Elecciones en Italia, todo se juega en el centroderecha

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En el último fin de semana de este mes de septiembre se celebran nuevas elecciones generales (allí llamadas “políticas”), unas elecciones que deben dar inicio a la XX Legislatura de la historia de la República italiana. Elecciones, por otra parte, que tienen la particularidad de que la mayor parte de la campaña electoral, al haber sido convocadas el 21 de julio, está teniendo en parte durante las vacaciones de verano, por lo que la realidad es que la auténtica campaña se inicia en la primera semana de septiembre, que es cuando la mayoría de los votantes llamados a las urnas se han incorporado a la vida cotidiana. De ahí que mucho de lo que digamos a continuación tenga un carácter provisional, a la espera de qué suceda en los más de veinte días que aún quedan hasta el día de celebración de los comicios.

La primera idea que parece clara es que va a ser el centroderecha, dividido en tres partidos, el que venza con mucha claridad, algo que por otra parte no debe resultarnos extraño: como coalición, ya fueron los más votados en las anteriores elecciones (marzo de 2018), y su nivel de apoyo no ha hecho sino incrementarse con el paso de los años frente a un centroizquierda que va a cosechar su enésima derrota desde las elecciones de 1996 (solo fue capaz de vencer en 2006 y en 2013, en este último caso por la mínima). Lo que sí resulta llamativo es el cambio en la relación de fuerzas entre las tres formaciones que conforman el centroderecha: el partido tradicionalmente menos votado (los Fratelli d´Italia de la romana Meloni) es ahora el que cuenta, y además con mucha diferencia, con más intención de voto, mientras el partido de esta coalición más votado en las elecciones anteriores (la Lega de Salvini) pasa a ocupar un segundo lugar y, a su vez, Forza Italia, durante años la fuerza dominante en el centroderecha, pasa del segundo al tercer lugar con respecto a 2018 aunque, eso sí, da la impresión de que será decisivo para que haya una “maggioranza” para gobernar.

La segunda idea es que el centroizquierda, representado en esencia por el Partido Democrático (PD), se encuentra resignado a una derrota que en realidad viene desde hace tiempo. Y es que se trata de la primera vez desde que se fundó esta formación (octubre de 2007) en que se presenta sin un secretario general o candidato electoral no elegido en primarias: Veltroni lo fue en 2008, Bersani en 2013 y Renzi en 2013, pero el último secretario general que salió de unas primarias (el gobernador de la región de Lazio, Nicola Zingaretti) presentó su dimisión en marzo de 2021 y, desde entonces, no tiene realmente una cabeza visible. No resulta extraño, en relación con ello, que ante el hecho de no tener líder hayan recuperado para la vida política a “Pippo” Civati, rival de Matteo Renzi en las primarias de diciembre de 2013 y quien en 2018 dejó temporalmente la política para dedicarse al mundo editorial. Civati, como Renzi, Salvini o Meloni, es la de la generación de los setenta, con lo que el PD seguramente busque en su persona alguien que revitalice una izquierda en horas bajas.

La tercera idea que debemos tener presente es que, frente al enfrentamiento tradicional entre centroderecha y centroizquierda en todos los comicios generales que hubo entre 1996 y 2013, e igualmente a diferencia de lo que sucedió en 2018 (donde el Movimiento Cinco Estrellas, partido en línea muy ascendente, convirtió la convocatoria electoral en competición no bipolar, sino tripolar), ahora resulta clave la fortaleza de cada coalición. Porque la ley electoral con la que se va a concurrir a las elecciones (la “Rosatellum bis”, aprobada en octubre de 2017), y bajo la cual se celebraron los comicios de 2018, tiene como principal particularidad que favorece a los partidos que se presentan coaligados frente a los que lo hacen de manera individual. Eso sí, hay una sustancial diferencia con respecto a las elecciones de hace cuatro años y medio: tras aprobarse en “referéndum” (septiembre de 2020) por amplia mayoría el “taglio” o reducción del número de parlamentarios (que supone que la Cámara Baja pasará de 630 escaños a 400, y la Alta de 315 a 200), lo que vamos a ver es un Parlamento renovadísimo, en el que como mucho la mitad de los actuales parlamentarios van a poder revalidar sus respectivos “seggi”.

En ese sentido, la principal novedad a nivel de coalición es lo que se conoce como “Il Terzo Polo”, y que supone la fusión en una sola candidatura de dos partidos que se mueven entre el centro y el centroderecha: la Italia Viva del ex primer ministro Matteo Renzi y la Azione del exministro Calenda (al que se han sumado dos exministras pertenecientes a Forza Italia, Carfagna y Gelmini). Tienen a su favor que el PD, al haberse coaligado con comunistas y verdes, se ha escorado claramente a la izquierda; y que en el centroderecha las dos principales formaciones (los Fratelli d´Italia de Meloni y la Lega de Salvini) son claramente dos partidos de derechas (pero no “ultraderecha” como muchos gustan de decir sin querer ver que se trata de dos formaciones de amplia trayectoria democrática), siendo el partido de centroderecha la Forza Italia del varias veces “premier” Silvio Berlusconi la formación de menor nivel de apoyo.

