Líbano: cae el Gobierno tras la explosión

Líbano

La explosión dejó un cráter de 43 metros de profundidad y un amargo recuerdo con más de un centenar de fallecidos y cifras superiores a los 5.000 heridos; la pandemia, en Líbano, no podía tener un peor sabor a muerte que con este infortunio. La tragedia del pasado 5 de agosto, en la que volaron por los aires de Beirut, buena parte de los edificios concéntricos de la capital debido a un estallido de nitrato de amonio, supuestamente almacenado durante años y en cantidades ingentes en el puerto (se habla de  3.000 toneladas), ha desencadenado una serie de acontecimientos funestos para ese país de por si atenazado por la tragedia y  la decadencia en las últimas décadas. 

La imagen de Emmanuel Macron, abigarrado a una serie de supervivientes dolidos buscando consuelo inmediato, dio la vuelta al mundo; el mandatario francés viajó, in situ, para conocer de primera mano la magnitud de la tragedia y saber cómo ayudar. Además ofreció los servicios de la inteligencia francesa para deslindar responsabilidades, buscar imágenes de satélite para verificar si la explosión fue un hecho accidental o bien producto del ataque de un dron o de un mísil

En una primera instancia, el primer ministro libanés, Hassan Diab, solicitó la ayuda internacional -de los servicios secretos- para saber qué imágenes de satélite se tenían del momento. Francia fue la primera nación en solidarizarse además convocando una serie de ayudas monetarias y de salvamento económico que Macron advirtió  “no serían un cheque en blanco” sin una pertinente investigación externa.

Mientras, al interior de la nación doliente, la ira de la ciudadanía huérfana de auxilio local, de por sí tocada por la pandemia y ahora sacudida por perderlo todo (la mitad de Beirut está destruida con 300.000 personas sintecho) orilló la caída del gabinete al completo, así como del primer ministro. "Anuncio la renuncia de este Gobierno. Los sistemas de corrupción son más grandes que el Estado… la responsabilidad de esta catástrofe es de la clase política que lucha con todos los medios sucios; deberían de tener vergüenza de sí mismos… hay una gran barrera frente al cambio”, dijo el gobernante. 

Diab solo duró 8 meses como primer ministro, sustituyó a Saad Hariri, obligado a dimitir por las fuertes protestas en su contra; anteriormente fungió como ministro de Educación, de 2011 a 2014, bajo la presidencia de Michel Suleiman. Se presentó con un gabinete reformista, de hecho, apoyado por las facciones chiíes de Hizbulá y Amal siendo él profesor por la Universidad Americana y un político independiente; llegó al poder ante el  constante clamor de la población (5.469.000 habitantes) presionando por un cambio, harta de una economía empobrecida e inestable que en 2017 creció 1,5%.

Hay un grueso de la población joven demandando mayores oportunidades de empleo (el desempleo es del 25%),  una mejor renta per cápita –actualmente de 19.600 dólares-, mejores servicios públicos y  una  estabilidad con  un sistema político democrático menos corrupto. La nación de Líbano está geográficamente atrapada en una región que es un polvorín de conflictos entre facciones suníes y chiíes que llevan largo tiempo violentamente confrontadas por controlar el Mediterráneo oriental y, encima, con la presencia cada vez más consolidada de Israel. 

Es una parte del mundo muy ligada con la cuna de la civilización de cuando los fenicios, asirios y caldeos eran los mercaderes que, con su trasiego por el mar, permitieron que más allá de las telas y las especias se descubrieran pueblos y rutas. El mar trajo el progreso que ahora dramáticamente le niega a  los libaneses que han visto y vivido cómo a lo largo de los años los países circundantes han quedado envueltos en problemas endemoniados.

No ha sido nunca un sitio de paz fácil, ni duradera, desde la presencia de  Alejandro Magno  cuando a su muerte se dividió en Anatolia y Mesopotamia  hasta el siglo pasado cuando una guerra civil,  desde 1975 a 1990, provocó un nuevo éxodo de libaneses a varias partes del mundo. A su economía de mercado, abierta al comercio y a la inversión extranjera, no le ayuda su vecindad, ni con Israel ni con Siria, aunque también muy cerca tiene a Egipto y a Turquía así como a Chipre como vecino de ultramar; la larga guerra Siria que ha provocado un cuantioso éxodo tiene en Líbano al menos a un millón de sirios refugiados.

El régimen político del Líbano,  una república parlamentaria, obligará al presidente Michel Aoun (político católico) a convocar a las fuerzas  del Congreso para la elección de un nuevo primer ministro. Aunque todo tambalea… hasta el propio Aoun reacio a una injerencia extranjera para llevar a cabo una investigación seria acerca de las causas que provocaron la magna explosión y  difuminar así la sombra del terrorismo.

