Opinión

La pandemia sigue vivita y coleando

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Las cifras que nos llegan cada día indican con toda claridad que el virus COVID-19, pese a los avances en el proceso de vacunación en los países más desarrollados, sigue estando al acecho y dispuesto a aprovechar todas las oportunidades de seguir haciendo estragos. Las cifras de que disponemos el 12 de noviembre indican que se han producido más de 252 millones de contagios, casi 5,1 millones de personas han fallecido y hay 19 millones de casos activos (igual a casos totales menos la suma de fallecidos y recuperados) de los que una fracción significativa (2,01%) fallecerán. Obviamente, estas cifras infravaloran groseramente la incidencia de la enfermedad, bien por escasez de recursos o desidia de los gobiernos para afinar recuentos y cifras, bien porque las autoridades están interesadas en presentar una imagen edulcorada de su gestión.

Por concretar, no resulta creíble, por ejemplo, que en China hayan fallecido tan sólo 4 personas desde el 17 de abril de 2020 al término del brote primigenio de la epidemia en Wuhan. Como tampoco resulta creíble que el número de casos por millón de habitantes en Turquía e Irak, 97.464 y 70.446, respectivamente, sean tan inferiores a los de Estados Unidos (143.088) o incluso España (107.809), y el número de muertos por millón de habitantes en Turquía e Irán, 852 y 1.496, respectivamente, estén tan alejados de los de Estados Unidos, 2.343 y España, 1.874. Pero, en fin, estos son los datos oficiales recogidos en las estadísticas internacionales y a ellos hay que atenerse, salvo cuando disponemos de información adicional que nos permite afinar las cifras oficiales.

Repunte de casos y muertes en el mundo

En todo caso y pese a las deficiencias de las cifras disponibles, se detecta un repunte de casos y fallecidos por COVID-19 desde finales del verano tanto para el conjunto del mundo como para los países más desarrollados donde el proceso de vacunación ha avanzado con mayor rapidez en 2021. No es ninguna casualidad que así sea porque, como decíamos en la introducción, las cifras de contagios y fallecidos que proporcionan muchos de los países menos desarrollados infravaloran groseramente la incidencia y letalidad de la enfermedad. Como puede comprobarse en los Gráficos 1 y 2, el mundo en su conjunto presenta un más que preocupante repunte de casos y muertes que como veremos afecta incluso a las economías más avanzadas, pese a que sus gobiernos han puesto a disposición de los ciudadanos vacunas gratuitas y el porcentaje de personas que han recibido al menos una dosis alcanza al 70% de la población adulta en casi todos ellos.

Gráfico 1. Casos diarios enero 2020 a 12 de noviembre de 2021

Casos de Pandemia

Gráfico 2. Muertes diarias enero 2020 a 12 de noviembre de 2021

Casos de Pandemia
 
Fuente: worldometer Coronavirus update.

En Estados Unidos, por ejemplo, la COVID-19, que durante los meses de diciembre de 2020 y enero de 2021 llegó a ser la primera causa de muerte, había retrocedido, gracias a las restricciones impuestas por las autoridades y al avance en el proceso de vacunación, al séptimo puesto en julio, y todo parecía indicar que no sólo Estados Unidos, sino todas las economías más desarrolladas donde el proceso de vacunación, como puede observarse en el Gráfico 3, avanzaba a buen ritmo, estaban cerca de controlar los estragos producidos por el virus. Pero la situación cambió drásticamente en agosto, y la COVID escaló hasta la segunda posición en el ranking de mortalidad en septiembre y fue la principal causa de muerte entre los adultos con edades comprendidas entre 35-54 años en Estados Unidos.

Gráfico 3. Porcentaje de la población completamente vacunada contra la COVID-19

Casos de Pandemia

Fuente: Our World in Data.

No cabe duda de que el virus sigue estando al acecho y que si bien los picos de mortalidad en los últimos meses en Estados Unidos no han resultado tan elevados como los registrados en diciembre y enero de 2021, conviene tener presente que el número de fallecidos el pasado 15 de septiembre, 2.615, se acercó mucho a los 2.726 muertos que causó el atentado terrorista contra las Torres Gemelas el 11-S de 2001, víctimas a las que los estadounidenses habían rendido un sentido y merecido homenaje cuatro días antes. En total, la COVID-19 causó la muerte prematura de 56.537 estadounidenses en treinta días en septiembre de 2021, cifra comparable al número de total de bajas contabilizado en la Guerra de Vietnam (58.209) durante nueve años, y nos deja ante la escalofriante cifra de 1.885 víctimas diarias. No menos impresionante resulta el número de muertos contabilizado desde el inicio de la epidemia que supera 781.000, una cifra que, como recordaba en la lección inaugural del curso académico 2021-2022 que impartí en la Universidad Abad Oliba CEU el 29 de septiembre, supera holgadamente el número de bajas en todos los conflictos bélicos librados por estadounidenses desde la independencia, a excepción de la mortífera Guerra de Secesión.

Gráfico 4. Bajas de estadounidenses en conflictos bélicos desde 1775

Casos de Pandemia

Fuente: Statista.

