Italia se entrega a la ultraderecha

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No es solo Italia, en realidad el espectro de la ultraderecha viene acechando a buena parte de los Gobiernos europeos cuyas democracias sufren tremendas sacudidas en la medida que el panorama económico y social empeora y el elector experimenta una polarización que deja a unos ciudadanos escépticos para no acudir a las urnas y a otros tan enojados e irritados que deciden votar por los peores extremos. Cuando las cosas van mal, vuelven los mismos demonios.

Italia, que es la tercera economía de la Unión Europea (UE), ya tiene el suyo propio: la joven Giorgia Meloni, de 45 años, será su nueva primera ministra dispuesta a seguir haciendo historia en el país de la bota no solo por ser la primera fémina en llegar tan alto, sino además hacerlo con un partido fundado por ella misma llamado Hermanos de Italia, tras ser una precoz activista política neonazi. 

Hace unos días, era Suecia la que sacudía el espectro político europeo con Jimmie Akesson, de 43 años, como cabeza fuerte de los Demócratas de Suecia prácticamente metiendo a la ultraderecha en un país que se había mantenido a lo largo de los años bajo Gobiernos moderados. 

En Italia, el triunfo de la coalición de derechas formada por Meloni, La Liga de Matteo Salvini y Forza Italia, del incombustible Silvio Berlusconi, ha obtenido según datos preliminares el 42% de los votos. 

Sin duda, lo más sorprendente es cómo Hermanos de Italia ha subido como la espuma en la preferencia de los electores que en 2018 le dieron el 4% de los sufragios y cuatro años después, según los primeros conteos, un 25%. 

A nivel internacional, este cuatrienio ha estado marcado primero, por la guerra comercial-arancelaria entre Estados Unidos y China; segundo, por la irrupción de la pandemia en 2020 y, luego, por la invasión de las tropas rusas a Ucrania, desde el pasado 24 de febrero. El desequilibrio persistente en los mercados de materias primas y las dificultades para que lleguen a tiempo a los compradores internacionales están dejando a muchas empresas al borde del cierre, a los trabajadores sin empleo y a las familias pagando precios elevados por comer y por vivir. 

En Suecia, la ultraderecha culpa de todos los males de su economía a la globalización. En Italia, la ultraderecha culpa de todos los males de su economía a la inmigración ilegal y también tira balones en contra de la Unión Europea (UE)  y de la pertenencia a la eurozona teniendo al euro como moneda común.

Meloni, que tendrá que gobernar entendiéndose con Salvini (que no se caracteriza precisamente por saber conciliar y es un abierto eurófobo), ha prometido una cascada de paliativos para ayudar a las empresas y a las familias a capear lo mejor posible el actual vendaval económico que no será precisamente pasajero ni en Italia ni en el resto de Europa. 

La nueva primera ministra ha prometido bajada de impuestos, ayudas energéticas, subsidios y mano dura contra la inmigración ilegal y, por el momento, aparca sus críticas a la UE, aunque no serán pocas las presiones de Salvini para que Italia abandone el euro. Por lo pronto, Meloni dice que están de acuerdo en continuar en la OTAN y afirma que no cambiará su postura al respecto de Ucrania, aunque nuevamente Salvini de La Liga y Berlusconi de Forza Italia, partido con el que también habrá que formar Gobierno, se manifiestan abiertos amigos y admiradores de Putin. 

Esta vez las tornas sí pueden cambiar dejando atrás el “gatopardismo” de otros tiempos en un país caracterizado por ser políticamente inestable, que en 67 años ha visto pasar 31 primeros ministros. 

A colación

¿Cuánto durará Meloni en el poder? Lo que quiera Salvini, de hecho, él ya rompió la coalición en agosto de 2019 que tenía con los antisistema del Movimiento Cinco Estrellas (M5S), los ultraizquierdistas que entonces intentaron gobernar con la ultraderecha, que en las elecciones de un año anterior había logrado un histórico 32% de los votos. 

El elector italiano ha pasado en cuatro años de sentirse representado por la ultraizquierda a depositar ahora su confianza en dos partidos de la ultraderecha, el de Meloni y el de Salvini. Saltarán por todos los aires chispas entre dos egos tan fuertes intentando cada uno imponer su visión del Gobierno ultra o fascista que regirá a los italianos. 

Al dictador italiano, Benito Mussolini, terminaron fusilándolo el 28 de abril de 1945 y su cadáver fue pasto de la ira de los milaneses que dejaron el cuerpo colgado en la Plaza Loreto en la capital. Por muchos años no se habló más de fascismo hasta que la bestia volvió a despertar en las generaciones más jóvenes de los barrios obreros y marginales que como Meloni creen que el diferente, lo diferente y los/las que vienen de fuera son solo amenazas. Meloni cree que Mussolini era un héroe que solo amaba mucho a  Italia. 

Los libros de Historia dicen que nadie mató más italianos que Mussolini, menuda forma de amar a Italia. El real problema es que las generaciones más jóvenes que deciden resucitar demonios ignoran la historia y viven un imaginario de un tiempo mejor que no fue tal y pretenden retrotraerlo al presente. 

Las ideologías ultra, de izquierdas o de derechas, están permeando porque el centro está debilitándose y a ello contribuye la abstención y el ostracismo. Enrico Letta, con su Partido Democrático, será segunda fuerza en Italia; a él le ha afectado la abstención que ha vuelto a crecer. 

El camino de Italia podría ser la senda de otras economías europeas. Aquí en España, la ultraderechista formación política VOX ya invitó a Meloni a venir para celebrar su victoria. Los de VOX se ven formando Gobierno en 2024 con el Partido Popular. 

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