos—, puede suponer un grupo de entre dos mil y tres mil personas, agrupadas en cincuenta familias, lo que no impide que haya una población de en torno a dos o tres millones de ciudadanos que gozan de las ventajas de su proximidad a las estructuras estatales, políticas y militares.

Si bien todo lo que se pueda escribir en torno a la muy alta élite se basa en fuentes muy difíciles de corroborar o contrastar, lo cierto es que condiciona toda la política del régimen y, a su vez, el régimen se basa en ella para fijar sus políticas. Todos sus integrantes, o gran parte, ostentan cargos de mayor o menor relieve en las tres esferas institucionales —Estado, Partido y Ejército— o se insertan en el círculo interior del máximo dirigente. Una cuestión distinta es que, en otros escalafones y territorialmente, puedan ser varios millones los ciudadanos adscritos a un concepto «liviano» de élite, en los ministerios, el Ejército o en la inmensa y elefantiásica Administración estatal y local.

La inexistencia de una sociedad civil organizada es un «logro» del régimen norcoreano, que impide contrapesos externos a la élite, sea cual sea su rango, y conforma un déficit que dificulta de manera extraordinaria un cambio, incluso por evolución natural, o cierto desarrollo de la vida política y cultural más allá de las estructuras del Partido y el Estado, y que, en la práctica, —entre otras razones— en el pasado supuso la quiebra de otros sistemas autocráticos, no solo en el Este europeo, sino entre las dictaduras sudamericanas o en la propia España.

También el hecho de que no haya una oposición política en el extranjero digna de ser calificada como tal, ni disidencia interna intelectual o política conocida diferencia a Corea del Norte de la mayoría de los Estados socialistas habidos o actuales, o de dictaduras como Myanmar, de Asia Central o de los supuestos de plena actualidad en 2022 de Rusia y Bielorrusia. La existencia de niveles económicos informales o de una economía descentralizada se basa siempre en individuos pertenecientes al statu quo norcoreano, pero existe también una economía menor, del día a día, para la supervivencia personal, que no pone en peligro al régimen, sino que coadyuva a su mantenimiento.

La escalera social ascendente está plenamente controlada por el Partido y no hay carrera fuera de la oficialidad marcada por el régimen. En este sentido, el ingreso en la más alta élite supone la entrada en el statu quo del régimen y, por consiguiente, la ligazón entre sus miembros, que se insertan en todas las instituciones.

No es extraño, en este sentido, que todos los miembros de esa élite conformen familias con cargos políticos, estatales o militares. Los matrimonios se celebran entre miembros de niveles similares, como acredita el hecho de que el «matrimonio concertado» por los padres sea una práctica habitual, más entre las élites, pero también entre la ciudadanía ordinaria, lo que tampoco supone una diferencia sustancial con otros países de la zona.

En todo caso, esta alta élite se divide en función de su proximidad con el núcleo central del régimen, formado por Kim Jong Un y un grupo reducido de personas, algunas pertenecientes al linaje familiar y otras vinculadas al «linaje del Paektu» en un sentido amplio. A nuestro entender, este encaje de círculos y vínculos asegura en gran medida una enorme estabilidad del Estado y ha permitido que el régimen transitara estos diez años sin sobresaltos que realmente hayan puesto en duda su continuidad, lo que permite iniciar la tercera década del siglo XXI con una mayor solvencia y estabilidad que la vivida hasta ahora.

Elementos para la conclusión: un Estado y un régimen consolidados como consecuencia de su propia idiosincrasia institucional

A nuestro juicio, el régimen norcoreano ha sido buen alumno y ha aprendido de los modelos del pasado. En concreto, ha hecho una lectura detallada y ha sacado sus propias conclusiones de cinco hechos históricos, generalmente vinculados al bloque de Estados que fueron calificados como comunistas o aún se califican así:

a)    Las razones por las cuales la URSS y los países del Este se desmoronaron: El discurso político de la década de 1990 fue claro desde Pionyang: el Ejército debía ser el garante de la pervivencia, lo que no aconteció en la Unión Soviética ni en sus países satélites, muy posiblemente porque el grupo interno de Gorbachov nunca se planteó acciones militares para mantener la Unión y los países satélites.

