Opinión

La transición desterrada

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El rey emérito después de 38 años largos de servicios a la nación ha tenido que abandonar España porque Pablo Iglesias exigió a Pedro Sánchez que era una condición innegociable para apoyar los Presupuestos Generales del Estado 2021.

Es un chantaje en toda regla  del líder de UP para tapar los casos de corrupción en los que se ha visto envuelto en los últimos meses (financiación ilegal, gastos excesivos en las  campañas electorales, caso Iglesias-Dina, purgas en el partido, pucherazos electorales internos, acusaciones injustas de acoso sexual a José Manuel Calvante, ex jefe del equipo jurídico que se negó a tramitar “el robo” de la tarjeta del teléfono de su pupila Busselham que el propio vicepresidente segundo retuvo durante meses y la entregó quemada a su colaboradora, nepotismo en los nombramiento de los cargos de confianza de los ministerios comunistas, escandalosa protección oficial  de su villa de Galapagar a costa del contribuyente y perversos resultados electorales en el País Vasco y Galicia). Mientras desciende a los infiernos totalitarios, huida transversal hacia la Republica plurinacional.

La transición desterrada

Encantado de conocerse

Lo grave no es el declive de estos impostores de la política que han venido a servirse de ella intentando desde el primer día destrozar el sistema democrático si no el soporte que le garantiza el Consejo de Ministros y que avala el presidente, ora para denigrar a  la oposición –“todos somos fascistas”-, ora para cargar contra los jueces, contra sus compañeras de gabinete Calvo y Calviño, contra los empresarios, contra la UE, y especialmente contra el rey Felipe VI.

Juan Carlos I es solo el aperitivo, el eslabón más débil en la cadena de la intolerancia. El plato principal es La Zarzuela. Ni Corina, ni el coronavirus. El objetivo es la Corona y la Monarquía Parlamentaria.  Pedro dirige el gobierno más vulnerable de nuestra historia reciente producto de la ilegítima moción de censura y de los comicios de noviembre pasado. Sus socios son sus enemigos. Sánchez es cautivo de su propia ambición.

En ningún país de nuestro entorno se permitiría un gobierno de coalición donde los comunistas marquen la agenda, el ritmo y el rumbo de la historia. Aquí sí, porque Pedro Sánchez está encantado de conocerse. En su último sermón monclovita antes de irse a veranear al Palacio de La Mareta, en Lanzarote –un regalo del rey Hussein de Jordania a nuestro emérito, que éste donó a Patrimonio Nacional, “¡manda trillos!”,- el doctor nos dejó un legado de gestión impecable: somos los mejores.

Un gobierno que actúa y se autoevalúa casi con matrícula de honor. Todo lo ha hecho bien. La realidad es que somos los campeones mundiales en infecciones, en muertos, en desprotección de los sanitarios, en rebrotes, en la crisis económica provocada por un confinamiento eterno, los apestados del turismo, los líderes del paro y de los ERTES… pero el presidente se siente orgulloso de “todos sus ministros y ministras y no es una frase políticamente correcta; es una convicción”. “Nadie se quedará atrás”, reiteró el mantra cinco veces.

En 42 minutos de monólogo propagandístico no tuvo una sola palabra de solidaridad con las víctimas oficiales (28.400) ni con las reales (casi 50.000). Ni con sus familiares. Hay que olvidar a los vivos, pero sobre todo a los muertos. Ha pasado los cadáveres  de la COVID-19 a las CCAA –ni siquiera se ha preocupado de blindar las entradas de los aeropuertos (sanidad exterior)- y eso sí, a última hora ha creado una Secretaria de Estado en Sanidad para coordinar los brotes que nos siguen acosando por tierra mar y aire. Ahora la culpa es de los responsables de la cultura del ocio nocturno. El Ejecutivo social-comunista podría darse un paseo por las tiendas y bares en plenas rebajas para comprobar que el país está en bancarrota.

Ahora hemos sabido que el comité de expertos no existió más allá de la panda de amiguetes de Fernando Simón, el falso doctor que no llegó ni a presentarse al ingreso en el MIR.  Rastreando la hemeroteca rescatamos un vídeo del líder supremo asegurando que había asistido a ese comité de expertos y que se levantaba acta de sus sesiones. Mentira tras mentira. Trolavirus tras trolavirus. La vida es demasiado corta para estar mintiendo con tanto odio como desprecio. Somos ciudadanos, no súbditos.

A eso Sánchez lo llama transparencia mientras se parapeta en que “si se hicieran públicas las actas nos comprometería diplomáticamente con China, EEUU y otros socios comunitarios…” Suecia ya ha pedido públicamente perdón por la manera errónea de tratar la pandemia. ¿Cuándo se hará aquí? Nunca.

