Opinión

El mundo árabe ante la crisis ucraniana

photo_camera Liga Árabe

Mientras los Gobiernos de Occidente condenan unánimemente la invasión rusa, la Liga Árabe se muestra algo reticente. Además, el mundo árabe se indigna en las redes sociales por el trato desigual ofrecido a Ucrania frente a Irak, Siria o Afganistán.

La Asamblea General de la ONU adoptó este 2 de marzo, por mayoría de 141/193, una resolución que exige a Rusia el cese de la guerra contra Ucrania. Con 5 votos en contra (Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea) y 35 abstenciones entre los cuales se encuentran 3 países árabes, Argelia, Irak y Sudán.

Argelia, aliada de Rusia, debería haber votado a favor de la resolución de la ONU condenando a Rusia ya que siempre ha pretendido enarbolar la causa de los pueblos oprimidos. Pero no. Se ha abstenido. Lo que no deja de ser un apoyo explícito a Putin. El Reino de Marruecos, al igual que Kuwait y Jordania, ha reafirmado su firme compromiso con el respeto a la integridad territorial, la soberanía y la unidad nacional de todos los Estados miembros de la ONU.

Los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) han mantenido cierta cautela. Se trata de países que han logrado desarrollar sus economías y su autonomía defensiva a tenor de una política multilateral donde Rusia ha ido ocupando un lugar importante en la península arábiga. Y ello es debido a serios desencuentros con los EEUU, que desde el gobierno de Obama han venido relajando sus políticas defensivas respecto a Oriente Medio, que culminaron con Trump en los acuerdos Abraham para dar seguridad a Israel, después de largos años de política intervencionista americana en la zona con apoyo europeo.

La geopolítica se ha vuelto volátil. Y a los países árabes les cuesta, hoy, posicionarse. La Liga Árabe se pronunció instando a las partes a encontrar una solución política al conflicto. Una reticencia estratégica que redefine las relaciones con EEUU e inaugura una posición neutral entre EEUU y Rusia (también respecto de China). Se trata de una postura con varias aristas. Una de ellas es la reacción de la ciudadanía árabe que ha hecho arder las redes sociales por el trato desigual concedido a Ucrania comparado a la invasión de Irak donde, además de EEUU, muchos países europeos han participado directamente y otros muchos la habían apoyado. Un conflicto que generó cerca de 2 millones de vidas humanas y una ola de refugiados. Al igual que la invasión de Afganistán y la guerra de Siria.

La condenable invasión de Ucrania, que nadie consigue parar, está generando refugiados que están siendo recibidos con flores, autobuses con destinos a la carta, recintos confortables, asistencia psicológica y peluches para niños. Los propios gobernantes de naciones como Polonia y Hungría o Bulgaria (que se negaron a acoger a sirios), Moldavia y Rumania visitaban los puntos fronterizos para darles la bienvenida. Y los ministros europeos de Interior, reunidos en Bruselas, coordinan acordar permisos de trabajo y residencia.

Sin embargo, esta dulce acogida se ha desarrollado en medio de una actitud sospechosa contra estudiantes africanos, inscritos en Universidades ucranianas, que la Unión Africana ha calificado de “racista” al ser rechazados en la frontera.

Además, las redes sociales señalan que la calurosa acogida de ucranianos contrasta con lo acaecido con los refugiados iraquíes, afganos o sirios que habían sido frenados en seco con vallas y alambradas cortantes, confinados en la intemperie bajo inclemencias climáticas crueles.

Más indignación han suscitado entre los internautas los comentarios racistas que circulan, en redes sociales, vertidos por periodistas, tertulianos, analistas y responsables políticos de toda Europa. En un video que recoge distintas intervenciones de tertulianos en diferentes cadenas francesas que retratan la guerra en Ucrania como “algo increíble que ocurra en Europa con misiles de crucero como si estuviésemos en Irak o Afganistán”. Otro tertuliano, refiriéndose a los refugiados ucranianos exclamaba “será sin duda una inmigración de gran calidad, son intelectuales”. Mientras otro le replicaba “son europeos de cultura”. Otro arremetía diciendo “estos no son sirios que huyen de los bombardeos del régimen sirio, sino europeos que huyen en coches como los nuestros”. El primer ministro búlgaro, Kiril Petkov, subrayaba que “estos no son los refugiados a los que estamos acostumbrados, estas personas son europeas”.

Otros recuerdan a la periodista húngara Petra Lazslo, que, en septiembre de 2015, se puso a repartir patadas y zancadillas a los refugiados sirios que intentaban entrar en Hungría. Imágenes que siguen en nuestras retinas donde la periodista, cámara en mano, iba dando patadas, y una de ellas a una niña, para después zancajear a un padre que acabó en el suelo junto al crío que llevaba en brazos. O la imagen del bebé sirio, Aylan, yaciendo en una playa turca tras volcarse la barca en que viajaba con sus padres.

Aunque parezca extraño que haya una guerra en el corazón de Europa, cabe señalar que el viejo continente siempre ha sido un lugar de guerras. Guerras salvajes que se han exportado a África, a las Américas, a Asia y a Oceanía en invasiones cruentas contra pueblos inocentes y desarmados o menos desarrollados bélicamente con el fin único de someterlos y robar sus riquezas. Muchos de ellos han sido aniquilados (indios de América del Norte o Tasmanos de Australia). Pero sin ir más lejos, podemos citar la Guerra de los Cien Años, 1337-1453, la Guerra de los Balcanes, 1912-1913, la Primera Guerra Mundial, 1914-1918, la Segunda Guerra Mundial, 1939-1945, las Guerras de Yugoslavia, 1991-2001, etc.

La ayuda al refugiado, que las Naciones Unidas preconiza a través de ACNUR, ha de llevarse a cabo independientemente de las nacionalidades, del color de la piel, de la fe o de la ideología.

El modelo europeo no puede construirse sobre la discriminación y el racismo.