De ahí que la política Songun fuera la clave del régimen de Kim Jong Il, pero, superado ese momento histórico y a fin de evitar un excesivo posicionamiento a favor de las Fuerzas Armadas como actor principal, el discurso se recondujo a partir del 2008-2009, hasta llegar a adquirir un papel secundario en la política interna —excepto el desarrollo del arma nuclear—.

b)    Un esfuerzo significativo desde el poder, aunque no necesariamente difícil, visto lo expuesto, para evitar fraccionamientos: «Señores de la guerra», clanes que controlan zonas del territorio o la composición del Ejército y el Partido en base a minorías o mayorías étnicas o de otro tipo. A ello ha ayudado, de manera absoluta, el primer elemento indicado en este documento: Corea del Norte —junto a Corea del Sur también— es uno de los Estados más homogéneos del mundo, toda la ciudadanía es coreana y no hay minorías de ningún tipo, étnicas, lingüísticas o, mucho menos, culturales.

Por tanto, la dificultad para construir Ejércitos como el de Irak, Afganistán, Myanmar o la misma Rusia —Fuerzas Armadas compuestas por una pluralidad de etnias— no se ha producido en Corea del Norte. Esta lectura, que también se aplica al Partido, no puede obviarse a la hora de plantear hipotéticos cambios internos.

c)    A diferencia de Estados socialistas de África o Asia, el régimen de la RPDC ha mantenido una fuerte estructura estatal, que contrasta con países como Libia, Irak o la Camboya de Pol Pot. Fruto de una larga historia bimilenaria y de la presencia latente del confucionismo, la RPDC decidió desde el primer momento consolidar el Estado, el Partido y el Ejército, sin olvidar ubicar en la cúspide de los tres al máximo dirigente electo en cada momento. El modelo es muy similar al existente en China, Vietnam y Laos, pero extraordinariamente reforzado, lo que lo conforma casi como único.

d)    Finalmente, las referencias a China no pueden obviarse, como tampoco a Vietnam. Muchas voces han proclamado que la RPDC debería evolucionar hacia modelos parecidos a los de estos Estados o, en menor medida, al de Laos.

Por ahora, pese a determinados elementos de apertura económica interna y del funcionamiento de la economía a doble velocidad —economía estatal y economía privada tolerada—, no se desprende de los documentos norcoreanos una idea clara de cuál debe ser el modelo futuro.

Hasta ahora, la RPDC ha fracasado en gran medida en sus políticas económicas, tanto por errores internos (¿Es posible el funcionamiento de una economía estatalizada, aunque sea con coparticipación del sector privado? Nuestra respuesta es que el modelo comunista o altamente centralizado jamás ha funcionado en ningún Estado del mundo) y circunstancias complejas, también internas —graves sequías alternadas con descomunales inundaciones—, como por una dimensión externa muy adversa, consecuencia del programa militar nuclear hasta 2018, de las sanciones internacionales y, desde 2020, de la cerrazón del país ante la pandemia de la COVID-19, que parece haberse desbocado en mayo de 2022.

Pese a ello, Corea del Norte mantiene relaciones diplomáticas con casi ciento setenta Estados, cifra nada despreciable, y está presente en todas las organizaciones internacionales, lo que la dota de una capacidad de interrelación no desdeñable y por lo que, en comparación con modelos de ruptura y aislamiento —sin ir más lejos, la Albania de Enver Hoxha (1945-1990) o el Afganistán posterior a agosto de 2021—, se trata de un Estado que intenta cuidar, aunque con dificultades, su actividad internacional para evitar el enclaustramiento, la dependencia exclusiva de China y, en menor medida, de Rusia.

