La pandemia de la COVID-19 y su impacto en las monarquías del golfo Pérsico

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Las monarquías árabes del golfo Pérsico se están viendo afectadas directamente por la pandemia de la COVID-19, aunque la dimensión de la crisis, según el número de casos confirmados, parece ser menor que en otras regiones del mundo. Sin embargo, los seis regímenes que conforman el Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo (CCG) han tenido que tomar medidas restrictivas, como confinamientos, toques de queda y limitaciones de movilidad, para frenar la expansión del virus. Las consecuencias se traducen ya en diversos problemas para sus economías.

El coronavirus representa un desafío para todos los países del Golfo que tienen que hacer frente a la enfermedad en una fase de profunda inestabilidad y elevada tensión en la región, focalizada en las complicadas relaciones con Irán, el prolongado bloqueo a Catar y la guerra de precios del petróleo entre los principales productores. La zona tiene una importancia estratégica vital para las dinámicas internacionales, reflejado en el amplio número de potencias extranjeras involucradas, así como, que cualquier incidente local tiene un efecto directo sobre el comercio y la seguridad mundial.

Los efectos de la pandemia se extienden a través de tres ámbitos. En primer término, la crisis sanitaria que mide la fortaleza de los sistemas de salud de los distintos países. En segundo lugar, la crisis económica inducida tanto por la paralización de la actividad nacional como por la recesión ya presente a nivel internacional. Por último, la crisis sociopolítica que pueda surgir por el potencial descontento o indignación de la ciudadanía. Los tres aspectos tienen implicaciones directas en la capacidad de los Estados para lograr adaptarse a un escenario totalmente diferente.

La evolución de la pandemia en la región

El contexto regional previo a la coyuntura de la COVID-19 está marcado por una elevada intensidad y conflictividad. El 3 de enero de 2020, las fuerzas militares estadounidenses mataban al general iraní Qasem Soleimani en el aeropuerto de Bagdad, el 8 de enero el Estado iraní respondían atacando bases de EE. UU. en Irak. La amenaza a la escalada se producía en un momento crítico en el entorno, tras los ataques a buques en el estrecho de Ormuz en junio y julio de 2019 y a la operación contra las instalaciones petroleras de la compañía Aramco en septiembre. Los diversos problemas de seguridad surgidos se sumaban al bloqueo de Qatar desde junio de 2017, por parte de Arabia Saudí, Bahréin, Egipto y Emiratos Árabes Unidos (EAU) y la aplicación de nuevas sanciones a Irán.

La importancia geoestratégica del golfo Pérsico se justifica fundamentalmente por tres cuestiones. Por un lado, es un espacio de comunicación central para las rutas marítimas y aéreas con mayor tráfico, que sirve de conexión entre Asia, África y Europa. Por otro, tiene un peso religioso y político significativo, concentrado potencias estatales y lugares de trascendencia para el islam. Finalmente, en la región se encuentran los principales yacimientos de petróleo y gas del planeta1. Un tercio de los barriles de crudo comercializados en el mundo transitan por el estrecho de Ormuz, las monarquías árabes concentran cerca del 25 % de la producción internacional.

La constancia oficial de que el virus había llegado al golfo Pérsico fue el 29 de enero, cuando el Gobierno de EAU confirmó los casos de cuatro miembros de una familia china que habían llegado al país de vacaciones, convirtiéndose en el primer Estado de Oriente Medio que registraba afectados por la enfermedad. A finales de febrero y principios de marzo, el gran foco de infección de la zona se trasladaría a Irán, emergiendo como uno de los mayores puntos de contagio del mundo tras China. La difícil situación en el territorio iraní obligó a las monarquías a reforzar medidas de control, que irían gradualmente ampliando según avanzara la transmisión por la región.

La evolución del virus según datos oficiales de los seis países, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Coronavirus Resource Center de la Johns Hopkins University tiene una trayectoria semejante. Aunque EAU registró los primeros casos con anterioridad, la mayoría de los Estados mencionados comienzan a notificarlos la última semana de febrero. A partir de entonces, se produce una incidencia leve durante prácticamente un mes, hasta que entre el 11 y 16 de marzo tiene lugar la primera escalada de infectados que ya no son casos importados o nacionales que hubieran viajado a zonas de riesgo de contagio. Durante el resto del mes, la escala se intensifica y se prolonga hasta finales del mes de abril, sumando entre las seis monarquías más de 58 000 afectados y 322 fallecidos.

