Elecciones al quirinal o la ceremonia de la confusión

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Ya he tenido lugar este lunes 24 la primera votación para elegir nuevo Presidente de la República. Y, como era de esperar, todo ha sido confusión, porque, al no haber “candidato de bandera” con un Draghi condicionado por su el hecho de ser el actual Presidente del Consejo de Ministros, los miembros del “Colle” (los electores, en suma), han decidido no votar a nadie a la espera de que se pacte el nombre definitivo.

Lo único reseñable es que Salvini ha comenzado a ejercer un papel de la máxima relevancia, al ser, desde marzo de 2018, el líder más fuerte del conjunto del centroderecha. Pero el principal problema es que sus intereses son divergentes con respecto a sus interlocutores (PD y Movimiento Cinco Estrellas): él quiere elecciones cuanto antes, mientras los otros dos quieren agotar una legislatura a la que se le queda casi año y medio de vida. También es reseñable el hecho de que Draghi haya comenzado a contactar con líderes, como asumiendo que puede ser el único que reúna el nivel de unanimidad necesario en toda elección presidencial.

Todo esto da lugar a lo que se conoce como “totonomi”, y que lleva a barajar las posibilidades más disparatadas: Elisabetta Belloni o Marta Cartabia como sucesores de Draghi; un Franco Frattini completamente retirado de todo como nuevo candidato a la presidencia de la República; y la realidad de que seguirán apareciendo nuevos nombres porque parece que todos tienes posibilidades, cuando en realidad no llegan ni a cinco los candidatos con posibilidades reales.

Quizá lo más bochornoso sea lo relacionado con el presidente saliente, Sergio Mattarella, quien recibió en la primera jornada de votaciones hasta 16 votos cuando ha repetido hasta la saciedad que no quiere saber nada de un segundo mandato. Conocedor como conoce la clase política transalpina, lo que muchos no saben es que el Domingo pasado (día 23 de enero), aterrizó en Palermo (Sicilia), su ciudad natal, cuando en realidad su mandato no finaliza hasta el 3 de febrero: toda una manera de ponerse a tiro de los parlamentarios que han de elegir a su sucesor. Y que además hizo llegar a la prensa, de manera más que me intencionada, fotos de cajas y más cajas donde estaban introducidos todos sus enseres que ha recibido en su tiempo como Presidente de la República.

En relación con ello, muchos no quieren tener presente que Mattarella es un riguroso cumplidor de la Constitución italiana, que establece que el Presidente de la República tiene un mandato de siete años: así que, el que le quiera elegir, que se olvide de que vaya a hacer lo que pretenden (literalmente, “calentar la silla” a Draghi hasta que finalice la legislatura para luego dimitir y dejar “via libre” al banquero y economista romano). Porque solo un presidente aceptó la reelección, el excomunista Napolitano en 2013, y lo hizo a regañadientes y porque centroderecha y centroizquierda se encontraban fuertemente enfrentados. Año y medio después, Napolitano comunicaba a Matteo Renzi, entonces Primer Ministro, que iba a presentar su dimisión y Renzi le hizo saber que haría todo lo posible por encontrarle un sucesor. Finalmente, el 31 de enero de 2015 el citado Mattarella salía elegido en la primera votación por mayoría simple y Napolitano podía, al fin, retirarse definitivamente de la vida pública, a unos meses de cumplir los noventa años de edad. Por cierto, aún vive, en unos meses cumplirá los 97 años de vida.

La realidad es que ahora, además de haber un auténtico multipartidismo (tres partidos en el centroderecha, y otros tres en el centroizquierda más el apéndice que constituye Libres e Iguales, sin olvidar un Cinco Estrellas que es pura descomposición), la situación se presenta mucho más fácil de lo que se cree: otra cuestión que es que hagan su enésimo “acto de creatividad” los líderes nacionales, algo siempre esperable.

La realidad es esta: el centroderecha tiene clara mayoría (460 electores, frente a los poco más de 350 del centroizquierda); llevamos ya hasta tres elecciones consecutivas en que el centroizquierda ha impuesto su candidato (Napolitano en 2006 y 2013, y Mattarella en 2015); y el centroderecha dispone de un buen ramillete de candidatos (que conste que Frattini, exministro de Asuntos Exteriores es uno de ellos), comenzando por la Presidenta del Senado (María Elisabetta Alberti Casellatti, a quien no hay ningún “pero” que poner). Y que, se diga lo que se diga, el nuevo Presidente/a de la República lo va a tener mucho más fácil que lo ha tenido Mattarella. Porque el año que viene, salvo sorpresa mayúscula, el centroderecha ganará claramente las elecciones generales; Matteo Salvini se convertirá en Primer Ministro, porque es el más fuerte dentro de este parte del arco parlamentario; y porque, desde 1996, todas las legislaturas, salvo la de 2006-08, están durando los cinco años previstos por la Constitución, habiéndose entrado en una fase de estabilidad que deja atrás los duros tiempos de 1992-96.

¿Puede acabar Draghi en el Quirinal? Es una posibilidad, ciertamente. Pero sería algo muy criticado en medios económicos (“The Economist” ya ha dejado claro su posición contraria a que Draghi abandone el gobierno, por lo perjudicial que sería para la muy buena marcha de la economía del país) y, negocien lo que negocien los grupos parlamentarios, la realidad es que Draghi no se casa con nadie; es quien debe encargar formar gobierno como Presidente de la República; y, además, sería un mayúsculo fracaso de la clase política haber perdido primero (febrero de 2021) la presidencia del Consejo de Ministros y, a continuación, la presidencia de la República (enero o febrero de 2022), y todo en beneficio de una misma persona. Y es que pensar en un Draghi ostentando de manera consecutiva las dos primeras autoridades del Estado sin haber pasado nunca por las urnas y sin liderar ningún partido político es algo que debería dar que pensar a muchos.

Pero recordemos el pasado inmediato. Si hay algo que distingue a los políticos italianos es su “cintura”: su extraordinaria flexibilidad y creatividad, con lo que en cualquier momento se pueden sacar de la manga el nombre más inesperado. Porque la historia de las elecciones presidenciales están plagadas de elegidos que eran auténticos tapados: Saragat, Leone, Ciampi, Napolitano y Mattarella son buenos ejemplos de ello. Y el nombre del tapado/a, como sucedió con Mattarella en 2015, se conocerá el miércoles o el jueves como muy pronto.

Lo que sucede es que tanto Cinco Estrellas como Partido Democratico (PD) tienen que vender a su electorado que no se lo han puesto fácil al centroderecha. Eso sí, el que puede salir muy reforzado de toda esta elección es Salvini, que pasaría de ser considerado el “enemigo de la Unión Europea” a todo un “estadista”. Mucha recompensa para una persona sin carrera universitaria, político de profesión y de bajo nivel intelectual en uno de los países más cultos y con más patrimonio histórico-artístico del conjunto de la Unión Europea. ¡Ver para creer!

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es Profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro Historia de la Italia republicana, 1946-2021 (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).

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