No obstante, no puede negarse que durante los últimos diez años y en los que vendrán, la RPDC ha afrontado y deberá afrontar de nuevo desafíos nada menores, fruto de su propia naturaleza y del contexto interno e internacional. Quisiéramos exponer en un próximo documento qué posible hoja de ruta, fortalezas y debilidades tendrá por delante la República norcoreana. En todo caso, basándonos en el haber pasado y presente, creemos que la RPDC deberá estar especialmente alerta frente a cinco puntos:

a)    La situación económica y la excesiva dependencia de China, que se ha incrementado por la pandemia mundial de la COVID-19 y que supone que la RPDC sea un «isla fortificada», sin contacto exterior para evitar que aumenten los riesgos de la enfermedad. Lo hemos indicado en diversas ocasiones: hoy por hoy, la pandemia puede ser uno de los elementos de riesgo graves para el régimen, que había logrado contenerla durante 2020 y 2021.

b)    Las relaciones internacionales en un contexto fluido. Un relativo aliado, el presidente surcoreano Moon Jae-in, ha sido relevado por el nuevo presidente en las elecciones de mayo 2022: Yoon Suk-yeol, el cuarto presidente de Corea del Sur, con quien deberá relacionarse Kim Jong Un y a cuyo respecto la hoja de ruta norcoreana se desconoce, pero que parece que será menos dialogante que su antecesor. Mientras, la pugna futura derivada de la guerra de Ucrania intensificará las dificultades para cualquier dialogo por parte de Corea del Norte sobre su hipotética desnuclearización. Hemos de estar alerta a los aprendizajes que la cúpula de Pionyang saque de la invasión de una Ucrania que renunció a tener armas nucleares.

c)    Los interrogantes sobre el futuro del liderazgo interno. Durante diez años ha sido recurrente cuestionar la salud y la estabilidad de Kim Jong Un, un debate que ha resultado estéril: a 2022 no parece que ninguno de los vaticinios, incluida su muerte, se haya concretado. Pero deberemos estar alerta al proceso sucesorio entre las elites de mayor nivel, pues muchos de sus miembros superan los setenta años y, por tanto, serán sin duda relevados por personas que quizá ahora son desconocidas, aunque se mantenga la primacía absoluta de Kim Jong Un. En la próxima década, posiblemente aparecerán en público algún hijo o hijos varones que puedan encarnar la herencia del Paektu en las futuras décadas.

d)    El debate ideológico no es una cuestión menor en un régimen como el norcoreano. En este sentido, debemos valorar qué recorrido tendrán el concepto de
«socialismo al modo coreano» y el kimilsungismo-kimjongilismo ante los nuevos paradigmas internos y externos y hasta qué punto el factor ideológico se debilitará como pegamento entre la ciudadanía y será sustituido —o no— por otros valores o formulas, en la línea de Vietnam o China. Posiblemente el pragmatismo económico, el enriquecimiento personal y familiar y un mayor bienestar serán la auténtica ideología del futuro, si no lo son ya del presente.

e)    Y, sin duda, la posición militar y, en especial, el statu quo nuclear. A nuestro entender, la Corea del Norte nuclearizada ha venido para quedarse y los referentes históricos en que pueda mirarse —Yugoslavia, Irán, Libia, Ucrania— no permiten aventurar que el régimen esté dispuesto a deponer su arma nuclear en base a promesas exteriores con una difícil garantía de cumplimiento, vista la historia acontecida en Europa tras el fin de la URSS. La clave está en saber cuándo y de qué forma EE. UU., Corea del Sur y Japón aceptarán este statu quo nuclear y cerrarán el hoy por hoy estéril debate de la desnuclearización.

Xavier Boltaina Bosch*
Profesor de Estudios de Derecho y Ciencia Política
Universitat Oberta de Catalunya

Bibliografía

1 Usamos la expresión «jefe de Estado» para simplificar la denominación de los tres supuestos de la familia Kim. No obstante, históricamente cada uno de ellos ha recibido una denominación específica y, de hecho, solo Kim Il Sung fue
«presidente de la República» entre 1972 y 1994. En los restantes periodos, aunque asumieran de facto la posición de
«jefe de Estado», lo hicieron como «primer ministro» (Kim Il Sung, 1948-1972), «presidente de la Comisión de Defensa Nacional» (Kim Jong Il, 1994-2011) y presidente de la Comisión de Asuntos Estatales (Kim Jong Un). El debate es, sin embargo, puramente nominalista, como hemos expuesto en la tesis doctoral La estructura de poder en Corea del Norte: el régimen de Kim Jong Un. Constitución e instituciones políticas y administrativas (BOLTAINA BOSCH, Xavier. IUGM-UNED, julio de 2021).