De su cómico monólogo –si no fuera tan trágico el momento- resaltamos dos datos: uno, el Gobierno comprará 3.700 millones de mascarillas y dos, los 140.000 millones arrancados a Bruselas son el maná sobre el que renazca la recuperación. Esta vez no dijo, como en Telecinco ante un Piqueras agradador, que ese dinero representaba el 60% del PIB. ¿En manos de qué expertos en economía estamos? ¡Que los dioses nos protejan!

Legislatura larga

Cuando la situación es buena, disfrútala; cuando es mala, transfórmala. Si quieres que algo cambie, transfórmate tú. Todo muy zen.  El presidente es feliz, inmensamente feliz. El amo del mundo y de la legislatura. Una legislatura hasta 2024. Solo hace falta que le voten los PGE que, después de dos años de diálogo infinito, siguen siendo los de Montoro, don Cristóbal.

La transición desterrada

Lo suyo es el diálogo a diestro y siniestro, asegura, pero al líder de la oposición Pedro Casado, no le dirige la palabra ni le cuenta que el rey emérito va a abandonar el país. Un diálogo que no parece que  le  sirva de mucho tampoco con sus socios parlamentarios tras las cesiones inconfesables a Bildu-ETA (Navarra, extinción de la normativa laboral); a los golpistas catalanes (reforma del Código Penal para abolir el delito de sedición con indultos  incluidos); ruptura de la Caja Única de la Seguridad Social, endeudamiento y competencias en materia penitenciaria al PNV mientras Grande-Marlaka se encarga de acercar a las cárceles del País Vasco a más de 60 etarras,  muchos de ellos con delitos de sangre y prepara con el inhabilitado Torra un encuentro “Mesa de la vergüenza” para preparar un referéndum ilegal que consagre el inexistente derecho a decidir (entiéndase separación), la expansión de las “embajadas catalanas” y el olvido de los prófugos de la justicia, pagados con dinero de todos nosotros. Un campeón de la rendición incondicional previa.

Como el momento es el más delicado de nuestras vidas, el doctor Sánchez, adalid del diálogo consigo mismo, (15 cumbres telemáticas con las CCAA, 1 presencial en San Millán de la Cogolla (Rioja), donde no escucha a nadie, aunque le aplauden con el mismo entusiasmo que a su entrada en Moncloa y en el Congreso –Revilla dixit-, se ampara en esta pregunta-trampa: ¿qué partidos políticos no están dispuestos a arrimar el hombro?  Al que diga no será carne picada de telediario.

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Mientras cobardea en tablas con Ciudadanos, al que su socio de UP detesta para firmar esos presupuestos tan sociales y bendecidos por la UE, Pedro Sánchez gana tiempo y se ríe de la moción de censura de VOX. No importa que los números no sean suficientes: es necesario un debate en profundidad para conocer por Abascal la magnitud del problema político, económico y social que nos acecha.

Los PGE son más urgentes y necesarios que nunca. Basta un acuerdo y constitucionalista de PSOE (120), PP (89) y Cs (10) -219 escaños- para estabilizar la situación y empezar la reconstrucción nacional. Pero don Pedro prefiere a los nacionalistas, separatistas, golpistas y comunistas. Y desdeñar a los populares –son extrema derecha y derecha extrema- y engañar a los herederos de Albert Ribera.

Ese apoyo constitucional conllevaría lealtad para consensuar una Ley de Educación que permita enseñar el castellano en todo el territorio nacional; volver al origen del CJPJ, no al coladero de los jueces del 4º, una política de cohesión social justa e inhabilitar a todos los actores e instituciones que actúen contra la unidad de la nación. Y un argumento innegociable: crear una comisión extraparlamentaria de expertos para que analicen la “COVID-19 y el pos-COVID19. Y cuenten y rindan homenaje a los muertos de esta pandemia, de una vez por todas, incluidos los 13.000 “sin ubicar”. Siempre en nuestro recuerdo. Que no corran la suerte de las víctimas del terrorismo.

Sin estas premisas mínimas, aprobar los nuevos PGE/2021 es dar oxígeno y munición a un gobierno que miente mañana, tarde y noche. ¿Quién va a dar los votos a un Ejecutivo tan sectario para que se gaste el dinero público por principios ideológicos y no por necesidades reales? Sánchez –insistimos- no es un político de fiar. Solo hay que remitirse a sus declaraciones previas y a sus hechos posteriores a las elecciones. “Nunca pactaré con Podemos ni con Bildu”. Le quitaban el sueño; ahora le hacen dormir a pierna suelta. ¿Cómo dar crédito a un presidente que en plena crisis duplica los ministerios y tiene casi 777 asesores, más de 200 de ellos a dedo? ¿Sabrá que existen las palabras ética y austeridad en el lenguaje de los políticos decentes?