Este “Terzo Polo”, que se caracteriza no sólo por tener uno de los presidentes del Consejo de Ministros con un Gobierno más longevo en el tiempo (el de Matteo Renzi, que gobernó 1.020 días entre 2014 y 2016, siendo solo superado por dos Ejecutivos presididos por Berlusconi y uno por Bettino Craxi), sino por tener una amplia nómina de exministros (Calenda, Carfagna, Gelmini, Bellanova, Bonetti y Boschi) que además pertenecen en su inmensa mayoría a la generación nacida en los años setenta, intenta representar lo que se conoce como “agenda Draghi”, un documento de unas 1.200 páginas aprobado por las instituciones comunitarias en abril de 2021, cuando el entonces “premier” Mario Draghi lo presentó y que supone que, a cambio de un amplio programa de reformas (unas de las cuales, la de la Justicia, ya se ha cumplido), el país recibiría una importantísima suma de dinero de la UE. 

Y es que aquí está una de las claves de estas elecciones: ¿se cumplirá el dicho de “quien hace caer un gobierno, lo paga en las urnas”? (nos referimos a Cinque Stelle, Lega y Forza Italia, los tres partidos que abandonaron al Gobierno Draghi en la tercera semana de julio y que causaron el abrupto final de legislatura). Porque lo que los representantes del “Terzo Polo” sostienen como elemento diferencial frente al centroderecha (y también lo dicen en relación con el PD, pero esto no es cierto porque este partido también apoyó a Draghi hasta su caída) que ellos votaron en todo momento la “fiducia” (“confianza”) al Gobierno Draghi desde que este tomara posesión (febrero de 2021) hasta su caída diecisiete meses después. Lo cierto es que, ante el hecho de que Draghi se ha querido mantener al margen de la competencia electoral, los dirigentes de “Il Terzo Polo” garantizan que, de superar el “sbarramento” o umbral para entrar en el Parlamento (situado en el 3% para los partidos individuales y en el 10% para las coaliciones), harán todo lo que esté su mano para que tenga lugar el retorno de un Draghi que, debe recordarse, se marchó de la Presidencia del Consejo de Ministros (aún sigue el frente, pero solo en funciones para la gestión de las asuntos “corrientes”) con un elevadísimo nivel de popularidad: hace unos días, por poner un ejemplo, fue recibido con una atronadora ovación en el “meeting” de Rimini.

Fuera de estas tres coaliciones queda un Movimiento Cinco Estrellas que se ha quedado sin sus principales “pesos pesados” (Bonafede, D´Inca, Fico, Taverna, Tonninelli, etc.) al no poder estatuariamente presentarse a una tercera legislatura consecutiva. Claro que pocos les van a echar en falta: son los principales “exponentes” del que podríamos denominar “partido-fiasco” de la XIX Legislatura. Lo cierto es que, como formación individual, y en función de todas las encuestas que en este momento se dan a conocer, tiene asegurado entrar en el Parlamento, aunque parece que no podrá evitar convertirse en formación de carácter residual. 

Otros que tienen asegurada su entrada, porque concentran su voto en una sola región (Trentino Alto-Adige) son el llamado “Partido Popular de Tirol del Sur”, y que pertenecen a la zona que fue ocupada por el Imperio Austro-Húngaro hasta el final de la Primera Guerra Mundial. Finalmente, con más dificultades para lograr superar el “sbarramento” está el partido Italexit del senador y exmiembro de Cinque Stelle Paragone, que, de entrar en el Parlamento, parece que lo hará por la mínima.

Lo cierto es que la partida está aún muy abierta. Debe tenerse presente que, ante una población más que harta con su clase política y lógicamente mucho más preocupada del extraordinario aumento del coste de la vida que ha tenido lugar en los últimos meses, aún es elevadísimo el número de indecisos e igualmente se prevé una abstención “récord”. Por otra parte, Salvini, en este momento a unos doce puntos de distancia de su rival Meloni, aún no ha dicho su última palabra: gobierna doce regiones, multitud de ayuntamientos y tiene más de 200 parlamentarios, frente a los apenas 60 de la política romana, con lo que, a diferencia de la política romana, su partido puede hacer campaña en muchos más lugares del país. Y es que la realidad, cada vez más palpable, es que Meloni puede lograr la hazaña de convertirse en la primera mujer presidenta del Consejo de Ministros tras 32 anteriores todo hombres en 77 años de vida de la República italiana, pero será igualmente cierto que Salvini, como también Berlusconi, condicionarán mucho su acción de gobierno, ya que Fratelli d´Italia supera por poco la mitad de los votos necesarios para hacerse con el control del nuevo Ejecutivo salido de las urnas.

Como decimos, lo único realmente claro es que, desde que Mario Monti se convirtiera en primer ministro (noviembre de 2011), vamos a tener el primer Gobierno de centroderecha, e igualmente (algo importante desde el punto de vista de la “higiene democrática”), un “premier” salido de las urnas tras hasta seis primeros ministros no elegidos por los votantes llamados a las urnas. A partir de ahí, da la impresión de que Meloni se alzará con la victoria, porque de momento está sabiendo administrar de manera inteligente su ventaja. Pero igualmente debe recordar que Salvini es un rival más que temible, y que no va a digerir, así como así quedarse sin ser presidente del Consejo de Ministros tras varios años (en esencia, desde septiembre de 2018 hasta junio de 2021) liderando todas las encuestas de intención de voto. Dejemos que el tiempo decida quién se convierte en el candidato/a favorito de los votantes transalpinos.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es autor del libro “Historia de la Italia republicana, 1946-2021” (Madrid, Sílex Ediciones, 2021). 

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