2 Aunque formalmente en la RPDC existen tres partidos políticos, el eje central de toda la política y del Estado es el denominado Partido del Trabajo de Corea, reconocido en exclusiva como tal en la propia Constitución.

3 La traducción de la grafía coreana de los nombres propios y apellidos es distinta en el Norte y el Sur. Así, mientras en el Sur el apellido va en primer lugar y el nombre se separa con un guión —por ejemplo, «presidente Moon Jae- in»—, en el Norte apellidos y nombres aparecen en el mismo orden secuencial (apellido y nombre), pero sin separación y en mayúsculas —Kim Jong Un, Ri Sol Ju o Kim Yo Jong—. En este documento seguiremos la grafía oficial en cada lado de la frontera coreana, según nos refiramos a un dirigente o ciudadano del Norte o el Sur.

4 No obstante, parece haberse contrastado que desde 2009 la élite interna conocía quién sería el sucesor y se inició un proceso de preparación y asunción de responsabilidades, recorrido en principio muy corto si se compara con el de su padre, Kim Jong Il, cuyo aprendizaje transcurrió cuando menos entre 1974 y 1994, o quizá se inició unos años antes.

5 Kim Il Sung era denominado «líder supremo», suryong en coreano. Su hijo Kim Jong Il y su nieto Kim Jong Un, aun ostentado ese mismo estatus de «líder supremo», son denominados ryongdoja. No obstante, muy a menudo, en términos constitucionales, nos hemos referido en nuestros documentos publicados al «sistema» o «modelo del suryong» para simplificar la idea, pues en el fondo trasluce el mismo concepto de liderazgo supremo hiperpersonalista (Cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. «El régimen de Kim Jong Un y la Constitución de Corea del Norte», Revista Portes: Revista Mexicana de estudios sobre la Cuenca del Pacífico, vol. 16, n.o 31. Enero-junio de 2022, pp.119-163).

6 Jang Song Thaek fue nombrado general por decisión política —un procedimiento habitual en los antiguos países comunistas—, lo que lo anteponía a los militares de carrera, pero también le restaba estatus frente a los militares de carrera. En el periodo 2011-2013 se planteó muy a menudo que Jang era el auténtico poder en Corea del Norte. Estaba casado con Kim Kyong Hui, tía de Kim Jong Un y a su vez hermana de Kim Jong Il. En el momento de su ejecución, Jang Song Thaek era el vicepresidente de la Comisión de Defensa Nacional y, por tanto, institucionalmente el número dos del régimen (Cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. «Diciembre rojo en Corea del Norte: diez puntos clave y diez conclusiones sobre la ejecución del general Jang Song Thaek» [Documento Marco, 3]. IEEE, 10 de febrero de 2014.    Disponible    en:    https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_marco/2014/DIEEEM03- 2014_CoreaNorte_DiciembreRojo_BoltainaBosch.pdf).

7 Cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. «¿Los falsos mantras norcoreanos? Desnuclearización, colapso del régimen y reunificación», Comillas Journal of International Relations, n.o 9. 2017, pp. 19-45. Disponible en: https://doi.org/10.14422/cir.i09.y2017.002

8 CUMINGS, Bruce. «¿Por qué Corea del Norte no colapsó? Y ¿por qué muchos estadounidenses influyentes piensan que debería haberlo hecho?», Estudios, n.o 20. 2017, pp. 101-123.

9 KIM JONG UN. «Discurso ante el Pleno del 7.o Congreso del Partido del Trabajo de Corea». 2016.

10 Desde enero de 2020 hasta mayo de 2022, el régimen negó la existencia de la COVID en el país. Sin embargo, la posible aunque dudosa realidad de esta afirmación se quebró en mayo de 2022, cuando se reconoció oficialmente una pandemia descontrolada, que en teoría habría afectado en pocas semanas a varios millones de ciudadanos.

11 Hemos contabilizado un total de cuarenta y ocho golpes de Estado exitosos o fracasados desde el 2000 hasta el 2022: en el 2020, el de Malí; en 2021, en Myanmar, un intento en Armenia, de nuevo en Malí, en Guinea Conakri y en Sudán; en 2022, en Burkina Faso.

12 Oficialmente denominada «Prefectura Autónoma Coreana de Yanbián», se ubica en el Este de la provincia de Jilin y su frontera sur linda con la provincia norcoreana de Hamgyong del Norte.