Apoyar los presupuestos gratis total, es darle un cheque en blanco para que prolongue su poder una década prodigiosa. Prodigiosa y perdida. Escribió Boecio (Roma, 480- Pavía 524) que “la eternidad es cuando no nos falta de nada”.  Si a Sánchez le ajustan las cuentas (176 escaños) entre su gobierno de progreso, sus socios antiespañoles y Edmundo Bal, le habrán asegurado la eternidad en La Moncloa hasta el año 2030. Conviene no olvidarlo antes de que llegue el llanto y el crujir de dientes (Lucas 13:28) En resumen: la crisis no puede ser una coartada para rearmar políticamente a un político sin convicciones, a un hombre anuncio que no cumple su palabra.

Memoria Democrática

El presidente del Gobierno, en su última comparecencia televisiva –el marketing es su política- adelantó trabajo para una década cuando estamos empantanados en niveles de paro insoportables (los mayores de Europa) y la actividad real es sencilla: hemos perdido el 18,5% del PIB. Hasta el Santander ha perdido 10.400 millones. Increíble.  Es verdad que el Ejecutivo se ha volcado en vencer al coronavirus con más voluntad que acierto, pero no es menos cierto que este tiempo de pandemia le ha servido también para “blanquear” a Bildu, JxCat, ERC y PNV que siempre saca tajada de los inquilinos de La Moncloa. Incluso Urcullu cobra una millonada por hacerse una foto con sus colegas (de Segunda División) en la cuna del español.

Pedro Sánchez cree que las transformaciones pendientes se han convertido en imprescindibles: la transición digital, la Carta de Derechos Digitales, el Estatuto del Funcionario y del consumidor; Cercanías, la cohesión social y territorial (no dijo cómo); plan Estatal  de Viviendas, Empleo de calidad, pacto por la Justicia (el enésimo), más competitividad, nueva igualdad de oportunidades, más políticas de género, de salud mental, FP y algo que huele a republicanismo zapateril: la Memoria Democrática. Volver al 31-39. Ni bueno ni malo, incorregible.

“No hay ganancia posible en el fracaso”, arguyó en su monólogo. Tiene razón sobre todo cuando no hay alternativa a la vista. Él se siente un triunfador. ¡Que los electores no le faciliten una mayoría suficiente! Muchos españoles tendríamos que ir al destierro. Hay que reconocerle que, de momento, no habrá subidas de impuestos –una reforma estructural-, pero si acudirá al “rescate” del MEDE para rescatar a los trabajadores de los ERTES. Más endeudamiento. Y van ya más de 100.000 millones en lo que va de año. Como el argumentario de Iván Redondo es simple se entiende perfectamente.

Lo mejor de la acción del gobierno ha sido salvar vidas (él mismo salvó 250.000), defender la sanidad pública (no habló de los 53.000 sanitarios infectados) y de que nadie se quede atrás. Vale. Podría haber incluido a los golpistas prácticamente excarcelados, que volverán a delinquir tras vivir en una prisión de privilegios. ¿Igualdad de oportunidades para el resto de penados?  O de ese encuentro de tú a tú entre la increíble ministra de AAEE Arancha González Laya –no sé quién es su estilista ni quien le amuebla su cabeza- con el honorable Fabián Picardo, ministro principal de Gibraltar. Pero de esto y de Venezuela, este Gobierno no se pronuncia. Mientras tanto, el virus nos coloca otra vez con 348.000 afectados a la cabeza de la pandemia. ¿Por qué? Necesitamos respuestas. Y ya de paso, incautamos los ahorros de Ayuntamientos y Diputaciones. Menos mal que se rebelarán en masa a pesar del entreguismo de Abel Caballero, reconvertido en un lacayo vigués.

Juzgar personas

Por lo visto, que el anterior jefe del Estado se hubiera ido de España, no era un tema de interés nacional. Tuvo que ser en el turno de preguntas cuando los periodistas le pidieran explicaciones. Como ejemplo de gobierno abierto, íntegro y transparente, el señor presidente, en un alarde de coherencia entre el decir y el hacer, señaló que respetaba la decisión de la Casa Real; siempre apartándose de las responsabilidades; ni afirmó ni negó que un asunto de tal trascendencia fuera consensuado entre La Zarzuela y La Moncloa, no dijo la verdad cuando afirmó que no conocía el paradero de don Juan Carlos I y que se trataba de juzgar personas, no instituciones. El lapsus es importante porque ¿de qué se le juzga al rey Emérito y se le obligar a exilarse si ni siquiera está imputado?

