La luz en el horror de esta guerra

War in Ukraine

A finales de enero, en este espacio, mostraba mi deseo de que en Ucrania no se rompiera la cuerda -pese a lo tensa que ya estaba- y que la sensatez y la diplomacia ganase, a la vez que recordaba cómo en Siria la vida era normal hasta que dejó de serlo, una normalidad aún no recuperada. Y han pasado más de diez años.

Desgraciadamente, esa esperanza se desvaneció, no hubo cabida para el acuerdo ni la concordia y el Ejército ruso comenzó la terrible invasión de su país vecino: Ucrania. Las primeras imágenes de ese avance ruso, nos dejó congelados, pese a saber que las negociaciones no iban bien y que las amenazas acabarían cumpliéndose. Quizá no lo queríamos creer. Seguramente necesitábamos no hacerlo.

Una mezcla de incredulidad e incertidumbre se fue depositando en nosotros mientras la realidad nos llamaba la atención, nos abría los ojos para que tomáramos conciencia de lo obvio: había comenzado la guerra.  Una guerra que refleja la fragilidad, que nos muestra cómo la vida, como hemos visto en muchas otras ocasiones, cambia en un instante. Ya han pasado dos largas y terribles semanas con sus días y con sus noches, con sus muertos, miedos e incertidumbres, con sus bombas, refugios y huidas, con sus luchas, principios y valentías, con sus mentiras, incomprensiones y rabias, con demasiadas lágrimas…

Y, otra vez, la historia nos demuestra que no aprendimos la lección, que la crueldad y la maldad afloran cuando las ansias de poder priman, cuando se mira al ayer para buscar lo que se llegó a ser, para imponer lo que se desea, cueste lo que cueste. La libertad se está pagando con la destrucción en Ucrania, la muerte en ambos bandos (cientos de jóvenes, casi niños, rusos y ucranianos), y con las detenciones de quienes en Rusia alzan la voz para condenar esta miserable guerra, para suplicar la paz

¿Dónde quedan los derechos fundamentales? 

Putin es un loco peligroso demasiado cuerdo. En su cabeza tiene clarísimo su objetivo, y no cederá en su empeño de ocupación. Y Ucrania, junto a su presidente, Volodímir Zelenski, también ha mostrado al mundo que aguantará, que resistirá pese a su inferioridad, porque la defensa de su país y de los principios democráticos justifican el no rendirse. Y mientras esta tragedia, esta sinrazón, nos va llenando de tristeza, de preguntas sin respuestas.

¿Qué se puede esperar de quien no respeta ni los corredores humanos? Hasta en la guerra hay reglas que cumplir, por muy absurdo que parezca. 

No estamos viendo la destrucción más violenta y sangrienta de este conflicto, pero no es necesario. Una pequeña mano tras el cristal que tapa otra mayor en una despedida; un niño que viaja solo con un teléfono escrito en su mano; una anciana que mira su casa derruida; la mujer que carga a su mascota en brazos; el pequeño que llora con rabia sin comprender qué sucede; una maleta solitaria; la búsqueda del equilibrio al atravesar un puente inexistente; una estación de tren abarrotada de gente y miedo; una hilera de ciudadanos caminando hacia la frontera huyendo de un presente tan incierto como el futuro (más de 2 millones de refugiados); un hombre que camina hundido tras un adiós; el beso de una pareja, quizá el último… No, no hace falta ver los miles de muertos de este conflicto para que se te rompa el alma.

También podríamos ahondar en la guerra económica, en la subida del precio del gas, el petróleo, la electricidad, los alimentos…  cifras que ya se elevaban de forma asombrosa antes de que llegara esta miserable guerra. Pero no, no cerraremos estas palabras con las sanciones y restricciones financieras y sus consecuencias, sino con esa pequeña luz en medio de tanto horror que hace pensar que aún en este mundo queda espacio para la esperanza: la bondad de miles y miles de ciudadanos.

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