Menciono estos hechos simplemente para resaltar que estamos asumiendo con normalidad lo que constituye una auténtica catástrofe humanitaria que afecta a países que, como Estados Unidos, disponen de recursos suficientes y cuentan con instituciones político-administrativas a las que se les presupone una elevada capacidad para afrontar emergencias y diseñar políticas de salud pública efectivas para amortiguar los efectos de la pandemia. Aunque algo mejores, las cifras que presenta el Reino Unido, 138.193 casos y 2.085 muertos por millón de habitantes, no están muy alejadas de las de la antigua colonia, 149.947 casos y 2.085 muertos por millón de habitantes. En cuanto a las cuatro economías más importante de la UE, Alemania, Francia, Italia y España, hay que decir que, si bien presentan registros algo mejores que Estados Unidos y Reino Unido, especialmente Alemania, existen razones para pensar que las autoridades de algunos países, bien por incompetencia o bien deliberadamente, han infravalorado la magnitud de la tragedia para edulcorar su gestión.

El caso de España 

Me centraré ahora en España, el país que he seguido con mayor atención por razones obvias. Las cifras oficiales de casos y muertos el 12 de noviembre ascienden a 5.047.156 y 87.673, respectivamente, con unas tasas de casos y muertos por millón de habitantes de 107.893 y 1.874, respectivamente, considerablemente inferiores a las de Estados Unidos y Reino Unido. Ahora bien, existen fundadas razones para pensar que se produjo una infravaloración importante de casos y fallecidos, específicamente durante la primera oleada que podemos acotar entre el 9 de marzo y el 10 de mayo de 2020. En esos momentos, el sistema sanitario español no disponía de suficientes test para diagnosticar la infección y las autoridades sanitarias determinaron que solamente pudiera certificarse la muerte por COVID-19 en aquellos pacientes a los que se hubiera practicado un test con resultado positivo. A resulta de ello, miles y miles de pacientes pasaron la enfermedad y muchos de ellos fallecieron en aquellas nueve fatídicas semanas sin que quedara constancia de haber resultado infectados y haber fallecido a causa del virus.

Afortunadamente, disponemos de otras fuentes de información alternativas que revelan la grosera infravaloración presente en las cifras oficiales. En efecto, si bien el número de muertes por COVID-19 se cifra en 26.478 los muertos hasta el 9 de mayo y 26.621 los fallecidos hasta el 10 de mayo, las estimaciones del Sistema de Monitorización de la Mortalidad diaria (MoMo) del Instituto de Salud Carlos III estiman el exceso de mortalidad entre el 10 de marzo y el 9 de mayo en 46.635, esto es, hay 20.157 (=46.635-26.478) fallecidos más de las oficialmente reconocidos por el gobierno el 9 de mayo. Por otra parte, la estadística de defunciones semanales puesta en marcha por el INE para estimar los efectos del virus, permiten concluir que desde el inicio de la 11ª hasta el final de la 19ª semanas de 2020, esto es, desde el 9 de marzo hasta 10 de mayo, se produjo un exceso de mortalidad de 49.863 personas, cifra incluso superior al exceso de mortalidad estimado en los informes MoMo.

No cabe, por tanto, la menor duda de que las estadísticas gubernamentales infravaloran groseramente tanto el número de casos como el de ciudadanos fallecidos prematuramente por causa de la COVID-19 durante marzo, abril y comienzos de mayo de 2020, cuando el virus irrumpió en España dejando un reguero de dolor y muerte. Se echan en falta en las cifras de la primera oleada al menos dos decenas de miles de fallecidos y algunos cientos de miles de casos no contabilizados. Resulta un corolario obvio que las cifras de casos y muertes por millón de habitantes son considerablemente más altas que las que aparecen en las estadísticas nacionales e internacionales.

Ya nos hemos quedado atrás

Pese a la insistencia del presidente Sánchez en recordarnos su inquebrantable compromiso con una recuperación justa donde ninguno de los supervivientes quede atrás, lo cierto es que la inacción, primero, y consiguiente improvisación, después, de su gobierno en materia de salud pública, convirtió la irrupción del virus en nuestro país en un desastre mayúsculo, que situó a nuestro país a la cabeza de los países con mayor número de casos y fallecidos por millón de habitantes, y a nuestra economía a la cabeza de los países desarrollados por la intensidad de la caída del PIB. Los que irremediablemente han quedado atrás son las decenas de miles de españoles que en la primera oleada perdieron prematuramente su vida, y los varios millones más que han padecido la enfermedad o sufrido pérdidas económicas muy severas que podrían haberse evitado en buena parte de haber adoptado el gobierno de Sánchez las medidas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud en enero de 2020.

Ahora la solución que nos proponen Sánchez y sus socios separatistas en los Presupuestos Generales del Estado para dejar atrás esta pesadilla es subir todos los impuestos para financiar más gasto ‘social’, cuando la mayoría de los ciudadanos que contribuimos a Hacienda nos las vemos y deseamos para hacer frente a las fuertes subidas de los precios de los bienes energéticos y al imparable aumento del coste de la cesta de consumo. Por favor, no nos hablen más de la transición ecológica y digital, ni de la transformación del modelo productivo, ni de lo maravilloso que será el mundo allá por 2050, porque para muchos de nosotros sólo nos quedan ya dos certezas en estos momentos: la primera es que hasta hace unos pocos años podíamos pagar la factura de la luz sin agobios e incluso llevar una vida desahogada que nos permitía algún capricho de tanto en tanto; y la segunda es que sus políticas frenan la creación de puestos de trabajo en el sector privado y alimentan la ‘necesidad’ de aumentar las prestaciones sociales. España no tiene un problema de falta de formación de la población en edad de trabajar, puesto que exportamos mano de obra cualificada, sino de escasez de puestos de trabajos donde esos trabajadores potenciales puedan generar renta.