Opinión

La federación dentro de la derecha italiana, ¿cuáles son sus objetivos reales?

photo_camera Matteo Salvini

Aunque de momento no se ha materializado, es cuestión de tiempo que la unión dentro de una federación de dos de las tres fuerzas del centroderecha (Forza Italia y Lega) se convierta en una realidad. La pregunta es: ¿cuáles son sus objetivos reales? Trataremos de arrojar luz al respecto, aunque realmente no lo sabremos hasta pasado un tiempo importante, que podría ir incluso hasta el final de la legislatura, previsto para febrero-marzo de 2023.

Oficialmente, todo este asunto nace de oferta de Matteo Salvini a Silvio Berlusconi para crear una fuerza única dentro del centroderecha con el que los dos partidos que en este momento apoyan al Gobierno Draghi (recordemos que los Hermanos de Italia de Meloni decidieron no participar de este apoyo y marcharse a una oposición, relativa por otra parte, consistente en una abstención que se está traduciendo en críticas muy templadas en todo momento). Según Salvini, lo importante es que ambos partidos tengan una voz única con respecto al actual Ejecutivo, para no generar distorsión: ambos tienen ya tres ministros cada uno en el Gobierno Draghi, y ahora solo falta crear una federación donde estén ambas formaciones.

Para algunos analistas, la intención de Salvini es poder recuperar parte del terreno perdido en las encuestas de intención de voto, que le han llevado a perder hasta 13 puntos desde las elecciones europeas de mayo de 2019, y así poder despegarse de una Meloni que, para perplejidad de muchos, se ha situado a solo un punto de partido de Salvini, cuando lo normal ha sido que entre ambos hubiera, como mínimo, entre diez y quince puntos a favor del líder de la Lega. A su vez, lo que estaría haciendo Berlusconi es, dada su avanzada edad (85 años cumplirá en septiembre) y su precario estado de salud (lleva ya varios ingresos hospitalarios, además de haber sufrido dos operaciones a corazón abierto en el pasado), “entregar” su partido a Salvini para que este definitivamente se convierta en su sucesor al frente del centroderecha: si además Salvini logra sacar adelante la candidatura de Berlusconi a la Presidencia de la República en la elección que tendrá lugar a finales de enero de 2022, entonces “miel sobre hojuelas”. Pero la realidad es que no todo es tan fácil como aparenta ser, y explicaremos por qué.

Lo primero de todo es recordar que esta federación dentro de la derecha italiana ya tuvo lugar con motivo de las elecciones de 2008: se fusionaron en una misma candidatura la Forza Italia de Berlusconi con la Alleanza Nazionale de Fini, quedando fuera (como ahora el partido de Meloni) la entonces Lega Nord Padania de Umberto Bossi. Esa alianza constituyó todo un éxito, ya que literalmente aplastaron a su rival del centroizquierda, el recién creado Partido Democrático (PD).

Fini se mostraba muy confiado en que esta forma de federación suponía, en la práctica, convertirse en el sucesor de Silvio Berlusconi, que en aquel momento tenía ya casi 72 años frente a los 56 de Fini. Pero el tiempo se encargó de demostrar que Berlusconi no tenía ninguna intención de retirarse: mucho más astuto que Fini, le ofreció ser presidente de la Cámara Baja, sabiendo que estando al frente de un puesto institucional el líder de Alleanza Nazionale (AN) no podría hacer política. Ya sabe de qué manera concluyó todo esto: Fini acabó rompiendo con Berlusconi, el Gobierno sería intervenido y sustituido por un Ejecutivo presidido por Mario Monti, y así se llegó al fin de legislatura de 2013. Mientras Berlusconi volvía a presentarse y se quedaba a menos de un punto de diferencia del líder más votado (Pierluigi Bersani, del PD), Fini ponía punto final de manera prematura a su carrera política y entregaba la formación a Meloni, que cambiaría el nombre (pasó a denominarse Fratelli d´Italia) e iniciaría una carrera en solitario que le ha llevado, en este momento, a dirigir el segundo partido más importante del país.

