Japón despierta su instinto guerrero

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Era el principal objetivo del asesinado ex primer ministro Shinzo Abe, quizá el líder político más popular y querido de Japón desde la gran derrota en la II Guerra Mundial y la imposición por el general norteamericano MacArthur de una Constitución pacifista. Aunque gracias a ella el país pudo destinar todos sus recursos a reconstruirse y a convertirse durante varias decenios en la segunda potencia económica mundial, Abe era consciente de que el “protectorado” militar de Estados Unidos pudiera ser ya muy insuficiente para contrarrestar las crecientes amenazas que sobre el archipiélago cuna del antiguo Imperio del Sol Naciente proyectan China y Corea del Norte. De ahí que, además de instaurar una nueva política económica, la Abenomics, reclamara en todos los foros internacionales apoyo y permiso para trocar sus Fuerzas Armadas de meramente defensivas en capaces de afrontar los desafíos y provocaciones de Pekín y Pyongyang. 

Abe ha conseguido una victoria después de muerto, puesto que su sucesor, el actual primer ministro Fumio Kishida, ha aprobado la nueva directiva de la defensa nacional para los próximos cinco años, que dobla su presupuesto (del 1 al 2% del PIB) y que convierte a Japón en la tercera potencia que más invierte en armamento, inmediatamente después de Estados Unidos y China, y por delante de Arabia Saudí. 

La decisión, que exige una sustancial modificación de la Constitución, cuyo artículo 9 sanciona expresamente el pacifismo del país, se ha acelerado a raíz de la invasión rusa de Ucrania. Kishida ha multiplicado desde que Putin iniciara la agresión sus llamamientos, ante todos los foros internacionales, a que se le reconozca a Japón el derecho a poder defenderse eficazmente. Lo hizo a finales de junio en Madrid, primera vez que un primer ministro nipón asistía a una cumbre de la OTAN, y después ha insistido en la misma reclamación, con el mantra de “conseguir una región del Indo-Pacífico libre y abierta”, exactamente la misma fórmula que utilizan las Secretarías de Estado y de Defensa de Estados Unidos para justificar su presencia en toda la franja occidental del Pacífico para contrarrestar la amenaza de China. 

El documento hecho público por el Gobierno de Tokio menciona expresamente a China como la causante de la tensión en la zona, no solo por su reivindicación de que Taiwán, su “isla rebelde”, vuelva al redil de la autoridad de Pekín por las buenas o por las malas, sino también por el conflicto directo que China y Japón mantienen a propósito de las islas Senkaku (llamadas Diaoyu por los chinos), un archipiélago deshabitado situado a 1.900 kilómetros de Tokio, pero de gran valor estratégico por la soberanía sobre sus aguas circundantes. En poder de Japón actualmente, China lo reclama como suyo, al igual que hace con otros archipiélagos situados en el Mar del Sur, cuya propiedad se disputa con Vietnam y Filipinas. 

Corea del Norte, el dóberman de China

La otra gran preocupación expresada en el documento es Corea del Norte, cuya agresividad se ha multiplicado mediante el lanzamiento de misiles balísticos, que bien han sobrevolado Japón para demostrar Pyongyang su presunta capacidad de llegar hasta la costa oeste de América, o bien han caído en las aguas japonesas del archipiélago de Okinawa. Kim Jong-un alardea de ir por libre, pero en Japón se le considera el dóberman de China, que le suelta la correa de vez en cuando para testar las reacciones de Estados Unidos y sus aliados. 

Pese a las reticencias iniciales que encontró el plan de Abe, ahora hecho suyo por Kishida, la práctica totalidad del espectro político nipón parece alinearse con el Gobierno. La principal incógnita para la oposición es saber cómo se financiarán los 43 billones de yenes (unos 300.000 millones de euros) que supondrán las inversiones explicitadas en el plan, destinadas a incrementar “la capacidad de contrataque”. Se buscarán las fórmulas que se quieran, pero al final está claro que, de una u otra forma, lo pagarán los contribuyentes con más impuestos o menos prestaciones, o ambas cosas a la vez porque no son excluyentes. 

Tan ingente cantidad de dinero se empleará en la adquisición de misiles de crucero norteamericanos, además de desarrollar programas de cohetes hipersónicos; sistemas de defensa antiaérea Patriot; potenciación de los programas de defensa cibernética e incremento de los efectivos humanos, compuestos actualmente por 250.000 soldados en activo y 60.000 en la reserva. Los 20.000 nuevos guerreros previstos serán asignados prioritariamente a la defensa del ciberespacio.  

El Indo-Pacífico se dibuja cada vez más como el más probable punto de ignición del próximo gran conflicto mundial. Japón lo sabe y quiere desasirse así cuanto antes de las ataduras que le impedían prepararse para defenderse de lo que se le puede venir encima.    

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