Opinión

EUCOCO, Ómicron y la insensatez de los amigos del Polisario en España

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Hace relativamente poco, en las postrimerías del 2021, se celebraba en Las Palmas de Gran Canaria el tradicional ‘encuentro anual de baño y masaje’ entre los amigos del Sáhara en España y el Polisario, también conocido como EUCOCO. En este caso la sede era la capital grancanaria, entre otras cosas debido a que el año anterior se pospuso debido al estado de alarma imperante en aquel complicado 2020. Un año después, en plena explosión de la variante Ómicron de la COVID-19, y en lugar de que el evento fuese nuevamente suspendido por puro sentido común y responsabilidad, este se mantuvo pese a los evidentes riesgos de exposición y contagio para los posibles asistentes.

En una situación similar, también en Las Palmas y en fechas cercanas, se tuvieron que aplazar eventos en los que por ejemplo estaba garantizada la participación del que suscribe estas líneas, pero por una cuestión básica de principios y preocupación por la seguridad y bienestar de los asistentes (ponentes y público), se decidió su aplazamiento indefinido. Por contra, el principal valedor de que la EUCOCO se celebrase en Gran Canaria —cuyo nombre no creo que sea necesario subrayar a estas alturas— se empeñó de manera casi testosterónica que, sí o sí, se celebrase un evento que no estaba dispuesto a aplazar por segunda vez en un año. Será que, tal vez para algunos, la arrogancia y la insensatez están por delante de cualquier pandemia global.

Por otra parte, de materia gris no debían andar muy sobrados los gestores del evento, desde el preciso momento en el que se les ocurre organizar un acto de semejante calibre, enfocado a potenciales participantes no solo de Las Palmas, sino venidos del resto de islas y territorio nacional, en un lugar turístico por excelencia como Canarias, en plena semana de precios desorbitados por el puente de la Constitución, con un coste asimismo de inscripción al evento de 150 euros, sumados a los gastos derivados de vuelos, alojamiento y manutención. Todo esto sumado al antes aludido riesgo manifiesto de contagio. Lo dicho, o bien se tenía que organizar la EUCOCO por encima de todo en la capital Gran Canaria para mayor gloria de Carmelo Ramírez y su Cabildo, o directamente habían perdido el oremus. Aunque, visto lo visto, tampoco sería descabellado pensar en una mezcla de ambas opciones.

Eso sí, lo antes mencionado de ‘encuentro anual de baño y masaje’ no es una alusión para nada gratuita, ya que en un principio se designó para el evento el ‘Radisson Blu Resort & Spa, Gran Canaria’ de nada menos que 5 estrellas, en la localidad turística de Mogán, al sur de la isla. Lo cual sugiere que tal vez ya se preveía que asistentes de previo pago como los que acabamos de explicar no habría en demasía, acaso invitados por la organización si se quiere, un ‘todo incluido’ vamos. Algo a lo que los dirigentes del Polisario suelen estar acostumbrados, dicho sea de paso. Aunque finalmente parece ser que alguien tuvo a bien usar el sentido común proponiendo el traslado de la celebración del acto al INFECAR, la Institución Ferial de Canarias dependiente del Cabildo de la isla, dato este último que ya nos puede dar una ligera idea de quién está detrás de tantas idas y venidas.

De lo que no nos cabe duda es que ese recinto de nombre INFECAR bien pudo haber acabado rebautizado como INFECTAR, a la vista del despropósito de la no cancelación del encuentro. Afortunadamente, la pobre asistencia y participación del evento, muy por debajo de las cifras que la propia organización suele proporcionar, facilitaron que la variante ómicron no campase a sus anchas entre gentes venidas de muy distintos lugares, un detalle este último nada insignificante si nos atenemos a cuestiones puramente epidemiológicas.

Probablemente estas líneas pudieran haberse escrito antes, tal vez uno piensa que el paso del tiempo le da mayor poso a según qué cosas, y que se necesita algún tiempo para exponerlas adecuadamente, pero hoy en día entiendo que no resulta para nada baladí el contenido de lo anteriormente expuesto, al contrario, mantiene su vigencia. Pese al tiempo transcurrido desde diciembre, apenas se ha hecho mención desde ningún ámbito a la catadura moral de los amigos del Polisario en España, en connivencia con el Cabildo de Gran Canaria, y al propio Polisario y sus representantes en España. Todos ellos pusieron en riesgo la salud de terceros en Las Palmas, mientras en toda España se guardaban las máximas precauciones en todo tipo de ámbitos, partiendo de las propias restricciones que desde las instituciones gubernamentales se ordenaban y había que acatar.

Más allá de que los interesados pudieran agarrarse a alguna escapatoria legal para justificar la celebración de un acto de estas características, con objeto de alegar que no hubo ninguna vulneración normativa, sin duda este evento, a priori de asistencia masiva incluso a pesar de las restricciones, debió cancelarse o posponerse por razones tan palmarias que ni siquiera merece la pena recalcarlas. Máxime cuando hay participación de instituciones públicas locales detrás de su organización.

Y no es cosa menor cuando en los talleres celebrados durante el evento, y en las conclusiones de rigor de este (por supuesto prefabricadas y redactadas de antemano como suele ser habitual, pese al postureo asambleario previo que suelen escenificar), se ensalzan y elevan determinados valores propios, se denuncian vulneraciones de derechos propias por manos ajenas y se exigen infinidad de cosas a todo tipo de organismos e instituciones, tanto internacionales como españolas. De hecho, en lo relativo a la COVID-19, plantearon en sus conclusiones “seguir promoviendo una campaña de presión para que el Gobierno Español, debido a su estatus de potencia administradora del territorio y de su responsabilidad, promueva apoyo material para neutralizar los efectos derivados de la COVID-19 en los campamentos y territorios liberados”.

Llegados a este punto, convendría recordar que buena parte de la clase política canaria acompañaba y apoyaba durante esos días al Polisario de manera inquebrantable, mientras las víctimas canarias de sus actos terroristas durante los años 70 y 80 esperan, en medio del hartazgo y el olvido, justicia y reparación mediante el tantas veces prometido proyecto de Ley autonómica de Víctimas del Terrorismo. Una ley que se retrasa sospechosamente desde hace más de una década.

Mientras tanto, su fiesta particular seguía celebrándose durante esos días en Las Palmas de Gran Canaria, a mediados del pasado diciembre, y en plena explosión y expansión de la variante Ómicron del coronavirus, que tan lamentables secuelas dejó. Se les llena la boca hablando de la maldad de los demás, pero en cuanto a desfachatez ellos no tienen límites. Y pese a las semanas transcurridas, no quería dejar de recordarlo. Al fin y al cabo, su desvergüenza nunca ha tenido fecha de caducidad.