El mandatario  francés ofreció una investigación seria e imparcial, empero, su homólogo libanés, así como Hizbulá y otras fuerzas, la han rechazado mientras que el primer ministro renunciante la veía con buenos ojos. ¿Casualidad? ¿Infortunio? ¿O hecho planeado por algún grupo malintencionado? Hace unos días, el presidente Aoun reconoció que sabía de la acumulación localizada de dicho fertilizante. “El presidente Aoun fue informado el 20 de julio, a través del informe de Seguridad del Estado de la presencia de una gran cantidad de nitrato de amonio en un almacén del puerto de Beirut, el consejero militar de su excelencia informó al secretario general del Consejo Supremo de Defensa; se tiene todo el afán de que la investigación judicial siga su curso, valiéndose de todas las experiencias para mostrar la verdad completa sobre la explosión, sus circunstancias y los responsables de ello a todos los niveles”, de acuerdo con un tuit difundido por la cuenta oficial de Presidencia.

Hay otros antecedentes funestos del uso del nitrato de amonio y no para fertilizar sino para asesinar: “Tiene características explosivas. Se usó en el atentado en la Ciudad de Oklahoma en 1995 con un camión cargado con 2.180 kilogramos que chocó contra un edificio federal matando a 168 personas y dejando cientos de heridos”.

Daños, temores y rescates

Marwan Abboud, gobernador de Beirut,   roto de dolor no logró contener las lágrimas frente a las cámara de los medios de comunicación tras verificar la magnitud de la catástrofe. La comparó con Hiroshima, coincidencias del destino y guardadas las proporciones,  en la misma semana que Japón se preparaba para conmemorar el 75 aniversario de las bombas nucleares de Hiroshima y Nagasaki, entre el 6 y el 9 de agosto.

Las imágenes de Beirut mostraron dos explosiones, la segunda con un estruendo tan fuerte que fue escuchado en ultramar por Chipre y que formó un hongo que asustó a toda la población temiendo lo peor. Abboud que sabía de una primera brigada de bomberos apagando las llamas quedó conmocionado al saber que se habían evaporado con la segunda explosión; en general, las imágenes de la ciudad son apocalípticas.

El Gobierno cifra en números preliminares las perdidas en la infraestructura y el daño al inmobiliario público y de uso habitacional entre  los 3.000 y 5.000 millones de dólares y una destrucción preocupante en sus reservas de trigo importadas: los silos depositarios quedaron derrumbados. En general, el escenario es lastimero con hospitales dañados en su infraestructura saturados de pacientes con coronavirus que de forma imperiosa hacen hueco para atender a los miles de heridos.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) apeló a la solidaridad mundial para no dejar solos a los libaneses, su titular António Guterres, señaló que la situación humanitaria en Líbano es precaria y que el organismo internacional enviará suministros médicos, provisiones y ayuda. “La explosión vino en un momento de por sí difícil para Líbano, que ya encaraba adversidades económicas y el impacto del coronavirus. Aún así, el pueblo libanés ha mantenido su generosidad acogiendo a los refugiados palestinos y sirios; ahora, la comunidad internacional debe mostrar su solidaridad con Líbano… urjo a los donantes a actuar con rapidez y generosidad”, remarcó Guterres.

Desde Beirut, Najat Rochdi, coordinadora de la ONU, pidió actuar con rapidez para ayudar  a la gente, miles de personas que se han quedado a la intemperie que han perdido sus casas, sus cosas y todos sus bienes. También, Henrietta Fore, directora ejecutiva del Fondo de la ONU para la Infancia (UNICEF), solicitó que el auxilio exterior no se olvide de todos los niños que están sufriendo las consecuencias de la explosión y que son doblemente víctimas, primero de la pandemia y ahora de las circunstancias de la detonación.

Por su parte, la Unión Europea (UE) también ha querido respaldar a Líbano, Ursula von der Leyen, cabeza de la Comisión Europea, envió una misiva a todos los líderes europeos urgiéndoles a movilizarse y ofreció  39 millones de dólares, 250 bomberos expertos en salvamento de Grecia, Francia, Chequia, Polonia, Alemania, Italia, Países Bajos y España. Mientras Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, se comunicó vía telefónica con el dignatario libanes para ofrecerle el respaldo en aras de la reconstrucción al mediano y al largo plazo. 

