El Salvador: Bukele y el poder absoluto

Atalayar_Nayib Bukele

Las elecciones legislativas celebradas en domingo en la República de El Salvador no generaron sorpresas: con una participación de algo más de 51%, el partido –Nuevas Ideas—del joven y popular presidente, Nayib Bukele, ha arrasado. A falta de los resultados oficiales dependientes de unos centenares de votos, la evolución del escrutinio anticipa una victoria aplastante, incluso superior a la que se esperaba.

Las primeras previsiones contemplan que el oficialismo conseguirá los 56 diputados de la Asamblea Legislativa que necesita para contar con la mayoría absoluta. Los dos partidos tradicionales, que se alternaron en el Gobierno varios años, han conseguido unos resultados exiguos – ARENA, doce, y el FMLN, ocho – lo cual les condena a ostentar la consideración de oposición, sin capacidad alguna para ejercerla en la práctica.

La mayoría absoluta, que refuerza el papel del presidente e implica que todas las decisiones, reformas o nombramientos que preceptivamente presente al Parlamento, tendrán la aprobación garantizada. Y apenas sin debate. Los propios diputados que integrarán la oposición reconocen que su papel será nulo. Alguno lo ha calificado de decorativo.

Ni siquiera tendrán opciones para debatir ante una mayoría muy poco frecuente en los parlamentos democráticos. El resultado es recibido, lógicamente, con entusiasmo por los seguidores de Bukele, pero también con la   preocupación por sus adversarios derrotados a los que se unen las opiniones de los analistas, muchos intelectuales y empresarios.

El Salvador, dicen, sigue siendo una democracia formal, similar en el fondo a las de otros países latinoamericanos. Pero con un poder absoluto comparable al de algunas dictaduras. Apenas los medios de comunicación, algunos de los cuales actúan con bastante independencia, son la única esperanza de que Gobierno y los restantes órganos constitucionales sean objeto de crítica. Y denuncia.

Con semejante mayoría. el presidente nombrará sin resistencia parlamentaria ni debate la Corte Superior de Justicia, el Tribunal de Cuentas, la Fiscalía General y afrontará sin problemas la reforma de la Constitución. La democracia salvadoreña conserva la libertad de expresión, con algunos periódicos independientes, lo cual mantiene un rayo de esperanza para la opinión pública. 

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