Opinión

La guerra de Afganistán y la “superioridad” cultural de Occidente

photo_camera Taliban in Afghanistan

He seguido con atención los flujos informativos y los diversos análisis en la prensa nacional e internacional sobre la derrota de Estados Unidos en la guerra de Afganistán. Me ha llamado la atención que un gran porcentaje de los análisis y los enfoques informativos se estructuran desde la perspectiva de la visión de los valores culturales occidentales del mundo cristiano. En la mayoría de los casos estructurados desde unas supuestas superioridades culturales de las civilizaciones del mundo occidental frente a las civilizaciones del mundo islámico de Oriente.

En efecto, se evidencian protuberantes errores al examinar los problemas de una guerra en un país de mayoría musulmán suní como Afganistán, cuyo territorio milenariamente ha sido cruces de civilizaciones, culturas y centros de disputas imperiales en Asia Central con la visión occidental.

Un país con unas culturas milenarias conservadoras, estructuradas sobre las bases de complejos entramados tribales y de clanes, orgullosos de sus linajes y de sus valores identitarios de más de 3.000 años. Unos valores totalmente diferentes a los de las culturas del mundo occidental cristiano. Una población que por sus fuertes valores identitarios en sus milenarias luchas contra las ocupaciones de fuerzas extrajeras han adquirido una mística de civilización guerrera que les ha permitido derrotar militarmente a las poderosas fuerzas de ocupación desde Alejandro Magno hasta ahora con las fuerzas estadounidenses y de las principales potencias de Europa.

Por eso llaman a Afganistán el cementerio de los imperios: macedonio, británico, soviético y estadounidense. En los siglos XIX y XX los británicos y rusos se disputaron su dominio, pero los afganos se aliaron con los rusos y derrotaron a los británicos. Luego fue ocupado por los rusos y se aliaron con los estadounidenses y los derrotaron; tanto los británicos como los estadounidenses han fracasado en sus pretensiones políticas de occidentalizar una civilización musulmana suní, milenaria, tribal y clánica como la afgana con los valores de la democracia occidental.

Es un país donde los partidos políticos son estructurados en base a lazos identitarios tribales que configuran el pensamiento musulmán suní del sufismo y el wahabismo de los mulah, ulemas e intelectuales. Los talibanes son síntesis de los sistemas de valores tradicionales de las tribus pastún, las cuales tienen decenas de mosaicos de derivaciones difíciles de descifrar de entrada por una persona con una cultura occidental.

No se trata de hacer apología a sus fundamentalismos, a sus radicalismos y a sus métodos de guerra, sino poner en contexto su visión política con otros elementos más allá de las acostumbradas manipulaciones informativas de los medios de comunicación occidentales y los frecuentes calificativos de pueblos “barbaros”, atrasados e incultos, porque no piensan ni actúan de acuerdo con nuestros valores occidentales de democracia.

Ahora la retirada de Estados Unidos fue un asunto negociado con los talibanes para proteger sus intereses estratégicos en Asia Central y de paso estructurar ciertas alianzas para obstaculizar los intereses estratégicos en la región del eje de Irán, Rusia y China.

Por eso es interesante conocer que los talibanes surgen de las escuelas coránicas (madrasas) de los muyahidines en Pakistán, financiadas por Estados Unidos y sus aliados, Arabia Saudí, Turquía, Israel y Pakistán, para que lucharan contra la invasión soviética. Los muyahidines formaron parte de las fuerzas aliadas de Estados Unidos para luchar contra la ocupación soviética. Luego de su retirada y la desintegración de la Unión Soviética, los siguieron financiando y dándoles asistencia militar y de inteligencia a través de la CIA y el Pentágono para frenar las expansiones de los intereses estratégicos de Rusia e Irán en Asia Central y el Oriente Próximo. 

Estados Unidos utilizó su alianza con los talibanes para bloquear las construcciones de oleoductos y gasoductos de Irán y Rusia en Asia Central. Su apuesta fue enfrentar a los grupos fundamentalistas suníes contra los chiíes de la órbita de Irán. Su política con los talibanes cambió a partir de 1997 cuando surgen las presiones de las asociaciones feministas estadounidenses en contra de las políticas de violaciones de los derechos de las mujeres afganas y los talibanes refugian en sus dominios a Osama bin Laden, quien se había convertido en una prioridad militar para la política estadounidense.

Cuando los talibanes se opusieron a cooperar en las operaciones contra Bin Laden, fue cuando la Casa Blanca decidió declararles la guerra. Es decir, Estados Unidos no tiene amigos, sino aliados estratégicos mediáticos. Uno de sus mayores desaciertos fue armar un Ejército y una fuerza de Policía, cuya mayoría de sus miembros eran pastunes de la misma tribu y clanes de los talibanes.

José E. Mosquera, periodista, ensayista y escritor colombiano.