Opinión

La respuesta del Islam a problemas del mundo contemporáneo (47)

photo_camera islam-la-meca-comunidad-ahmadia

LA PAZ ECONÓMICA. 

Seguimos desarrollando el tema de “La Paz Económica”, enlazando con la entrega 46. 

(Pueden consultar las referencias del Sagrado Corán en https://www.ahmadiyya-islam.org/es/coran/ 

Obligaciones internacionales 

Al discutir el modo de acción alternativo a adoptar durante los períodos de desastres naturales o grandes calamidades que afligen a la humanidad (véanse las necesidades básicas mencionadas anteriormente), el Santo Corán describe la elección apropiada de la siguiente forma: 

islam-comunidad-ahmadia

“Es la liberación de un esclavo, o alimentar en un día de hambre a un pariente huérfano, o a un pobre reducido a la miseria.” (90:14-17) 

En otras palabras, las elecciones correctas son: 

En primer lugar se describe el genuino y verdadero servicio a la humanidad aceptado por Dios. De entre los necesitados, es primordial que el ser humano ayude a aquellos que están subyugados por la esclavitud u otras ataduras. Cualquier servicio contrario a este concepto, es inútil a la vista de Dios. Por lo tanto, se rechaza categóricamente el sistema moderno de proporcionar ayuda financiera a los países subdesarrollados con condiciones previas y cadenas unidas a esta ayuda. 

La siguiente elección es la de alimentar a un huérfano, incluso si él o ella tienen un tutor que les mantenga. 

La elección final es alimentar a un indigente, tan indefenso, que aparezca reducido a la miseria. 

Si bien, se habla en singular, el versículo (15) evidentemente describe una crisis a gran escala. La connotación de la palabra Yaum (día) y el estilo general de la expresión lo hacen obvio. 

La consideración muestra cómo las implicaciones de este versículo presentan un clarísimo cuadro de cómo las naciones grandes, ricas y poderosas tratan a las más pobres, que se encuentran en una espantosa necesidad en momentos de extrema incapacidad. Se les proporciona ayuda, pero unida a diversas condiciones. De este modo se destruye el propósito y el espíritu de ayuda a los demás. Se les libera aparentemente de una miseria sólo para dirigirlos engañados hacia otra. La totalidad del sistema internacional actual de ayuda condicionada, ha sido duramente descrito aquí en estas pocas palabras. Se avisa a los creyentes de que no se aprovechen indebidamente de la gente indefensa aliviando el sufrimiento de individuos o naciones pobres y al mismo tiempo privándolos de su libertad. 

La palabra huérfano es usada en un sentido más amplio, ya que se aplica a individuos dependientes así como a naciones dependientes. Estas naciones, que son como huérfanos con parientes ricos que han sido abandonados por sus familiares y amigos, no deberían ser dejadas desatendidas por el hecho de que sean otras las responsables en primera instancia de ellas. 

El caso de los países ricos del petróleo es un ejemplo apropiado. Si sólo unos cuantos Estados del Golfo aunaran sus manos para aliviar los inmensos sufrimientos de la humanidad en general, hubieran resuelto el problema del hambre y la sed en África sin apenas notarlo. Disponen de montañas de dinero en depósitos bancarios y fondos en países occidentales, que a su vez generan intereses y rentas por sí solas suficientes para aliviar la miseria y el sufrimiento de África. En cualquier caso, el Islam prohíbe que gasten ese interés para su propio uso. 

El caso del inmenso océano de hambre, miseria y necesidad surgida de las numerosas calamidades en Bangladesh, es otro caso que merece ser estudiado en este contexto. Han sido abandonados por el resto del mundo a su propia suerte. La ayuda, si la hubo, gota a gota, es realmente ineficaz para aliviar su miseria. 

Estas naciones deben ser consideradas naciones huérfanas, según la definición más amplia del término. Cuando estas naciones huérfanas son abandonadas por sus propios parientes y amigos, se comete un serio crimen a los ojos de Dios. 

La gente muestra una actitud muy ingenua e incluso torcida hacia Dios y hacia la naturaleza del sufrimiento de las naciones más pobres, cuando, en verdad, es al mismo hombre a quién se debe culpar por su completa insensibilidad y descuido. Si llenáramos los corazones de los seres humanos con esta cualidad especial y fuéramos capaces de sufrir por los demás, aún hoy el mundo podría transformarse en un paraíso. 