En las dos primeras semanas del mes de mayo la evolución de los contagios confirmados y muertes parece ralentizarse en la mayoría de los países, exceptuando Arabia Saudí, Kuwait y Qatar que recogen todavía una tendencia alcista, aunque en este último países las defunciones por coronavirus son mínimas (14). El 12 de mayo el número de casos detectados en el conjunto de países era de 106.186, alcanzando los
579 muertos. En este sentido, se aprecian diferencias notables entre dos tipos de grupos de regímenes. Kuwait, Bahréin y Omán son los que se estarían viendo menos damnificados por el virus, en tanto en cuanto, solo acumularían el 18% de infectados y el 17% de pacientes muertos. Sin embargo, el reino saudí recogería más del 40% de los contagiados y el 45% de las muertes. De hecho, la familia real Saud2 también se está viendo afectado, cerca de 150 príncipes han contraído la COVID-19 y el gobernador de Riad, Faisal bin Bandar, sobrino del rey Salman se encuentra grave.

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Las respuestas gubernamentales ante la COVID-19

La capacidad de los miembros del CCG de responder a la pandemia está condicionado por varios elementos que, conjuntamente, explicarían que el grado de impacto pudiera ser menor que en otras regiones del mundo. En primer término, el virus tuvo un foco significativo en Irán en la primera semana de marzo, obligando a las monarquías a tomar respuestas rápidas y contundentes ante el peligro de contagio. En segundo lugar, estos Estados cuentan con los suficientes recursos financieros, materiales y humanos para superar fase de crisis sanitaria y paliar consecuencias económicas posteriores.

En este sentido, y como tercer elemento a señalar, que las llamadas petromonarquías cuentan con unas infraestructuras sanitarias mejor dotadas en comparación con la mayoría de Estados de Oriente Medio y Magreb3. La OMS sitúa a los sistemas de salud del CCG en una valoración destacada de eficiencia y calidad de toda la región. El Banco Mundial muestra que el gasto corriente per cápita en 2016 de media en la zona era de 768,64 dólares, mientras que en Catar fue de 3.224 dólares; Kuwait 2.446 dólares; Arabia Saudí 2.119 dólares; EAU 1.781 dólares; Omán 1.649 dólares; Bahréin 1.408 dólares, reflejando la notable diferencia en este ámbito entre las petromonarquías y los sistemas del entorno.

En última instancia, las monarquías del golfo Pérsico cuentan con episodios recientes de crisis similares a la actual4. En el año 2012, Arabia Saudí se vio afectada por la epidemia del coronavirus del Síndrome Respiratorio de Oriente Medio (MERS-COV). En los demás países del CCG, también se recogieron casos de dicha enfermedad. La incidencia fue considerablemente menor que la presente pandemia, pero ha permitido a la monarquía saudí y al resto de Estados a aprovechar la experiencia y los mecanismos de actuación utilizados tiempo atrás para enfrentar al nuevo problema.

El ritmo de respuesta gubernamental de los seis países ha sido similar durante marzo y abril, tomando medidas según las directrices de la OMS y basándose en los planes elaborados en el pasado para tratar el MERS-COV. Entre la acción de los regímenes destacan, por un lado, aquellas centradas en frenar los contagios y atender a los afectados, por otro, las políticas destinadas a paliar los efectos más directos de la crisis sobre la economía nacional y el bienestar de los nacionales. El propósito de las autoridades de Bahréin, Omán o Kuwait, que son los que menos se encuentran afectados por el virus, es intentar retomar la actividad interna en un corto período de tiempo.

El país que tomó antes las medidas para frenar posibles focos de contagio fue Bahréin, que entre el 22 y 26 de febrero ya había impuesto limitaciones a vuelos comerciales y restricciones a la entrada de no nacionales. Entre el 12 de marzo y el 24 de marzo, el resto de Estados comenzaron con la cancelación de las rutas aéreas internacionales y la prohibición de la llegada al país de ciudadanos extranjeros. Estas medidas fueron acompañadas de la suspensión del curso académico, el cierre de los espacios públicos y lugares de concentración como centros comerciales o restaurantes. Finalmente, entre el 13 y 17 de marzo, los regímenes prohibieron los rezos y congregaciones en mezquitas, junto a la limitación de los viajes dentro del territorio.

El 20 de octubre de 2020 estaba previsto el inicio de la Exposición Universal de Dubái, que debería haber durado hasta abril de 2021, sirviendo como muestra al mundo de la emergencia de las petromonarquías del golfo Pérsico5. Sin embargo, los organizadores han propuesto posponer el evento. Los regímenes que se valían de este tipo de acontecimientos como un medio de proyectar sus intereses a escala global, ven condicionados sus propósitos en un contexto donde es prácticamente imposible celebrar encuentros multitudinarios.

