La crisis con Marruecos no tiene solución económica, sino política

Los reyes de España y de Marruecos

La crisis bilateral entre España y Marruecos desencadenada por la Operación Ghali, orquestada por los servicios secretos argelinos con la complicidad del Gobierno de Pedro Sánchez, ha tenido graves repercusiones económicas y políticas, incluido en estas últimas la deterioración de la situación fronteriza en Ceuta y Melilla, con la entrada masiva de jóvenes marroquíes y la complicidad pasiva de la policía marroquí que vigila el acceso a la ciudad de Ceuta.

Las consecuencias de la crisis han afectado a las relaciones económicas, al dejar fuera a España de numerosos proyectos de infraestructuras y negocios entre ambas orillas del Estrecho. Pero sobre todo ha tenido un impacto negativo en las relaciones políticas, con el congelamiento de las relaciones diplomáticas, la llamada a consultas de la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, la postergación sine die de la Reunión de Alto Nivel hispano-marroquí planificada para 2021 con el necesario viaje del presidente Pedro Sánchez a Rabat y su audiencia con el rey Mohamed VI, y la negativa del ministerio marroquí de Relaciones Exteriores, dirigido por Nacer Burita, de aceptar el viaje del ministro español José Manuel Albares a Rabat, solicitado por activa y por pasiva por el gobierno español.

La crisis bilateral ha afectado a ambos capítulos; sin embargo, su solución no es económica, sino política, y pasa por el reconocimiento explícito por parte del Gobierno de Pedro Sánchez del error cometido con la Operación Ghali, al no informar debida y previamente a Marruecos.

La red mediática afín al Gobierno español, escrita y audiovisual, está vendiendo la idea de que España ha hecho un gran gesto, decidido por el propio presidente Sánchez en contra de  la opinión de una parte del Ejecutivo, al permitir el uso del tramo de gasoducto España/Marruecos cerrado por le negativa de Argel a prorrogar su contrato que expiró en otoño de 2021, para transportar gas natural a Marruecos previa su transformación de líquido a gas en las instalaciones españolas. Algunos medios llegan a sugerir que “ahora toca mover ficha a Marruecos”, permitiendo la vuelta de la embajadora a Madrid y la reanudación de relaciones normales.

Sin embargo, este “gesto español a petición de Marruecos”, ni es suficiente, ni es al cien por cien verídico. Marruecos necesita un suministro de gas natural, principalmente para alimentar las dos centrales eléctricas de ciclo combinado, de Tahaddart y de Ain Beni Mathar, situadas en el norte del país. Esto es indudable. En caso de que Marruecos no consiga importar el gas natural que ambas centrales necesitan  - los descubrimientos de bolsas de gas en el subsuelo de Marruecos, no serán disponibles hasta 2023 -, se generará un desabastecimiento eléctrico, pequeño pero nocivo para la economía del país magrebí.

Pero lo que la red mediática oficialista española oculta es que en las dos centrales eléctricas marroquíes, los intereses españoles son muy importantes. La central de Tahaddart es dirigida por ENDESA, y en la de Ain Beni Mathar la compañía española ABENGOA que construyó la central sigue encargada de su funcionamiento y mantenimiento. Por lo tanto el “gesto” del presidente Sánchez tiene un componente esencial de uso interno español: mitigar las críticas que provienen del mundo empresarial por la mala gestión de la crisis bilateral por parte española, y la falta de voluntad real de resolverla en términos políticos.

Ciertamente los gestos españoles en el campo económico y comercial hacia Marruecos, son importantes y desde la otra orilla del Estrecho probablemente son apreciados como tales. Pero la solución a la crisis sigue siendo política, y afecta a la credibilidad, a la confianza y al cumplimiento de los compromisos contraídos entre las partes. 

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