La guerra híbrida

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Llevamos un tiempo largo en el que de vez en cuando aparecen de nuevo cuño o se recuperan del baúl de los recuerdos una o varias formas de acción o de combate con denominación pintoresca o, cuanto menos, singular. Lo cierto es unas se derivan de las otras o, más bien, se complementan. Pero, hay una de ellas que de una forma u otra engloba a todas ellas y coge de cada una, lo que más le interesa para lograr sus objetivos: la guerra híbrida.

Son muchos los que pretenden presentar el concepto de guerra hibrida como algo nuevo u original que, precisamente, ha surgido con la guerra en Ucrania, pero no es cierto. De entre sus varias definiciones, propongo la siguiente que no es más que una mezcla de varias de las más populares: el conjunto de “acciones hostiles de diversa índole y características" que lleva a cabo un país o coalición contra un rival geopolítico "aprovechando las debilidades y vulnerabilidades detectadas en aquel" con el objetivo de debilitarlo desde dentro, aunque actuado también desde afuera; a base de acciones, aparentemente incruentas o de no combate, que suelen combinarse con otras que sí lo son, donde las Fuerzas Armadas se emplean con profusión y saña para, en su conjunto, “lograr y mantener determinados objetivos estratégicos” o la capitulación del Estado atacado y la inhibición, por coacción, de los que le apoyan.

Un concepto que raya o hasta se confunde con el que desde antaño se tiene como el de la “guerra total”; aunque, diversos actores prefieren reservar exclusivamente este concepto para cuando en los conflictos entran en juego todo tipo de unidades y capacidades de las Fuerzas Armadas de Tierra, Mar y Aire, aderezadas con acciones cibernéticas, de disuasión, decepción y de guerra electrónica.   

Como tal, la guerra híbrida aprovecha todo tipo de debilidades y dependencias, así como la propaganda, las presiones internacionales, con especial énfasis en las comerciales y económica, y así como la información inventada o tergiversada para atacar por todos y cada uno de los flancos por los que se puede profundizar para menguar las capacidades del enemigo. 

Flancos que, evidentemente, se encuentran en los campos de la diplomacia, la economía, la política exterior, la dependencia energética, el cambio climático, cualquier necesidad para la subsistencia del enemigo, la población civil afectada y la alimentación de la batalla; llegando, incluso, a buscar la difamación, el desprestigio y el aislamiento internacional del que se pretende acogotar, a base de estrangularle cualquier fuente de relación de amistad, comercial y de subsistencia o apoyo que le pueda llegar y retroalimentar.

Para lograr dichos objetivos, conviene hacer un verdadero estudio de área con la finalidad de identificar con claridad las dependencias y vulnerabilidades, las fuentes que los sostienen, los recursos propios o externos y fundamentalmente, las actuales y potenciales alianzas que puedan surgir en apoyo del pretendido objetivo a atacar. 

Una vez identificados todos los reales y potenciales frentes de aislamiento o ataque en su caso, hay que definir claramente quiénes y cuántos son los aliados en ciernes a los que deben dirigirse parte de las acciones directas e indirectas que cohíban a estos de sus ganas y posibilidades de proporcionar cualquier tipo de ayuda externa.

Aunque hemos admitido como premisa que la guerra en Ucrania no es el único caso ni escenario en el que se ha dado este tipo de forma de acción, también es cierto que ha sido, es y continuará siendo un claro ejemplo de esta guerra. El conflicto actual en Ucrania nos sirve de base para entender el concepto y las formas de actuar sobre la presa y su entorno afín de forma hibrida marcando las diferentes fases y la ampliación de objetivos, hasta tenerlos a todos maniatados. 

Hemos visto que inicialmente mantuvo un dubitativo o engañoso alcance nacional, sin ni siquiera una declaración implícita de guerra, pero, poco a poco, ha adquirido un ambiente y un radio de acción internacional involucrando, de una forma u otra, a muchos actores en ambos lados. Debido a una manifiesta falta de previsión, de experiencia y a un grave y erróneo cálculo militar, pocos o nadie preveían la posibilidad, la intensidad ni el alcance de dicha estrategia; máxime, cuando todos aquellos, de forma directa o indirecta, decidieron implicarse en el tema con energía y sin grandes dudas. Ahora es demasiado tarde para ello o su aplicación acarreará unas extrañas y graves consecuencias, de muy difícil curación y olvido a pesar de la velocidad con la que vivimos y pasamos de un tema a otro. 