13 Por citar un ejemplo, la Constitución de Vietnam afirma que es un «Estado unido» y que «todas las nacionalidades viven juntas en el país de Vietnam» (art. 5.1). «La lengua nacional es el vietnamita. Cada grupo étnico tiene el derecho de usar su idioma y sistema de escritura, preservar su identidad nacional, promover sus costumbres, hábitos, tradiciones y cultura» (art.5.2). Nada de ello se da en Corea del Norte y, por tanto, ante la ausencia de pluralidad étnica, no hay ningún reconocimiento ni dificultad.

14 Entre otros, cfr. SANTOS, Gabriel. Estados fallidos: definiciones conceptuales. Centro de Documentación, Información y Análisis, Cámara de Diputados, México, 2009.
En ese año, el listado de Estados fallidos estaba encabezado por Somalia, seguida de Sudán, Zimbabue, Chad, Irak y Congo-Zaire. Corea del Norte aparecía en el puesto 19, en mejor posición que Bangladesh o Myanmar y, a la par, que Etiopia, Uganda o el Líbano. En el 2020, el Countries according to the 2020 Fragile States Index ubicaba a Corea del Norte con un riesgo elevado de Estado fallido, pero en mejores condiciones que Siria o Afganistán y con mayores opciones que los Estados del centro de África y de los Grandes Lagos.

15 El exembajador británico en Pionyang alude a que ese contrato social se rompió durante el periodo de la gran hambruna, con la obligación de los ciudadanos de buscar por su cuenta alimentos para sobrevivir. Hasta ese momento, el diplomático afirma que la ciudadanía norcoreana era profundamente ajena a determinadas prácticas de corrupción y también menciona la ausencia de delincuencia, incluso de delitos muy menores (EVERARD, John. Only beautiful, please: A british diplomat in North Korea. Asia/Pacific Research Center, 2012).

16 Los mercados locales son denominados jangmadang (장마당/場마당) y agrupan a agricultores, el mercado negro y el mercado en general, desde la década de 1990 una gran economia informal (Cfr. CHA, Victor y COLLINS, Lisa. «The Markets: Private economy and capitalisme in North Korea?», Beyond Parallel. 26 de agosto de 2018. Disponible en: https://beyondparallel.csis.org/markets-private-economy-capitalism-north-korea/).

17 In extenso, cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. Op. cit., julio de 2021.

18 Se ha planteado por parte de algunos analistas que hubo un intento de golpe en 1992 y otro en 1995, en el periodo previo y posterior al fallecimiento de Kim Il Sung en 1994. Sin embargo, no hay fuente alguna que lo contraste y puede ser pura teorización de hipotéticos supuestos en situación de descontento.

19 En 2011 Kim Jong Un heredó el Parlamento que había sido elegido en los últimos años de vida de su padre, Kim Jong Il. En concreto, desde 1948, hemos contabilizado elecciones parlamentarias en 1947, 1948, 1957 —el salto de nueve años debe entenderse como consecuencia de la guerra intercoreana de 1959-1953—, 1962, 1967, 1972, 1977, 1982, 1986, 1990, 1998 —cabe recordar que en 1994 falleció Kim Il Sung y el orden secuencial se rompió a causa de las circunstancias internas—, 2003 y 2009.

20 Tras el 8.º Congreso del Partido de enero de 2021, progresivamente la denominación de Kim Jong Un ha pasado de facto de «Presidente de la Comisión de Asuntos Estatales» a «Presidente de Asuntos Estatales». Quizá se trate de un paso previo a la restauración de la figura del «presidente de la República», que nadie asumió tras la muerte de Kim Il Sung en 1994 y que desapareció formalmente en la reforma constitucional de 1998.

21 Literalmente, «la misión de las Fuerzas Armadas de la RPDC consiste en defender de todo trance el Comité Central del Partido encabezado por el gran compañero Kim Jong Un» (art. 59).

