Opinión

La respuesta rusa a la Postura Nuclear Americana

photo_camera Fotografía de archivo. El submarino nuclear ruso Yuri Dolgoruky dispara misiles Bulava desde el mar Blanco, En esta foto, tomada del sitio web oficial del ministerio de Defensa ruso el jueves 24 de mayo de 2018

La publicación de “El botón” (BenBella Books, 2020), último libro del antiguo secretario de Defensa norteamericano, William Perry, ha coincidido en el tiempo con la divulgación de un documento oficial ruso en el que se perfilan los principios que actualizan su doctrina de disuasión nuclear. La perspicacia de los argumentos desarrollados por Perry es aún más apreciable revisando el documento ruso. La tesis central de Perry es la necesidad de proceder a la cancelación pautada del programa nuclear norteamericano, cuyo mantenimiento obedece, en su opinión, a la inercia de la mentalidad de  la Guerra Fría y a la persistencia de un  conjunto de intereses creados. 

Su premisa fundamental es que el esfuerzo por garantizar una respuesta abrumadora a un ataque nuclear ruso por sorpresa,  incrementa la probabilidad de que se cometan errores técnicos o humanos; un riesgo que Perry propone mitigar compartiendo la autoridad para el uso del arma nuclear con el Congreso, acogiéndose a la contradicción entre el principio constitucional que le otorga el derecho a la declaración del estado de guerra, y la prerrogativa presidencial  para llevar a cabo un ataque nuclear sin consulta preceptiva, exactamente igual que sucede en Rusia. Al tiempo, William Perry aboga por resistir la propensión, consensuada tanto por republicanos como por demócratas, de responder a la modernización de las capacidades nucleares ofensivas de China y Rusia haciendo lo propio. 

Y es justamente a la luz de esta disensión de Perry que el contendido del documento ruso cobra especial relevancia, en tanto que plantea un enfoque de defensa nuclear que dista de ser una simetría de la doctrina norteamericana, lo cual obliga a realizar ajustes mentales por parte de los responsables de la política nuclear estadounidense, y por extensión, en los países miembros de la OTAN, precisamente para evitar errores fatales de interpretación de intenciones fruto de sesgos confirmatorios,  que pueden precipitar situaciones irreversibles.  

A pesar de su concisión –son apenas seis páginas- el documento ruso es el primer posicionamiento de peso después de la Revisión de la Postura Nuclear americana y de su retirada del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, un acuerdo vigente desde 1987, que imponía a sus firmantes limitaciones en el uso de misiles de corto y mediano alcance. Hasta cierto grado, el flamante documento ruso entabla un ejercicio dialéctico con la premisa fundamental de la postura norteamericana;  la presunción de que existe por parte rusa una intención de emplear la fuerza para modificar el mapa europeo haciendo un uso implícito y explícito de amenazas nucleares para imponerse a sus vecinos. 

En este sentido, la fraseología del documento ruso se esfuerza en transmitir la idea de que la doctrina nuclear rusa prima la disuasión sobre la coerción, elaborando una “denegación plausible” de  la inferencia norteamericana de que la doctrina rusa formula oficiosamente el uso limitado de armas nucleares para forzar el cese abrupto de un conflicto convencional, en condiciones ventajosas a Rusia, aplicando una estrategia de "escalar para ganar". Por el contrario, el documento desarrolla el concepto de “escalar para desescalar”, un recurso limitado de armas nucleares para resolver una conflagración fallida que, sin estar recogido explícitamente en la estrategia rusa,  es una opción que aparece con cierta profusión en la literatura militar soviética,  como parte de sus métodos de disuasión.  

La Cláusula XIX del nuevo documento ruso estipula la utilidad de reducir el riesgo de agresión a Rusia bosquejando la posibilidad de infringir costes excesivos al adversario en determinas circunstancias. Entre ellas, se encuentran  la posesión de inteligencia creíble sobre el lanzamiento de misiles contra territorio ruso, lo que a ojos rusos legitimaría el empleo de  armas nucleares a priori y como aviso, sin esperar que la amenaza en sí se materialice. La siguiente justificación radica en el uso de armas de destrucción masiva contra Rusia. En tercer lugar, Rusia recurriría a una “escalada controlada” si las acciones de un enemigo hostil tienen como efecto la inutilización de la capacidad de respuesta nuclear rusa, incluyendo en este capítulo los efectos la de ataques cibernéticos. Por último, se estipula el empleo de armas nucleares cuando una agresión convencional amenaza la propia existencia del Estado ruso. El mínimo común denominador de estas estipulaciones es poner el énfasis en su naturaleza defensiva. Tanto es así, que el documento modula elementos de la retórica oficial empleada en el pasado, cambiando la motivación para activar una escalada nuclear de conseguir condiciones "favorables",  a "aceptables". En cualquier caso, los principios del documento son consistentes con previas declaraciones de Putin,  en las que afirmaba con vehemencia que el uso de determinadas armas convencionales,  de máxima precisión y eficacia devastadora,  contra infraestructuras militares rusas,  tiene un efecto estratégico potencial comparable al de un arma nuclear.

La información de la que disponemos, 30 años después del fin de la Guerra Fría, revela que ni rusos ni americanos jamás consideraron seriamente el lanzamiento de un ataque nuclear por sorpresa contra sus respectivos archienemigos. 

Ambos lados eran plenamente  conscientes de que nadie puede ganar en una guerra termonuclear. Sin embargo, en ausencia de un tratado nuclear de amplio alcance y pensado para controlar las realidades de la proliferación propia del Siglo XXI, tanto Estados Unidos y Rusia están acercándose a una nueva carrera atómica. Como apunta William Perry en su libro, la distinción entre armas tácticas y estratégicas por un lado, y el lanzamiento de armas como advertencia,  o como ataque preventivo, por otro, tiene mucho de académico, y es tan tenue y subjetivo que en un escenario de conflagración real, la subida de un peldaño a otro, a causa de un error de interpretación militar o política,  es efectivamente inmanejable. La publicación del documento ruso tiene la virtud de poner sobre la mesa que la entrada en juego de armamento convencional avanzado, producido gracias a la supremacía industrial y tecnológica, y caracterizado por su capacidad para poner comprometer existencialmente al oponente,  lejos de incentivar la obsolescencia de la añeja tecnología nuclear, está llevando a concebir nuevas circunstancias y escenarios  en los que usarla como póliza de seguro,  relativamente asequible, frente a riesgos reales o percibidos.