Si millones de musulmanes en el Sudán mueren de hambre, su condición no debe ser ignorada bajo el pretexto de que, puesto que naciones ricas como Arabia Saudí y otros Estados ricos del petróleo, son virtualmente sus parientes y amigos, tienen ellos la última responsabilidad de alimentarlos. Este es el verdadero significado de la expresión arábiga “Yatiman Za Maqrabate” (lit., un huérfano, cercano a la familia). 

Una vez más se hace hincapié en este versículo que los individuos o naciones que sufren por crisis económicas individuales o nacionales, deben ser ayudados para que se sustenten por sus propios pies. Este escenario se aplica a la mayoría de los países del Tercer Mundo, cuya economía se desgaja rápidamente, al no recibir ayuda, a gran escala, de forma periódica. 

La tercera elección es “Au Miskinan Za Martabate”, que se aplica a aquellas economías que han quedado reducidas a la miseria y cuyo sistema económico nacional se ha colapsado. Según el Sagrado Corán, alimentar a las gentes de estas naciones no es suficiente. Es la responsabilidad del hombre adoptar medidas para restablecer y rehabilitar sus economías. 

Desgraciadamente, las relaciones comerciales en la presente época representan justamente lo contrario. El flujo de riqueza se orienta siempre hacia las naciones más ricas y más avanzadas, mientras que las economías de los países más pobres se hunden cada vez más profundamente en el cenagal. 

No soy economista, pero entiendo, al menos, que es imposible para los países del Tercer Mundo mantener relaciones comerciales bilaterales con los países avanzados y al mismo tiempo evitar el flujo de riqueza de sus países a los más ricos, asegurando que los ingresos de exportación igualan a las facturas de importación. 

Otro factor importante a tener en cuenta, es que en todas las naciones económicamente avanzadas, existe una demanda constante por mejorar el nivel de vida. A las naciones más pobres se les estimula a pedir préstamos para igualar el nivel de vida del mundo desarrollado. La tecnología de pulsar un botón conduce a una vida más fácil y confortable, aún cuando estas adiciones a las amenidades modernas influencien, al final, adversamente a la resistencia del carácter humano. Si las gentes de los países avanzados quieren regenerar su propia sangre y mejorar su propia salud física, ¿cómo se puede esperar que las naciones más ricas alivien a las naciones más pobres de su estado de anemia perniciosa terminal cuando su propia sed por tener más sangre no conoce límites, cuando su nivel de vida debe continuar creciendo, y todo lo que el dinero pueda comprar, ha de ser constantemente transferido hacia sus propias economías? 

Esta alocada carrera para elevar el nivel de vida indiscriminadamente, no sólo está robando a las naciones más pobres su posibilidad de supervivencia, sino que también está robando a las naciones avanzadas su tranquilidad de conciencia y la paz del corazón. Toda la sociedad se atormenta en la consecución de necesidades creadas artificialmente, de forma que cada cual vive en un constante estado de deseo para equipararse con el vecino. Esto, de nuevo, supone una situación que potencialmente puede llevar a la guerra. 

Esta tendencia está desalentada enérgicamente en el Islam. El Islam presenta la imagen de una sociedad en la que la gente vive dentro sus posibilidades, y siempre existe algo ahorrado para un mal día, no sólo a nivel individual y familiar, sino también a nivel nacional. 

Para los países más pobres, esta situación está llena de peligros, porque cuando las naciones avanzadas sufren nuevos retos competitivos por parte de otras economías emergentes, y sus propias economías comienzan a estancarse, se vuelven más crueles en sus relaciones con el Tercer Mundo y los países más pobres. Esto es inevitable, porque, de una u otra forma, los gobiernos de los países más ricos han de mantener un nivel de vida “razonable” para la gente que se ha vuelto adicta a dicho nivel de vida. 

Por último, estas situaciones se agravan y culminan en factores que crean guerras. Son estas guerras, las que el Islam intenta prevenir. 

(lpbD) – La paz y las bendiciones de Dios sean con él. 

(Con esta entrega finalizamos el apartado de “La Paz Económica”, continuando en la entrega 48 con “La Paz Política”).