Internet en tiempos de Coronavirus

Internet en tiempo de Coronavirus

En las últimas semanas, ¿quién de nosotros no ha oído la orden? "Quédate en casa, no salgas". Esta precaución puede salvar vidas, y la suya en este caso no es en vano.  Pero, ¿qué podemos hacer una vez que estamos encerrados en nuestras casas? ¿Con o sin hijos? ¿Soltero o en pareja? ¿Joven o viejo? ¿Amante de la noche o demiurgo? ¿Viviendo en 150 m2 o sólo en 15? No todos somos iguales ante el confinamiento y el Coronavirus viene a recordárnoslo. Algunos pueden permitirse el lujo de una cuarentena en un segundo hogar junto al mar o en el campo, mientras que otros se apiñan en cajas. Pero hay un lugar donde todos nos reunimos y ese mundo se llama Internet. No importa dónde vivamos, todos convergen en este espacio virtual.

Necesitamos comunicarnos, necesitamos saber qué está pasando ahí fuera y ahí es donde la web se ha convertido en el Oráculo de los tiempos modernos. Lo imploramos, lo cuestionamos para saber qué hacer en los próximos días, la temperatura exterior, si va a llover o no, si hay que salir o quedarse dentro, si hay comida y dónde encontrarla... El oráculo nos responde con una velocidad espectacular. Responde a todo, a todos, a cualquier hora del día o de la noche, pero lo hace a un costo, y no solo financiero.  

Las dinámicas sociales han cambiado muy rápidamente en los últimos días y con ellas las dinámicas ecológicas. Desde que China ha entrado en la contención, se nos elogia por el cielo libre de contaminación en Wuhan y en este caos total, el número de personas con problemas respiratorios vinculados a la contaminación ha disminuido. En efecto, esta crisis sanitaria ha permitido, entre otras cosas, reducir las emisiones de gases a la atmósfera. Según el observatorio francés, Latmos (Laboratorio de Atmósferas, Entornos, Observaciones Espaciales): "Sabiendo que el número de muertes por año relacionadas con la contaminación en China se estima en cerca de un millón, tal vez la situación actual permita evitar parte de esas muertes este año". ¡Una teoría que no tardo en ser confirmada unas semanas después!  

En el nuevo mundo en modo Corona, también están las noticias falsas donde se nos aseguró que los delfines se habían unido a los canales de Venecia y que las aguas diáfanas y llenas de peces están encantando a la naturaleza una vez más. Las imágenes de satélite también han mostrado en el norte de Italia, una región ricamente industrializada, se ha producido una importante disminución del dióxido de nitrógeno (un contaminante característico del tráfico automovilístico y marítimo).  

¿Ha llegado este virus finalmente a salvar al planeta de un crecimiento insalubre que nos ha hecho perder nuestros valores y aplastar a los más débiles de entre nosotros? ¿Estamos viviendo las premisas de una revolución ecológica? ¿Quién hubiera pensado que en pocas semanas nadie iría en coche o en transporte público al trabajo? ¡Los aviones han caído y la tierra está respirando y nosotros estamos respirando con ella!  

¿Es esto realmente la realidad? Por supuesto que no lo es. La historia nos enseña que las cosas no son tan simples y que los seres humanos siempre encuentran una manera de reemplazar un problema por otro.   

Mientras nos encerramos dentro de cuatro paredes, nuestro apetito por la red es exponencial. Desplegados en nuestros sofás, nos precipitamos a nuestros teléfonos y otros ordenadores y tabletas en el modo 2.0. Netflix entiende que esta es una oportunidad histórica que no se repetirá. En su estrategia de marketing-corona, el gigante del streaming está ofreciendo suscripciones gratuitas para aumentar su volumen de negocios y convertir a los últimos recalcitrantes a su doctrina. ¿Y adivina qué? ¡Funciona! Otras plataformas han adoptado la misma política. Recordamos los sitios pornográficos que ofrecían sexo total a los italianos asolados por la enfermedad y aquí estamos, tranquilos y seguros produciendo CO2 sin movernos de casa. 

Los investigadores del Centro de Telecomunicaciones de Eficiencia Energética (CEET) y de los Laboratorios Bell estiman que las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), incluida la Internet, producen más de 830 millones de toneladas de CO2 cada año. Esto equivale a las emisiones de la industria aeronáutica. Cuando sabemos que, en circunstancias normales, el streaming representa el 80% del tráfico global de Internet, ¡imagina lo que puede provocar la aceleración del momento! Además, y como recordatorio, Netflix todavía no quiere ser ecológico, a diferencia de Google y Apple, que funcionan con energía solar. El mastodonte de corrientes continúa utilizando combustibles fósiles y carbón en su mayor parte. No olvidemos eso.

Y algo más: en tiempos normales y sin teletrabajo se envían unos 200 mil millones de correos electrónicos cada día. ¡Un correo electrónico sin adjuntos envía entre 16 y 19 gramos de CO2 a la atmósfera! Así que, un pequeño consejo: piensa cuidadosamente antes de enviar un correo electrónico y elimina los archivos adjuntos de los correos electrónicos que reenvíes, esto puede reducir significativamente tu huella de carbono.  

Hoy hablamos de la infobesidad (sobrecarga informativa) en el sentido de que cada vez más nubes se utilizan para almacenar información que no siempre es útil. Una vez más, hay que hacer un esfuerzo. ¿Cómo podemos combatir el aburrimiento, se preguntará? Prefiero leer un buen libro a la antigua en vez de leer en modo web. Dejemos de contaminar silenciosamente nuestros hogares y tengamos la conciencia tranquila. Porque sí, no somos más verdes en estos tiempos de encierro.
 

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