22 El monte Paektu está considerado como un lugar sagrado en la historia coreana desde siempre y también en la actualidad, tanto en el Norte como en el Sur, si bien se ubica en la frontera más norteña de la RPDC, en una zona fronteriza con China. De nuestras visitas a la zona, más allá de su belleza natural inalterada durante décadas, se desprende el sentimiento místico que el monte despierta para todos los norcoreanos. Es buena prueba de ello que, cuando el presidente surcoreano Moon Jae-in visitó Pionyang en septiembre de 2018, tanto Kim Jong Un como él se desplazaron acompañados de sus esposas a la cima del monte Paektu (Cfr. BERLINGER, Joshua y YOONJUNG, Seo. «Mount Paektu: Moon and Kim visit mythical mountain», CNN. 20 de septiembre de 2018. Disponible en: https://edition.cnn.com/2018/09/20/asia/mount-paektu-kim-jong-un-moon-jae-in-intl/index.html).

23 Pese a las dificultades para conocer todos los detalles históricos, existen algunos buenos ensayos sobre los procesos sucesorios. Sobre la elección de Kim Jong Il como sucesor de su padre, cfr. GOMÀ, Daniel. «El nacimiento de la dinastía roja: la instauración de la sucesión hereditaria en Corea del Norte (1970-1974)», Historia Contemporánea, n.o 62. 2020, pp.159-186.

24 La dificultad es, sin embargo, casi insuperable. Posiblemente las biografías de Kim Il Sung y Kim Jong Il son las más difíciles de plasmar por escrito de los dirigentes posteriores a la Segunda Guerra Mundial, pues es imposible acceder a los archivos de Corea del Norte, China y Corea del Sur. Pese a que hemos consultado todas las obras completas atribuidas a Kim Il Sung y a Kim Jong Il, resulta muy complejo contrastar los datos personales e históricos que se derivan de ellas.

25 Nada inhabitual en los sistemas de modelo comunista. En la entrevista mantenida por este autor con Mijaíl Gorbachov en la fundación de su mismo nombre en 2017, a la pregunta sobre quién ostentaba el poder real en la URSS durante la etapa de Brézhnev, la respuesta fue que la dirigencia se concentraba en el primer ministro (Súslov), el ministro de Defensa (Ustinov), el representante del Partido (Chernenko), el exjefe del KGB (Yuri Andrópov) y el ministro de Exteriores (Gromiko). En último extremo y en el supuesto de discrepancias, la decisión última dependía de Leonid Brézhnev, secretario general del Partido. (Esta entrevista está recogida en nuestra tesis doctoral: BOLTAINA BOSCH, Xavier. Op. cit., julio de 2021).

26 In extenso, cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. Op. cit., enero-junio de 2022.

27 Cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. Op. cit., julio de 2021.

28 Nuestra teoría, absolutamente imposible de contrastar, es que sabiéndose desde 2012 que Kim Jong Un había contraído matrimonio con Ri Sol Ju —en fecha desconocida, pero posiblemente entre 2009 y 2010— y que el matrimonio se mantiene, no sería extraño que hubiera una descendencia masculina que en la próxima década (2022- 2032) alcance la mayoría de edad y sea presentada en sociedad. En la tradición coreana, ser esposo y padre es un requisito social que cumplen todos los ciudadanos, especialmente en Corea del Norte.

29 Marta Nuevo lo expresa en términos coloquiales pero muy claros: «Las dinastías familiares dominan la política asiática desde hace generaciones y al margen de las ideologías, ya sea en los regímenes comunistas de Corea del Norte y Vietnam o en democracias como Japón e India, pasando por China o Indonesia. Unas se mantienen, algunas sucumben y surgen otras nuevas, pero estas familias permanecen como fuente de poder en el continente» (NUEVO, Marta. «El poder del apellido: las dinastías familiares que controlan la política en Asia», El Orden Mundial. 6 de junio de 2021. Disponible en: https://elordenmundial.com/el-poder-del-apellido-las-dinastias-familiares-que-controlan-la- politica-en-asia/).