Tras medio año de guerra, hoy ya son claros y bien patentes los efectos de las “incruentas acciones”, llevadas a cabo por Rusia contra todo aquel que ponga en peligro su integridad, credibilidad, dificulte sus acciones contra Ucrania o dude de sus razones para llevar a cabo dicha “operación especial” -tal y como ellos la denominan-, principalmente en el campo de la economía y de las relaciones internacionales.

Europa, por su mala cabeza y falta de previsión, se encuentra sumida en una profunda y duradera crisis energética y, por ende, económica interna y externa sin precedentes. Se puede asegurar que se ha llegado a dicho punto debido al propio conflicto bélico en sí mismo, pero también y no hay que olvidarlo, a la candidez diplomática y de gobierno de la UE en su conjunto y de países importantes como Alemania, en particular, al poner durante años todos los esfuerzos energéticos en un mismo cesto y creer que las relaciones comerciales con Rusia no iban a variar cuando a ellos les interesase y, principalmente, estando dirigida y contralada por un sátrapa de la categoría de Putin, que odia a Europa y a Alemania en particular, desde sus tiempos de agente de la KGB en la Alemania oriental. 

No hemos sido capaces de evaluar las consecuencias y derivaciones de nuestra implicación en este conflicto armado. Las alegrías políticas adoptadas con desparpajo y “mucho valor” en los albores del mismo, como si fuéramos de romería contra un “enemigo débil” sin pensar que ese débil era Rusia, en pocos meses se han transformado en algo imparable y con perspectivas aún peores para cuando empiece y se recrudezca el temido frío invernal.  

Una época muy larga y fría para la Europa central y del norte, que abarca un periodo mayor que la propia estación conocida como tal. Las previsiones energéticas no son nada halagüeñas, las medidas adoptadas por el momento ya apuntan a auténticos parches cuyos resultados o consecuencias nefastas ya asoman a la realidad no solo para superar la crisis energética, sino la económica derivada de la anterior; aunque, esta última, hace tiempo que ya despuntaba a pesar de los esfuerzos de nuestros dirigentes en disimular y negar la mayor.   

La descoordinación europea en este aspecto y el famoso sálvese quien pueda cuando el barco se hunde empiezan a ser tan patéticos que ya se anuncian por parte de la Comisión Europea posibles medidas realmente crudas, de aplicación inmediata y sin miramientos.

Pero, mucho me temo que  las repercusiones de estas acciones van más allá de las fronteras y actores europeos; la escasez de determinados materiales y materias primas también afecta a la economía mundial, en el continente americano y en países con economías e industrias muy importantes en Asia como China, Japón, Corea del Sur y la India, lo que unido a las sequias y hambrunas actuales en África y al enorme crecimiento del precio de la energía indudablemente se sumarán, como otros ingredientes más, a esta tremenda e inesperada ensalada de efectos tan perjudiciales como casi imprevisibles en su totalidad.

Otro fenómeno que se observa en este conflicto de guerra híbrida es que las mismas o similares tácticas, métodos o procedimientos no solo son usados y con profusión por parte del atacante. El atacado también ha encontrado en ellos una vía de escape o reacción mediante la financiación y alimentación del conflicto en su beneficio mediante el empleo de capacidades similares para debilitar las aspiraciones del contrario. La propaganda, los lastimeros y elocuentes discursos ante cámaras de diputados del mundo entero aprovechando las nuevas tecnologías y los incansables contactos bilaterales, de momento, le están propiciando más rentables resultandos a Ucrania que a Rusia.  

De lo contrario, hubiera sido imposible resistir durante seis meses y continuar manteniendo en jaque a un Ejército, el ruso, que, a pesar de todos sus defectos y grandes problemas de dirección, planeamiento, ejecución y falta de moral de combate, sigue siendo muy superior al ucraniano, dotado  de variopinto armamento y complejo adiestramiento, aunque pletórico de moral de combate y constantemente regado con una ayuda que, en ciertos casos, es francamente importante y vital, aunque en algunos otros, como desde España, es meramente testimonial, a remolque y para cubrir el expediente.    

Nos creímos que, como los planes rusos de una guerra relámpago no funcionaron inicialmente, irremisiblemente, Putin iba a perder la guerra. Yo no las tengo todas conmigo porque no pensamos que aquello se iba a convertir en un conflicto de este tipo.   

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