Opinión

La irrupción del Grupo Wagner ruso en Mali convulsiona el equilibrio geoestratégico en el norte de África

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Las negociaciones que está llevando a cabo la Junta militar maliense, que dirige el país tras el golpe de Estado de agosto, con el Kremlin para contratar al Grupo Wagner en defensa de la estabilidad y seguridad en el país africano pueden agravar la alteración del equilibrio geoestratégico en curso en el norte de África y el Sahel. 

Frente al cambio de la ecuación estratégica operado en la región del estrecho de Gibraltar con una mayor presencia de las potencias occidentales, Estados Unidos y Reino Unido principalmente, en apoyo al aliado estratégico Marruecos, las otras potencias interesadas en la región están moviendo ficha. Alemania ha optado de manera clara y algo agresiva por su socio Argelia, con el beneplácito y el paraguas detrás de Rusia. De hecho, la mayoría de los analistas geopolíticos consideran que la ruptura de relaciones diplomáticas entre Argelia y Marruecos hay que verla en clave de rivalidad estratégica, Estados Unidos con España y Marruecos, por una parte, con Rusia y Alemania con Argelia, por otra. Pero en lugar de ser una rivalidad bipolar como en los tiempos de la Guerra Fría, ahora se ve ampliada a otros protagonistas, Gran Bretaña, Francia y China. París no quiere perder su influencia en las excolonias africanas; Londres reafirma su presencia en el Estrecho, directamente con maniobras militares con Marruecos y por medio de Gibraltar; y Pekín sienta sus bases comerciales y de grandes infraestructuras en la región.

En las negociaciones entre Moscú y Bamako para el despliegue de las milicias privadas del Grupo Wagner, tiene mucho que decir Argelia. La cúpula militar argelina sólo dará su visto bueno a la presencia de militares rusos en su vecino del sur en caso de poder garantizar la seguridad de sus fronteras y mantener un control sobre objetivos y operaciones.

Aunque los milicianos de Wagner ya tienen presencia oficial en varios países africanos (Libia, República Centroafricana, Sudán, Mozambique y Madagascar), y oficiosa en otros (Ruanda, Burundi, Angola, Guinea, Guinea-Bissau y Gabón), para defender la seguridad de los consorcios rusos y proteger los regímenes africanos de enemigos potenciales, su irrupción en el Sáhara/Sahel tras el vacío dejado por el repliegue de las fuerzas francesas de la Operación Barkhane es vista con extrema preocupación por los aliados occidentales.

La hipótesis de que detrás del asesinato de los dos camioneros marroquíes que conducían un convoy comercial en Mali para abastecer otros países, Níger, Chad y Burkina Faso, haya sido obra de un comando avanzado del Grupo Wagner – vista la profesionalidad, equipamiento y ‘modus operandi’ del grupo armado -, deja en pie dos interrogantes mayores: ¿quién tomó la decisión de ejecutar a los camioneros? ¿Cuál es la finalidad de la acción asesina? Las acusaciones de la autoría de grupos yihadistas o de una operación de los Servicios Especiales argelinos no tienen fundamento ni son verosímiles, ni hay pruebas fehacientes. La declaración del Gobierno marroquí de que se trata de “una operación premeditada” tiene fundamento, pero Rabat se ha cuidado mucho de lanzar acusaciones contra su vecino argelino. Tanto más que tras la aprobación por parte de Rabat del futuro enviado especial de António Guterres para el Sáhara, Sttafan de Mistura, ya aceptado anteriormente por Argel y el Polisario; se abre un camino para la conclusión del conflicto del Sáhara en clave política.