Opinión

El nuevo año se enfrenta a viejos problemas: guerra, inmigración y energía

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No hay años nuevos, sólo fechas nuevas.

Cuando el año viejo se va, siempre tengo la sensación de que lo hace demasiado deprisa; que no he acabado con él, aunque el primer día del nuevo año me esperan los mismos problemas.

Muchas cosas se ciernen sobre el mundo en esta transición. Ninguna tiene solución rápida.

He aquí los tres megaproblemas principales e insolubles:

En primer lugar, la guerra en Ucrania. No hay solución a la vista mientras los ucranianos sobreviven como pueden entre los escombros de su país, sometidos a los interminables golpes del Presidente ruso Vladimir Putin. Es una agresión tan brutal y flagrante que Europa no ha visto desde los tiempos de Hitler y Stalin.

Al final, habrá una solución política o una victoria rusa. Ucrania no puede aguantar mucho tiempo, a pesar de su impresionante gallardía, sin la plena participación de la OTAN como combatiente. No es posible que pueda desgastar a Rusia con su enorme ventaja humana y los dudosos amigos de Putin en Irán y China.

Un escenario es que después de que el invierno haya hecho mella en Ucrania, y en las fuerzas invasoras, se declare un alto el fuego en el lugar, costándole a Ucrania territorios que ya están en poder de Rusia. Esto será difícil de aceptar para Kiev: enormes pérdidas y nada ganado.

La posición de Kiev es que las únicas fronteras aceptables son las que existían antes de la invasión rusa de Crimea en 2014. Es casi seguro que ese sería un precio demasiado alto para Rusia.

Henry Kissinger, escribiendo en la revista británica "The Spectator", ha propuesto un alto el fuego a lo largo de las fronteras que existían antes de la invasión del pasado febrero. No es lo ideal, pero quizá sea aceptable en Moscú, sobre todo si cae Putin. De lo contrario, la guerra se alarga, al igual que el sufrimiento, y los aliados empiezan a distanciarse de Ucrania.

Una segunda crisis enorme y continua es la inmigración. En Estados Unidos tendemos a pensar que se trata de un problema exclusivo nuestro. Pero no lo es. Es mundial.

Todos los países de relativa paz y estabilidad se enfrentan a una inmigración creciente y descontrolada. Gran Bretaña abandonó la Unión Europea en parte debido a la inmigración. Nada ha ayudado.

Este año, 504.000 personas han llegado a Gran Bretaña. Las personas que cruzan el Canal de la Mancha en pateras, con ahogamientos periódicos, han agravado el problema.

Toda Europa está inundada de personas en movimiento. Este año, decenas de miles han cruzado el Mediterráneo desde el norte de África y han desembarcado en Malta, España, Grecia e Italia. Esto está cambiando la política europea: Testigo de ello es el nuevo gobierno de derechas en Italia.

Otras masas de migrantes huyen de Europa Oriental hacia Europa Occidental. Ucrania tiene una población migrante de millones de personas que buscan paz y supervivencia en Polonia y otros países cercanos.

Oriente Medio está inundado de refugiados de Siria y Yemen. Estos millones siguen un patrón de personas desesperadas que desean refugio y servicios, pero que acaban desestabilizando sus tierras de acogida.

Gran parte de África está en movimiento. Sudáfrica tiene millones de migrantes, muchos de ellos procedentes de Zimbabue, donde la sequía ha empeorado el caos gubernamental y la actividad económica se ha paralizado por la escasez de electricidad.

Los venezolanos están inundando los países vecinos de América Latina, y muchos se dirigen a la frontera sur de Estados Unidos.

El enorme movimiento de personas en todo el mundo en esta década tendrá efectos duraderos en la política y las culturas. La conquista por la inmigración es un temor en muchos lugares.

Mi último megaproblema es la energía. Justo cuando pensábamos que la crisis energética que marcó las décadas de 1970 y 1980 había quedado atrás, ha vuelto, y es tan entrometida como siempre.

Gran parte de lo que ocurra en Ucrania depende de la energía. ¿Se mantendrá unida la OTAN o se dejará seducir por el gas ruso? ¿Sobrevivirán los ucranianos al gélido invierno sin gas y a menudo sin electricidad? ¿Se convertirá Estados Unidos en un proveedor mundial fiable de petróleo y gas, o las preocupaciones climáticas internas frenarán las exportaciones de petróleo y gas? ¿Empezarán los pequeños reactores modulares a cumplir sus promesas? ¿Y las nuevas tecnologías de almacenamiento de electricidad e hidrógeno verde?

En 2023, la energía seguirá siendo un factor de inflación, de reajustes geopolíticos y de inestabilidad.

Si añadimos el empeoramiento del clima y la necesidad de frenar las emisiones de carbono, la energía es tan volátil, política y controvertida como lo ha sido nunca. Y puede que todo empezara cuando el rey inglés Eduardo I prohibió la quema de carbón en 1304 para frenar la contaminación atmosférica en las ciudades.

Feliz Año Nuevo, en cualquier caso.

En Twitter: @llewellynking2

Llewellyn King es productor ejecutivo y presentador de "White House Chronicle" en PBS.