La diferencia más notable en las medidas preventivas ha sido la implementación de toques de queda y el establecimiento de espacios en cuarentena y confinamiento. Estas últimas acciones solo han sido aplicadas por Arabia Saudí, Omán, EAU y Qatar para determinadas ciudades o distritos, no para la totalidad del país. Los bahreinís y emiratíes destacan por estar entre los cinco países del mundo en número de pruebas de la COVID-19 realizados por millón de habitantes6. Las limitaciones de movimientos están siendo complementados por parte de los Gobiernos con el uso de medios de control y vigilancia basados en las nuevas tecnologías y en la inteligencia artificial.

En la primera semana de abril, las autoridades de Bahréin anunciaron que comenzaría una desescalada de las medidas impuestas. Es el primer país de Oriente Medio que inicia el proceso de reconversión a la normalidad. Entre el 23 y 25 de abril, desde EAU, Kuwait, Arabia Saudí y Qatar también se estipuló la flexibilización de las restricciones, sobre todo, para facilitar la celebración del Ramadán. En este sentido, el conjunto de miembros del CCG representa una de las regiones del mundo que están pasando por un período de aislamiento y distanciamiento social más acotado. No obstante, el verdadero impacto en cada uno de los Estados todavía resulta difícil de valorar en circunstancias que siguen marcadas por la pandemia.

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Las consecuencias visibles de la crisis

Las monarquías árabes recurren con asiduidad a discursos con fuerte componente nacionalista, entendiendo la pandemia de la COVID-19 no solo como una cuestión de salud pública, sino una amenaza real a la seguridad y estabilidad interna. La concepción securitaria del problema se justifica por dos razones principales. Por un lado, los dirigentes temen que la imprevisibilidad de las consecuencias derive en escenarios domésticos convulsos, siendo incapaces los regímenes de dar respuesta a las necesidades ciudadanas. Por otro, las complejas circunstancias son aprovechadas para revitalizar la imagen protectora de la corona hacia el bienestar de sus conciudadanos.

La expansión del virus ha servido para justificar el reforzamiento de los mecanismos de control de los Estados7, paralizando los procesos de reforma política, social y económica que la mayoría de los Gobiernos estaban implementando en los últimos años. La prioridad del oficialismo se centra en frenar la propagación de la COVID-19, presentándolo discursivamente como una lucha de resistencia nacional ante un enemigo extraño. Desde Bahréin y Arabia Saudí se lanzaron algunos mensajes oficiales, que responsabilizaban directamente de la pandemia a Irán, alentando de nuevo el enfrentamiento entre naciones, aunque la tendencia general ha sido la distensión.

El grupo social que puede estar sufriendo en mayor grado las consecuencias de la pandemia son los millares de trabajadores del sudeste asiático, principalmente de Nepal, India, Bangladesh y Pakistán, que participan en las grandes construcciones de infraestructuras en los países árabes del golfo Pérsico. Por un lado, en el mes de abril, los gobiernos de EAU y Qatar anunciaron la repatriación forzosa de los extranjeros que fueran casos confirmados o pudiera haber contraído el virus. Por otro, muchas de las zonas habilitadas como residencia para estos empleados sufren las restricciones de movilidad más severas8. Finalmente, las principales políticas económicas y sociales anunciadas por los regímenes solo afectan a la mano de obra nacional, excluyendo de los paquetes de ayuda y subvenciones a los profesionales expatriados.

La consecuencia política a escala regional más visible de la crisis del coronavirus es la desescalada de la fricción entre las monarquías árabes con la república islámica iraní9. Kuwait, Catar y EAU enviaron ayuda médica a Irán en la fase más crítica del virus a finales de febrero y principios de marzo. Kuwaitíes y cataríes tenían previamente unas relaciones cordiales con el régimen de Teherán, sin embargo, la acción emiratí supone una alteración en su estrategia hacia el polo iraní, ya que había sido, junto Arabia Saudí y Bahréin, de los países más beligerantes con la nación persa.

Un efecto político añadido en el golfo Pérsico está siendo la revitalización del CCG. El 18 de abril, los ministros de Comercio de los seis Estados miembros asumieron la propuesta de Kuwait de crear una red común de suministros de alimentos. La relevancia de la medida no está solo en la preocupación de los regímenes por asegurarse este tipo de commodities, sino que la acción se lleve a cabo de manera conjunta y coordinada. La organización sufría desde el inicio del bloqueo a Catar en junio de 2017 una considerable paralización institucional, que ponía en cuestión la viabilidad del Consejo, pese a los esfuerzos de kuwaitíes y omaníes por la reconciliación de las partes.

