Johnson encuentra al fin el camino

Boris Johnson

Las elecciones en el Reino Unido no dejan lugar a la duda. Las posiciones favorables una salida sin cuestionamientos de la UE se han impuesto con una rotundidad tal que nadie se va a atrever ahora a seguir planteando un segundo referéndum sobre la salida de la Unión Europea. Así que el 31 de enero este país formado por varias naciones, auténtico estandarte de las democracias occidentales y de la tradición histórica, pondrá fin a la última prórroga que la Comisión Europea concedió para hacer efectiva la huida. Pasar de 360 diputados era un escenario que ni el hiperactivo Boris Johnson había imaginado ni en sus mejores sueños. Pero lo ha conseguido, colocando a los tories en el mejor resultado en apoyo popular desde la década de los 80, cuando Thatcher gobernó con un amplísimo margen frente a sus rivales. Todos los británicos que apoyaron el Brexit en el referéndum de hace tres años y medio, han mantenido su voto optando por diferentes ofertas políticas pero respaldado mayoritariamente a un Johnson que convirtió en su principal arma poner fin al marasmo de la salida que dura ya casi cuatro años y que tiene hartos a los ciudadanos. 

Existen dudas sobre si Johnson, el deseado de Trump, es la persona adecuada para unir al país y superar la quiebra social, la división polarizada en dos bloques de un país que no es ajeno a esas rupturas 50-50 que se dan en buena parte de los países de nuestro entorno cercano. Ha conseguido endulzar su imagen de político impetuoso y llegar a las elecciones que él mismo forzó con un perfil más de hombre de Estado, preocupado por los grandes asuntos del país y meditabundo junto a sus perros y sus preocupaciones. Ha convencido a la mayoría sacrificando su extremismo anti-Brexit y ofreciendo seguridad a los votantes en aquello que defendía. De momento la libra se aprecia, y el apoyo que ha obtenido es tan claro que nadie cuestionará sus decisiones, empezando por la Reina que le pedirá que forme gobierno en pocas horas. 

Los laboristas tendrán tiempo en el futuro inmediato para lamer sus heridas y buscar una renovación de su liderazgo. Desde que accedió a la máxima responsabilidad en el partido, Jeremy Corbyn ha sorprendido al continente europeo por sus propuestas y sus formas. Le ha hundido su posición poco clara sobre el Brexit durante demasiado tiempo, tan sólo favorable con una cierta rotundidad en los últimos meses a favor de repetir la consulta. Y sobre todo le ha hundido su radicalidad en un programa del que los británicos han huido, y que en otros países como España no tiene castigo alguno en las urnas, sino todo lo contrario. El modelo que proponía no se lo creen ni sus propios correligionarios. La última sorpresa que nos ha dado es anunciar no su dimisión inmediata sino su decisión de no volver a ser candidato y liderar el proceso de renovación laborista. Un dirigente que no ha entendido absolutamente nada de lo que ha ocurrido a su alrededor desde hace años. 

Del resto de resultados cabe destacar el fracaso de los liberal demócratas, que aspiraban a ser la llave de la mayoría y se quedan sin escaño siquiera para su ya ex líder, Jo Swinson, que no logra estar en los Comunes. Y los grandes triunfadores junto a Boris son los nacionalistas escoceses del SNP, al pasar de los 35 escaños que tenía a más de 50, y arrasando en el mapa electoral del norte de la gran isla. Hasta el punto de que lo único que empaña el triunfo de los conservadores es una derrota sin paliativos en Escocia, donde seis de cada diez votantes se ha expresado contra el Brexit al votar al Partido Nacional Escocés. La fuerza de su mensaje se centrará de nuevo en reclamar otro referéndum de independencia que es el daño colateral más significativo de todo este proceso del Brexit. Aparte de la utilización que se hará de esta situación en otras latitudes como el noreste de España. 

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