La eclipsada cumbre UE-UA

African Union

El torrente de noticias sobre Ucrania y las sucesivas negociaciones entre Lavrov y Blinken, justo seis días antes de su invasión, un acontecimiento pasaba desapercibido. Por esas fechas, 17 y 18 de febrero, tenía lugar la sexta cumbre de la Unión Europea-Unión Africana (UE-UA) y de la cual ya nadie se acuerda.

La cumbre tenía por objeto relanzar una nueva alianza euroafricana en base a prioridades como son la prosperidad, seguridad y movilidad. Si bien, la eclipsada cumbre escondía cuestiones tales como las dificultades, de orden político-financiero, de la UA, la presencia del Polisario en la UE o el encuentro, contra todo pronóstico, de Sánchez con el mercenario Ghali.

La Organización para la Unidad Africana (OUA, 1963-2002), tuvo por objetivos la liberación del continente de todo vestigio colonial, promover la unidad, la solidaridad y salvaguardar la soberanía de sus Estados miembros, entre otros. Sin embargo, en sus cerca de 40 años de existencia, sólo se le recuerda por su corrupción y su desgobierno. Debilidades que le impidieron cumplir con sus funciones tales como atajar las continuas sublevaciones militares y las sangrientas luchas étnicas ocurridas bajo su mandato (Guerra de Ruanda). En este sentido, la organización africana había obtenido el peor de sus balances y, en su momento, fue calificada de “club de los dictadores”.

La incorporación a la OUA de la fantasmagórica república polisaria, Rasd, en 1982, se materializó en ese contexto marcado por la perversión que regía la institución. Una coyuntura putrefacta donde Argelia encontraría su hábitat natural, y dinero del gas, para corromper voluntades. Se votó por mayoría simple. Fueron 26 países de 50 los que votaron a favor de la entrada del Polisario a la OUA, violando el Artículo 4 de la carta de la organización que estipulaba que “sólo los países independientes y soberanos” tenían derecho a ello, y el Artículo 28, de quorum reforzado de 2/3, que dirimía con el carácter previo la interpretación de los requisitos de “independencia” y de “soberanía”, necesarios para cualquier trámite de adhesión.

Fue una votación tan ilegal como su adhesión, donde se habían violado y confundido los conceptos de “independencia”, “soberanía”, “admisión” y “reconocimiento”. Argelia había financiado todo el proceso y comprado todas las voluntades a su alcance para que el Polisario adquiriese, engañosamente, una entidad en forma de república “independiente y soberana” utilizando la OUA como medio. Cuando a la OUA se ingresaba como país independizado y soberano, y no al revés. Atributos claves de los que el Polisario ni disponía entonces, ni ahora, ni en el futuro.

El advenimiento de la nueva UA, creada en 2002 en Durban (Sudáfrica), parecía ser el punto de inflexión en la evolución democrática de los pueblos de África. Sin embargo, y al igual que su antecesora, la UA no está registrando progresos en lo fundamental. Muchos de sus países miembros carecen, todavía, de autonomía monetaria al estar supeditados al Franco CFA (Comunidad Financiera Africana) controlada por el Banco de Francia. Además de estar sumida en profundas dificultades políticas y financieras de primer orden. Así, la UA sigue mostrándose incapaz de prevenir o de resolver conflictos regionales o de mantener la paz y la estabilidad (Libia, Somalia, Sudán, etc.), ni de contener los golpes de Estado y las violaciones de las libertades fundamentales. Tampoco está siendo capaz de hacer frente al terrorismo que afecta al Sahel, ni de evitar la hambruna y el naufragio de jóvenes en la travesía del Mediterráneo hacia Europa o en el corredor Atlántico para ganarse las islas Canarias.

A todo ello se une la mala gobernanza y la corrupción que persisten y socavan sus órganos. Los Estados miembros son incapaces de hacer frente al pago de sus cuotas anuales debido a sus graves endeudamientos. Gran parte de su presupuesto de funcionamiento (75%) está siendo financiado por las grandes potencias. En consecuencia, su independencia y su capacidad de acción quedan tan limitadas como sospechosas. Y es en este contexto que la UA mantiene en su seno a una república anecdótica, la Rasd, que utiliza niños-soldado en sus filas y hasta en la recepción del enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, que estuvo flanqueado de un niño con indumentaria militar, suscitando la indignación y el rechazo de los observadores, políticos y periodistas internacionales.

Y es también esta UA quien acaba de celebrar la sexta cumbre con la UE, con la presencia del mercenario Ghali, quien ha sufrido el aislamiento en medio de protestas de los líderes europeos. No está reconocido por ningún Estado europeo y la mayoría de los países africanos lo consideran hoy ilegítimo por no tener ningún atributo de país. En este sentido, la UE es corresponsable al permitir la entrada del jefe de separatistas armados en su institución en base a una agenda bilateral UE-UA que giraba sobre temas de seguridad, gobernanza, agricultura, producción de vacunas, educación y formación profesional. Materias en los que el Polisario ni iba a participar ni iba a aportar nada a las mesas redondas. Y el hecho de que viniera invitado por la UA y no por la UE (argumento de los responsables europeos) fue una burla a la inteligencia y asienta un grave precedente.

Pese a todo, Pedro Sánchez daría una inesperada utilidad a la infructuosa presencia del polisario Ghali al comunicarle, en persona, la decisión de España de adherirse a la tesis, internacionalmente aceptada, de la Autonomía bajo soberanía del Reino de Marruecos. Decisión que había sido tomada días antes, tras la reunión en Madrid de la “número dos” de Blinken, Wendy Sherman, con el ministro Albares.

Es de constatar que la presencia de la república virtual de la Rasd en la UA tiene los días contados, puesto que dicha entidad no es un Estado, el Polisario no es más que un grupo de mercenarios a sueldo de Argelia, por tanto, no representa a los saharauis y Ghali es un refugiado con pasaporte argelino.

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