30 Ello fue precisamente un punto débil de los cambios de dirigencia en los antiguos países comunistas y en la misma China. De hecho, a menudo esta transmisión del poder acontecía en medio de grandes purgas, movimientos internos incruentos o golpes de palacio. Valga señalar cómo alcanzó el poder Stalin, el asesinato masivo de dirigentes y como luego, tras su muerte en 1953, se optó por una dirigencia relativamente colegiada para evitar la orgía de sangre del estalinismo. En los países europeos del Este el paso de un dirigente a otro supuso siempre convulsiones, incluso en los más estrictos, como Albania, donde el sucesor de Enver Hoxha (Mehmet Shehu) se «suicidó» —eufemísticamente, por supuesto— unos años antes de la muerte de Hoxha (1985), o como sucedió durante el caos sucesorio de la China de Mao, tan bien descrito por las monografías publicadas al respecto. La Primavera de Praga comportó la intervención militar de la URSS; ídem ocurrió en Hungría en 1956. El caso más extremo es el de un golpe de Estado comunista dentro de un régimen comunista, como el protagonizado por el general Jaruzelski en Polonia, aunque se produjo siguiendo las «normas legales» del sistema (diciembre, 1981). Hemos accedido a documentos desclasificados que recogen la pregunta de Zhou En Lai a Kim Il Sung sobre las razones para elegir a Kim Jong Il en 1974 como posible sucesor —lo que aconteció en 1994, tras su muerte—. La respuesta fue que evitaba rivalidades entre los posibles candidatos, lo que fue bien visto por Zhou. (La fuente ha sido consultada, pero no se pudo obtener copia de los documentos desclasificados de la Embajada de Alemania Oriental en Pionyang).

31 No debe olvidarse que China se proclamó República Popular en 1949 y que la guerra intercoreana aconteció entre 1950 y 1953, por lo que la ayuda a la RPDC fue forzosamente limitada. La URSS, con Stalin ya muerto en 1953, aún se estaba reconstruyendo tras la Segunda Guerra Mundial, finalizada en 1945. No hubo, por tanto, un «Plan Marshall comunista» para Corea del Norte.

32 Preámbulo de la Constitución de la RPDC, reforma de 2013, vigente a 2022.

33 Kim Jong Il nació oficialmente en 1942. Por tanto, en 1950 había cumplido ocho años y al finalizar el conflicto tenía once.

34 Encuentro entre el presidente Biden y el presidente Moon Jae-in (Washington, 25 de mayo de 2021).

35 Art. 11 de la Constitución de la RPDC.

36 Cfr. BOLTAINA BOSCH, Xavier. Op. cit., julio de 2021.

37 BLANK, Stephen. «North Korea: nuclear threat or security problem?», Journal of Indo-Pacific Affairs. Primavera de 2021, pp.1-22. En concreto la referencia a este punto de no retorno se encuentra en la página 4.

38 Es posible que la autoría real de la idea Juche corresponda a Hwang Jang Yop, uno de los más altos cargos del régimen, que huyó a Corea del Sur en 1997 y falleció en 2010.

39 El byungjin apareció descrito oficialmente en 2013 como una política de doble alineamiento: desarrollo económico y, a la vez, desarrollo militar. No obstante, a partir de 2016, y más significativamente a partir de 2017 y 2018, ha dado paso a una fórmula más perfilada: el desarrollo económico y el desarrollo específico del arma nuclear, habida cuenta de la imposibilidad de mantener un ritmo de crecimiento aceptable de las Fuerzas Armadas convencionales para un enfrentamiento con Corea del Sur o EE. UU.

40 BOLTAINA BOSCH, Xavier. «Corea del Norte y Kim Jong Un tras el 8.º Congreso del Partido de Trabajo de Corea de 2021: ¿Un nuevo paradigma norcoreano para la tercera década del siglo XXI?», Comillas Journal of International Relations, n.o 21. 2021, pp.1-29.

41 Hay diversos documentos que han analizado esta evolución en el periodo de Kim Jong Un. Otras cifras contemplan que las clases medias y la élite en su sentido más amplio abarcarían ya dos o tres millones de personas, por lo que la referencia a las cincuenta familias se referiría a la máxima cúpula del país (Cfr. «Elite and relatively rich of North Korea»,    Facts    and    Details.    Julio    de    2021.    Disponible en:https://factsanddetails.com/korea/North_Korea/People_3/entry-7325.html).

42 SCHÄFER, Thomas. From Kim Jong Il to Kim Jong Un: How the hardliners prevailed: on the political history of North Korea (2007-2020). Amazon Printer, 2021.