No descalificó las declaraciones de su vicepresidente Iglesias sobre la indigna huida del líder de la Transición, que luego fue amplificada por todos los partidos secesionistas, incluido el de Torra que, con una pandemia sin controlar en Cataluña, exige un pleno extraordinario para pedir la abdicación del Rey Felipe VI. ¿Hasta cuándo algunos gobiernos y parlamentos regionales en rebeldía pueden seguir vulnerando le ley y debatiendo asuntos que no le competen con total impunidad? ¿Hasta cuándo el Tribunal Constitucional, el Tribunal Supremo y el Gobierno de la Nación van a hacer cumplir las leyes?

La pasada semana, los parlamentarios secesionistas vascos se negaron a jurar la Constitución Española y ésta, el Parlamento de Cataluña se pronuncia por la abolición de la Monarquía. ¿Qué hace Sánchez y su gobierno de progreso? Mirar para otro lado. Ese es el diálogo constructivo y permanente con los enemigos de España. La inhabilitación económica y política seria suficiente para parar el desacato y la deslealtad de estos cobardes a los que pagamos con nuestros impuestos.

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Decía Maquiavelo que quien controla el miedo de la gente se convierte en el amo de sus almas. “Con miedo” –lo aprendimos bien con el presidente Adolfo Suárez- “no se puede vivir”. Los constitucionalistas no tenemos alma de esclavos. ¡Gracias, Cayetana por tu valentía!

La Casa Real se ha equivocado obligando al anterior monarca a expatriarse. El objetivo es Felipe VI. Y, sobre todo, desde aquel 3 de octubre de 2017 cuando, ante la inacción del gobierno de Rajoy y de la oposición de Sánchez, el Rey compareció en TV para subrayar el compromiso de la Corona con la Constitución, la unidad y la democracia.

Por vez primera, tras los ataques de la izquierda comunista y los golpistas al rey de España, el presidente del Gobierno se ha pronunciado plenamente a favor del Pacto Constitucional y del apoyo a la Monarquía Parlamentaria. Ya era hora.

Que Pedro Sánchez haya tenido que enviar una carta a sus militantes para aplacar los ánimos republicanos en el PSOE, confirma que su rueda de prensa no fue suficientemente convincente. De hecho, socialistas asturianos y vascos ya han participado junto a partidos radicales y antimonárquicos en pedir la abolición de la monarquía, en exigir un referéndum y en “derribar” todos los símbolos del rey emérito. El siguiente paso, como ya ha adelantado el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias será concienciar a la juventud para que la Monarquía Parlamentaria –el mejor periodo de nuestras vidas- sea confinada al destierro, al exilio. Vuelta a la III República sin demócratas, al comunismo y al hambre. Quieren sepultar la Transición. Escrito queda.

Enviar al exilio a un hombre enfermo, arquitecto de nuestra democracia y de nuestras libertades, confirma que seguimos siendo un país cainita. Nadie ha pedido que abandone Cataluña la familia Pujol y su extensa y corrupta familia. Ni nadie pedirá que Cháves o Griñán se vayan de España por el expolio de los Eres. ¿Dónde ha quedado la presunción de inocencia para don Juan Carlos?

Tiene razón Pedro Sánchez cuando asegura que necesitamos estabilidad institucional, una estabilidad robusta.  Una democracia rigurosa. ¿Puede existir estabilidad en una nación sin Estado de Derecho.

Iglesias y sus huestes –los amigos de las dictaduras de Irán y de Venezuela- han prometido hacer un paréntesis en agosto. Volverán a la carga en septiembre. Amenazan con romper el gobierno. No lo crean. El rey emérito no ha nombrado a Corina ministra de Igual-da. Pablo Iglesias, a Irene Montero, sí. Y la moqueta y el coche oficial son el gran asalto al poder. Iglesias protegerá incondicionalmente a Sánchez (y viceversa) incluso aunque Arrimadas le preste su decena de escaños a los presupuestos y se vayan al carajo en los próximos comicios, porque Pedro y Pablo, Pablo y Pedro han tocado el cielo con las manos. Y, como James Cagney en Al Rojo Vivo, (nunca mejor dicho), de Raoul Walsh, han hecho suya su frase más famosa: “Estoy en la cima del mundo, mamá”. La Moncloa es su Everest.

A pesar de los errores de la Casa Real y del Palacio de La Zarzuela –este es un exclusivo asunto de Estado- es solo el segundo asalto (el primero fue el intento golpe de Estado en Cataluña) para dinamitar la Transición. Habrá un tercero. Y un cuarto. Hasta que el pueblo democráticamente estalle. La elección es sencilla: o se está con la Constitución o volvemos al caos. Dicho de otro modo: democracia y libertad frente a tiranía y dictadura. Los demócratas no permitiremos que exilen la Transición y la concordia del 78. Y esperemos que vuelva el emérito tras unas cortas vacaciones. Esta es su casa. Y aquí está su pueblo. No más exilios. Para la reconstrucción nacional, no sobra nadie.
 
Antonio Regalado dirige BAHÍA DE ÍTACA en: [email protected]