La elección del nuevo presidente de la República italiana, más abierta que nunca

sergio matterella

Nos encontramos a poco más de un mes de que comiencen las votaciones para elegir al nuevo presidente de la República italiana, y la realidad es que dicha elección aparenta estar más abierta que nunca. Y lo está por dos razones fundamentales. La primera, que los dos candidatos que hubieran obtenido un apoyo abrumador (el presidente saliente, Sergio Mattarella, y el Primer Ministro Mario Draghi), no tienen la más mínima intención de “candidarse”. Y la segunda, porque ni centroderecha ni centroizquierda poseen, de por sí, los votos suficientes para sacar adelante su candidato sin pactar con sus rivales del arco parlamentario: ni pueden lograr la mayoría cualificada, ni la simple. Así que nos esperan semanas de arduas negociaciones que ya se iniciaron hacen seguramente meses (sobre todo tras finalizar las últimas elecciones administrativas a mediados de octubre) y en las que la “trattativa” va a resultar ciertamente muy complicada. 

Comencemos por los que se han autodescartado. Para Mattarella, que se va en máximos de popularidad y reconocimiento, siete años de mandato (que es lo que la Constitución establece para el jefe del Estado) son más que suficientes: con 80 años recién cumplidos, no tiene la más mínima gana de seguir en el Palacio del Quirinal hasta los 87. Menos aún entrar en “trágalas”, como aceptar un segundo mandato para literalmente “calentarle la silla” a Draghi para que este le sustituya dentro de año y medio. No olvidemos que para Mattarella el cumplimiento a rajatabla de la Constitución está por encima de todo, y, si la Carta Magna dice que un presidente debe tener un mandato de siete años, él no va a aceptar una reelección condicionada a una dimisión ya pactada de antemano. 

Y es que algunos olvidan que el único presidente que revalidó mandato (Napolitano en 2013), no lo hizo porque quisiera, sino porque en aquel momento centroderecha y centroizquierda estaban más enfrentados que nunca y él tuvo que aceptar seguir en el Quirinal hasta que las circunstancias mejoraran. Veinte meses después, en diciembre de 2014, cuando vio al primer ministro Renzi con la suficiente fuerza como para sacar adelante la candidatura de un nuevo presidente de la República, consignó su dimisión y se fue a su casa aliviado porque a sus 85 años ya más que cumplidos había llegado, al fin, el momento de poder retirarse definitivamente de la vida pública

Mattarella es cinco años más joven que Napolitano cuando dimitió en diciembre de 2014, pero sabe bien del desgaste que supone resolver las crisis de ingobernabilidad (hasta tres ha tenido que afrontar él, la primera en 2018, la segunda en 2019 y la tercera en 2021), y quiere dar paso a alguien más joven y con vigor. Ya sólo falta el Mensaje de Fin de Año que realiza el presidente de la República para que vuelva a recordar que él abandona el Quirinal sí o sí, una afirmación que ya realizó en el mismo mensaje navideño pero correspondiente al año 2020. 

Draghi, por su parte, ya escogió lo que quería hacer: presidir el Consejo de Ministros para poder gestionar los fondos europeos. Como economista y banquero que es, para él seguramente haber sido Presidente del Banco Central Europeo (BCE) era lo máximo que podía lograr desde el punto de vista de las instituciones de gobierno, y, teniendo en cuenta el enorme desgaste personal que lleva a sus 74 años de vida (una década completa trabajando en la Dirección General del Tesoro; un lustro como Gobernador del Banco de Italia; y, finalmente, ocho años como presidente del BCE, a lo que debemos sumar el ya casi año completo que lleva como presidente del Consejo de Ministros), tendrá seguramente las mismas ganas que Mattarella de retirarse de la vida pública. No hay que olvidar que es un hombre muy familiar, y, a diferencia de Mattarella (viudo desde 2011), su mujer vive y a sus dos hijos apenas les ha podido ver en los últimos años. Y es que siempre hay que tener en cuenta el componente personal, que también influye a la hora de elegir al nuevo jefe del Estado, por lo general una figura muy veterana. Y tanto Mattarella como Draghi son dos personas muy familiares, algo bien conocido a pesar de que ambos cuidan mucho su privacidad personal. 

Además, Draghi tiene la tranquilidad de que si hay algo que une a partidos tan heterogéneos como Cinco Estrellas, PD o Italia Viva, es el hecho de que ninguno quiere elecciones anticipadas, y mandar al actual “premier” al Quirinal supondría celebrar comicios generales un año antes de lo previsto. En realidad, la situación es la misma que en agosto de 2019, cuando Salvini hizo caer el Gobierno del que formaba parte: solo la Lega y Fratelli d´Italia quiere ir a elecciones anticipadas, porque les conviene ampliamente. Pero el problema de ambas formaciones en que no suman los votos necesarios para elegir un presidente de la República que les conceda esas elecciones anticipadas, así que les tocará seguir esperando. 

