Opinión

El protocolo al servicio de la diplomacia

photo_camera La embajadora de Marruecos, Karima Benyaich, ofrece una recepción en Madrid con motivo de la Fiesta del Trono, el martes 30 de julio de 2019.

Las diferentes festividades que Marruecos ha realizado en todos los países con los que mantiene relaciones diplomáticas con ocasión del vigésimo aniversario de la entronización de Mohamed VI, han tenido un marcado sello político. El Protocolo real se ha puesto al servicio de la diplomacia, como instrumento de la política exterior del Reino alauita

Uno de los hechos más simbólicos de estas festividades ha tenido lugar en Madrid, en la residencia de la Embajadora marroquí Karima Benyaich, donde la Unidad de Música de la Guardia Real española interpretó los himnos nacionales de ambos países durante el evento, lo que fue agradecido por la hiperactiva diplomática como “delicado detalle y singular gesto” por parte de la Casa Real española.

Un hecho que no pasó desapercibido y que demuestra que las relaciones entre España y Marruecos no se limitan al terreno de lo material, a los intercambios económicos y comerciales, y a la convergencia de acciones comunes en el terreno de la seguridad y la lucha contra las lacras de nuestro tiempo y las mafias que se benefician de ellas; no, las relaciones hispano-marroquíes arrancan de lo más profundo de la historia y convergen de manera natural en sus instituciones más representativas. 

Un aspecto importante, que aunque lejano no deja de ser significativo, ha sido la celebración de la Fiesta del Trono marroquí en Vietnam, país que representa un símbolo histórico de la lucha de los pueblos por su emancipación, y donde centenares de marroquíes habían desertado del Ejército colonial francés para unirse a la lucha del Vietmin, transformado más tarde en Vietcong, entre 1947 y 1954. Marruecos es hoy el único país africano que participa en el Comité de países del Mekong, base estructural indispensable para el desarrollo regional. 

Otros dos hechos altamente significativos y que muestran claramente que el Protocolo se ha puesto definitivamente al servicio de la diplomacia y la política exterior, han sido la anulación de la “fiesta” del Trono en Túnez, en señal de solidaridad con el duelo del pueblo tunecino tras la muerte del Presidente Beji Caid Essebsi, y la postergación de la Fiesta del Trono en Cuba al día 31 de julio, cuando en todo el mundo se celebra el día 30, por ser este el “Día de los mártires de la Revolución cubana”, que recuerda a todos los caídos en las diferentes gestas que desde el siglo XIX marcaron la lucha del pueblo cubano por su emancipación e independencia. 

Fiesta del Trono en el corazón del castrismo

Si la conmemoración del vigésimo aniversario de le entronización de Mohamed VI en Mauritania fue la ocasión de lanzar un mensaje prometedor de la voluntad de Marruecos de establecer una “alianza estratégica” entre los dos países del noroeste africano dirigido al nuevo presidente Mohamed Ould Ghazouani que asumió sus funciones el 1 de agosto, la conmemoración en Cuba ha sido una magnífica expresión de la nueva diplomacia de Mohamed VI: la del interés mutuo y compartido. 

En Nuackchot, la capital mauritana, acudieron una gran cantidad de personalidades mauritanas y de notables de las tribus que pueblan el norte de Mauritania y el sur de Marruecos, que la historia ha separado por fronteras coloniales, pero que poseen un pasado común y glorioso. Algunas de las principales dinastías que han reinado en Marruecos tuvieron su origen en el desierto común que une ambos países. 

En cuando a la festividad celebrada en La Habana, bajo la experta mano del infatigable nuevo embajador Boughaleb el Attar, no solo fue “brillante” como la calificó la agencia de prensa marroquí MAP, sino que sorprendió a los participantes por su amplitud y el calado de su mensaje. 

En presencia de importantes autoridades cubanas, el Embajador señaló los avances en las relaciones bilaterales realizados desde el restablecimiento de las relaciones diplomáticas, particularmente en áreas importantes de carácter social como el deporte, la salud, la educación y los medios de comunicación, sino que recordó a los numerosos invitados en la residencia diplomática,  que “inmediatamente después del triunfo de la Revolución cubana en 1959, Marruecos y Cuba establecieron relaciones diplomáticas, y que poco después el comandante Ernesto Che Guevara visitó oficialmente Marruecos a la cabeza de una delegación gubernamental, donde firmó importantes acuerdos de cooperación que supusieron el inicio de una fructífera relación”.

También evocó el embajador El Attar que en 1963 “el comandante en jefe Fidel Castro visitó Marruecos camino de Moscú, y en Rabat fue huésped del rey Hassan II en el Palacio real, donde ambos dirigentes conversaron amplia y francamente sobre todos los temas de la política internacional del momento”.

La particularidad de la celebración de la Fiesta del Trono marroquí en pleno corazón de la Revolución cubana consistió en poner en evidencia que las relaciones entre los dos países se remontan muy atrás en la historia de la descolonización y la independencia y que siempre tuvieron “un marcado carácter político”. 

El reino de Marruecos en la época de Hassan II tuvo que enfrentarse a las presiones de los Estados Unidos que no aceptaron que su aliado norteafricano rompiera el bloqueo impuesto por Washington a las exportaciones cubanas. Marruecos compró cientos de miles de toneladas de azúcar al régimen de Castro, y en contrapartida exportó sus fosfatos imprescindibles para la intensificación de la producción agrícola de la isla.

“Hoy el mundo ha cambiado, señaló el embajador marroquí. Pero la voluntad de Marruecos sigue siendo la misma. Queremos cooperar sinceramente con el Gobierno cubano”. Un ejemplo concreto de la nueva diplomacia de Mohamed VI: unir esfuerzos en el interés mutuo.