Salvini sabe que esta situación no se va a repetir: Berlusconi tiene 13 años más que cuando se creo la anterior federación, mientras él es más de dos décadas más joven que Fini. Así que su creencia (como la tuvo Fini en su momento) de convertirse en el nuevo líder del centroderecha es bastante realista, pero eso no quiere decir que vaya a ser un “camino de rosas” lo que le espere en este momento.

De primeras, lo que debería suceder es lo que Berlusconi y Salvini están buscando: aislar a Meloni (dos lombardos contra una romana, tradicional rivalidad del país por otra parte entre la capital cultural y administrativa, por un lado, y la económica, por otro) y pasar a liderar claramente las encuestas de intención de voto, que se podrían ir al 30% o más. Berlusconi daría a Salvini lo que necesita, que es el componente de centroderecha y europeísta que éste necesita para que una parte de los votantes comiencen a confiar en él, mientras que Salvini iría allanando al camino para que ‘Il Cavaliere’ se convirtiera en el nuevo inquilino de El Quirinal, culminación de todo una carrera política que ha llevado al empresario y político lombardo a ser la persona que más tiempo ha presidido el Consejo de Ministros en la Historia de la República italiana (más de 3.500 días en cuatro Gobiernos diferentes).

Pero la realidad es que esta supuesta “entrega” de su partido (el de Berlusconi) a Salvini no tiene razón de ser en este momento, porque Forza Italia está menos mal de lo que algunos creen. Más allá de que las encuestas le den en este momento la mitad de intención de voto de la que obtuvo en las elecciones de 2018, y de que Berlusconi tenga ya una muy avanzada edad y peor salud, el partido dispone de un “cabeza de cartel” lo suficientemente fuerte como para que Forza Italia pueda obtener un buen grado de apoyo en las siguientes elecciones generales. Y ese no es otro que Antonio Tajani, expresidente del Parlamento Europeo y persona que lleva años siendo la figura visible del partido en ausencia de un Berlusconi que se está reservando para los momentos realmente decisivos. Tajani, de 68 años en este momento, era un hombre muy poco conocido en su país hace tres años, ya que había hecho toda su carrera política en el Parlamento Europeo, pero ahora se le ha visto mucho más y se ha visto que goza del suficiente empaque como para liderar el partido de centroderecha. Ha estado en las negociaciones para formar Gobierno tanto en agosto de 2019 como en febrero de 2021, y, a ojos de los principales “pesos pesados” del partido (Mara Carfagna, Renato Brunetta, etc.), es el hombre de confianza del ex primer ministro y ahora parlamentario europeo. 

Por otra parte, la formación sigue teniendo mucho peso parlamentario: es cierto que en el Senado ha perdido una decena de miembros, pero sus 52 senadores actuales solo son superados numéricamente por un Movimiento Cinco Estrellas en permanente descomposición y por la Lega de Salvini. Y, como hemos dicho, en el Gobierno Draghi sus tres representantes (Brunetta, Carfagna y Gelmini) son superados solo por los cuatro de Cinco Estrellas e igualan con los tres de la Lega y los tres pertenecientes al Partido Democrático (PD). Y, por descontado, sigue a disposición del partido su poderosísimo aparato mediático, con varios canales de televisión y un periódico (Il Giornale), entre ellos.

Mario Draghi

La pregunta entonces es: ¿qué hay detrás de este pacto? Más allá de dejar atrás a una incómoda Meloni (atentos al trasvase de votantes de Hermanos de Italia a esa federación de la derecha), seguramente lo que esté buscando Berlusconi es fundamentalmente dos objetivos. El primero, que alguien de su partido (seguramente Tajani) se convierta en el nuevo presidente de la República: recordemos que ya lo intentó en 2006 con su “mano derecha” en todos sus Gobiernos (hablamos de Gianni Letta, subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros), pero finalmente no lo logró y la Presidencia fue a parar a manos del excomunista Napolitano, que ya había sido presidente de la Cámara Baja entre 1992 y 1994. 