En el caso de Cinco Estrellas, necesita renovar por completo sus cuadros dirigentes, dado que sus hombres más destacados (Di Maio, Bonafede, Tonninelli) han resultado un completo fiasco a la hora de gestionar el Gobierno. Además, los miembros de Cinco Estrellas que han ido marchándose al pobladísimo Grupo Mixto están ahora a la espera de que el exdiputado Alessandro Di Battista forme su nuevo partido, y eso no se hace de un día para otro. 

En el caso del PD, con un secretario interino o “regente” (el ex primer ministro Letta), tienen que resolver el tema de las listas electorales, porque, si van a concurrir de manera conjunta con Cinco Estrellas y LeU, habrán de dar entrada a miembros de estas dos formaciones. Asunto nada fácil, por otra parte, ya que muchos (Guerini, Delrio, etc.) decidieron quedarse en el PD y no seguir a Renzi cuando fundó Italia Viva porque pensaban que el PD les daría mayores garantías de revalidar escaño, y ahora están comprobando que tienen que compartir listas con un Cinco Estrellas que viene con un numerosísimo grupo de parlamentarios (más de 200) en el que muchos harán lo indecible por seguir en política. Finalmente, Italia Viva necesita seguir creciendo como partido y por ello le vendría muy bien una nueva celebración de elecciones administrativas en septiembre-octubre, además de que ya volverán a convocarse elecciones para el gobierno de algunas regiones, como el de Sicilia en octubre de 2022, y el partido de Renzi necesitar ampliar su presencia en numerosas regiones del país. 

En realidad, la dificultad está en elegir a la persona, sabiendo que Cinco Estrellas, por un lado, y centroderecha e Italia Viva, por el otro, literalmente no pueden ni verse. Pero algo les une, y de qué manera: saber que esta es la última legislatura con 945 parlamentarios entre las dos cámaras, ya que la siguiente (que hace la XIX en la Historia de la Italia republicana) tendrá solo 400 miembros en la baja y 200 en la alta. Y eso supone que prácticamente la mitad del actual arco parlamentario tendrá que buscar otro lugar donde ganarse el sustento para vivir. Así que mucho mejor para ellos que haya elecciones en marzo de 2023 que a lo largo del año 2022, porque tras esas no tendrán más remedio, muchos de ellos, que despedirse para siempre de su escaño parlamentario. Es por ello que a fuerzas tan heterogéneas entre sí les conviene que Mario Draghi siga siendo el primer ministro, porque es el único capaz de aunar en torno a su persona a la mayor parte de los partidos políticos y, además, sentaría muy mal en la opinión pública que el Gobierno Draghi cayera antes de tiempo teniendo en cuenta la fuerza con la que la economía transalpina se está recuperando de todo lo relacionado con el coronavirus, y lo que le conviene al país que Draghi siga relanzando el PIB nacional, que perdió casi nueve puntos en 2020. 

Así que la negociación seguirá hasta el último momento, porque, una cuestión es que haya una “maggioranza” clara que quiera la continuidad de Draghi como “premier” y otra, bien distinta, que exista en este momento un nombre del agrado de todos, o al menos de una amplia mayoría. Al haber renunciado Mattarella a la reelección (y Draghi, en la práctica, también) hay muy pocos nombres capaces de reunir un apoyo sustancial como el que obtuvo Mattarella en 2015, quien estuvo a punto de lograr la mayoría cualificada (le faltaron un puñado de votos). Así que seguiremos oyendo nombres y más nombres, y todo ello a sabiendas de que al final el elegido es un “tapado” o “tapada” del que solo se hablará cuando hayan tenido lugar las primeras votaciones.  

Lo más llamativo es que la mayor parte de los líderes políticos apenas están compareciendo en medios de comunicación, lo que indica que están metidos de lleno en la negociación. Y es que con un Parlamento tan plural como polarizado, lograr un amplio pacto (que es lo deseable porque el Presidente de la República debe ser una figura tan neutral como incuestionable, aceptada por todos o casi todos) es tarea más que ardua. La realidad, en todo caso, es que la hora de la verdad se acerca: en poco más de un mes, tendremos nuevo Presidente de la República. Y todo ello sin ningún favorito en liza, al menos de momento.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor de Relaciones Internacionales en el Centro Universitario ESERP y autor del libro Historia de la Italia republicana, 1946-2021 (Sílex Ediciones, 2021). 

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