El aspecto económico que más está sufriendo la pandemia del coronavirus es el relacionado con el petróleo, debido al abrupto descenso de la actividad en los principales importadores de crudo del mundo10. El lunes 20 de abril se produjo el hecho insólito en los mercados internacionales por la caída de un 305 % del precio del petróleo WTI, referencia en EE. UU., situándose en valores negativos, mientras el Barril Brent, punto de marca en Europa, disminuyó más de un 22 %, llegando a mínimos históricos de siglo. Estas circunstancias dejan a las monarquías árabes en una situación muy debilitada, debido a que los hidrocarburos son el motor central de desarrollo de sus economías.

La importancia del petróleo y del gas para la mayoría de los regímenes queda evidenciada en dos ámbitos. En primer término, según datos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), para miembros como Arabia Saudí estos recursos representan cerca del 50 % de su Producto Interior Bruto (PIB), en Kuwait el 40 % y EAU hasta el 30 %. En segundo lugar, la relevancia también se explica por las rentas derivadas de estos estratégicos sectores, ya que el Banco Mundial señala que en algunos países como Kuwait las rentas de hidrocarburos constituyen más del 37 % del PIB, en Arabia Saudí y Omán más del 23 % y en Qatar aproximadamente el 22 %.

Las excepcionales circunstancias están obligando a que los regímenes árabes reconduzcan sus planes económicos. Arabia Saudí protagonizó a principios del mes de marzo un particular conflicto del petróleo con Rusia11, dos de los más importantes productores mundiales, que desencadenó la disminución acelerada de los precios del barril, debido a la falta de consenso sobre la forma de reducir el impacto de la crisis de la COVID-19. El 10 de abril, el Estado ruso y los miembros de la OPEP liderados por Riad acordaron reducir la oferta diaria, conscientes de la insostenibilidad para las cuentas nacionales de unos precios tan bajos durante tal prolongado período.

La Organización Mundial del Comercio (OMC) anunció el 8 de abril que preveía una reducción del comercio a escala global entre 13 % y 22 % en 2020, estimando que el impacto de la recesión sería más grave que en 2008-2009. En los planes de desarrollo y modernización que las petromonarquías llevan implementando desde hace más de dos décadas, la aspiración de convertirse en centros clave del comercio internacional es un elemento central. Dubái ha conseguido que su aeropuerto internacional y el puerto Jebel Ali sean de los espacios más transitados del mundo. Esta tendencia es seguida por otros países de la zona como Catar, Kuwait o Arabia Saudí que también están ascendiendo como puntos esenciales para el tránsito internacional.

Las monarquías árabes han anunciado nuevas partidas presupuestarias para hacer frente a las consecuencias de la COVID-19. La preocupación no se centra solo en el impacto económico, sino también en los efectos directos sobre el bienestar de los nacionales. Los regímenes plantearon una reformulación del «contrato social» existente, a través de los programas de reforma Vision- Saudi Vision 2030, Qatar National Vision 2030, Kuwait Vision 2035, Oman Vision 2040 entre otros, que implican una considerable disminución del rol social del Estado, a través de ayudas, subvenciones y políticas públicas y una mayor participación de los agentes privados en la actividad económica.

Los regímenes tendrán que reequilibrar, en el corto y medio plazo, el negativo contexto de bajos precios del petróleo y gas, la disminución del comercio a escala internacional y regional, la reducción de la actividad económica o la drástica caída de los ingresos estatales, frente a un entorno doméstico que seguramente les obligará a mantener ciertas medidas sociales. La brecha en la estabilidad interna puede llegar a ser otra de las consecuencias derivadas del coronavirus, que conecte de nuevo las reivindicaciones latentes en parte de la ciudadanía tras la Primavera Árabe con los problemas actuales.

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Conclusión

El impacto de la pandemia de la COVID-19 está siendo menor entre las seis monarquías árabes del golfo Pérsico que en otras áreas de Oriente Medio y algunas regiones del mundo como Europa, Norteamérica o el área del sureste asiático. Los sistemas de salud de los países parecen estar logrando resistir la presión creciente del virus. Las autoridades fueron ampliando paulatinamente las medidas de control y restricción de movimientos, así como de confinamiento entre los meses de marzo y abril, centrados en evitar que creciera el número de contagios. Los resultados de los últimos días probablemente muestren un estancamiento o desaceleración en el ritmo de contagios.