Tajani cumple con varios de los requisitos fundamentales para ser elegido nuevo presidente de la República: convencido europeísta, sus actuales 68 años se encuentran en la edad en la que tradicionalmente es elegido el nuevo jefe del Estado (el actual, Sergio Mattarella, tenía 73 cuando recibió tal honor a finales de enero de 2015). Dispone de muy buenos contactos a nivel comunitario (que es lo realmente importante en un presidente de la República italiana, teniendo en cuenta que Italia es la tercera economía europea); apenas tiene detractores en la política nacional al haber estado fuera de la misma; y posee muy buena presencia para ser el nuevo inquilino de El Quirinal. Tiene un único punto débil, que es precisamente no haber sido nunca ni primer ministro ni ministro, pero Pertini, presidente entre 1978 y 1985, y Napolitano, también presidente entre 2006 y 2015, tampoco lo habían sido y a pesar de ello salieron elegidos jefes del Estado.

Alguno se preguntará: si Meloni, como respuesta al aislamiento al que será sometida, decide abstenerse o incluso votar en contra, ¿podrá esa federación de la derecha sacar adelante la candidatura de Tajani o de algún otro candidato de Forza Italia, toda vez que muy seguramente el mismísimo Berlusconi no se encontrará en condiciones de intentar ser el elegido? La respuesta es sí, porque esa federación de la derecha cuenta con un partido que supla los votos de Meloni. Y ese partido no es otro que la Italia Viva de Matteo Renzi, quien mantiene muy buenas relaciones con Berlusconi y se lleva bastante mejor de lo que se cree con “il altro Matteo” (Salvini). Y el partido de Renzi tiene prácticamente los mismos parlamentarios que Meloni: medio centenar entre ambas Cámaras. Todo ello sin olvidar el apoyo que puede brindar el grupo parlamentario Per la autonomía, cuyos integrantes pertenecen al Partido Popular de Tirol del Sur y son, en la práctica, una suerte de derecha, pero de ideología autonomista.

El segundo objetivo que buscaría Berlusconi sería que Salvini, que dispondrá de un amplio margen de acción, introduzca en las listas a los actuales parlamentarios de Forza Italia, ya que quiere encontrar acomodo a los que le han sido fieles en todo momento (frente a los Tremonti, Alfano y compañía), y con Tajani como cabeza de cartel esto resultaría más difícil. Lo mismo que, por otra parte, está buscando Matteo Renzi, que sabe que en una coalición de centro en este momento no tiene nada que hacer y debe buscar a aquellos que le han seguido y han hecho posible que este tuviera su propia formación.

Está claro lo que lograría a cambio de todo esto Salvini: convertirse, al fin, y tras dos décadas de trayectoria política, en el nuevo primer ministro, y con toda una legislatura por delante. Ya lo ha sido todo menos “premier”: concejal de la capital de Lombardía, eurodiputado, senador, viceprimer ministro y ministro del Interior, además de líder, desde diciembre de 2013, de la Lega. El sabe que las siguientes elecciones serán su última ocasión para convertirse en presidente del Consejo de Ministros, y lo puede lograr. Ya ha dado el primer paso, que es abandonar el antieuropeísmo para abrazar la construcción europea a través de su apoyo al Gobierno Draghi. Ahora viene el segundo, que será sacar adelante al candidato que le pidan desde Forza Italia. Y lo tiene a tiro, aunque no lo sabremos con seguridad hasta dentro de siete meses. Dejemos que la política italiana nos sorprenda una vez más, la enésima desde que su fundó la República italiana allá por junio de 1946.

Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor del Centro Universitario ESERP y autor del libro ‘Historia de la Italia republicana’ (1946-2021) (Madrid, Sílex Ediciones, 2021).