Opinión

El papel de Barcelona en el Mediterráneo 

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En noviembre se cumplieron 25 años desde la Declaración de Barcelona. A pesar de las buenas intenciones, el resultado no está a la altura de las aspiraciones de los Mediterráneos. No obstante, muchos de los objetivos del proceso siguen siendo válidos y, por ello, hay que trabajar para mejorar una prosperidad compartida basada en las relaciones sur-sur y norte-sur. Europa sigue siendo el primer socio económico de los países del sur de la parte oriental del Mediterráneo. Las crisis económicas, de identidades, de refugiados, y la pandemia han minado la cohesión de los Estados miembros de la UE y de los países mediterráneos, creando obstáculos para avanzar en el proceso de integración regional. Esto nos recuerda la importancia del colectivo, de la proximidad, la interdependencia y la necesidad de contar con una visión a largo plazo 

Ahora nos enfrentamos a una situación desconocida, a una pandemia que ha paralizado nuestras economías y confinado a millones de personas. Estamos en medio de un tsunami sin precedentes que ha arrasado a toda la aldea global. Los antecedentes históricos revelan que una situación de este tipo podría alterar los sistemas políticos y económicos, reconfigurar ideas y teorías sagradas, e imponer cambios radicales en el estilo de vida. 

Los modelos económicos en vigor están sin aliento por la velocidad a la que se suceden los cambios. Están teniendo lugar numerosas transformaciones que los gobiernos luchan por regular y, ahora más que nunca, es preciso dar respuestas que estén a la altura. 

Desde 2010 hasta 2019, las orillas sur y oriental de la región han perdido 950.000 millones de dólares en actividad económica. Estas cifras se traducen en casi el 8% del PIB. Algunos países de la región están al borde de la ruina económica y financiera por las guerras y la inestabilidad política. Además, surgen riesgos geopolíticos y un horizonte de futuro sin esperanza. 

Europa está ante una oportunidad histórica de incidir en el desarrollo y la interdependencia económica de la zona mediterránea. Para ello, la UE debe asumir una política global y prioritaria mediterránea. 

El Mediterráneo y la UE necesitan una relación diferente a todos los niveles. El modelo actual debe ser renovado ante los nuevos problemas económicos, geopolíticos, la pandemia y el cambio climático. Los tiempos han cambiado y hay que hablar sin rodeos: es esencial saber concretamente lo que el Mediterráneo quiere de Europa y lo que Europa está buscando en el Mediterráneo. 

Este inesperado diálogo no debe ser solo una relación entre los donantes que buscan reducir el número de migrantes y los beneficiarios que dependen de la ayuda y los fondos, sino que tiene que ser una relación entre iguales. 

Por esta razón, hace falta una renovada política europea para el Mediterráneo. La elaboración de un ‘Plan compacto’ sería una solución realista para resolver los problemas endémicos. Un plan que busque revitalizar el comercio, la inversión y estimular el espíritu empresarial. Un proyecto centrado en impulsar un nuevo modelo de desarrollo en el marco del Green Deal o del Acuerdo Verde Europeo, en un momento en el que Europa busca fuentes alternativas de crecimiento y sostenibilidad y la región necesita una transformación política y económica. 

Es imperativo formular respuestas urgentes y soluciones efectivas para enfrentar juntos desafíos comunes. Es el momento de repensar el Mediterráneo para que sea un actor positivo en la escena internacional. 

El Mediterráneo no se puede permitir quedar al margen de estas evoluciones en vista del potencial humano y material del que dispone. Esa suma debe convertirse en un elemento de competitividad y en una ventaja comparativa en relación con otras economías. 

La crisis hace más relevante este desarrollo porque en la carrera entre EEUU y China, Europa solo encontrará su lugar en el nuevo orden mundial aliado a sus socios del Mediterráneo para crear un polo competitivo global. Pero requiere desplazar el centro de gravedad hacia el sur. 

ASCAME ha sido pionera en el lanzamiento de una estrategia integral. La Semana Mediterránea de Líderes Económicos de Barcelona, cita anual desde hace 14 años del sector privado de Europa, el Mediterráneo y África, se inscribe en el marco de las líneas de actuación para la cooperación económica entre la UE y los países Mediterráneos y está encaminada hacia la creación de una zona de integración económica, así como hacia la consolidación de Barcelona como la principal referencia económica de la región mediterránea. 

Los 25 años transcurridos también han permitido que se desarrolle una visión sobre cuáles son los principales problemas del Mediterráneo y qué tipos de propuestas podrían implementarse a la hora de buscar respuestas que autoricen el desarrollo y la construcción de un futuro común entre las dos orillas. 

Un largo camino que ha permitido configurar futuras alianzas para crear un entorno que favorezca la convivencia y la cooperación entre los pueblos de ambas orillas. Esta acción permitiría la integración de las generaciones emergentes y el arraigo de los valores de tolerancia y aceptación del otro más allá de los estereotipos trillados, lejos de cualquier forma de exclusión y rechazo que engendre irreparablemente una lógica de confrontación y antagonismo. 

Es posible construir una relación sana, sin prejuicios, con una gestión común de problemas comunes. Es posible crear un enfoque global e integrado y una responsabilidad compartida. Tenemos el mismo objetivo: el desarrollo común. 

La UE debe implicarse ya que su futuro está estrechamente relacionado con la capacidad de desarrollo de la región. Hay demasiada urgencia para tener prisa. ¡No se puede ser próspero entre los pobres!