La mayoría de regímenes del CCG ya tuvieron el antecedente reciente de un tipo de coronavirus, MERS-COV, entre los años 2012 y 2013, aunque su incidencia fue menor que la pandemia actual de la COVID-19, permitió a los sistemas de salud nacionales conocer con anterioridad sintomatologías y enfermedades relacionadas. La resiliencia sanitaria de los seis países no ha impedido que la difícil coyuntura de la crisis repercuta directamente en sus economías. Las consecuencias sobre este ámbito van a ser determinantes para la posterior estabilidad interna, que obligará a los dirigentes a reformular los vínculos políticos y sociales que tienen con sus conciudadanos.

Las petromonarquías han logrado superar las sucesivas crisis en Oriente Medio desde la Primavera Árabe de 2011. Sin embargo, la trascendencia política de esta pandemia seguramente repercuta de una forma u otra en los sistemas domésticos y las dinámicas regionales. La conflictividad y tensiones presentes en el golfo Pérsico, a finales de 2019 y principios de 2020, se encuentran ahora relegadas por la importancia de la pandemia, pero estos problemas todavía quedan pendientes de ser resueltos. El impacto de la crisis internacional sobre el entorno local tendrá efectos complicados de dilucidar, pero condicionarán las prioridades y acciones a medio plazo de cada uno de los regímenes.

Las graves circunstancias están permitiendo a los dirigentes reforzar el discurso nacionalista oficial y contener los focos de crítica y oposición interna. Las medidas para hacer frente al coronavirus han motivado un reforzamiento de los mecanismos de control gubernamental, en unos ámbitos locales ya de por sí autoritarios y coercitivos. Las fortalezas y debilidades mostradas por cada Estado durante la pandemia determinaran en buena medida sus apreciaciones sobre el escenario futuro, ya sea considerándolo como una oportunidad para ampliar sus intereses o una gran amenaza.

David Hernández Martínez*

Investigador del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneo (TEIM)

Analista de El Orden Mundial

Bibliografía y notas al pie:

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2-CARRIÓN, Francisco: “El coronavirus se propaga entre la realeza saudí”. El Mundo. 10 abril 2020. Disponible en: https://www.elmundo.es/loc/casa-real/2020/04/10/5e90632021efa005148b461b.html

3-ALIANAK, Sonia: “Health care, the Arab Spring and after”. NETSOL. New trends in social and liberal sciences. 2016. Volume 1, Issue 2, pp. 1-25.

4-FAROUK, Yasmine.: “Updating traditions: Saudi Arabia’s coronavirus response”. Carnegie Endowment for International Peace. April 7, 2020. Disponible en: https://carnegieendowment.org/2020/04/07/updating-traditions-saudi-arabia-s-coronavirus-response-pub- 81481

5-ULRICHSEN, Kristian Coates: “Will the coronavirus cancel Dubai Expo 2020?” Rice University’s Baker Institute for Public Policy. 03/03/2020. Disponible en: https://www.bakerinstitute.org/research/will- coronavirus-cancel-dubai-expo-2020/

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7-HEDGES, Matthew: “Gulf states use coronavirus threat tighten authoritarian controls and surveillance”. The Conversation. 21 abril 2020. Disponible en: https://theconversation.com/gulf-states-use-coronavirus- threat-to-tighten-authoritarian-controls-and-surveillance-136631

8-COUSINS, Sophie: “Migrant Workers Can’t Afford a Lockdown”. Foreign Policy. April 8, 2020. Disponible en: https://foreignpolicy.com/2020/04/23/middle-east-autocrats-south-asian-workers-nepal- qatar-coronavirus/

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10-FERNÁNDEZ, HaizamAmirah: “El coronavirus en los países árabes: ¿tormenta pasajera, oportunidad de cambio o hecatombe regional?”. Real Instituto Elcano. 31/03/2020.Disponible en: http://www.realinstitutoelcano.org/wps/portal/rielcano_es/contenido?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/elcano/ elcano_es/zonas_es/ari32-2020-amirah-coronavirus-paises-arabes-tormenta-pasajera-oportunidad-de- cambio-o-hecatombe-regional

11-ESCRIBANO, Gonzalo: “El coronavirus pone fin al idilio petróleo entre Rusia y Arabia Saudí con una guerra de precios”. Real Instituto Elcano. 10/03/2020. Disponible en:https://blog.realinstitutoelcano.org/el- coronavirus-pone-fin-al-idilio-petrolero-entre-rusia-y-arabia-saudi-con-una-guerra-de-precios/

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