Israa descansará en paz cuando su muerte no haya sido en vano

Israa Ghrayeb

Israa ha sido asesinada. La han matado, poco a poco. El patriarcado, el machismo, la opresión social, y finalmente los hombres de su propia familia que encarnan todo lo anterior. Nuestro silencio por otro lado, ajeno a la barbarie sigue perpetuándose, es el fondo de sonido del crimen en nombre del honor, y el resto somos cómplices.

Tratando como mujer árabe de entender una injusticia tan atroz, no encuentro consuelo alguno. Quizás porque, lejos de seguir justificando la desgracia de las mujeres árabes y musulmanas en muchas partes del mundo, en algún momento desperté de la inopia de las imposiciones basadas en una educación que considera que deben protegerse de los deseos de su género opuesto (como si eso no fuese un insulto hacia los propios hombres, que se autoconciencian en su mayoría de una falsa actitud primitiva que les incapacita para ver a las mujeres más que como un trozo de carne) y cuyo honor y valía como seres humanos se mide por lo que ocurre entre sus piernas. 

Israa es un grito ahogado de auxilio que nadie ha escuchado, porque en dichas sociedades solo los hombres merecen ser oídos.

La muerte de Israa es el intento furtivo de amar que no le han permitido, porque las mujeres solo están hechas para cumplir con la familia, ser esposas o madres, a conveniencia y que nunca parezca ni siquiera que es por amor. 

La muerte de Israa es el eco de la injusticia que desborda una Palestina rota, pero cuyas tradiciones siguen rompiendo las vidas de miles de jóvenes en todo el mundo.

La muerte de Israa es la excusa de los islamistas que predican con el ejemplo entre sus mujeres para que estas nunca pretendan pensar, sentir y ya ni hablemos de ser libres y que ellas, a su vez puedan perpetuar la sumisión y la inconciencia.

La muerte de Israa es el resultado de la construcción de hombre que existe en el mundo árabe. Este prototipo de hombre insensible que todo lo sabe y lo puede, impide que este, se analice como persona en valores y motivos dado que su crianza radica en la como superioridad con respecto a la mujer y por lo tanto lo  ha convertido en un abusador nato de su condición y poder.

Israa es la clara representación de que ser tuya en el mundo árabe es una lucha y una batalla en la que observas cómo se van pasando tu custodia de hombre en hombre.

Israa nos ha enseñado que por más maquillaje, moda, ganas, ilusión, amor, cariño, espontaneidad y vida que tengan las mujeres en el mundo árabe, nada podrá acabar con el patriarcado a menos que vaya de mano de la exigencia, de la rabia y de la indignación.

Israa nos ha abierto los ojos en los 4 puntos cardinales del planeta, ha despertado las mujeres de su país, pero también en su muerte ha hablado por todas las otras muertes silenciadas, por la opresión, por la estigmatización social, por la falta de actuación real de las mujeres árabes que creen en la igualdad entre hombres y mujeres.

Israa duele porque aún nos preguntamos cuántas más deben morir para que todas podamos vivir.

Israa constriñe porque es un crimen de honor, pero nos recuerda la ablación de clítoris que sufren las mujeres en Egipto, el matrimonio de niñas menores en Afganistán o Marruecos, la cárcel de las feministas tunecinas, las condenadas a latigazos en Arabia Saudí y asesinatos sin una ley que haga justicia, las mujeres y niñas Sirias violadas y abusadas en los campamentos de refugiados a cambio de pan y agua, las mujeres que inadmiten el velo en Irán y son condenadas sin un proceso judicial justo. 

Israa es una realidad existente y latente y que nos implica a todas las mujeres árabes, y nos recuerda que mientras una de nosotras vaya a morir o a sufrir por su libertad, nunca seremos ninguna realmente libre.

La muerte de Israa es una llamada de atención de que el patriarcado sigue ahí, de que nuestras letras, canciones, minifaldas, escotes, y feminismo lo refuerza en sus extremos, de que nos está jugando un pulso peligroso, en el que lo último que podemos aceptar es perder en peores condiciones, porque perder llevamos perdiendo muchos siglos.

La muerte de Israa en la sociedad árabe nos recuerda que el enemigo existe, y que sólo nosotras sabemos qué mundo queremos dejarle a nuestras hijas, pero sobretodo nos pone enfrente de un espejo en el que no somos conscientes hasta qué punto nuestra pasividad es culpable. 

Israa nos ha enseñado que el miedo que sentimos para desafiar el sistema patriarcal, no va a tranquilizar a quienes quieren someternos, porque cada vez quieren más y nosotras en nuestros países, cada vez tenemos menos.

Israa nos ha pedido ayuda, y ha muerto en el intento.

Y todas seremos cómplices hasta el día que nuestro enfado supere nuestra comodidad.

Israa descansará en paz cuando su muerte no haya sido en vano.
 

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