Os invitamos a intensificar vuestro esfuerzos hacia el Líbano tanto en relación con sus necesidades inmediatas como en vista de la reconstrucción del país a largo plazo es imprescindible la solidaridad europea e internacional frente a la dramática situación humanitaria y las necesidades de reconstrucción; nos hemos comprometido a la estabilidad del país a través de la asistencia económica, el apoyo a los refugiados sirios y recientemente con la respuesta a la pandemia de COVID-19”, de acuerdo con la carta. El presidente galo, Emmanuel Macron, se desplazó hasta Líbano, un antiguo protectorado francés que logró la independencia en  1943, y que antes formaba parte del poderoso Imperio Otomano (desde 1516 hasta 1918).

Las fotos de él, en la zona cero, intentando calmar y escuchar a la gente mientras varias mujeres le piden ayuda y hasta alguna termina consolada entre los brazos del delfín del Elíseo desnudan la desesperación de la  población. El domingo 9 de agosto, el propio Macron convocó una inusual teleconferencia con 26 presidentes del mundo y líderes de los organismos internacionales, desde la ONU hasta el Banco Mundial; una reunión para donar. Entre los participantes se acordó una aportación por 280 millones de dólares, solo para ayuda sanitaria la ONU estima en 81 millones de dólares las necesidades inmediatas de dicha nación.

A su vez, el presidente estadounidense, Donald Trump, aseveró que su país hará una donación cercana  a los 17 millones de dólares y la UE decidió aportar otros 35 millones de dólares adicionales al dinero ya ofrecido; la canciller germana, Angela Merkel, pidió que su país envíe 15 millones de dólares para atender lo  más inmediato. En la convocatoria estuvieron ausentes los líderes de Irán y de Israel, el primero tiene un vínculo chií importante con Hizbulá y el segundo, sin una relación establecida mantiene sendas rispideces: sobre todo tras la guerra del Líbano que, duró un mes en el verano de 2006, entre el Ejército israelí y Hizbulá.
 
Las constantes amenazas mutuas siguen estando a la orden del día en la medida que Israel gana más presencia regional y se fortalece internamente expulsando a más palestinos de sus tierras; tampoco figuró Arabia Saudí, el otro líder que pugna por un papel estratégico considerable en Medio Oriente y de mayoría suní. No sé sabe todavía de qué tamaño será el boquete económico que provocará esta explosión, encima el PIB mundial caerá 4,9% este año, según estimaciones del FMI y hay 80 países haciendo fila por un crédito con el organismo.

En juego el futuro del Mediterráneo oriental

Macron ha insistido en que es necesario hacer todo lo posible por evitar que “el caos y la violencia” destrocen Líbano en momentos históricos delicados, con una pandemia en ciernes y unos países que siguen moviendo sus fichas en el tablero geopolítico. Sin que nadie hasta el momento se haya adjudicado la autoría de la explosión, varios vídeos enviados por las redes sociales mostraban el momento del primer estallido y luego el segundo, algunos dando a entender que se podía apreciar un dron o bien un mísil. 

Solo una investigación seria usando imágenes de satélite podría determinar bien a bien qué pasó aquel fatídico día, mientras el ambiente se enrarece más y el presidente libanés cambia su versión de posibilidad de un ataque por la de un accidente. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tiene a Hizbulá entre los enemigos de la Unión Americana, amenaza mundial y al que acusa de ser un grupo terrorista con redes en Irán, en Irak, en Siria y presumiblemente en Yemen; lo acusa de ser aliado de Irán, otro país al que Trump señala de dar cobijo a terroristas. 

Uno de los cometidos del inquilino de la Casa Blanca es poner orden en la región repartiendo el poder entre sus dos aliados favoritos: Israel y Arabia Saudí y para ello busca debilitar a Irán, quitándole poder y presencia a las fuerzas chiíes. El yerno del mandatario, Jared Kushner, es el encargado de llevar a cabo los encuentros de alto nivel para la pacificación de dicha zona del mundo

El curso de la pandemia y sus roces crecientes con China, por el momento, ha distraído la animosidad desde Washington contra el régimen iraní al que tiene asfixiado económicamente con sanciones y acusa de continuar con su carrera nuclear. Cada cual está moviendo sus piezas: Israel extendiéndose hasta los territorios ocupados por los palestinos en Cisjordania a la que va a anexionarse; Irán intentando tener un papel preponderante en Siria y extendiendo su poderío militar en otros conflictos; y en la zona del Mediterráneo oriental que comparte Líbano, recientemente Turquía entró en roces con Grecia por la explotación de hidrocarburos en el mar peleándose por delimitar una zona económica exclusiva. 

Ha habido  disparos entre barcazas turcas y griegas en la zona y Atenas ha pedido ayuda a la OTAN, con el presidente Macron enviando soldados franceses para patrullar la zona marítima generadora de los roces. Sin pruebas de por medio, que la explosión sea una mera casualidad resulta hasta poco creíble pero, hasta el momento, es un accidente.

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